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Los libros de los otros

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
384 Seiten
Spanisch
Siruelaerschienen am15.10.20141. Auflage
«... soy todavía de los que creen, con Croce, que de un autor solo cuentan las obras.» De la carta a Germana Pescio Bottino, Génova, 9 de junio de 1964 Durante los casi cuarenta años que Italo Calvino colaboró con la prestigiosa editorial Einaudi leyó centenares, tal vez miles, de manuscritos de autores tanto desconocidos como consagrados, a quienes dio a conocer o cuyas carreras consolidó, pero también rechazó (a veces con gran dureza), a sabiendas de que como editor literario debía seguir siempre la corriente de afinidad o simpatía que los libros despertaban en él, aun a riesgo de equivocarse o pecar de arbitrario. Los libros de los otros se enmarca en esa faceta de Calvino comoeditor y recopila 269 cartas que Calvino dirigió tanto a los autores de las obras leídas como a colaboradores, amigos y escritores de la casa, muchos de ellos personalidades de la época como Primo Levi, Leonardo Sciascia, Umberto Eco, Hans Magnus Enzensberger o Natalia Ginzburg, y en las que desvela sus amores (y odios) literarios. Los libros de los otros nos ofrece una perspectiva excepcional de la historia de la literatura y del pensamiento de la época (1947-1981), y servirá al lector interesado como guía de lecturas y complemento a Por qué leer los clásicos.

Italo Calvino nació en 1923 en Santiago de las Vegas (Cuba). A los dos años la familia regresó a Italia para instalarse en San Remo (Liguria). Publicó su primera novela animado por Cesare Pavese, quien le introdujo en la prestigiosa editorial Einaudi. Allí desempeñaría una importante labor como editor. De 1967 a 1980 vivió en París. Murió en 1985 en Siena, cerca de su casa de vacaciones, mientras escribía Seis propuestas para el próximo milenio. Con la lúcida mirada que le convirtió en uno de los escritores más destacados del siglo XX, Calvino indaga en el presente a través de sus propias experiencias en la Resistencia, en la posguerra o desde una observación incisiva del mundo contemporáneo; trata el pasado como una genealogía fabulada del hombre actual y convierte en espacios narrativos la literatura, la ciencia y la utopía.
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Klappentext«... soy todavía de los que creen, con Croce, que de un autor solo cuentan las obras.» De la carta a Germana Pescio Bottino, Génova, 9 de junio de 1964 Durante los casi cuarenta años que Italo Calvino colaboró con la prestigiosa editorial Einaudi leyó centenares, tal vez miles, de manuscritos de autores tanto desconocidos como consagrados, a quienes dio a conocer o cuyas carreras consolidó, pero también rechazó (a veces con gran dureza), a sabiendas de que como editor literario debía seguir siempre la corriente de afinidad o simpatía que los libros despertaban en él, aun a riesgo de equivocarse o pecar de arbitrario. Los libros de los otros se enmarca en esa faceta de Calvino comoeditor y recopila 269 cartas que Calvino dirigió tanto a los autores de las obras leídas como a colaboradores, amigos y escritores de la casa, muchos de ellos personalidades de la época como Primo Levi, Leonardo Sciascia, Umberto Eco, Hans Magnus Enzensberger o Natalia Ginzburg, y en las que desvela sus amores (y odios) literarios. Los libros de los otros nos ofrece una perspectiva excepcional de la historia de la literatura y del pensamiento de la época (1947-1981), y servirá al lector interesado como guía de lecturas y complemento a Por qué leer los clásicos.

Italo Calvino nació en 1923 en Santiago de las Vegas (Cuba). A los dos años la familia regresó a Italia para instalarse en San Remo (Liguria). Publicó su primera novela animado por Cesare Pavese, quien le introdujo en la prestigiosa editorial Einaudi. Allí desempeñaría una importante labor como editor. De 1967 a 1980 vivió en París. Murió en 1985 en Siena, cerca de su casa de vacaciones, mientras escribía Seis propuestas para el próximo milenio. Con la lúcida mirada que le convirtió en uno de los escritores más destacados del siglo XX, Calvino indaga en el presente a través de sus propias experiencias en la Resistencia, en la posguerra o desde una observación incisiva del mundo contemporáneo; trata el pasado como una genealogía fabulada del hombre actual y convierte en espacios narrativos la literatura, la ciencia y la utopía.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788416208906
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2014
Erscheinungsdatum15.10.2014
Auflage1. Auflage
Reihen-Nr.34
Seiten384 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1308 Kbytes
Artikel-Nr.3134994
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe

1951

A LIBERO BIGIARETTI - ROMA

23 de febrero de 1951

Querido Bigiaretti:

Estoy leyendo con gran gusto Carlone, que es realmente un libro feliz, todo hecho de figuras y lenguaje llenos de agudeza y en que las páginas pasan una tras otra como si hubieran sido escritas de un tirón. Este es el libro tuyo que hubiéramos querido publicar nosotros, y no te perdonamos que se lo hayas dado a otro editor.

La domenica es completamente distinto (aun prescindiendo del hecho de que son cuentos, lo cual, en un juicio editorial, también tiene su peso). Es un libro unitario, de acuerdo, pero la unidad está dada por un tono común de los cuentos, por una actitud moral en cierto modo paralela. Pero justamente en este tono está la limitación del libro, porque en los puntos donde no te auxilia tu calidad estilística, el cuento se estanca y solo queda sabor de remordimiento, de grisalla, de sequedad. Que, contado así a media voz, no es un tema poético que de algún modo se imponga. Se diría que al contar estas historias de fracaso, tuviste la tentación de dar también por «fracasados» los cuentos: es típico el caso de «Signora anonima» en el que todo el interés por el tema que consigues sostener, en cierto momento queda anulado por tu confesión de compromiso periodístico. Pero el defecto no es tal vez tanto de realización; creo que tu inclinación a la modestia, a la humildad es lo que debes combatir como un peligroso vicio moral. ¿De qué tienes que disculparte? No se vuelve atrás; uno solo puede mejorarse a sí mismo desarrollando lo que es ya suyo, bueno o malo. O si no, hay que llegar a una humildad que dé miedo, a una modestia que haga temblar las paredes. Pero esto ya lo han hecho más que nadie los grandes rusos y es difícil compararse con ellos. En cambio tus personajes parecen sentir la modestia de ser modestos y no desprenderse nunca de ella.

Estas son observaciones personales de hombre a hombre y tómalas por lo que valen. Pero me parece que pueden enlazarse con el núcleo de nuestro juicio editorial que es: un buen libro con pasajes y páginas bastante buenos, un poco demasiado gris y no «un libro terriblemente gris», simplemente «un poco gris». En fin, la primera vez que publiquemos a Bigiaretti tiene que ser un libro mayor, en todos los sentidos, no un libro menor. Por lo tanto te devolvemos el manuscrito a la espera de un volumen que podamos lanzar a lo grande y asegurar un gran éxito.

También Natalia, que está indispuesta, ha leído el manuscrito y te escribirá.

Afectuosos saludos.

 

A MARCELLO VENTURI - MILÁN

16 de marzo de 1951

Querido Venturi:

He leído tu manuscrito. Todavía no funciona. El segundo de los dos cuentos es un paso adelante. Pero realmente no funciona. Estás lleno de literatura, tú no te das cuenta pero en cada frase sale a relucir la literatura; haces un esfuerzo terrible por decir algo realmente sentido y sincero fuera de esa cadencia a veces sentimental, a veces violenta que te gusta demasiado, pero que es gastada y postiza.

En mi opinión deberías cambiar de método. Escribe una frase, reléela y si sientes que tiene algo ya oído, algo que cosquillea tu gusto, bórrala y rehazla, hasta sentirla perfectamente normal, sin ninguna complacencia, pero que describa las cosas como son. Y sigue así. No escribas cosas demasiado fantasiosas y movidas: describe lo que haces desde la mañana cuando te levantas, hasta la noche cuando te vas a dormir. Al cabo de poco descubrirás un montón de cosas y te darás cuenta de que tocas la realidad con tus manos. Toma a Svevo como modelo, por ejemplo, que el pobrecito peor no podía escribir, pero miraba las cosas con sus ojos.

Y tendrías que evitar en lo posible correr detrás de motivos poéticos, todo lo antiguos y eternos que quieras, pero que han tenido una expresión acabada en escritores recientes y con los que la comparación salta en seguida a la vista. La nostalgia del propio pueblo y de las serenatas con los amigos, habría que ser Pavese para no convertirlos en un motivo trivial y tú, como unas pascuas, lo sigues. La presencia de los muertos en la plaza la describió Vittorini en Uomini e no; o tienes la seguridad de estar absolutamente libre de su influencia, o no te metas (y lo mejor, al jefe de las brigadas negras lo llamas Cagnone; ¡parece que lo hicieras a propósito para recordar tus referencias literarias!). Esto en cuanto a los temas poéticos generales, que son de todos y de nadie; pero las pequeñas triquiñuelas del relato, basta con que se hayan escrito una vez; la historia del partisano tirador infalible que sigue con el fusil a un cuervo que vuela por el cielo podrás escribirla diez mil veces mejor que yo, pero tengo aquí el código penal de mi parte y puedo hacerte un juicio en los tribunales, ¡seguro de ganarlo!

Tienes la suerte de tener un gran candor. Gran don si logra hacerse poesía (es decir, en cierto modo, volverse consciente). Pero a ti el candor te asoma en cosas exteriores, en errores de desatención (el coronel que sale de la Farnesina -¡diablos, qué carrera! La Famesina habrá sido fundada cuando mucho diez años antes de la guerra-; a las bombas Sipe, las llamas Stipel -o sea, con el nombre de la telefónica- y así sucesivamente).

Te devuelvo el manuscrito. No lo tomes a mal. Te suelto este sermón y, en realidad, ando en las mismas que tú y no sé cómo salir del paso. Yo también estoy escribiendo una novela, y quiero terminarla aunque sea casi seguro que se quedará también en el cajón.

Chao.

 

A ANTONIO GUERRA - SANT´ARCANGELO DI ROMAGNA

15 de mayo de 1951

Querido Guerra:

Me han entregado tu manuscrito Luciano in Calabria con una nota de Treccani donde me pedía que te escribiera qué pienso de tu libro.

Ante todo te agradezco tu interés por mi juicio. He leído el manuscrito con gusto: es sin duda un libro que se sostiene, de una calidad discreta y seria y que se sigue con interés desde el principio hasta el final. Tengo que decirte, sin embargo, que no hay nada que haga exclamar: «¡oh, formidable!», que te lleve a descubrimientos insospechados; es un honesto librito de una experiencia social y de viaje, como sería de desear que se escribieran muchos.

Cierto que yo no soy el lector ideal, porque estoy animado de viejas hostilidades preconcebidas, ya sea hacia las novelas en forma de diario, ya hacia el Bildungsroman, y también hacia todas las obras (novelas, comedias, películas) en las que figuran artistas, escritores, actores, etc., y sus problemas (sigo pensando que para estas cosas está el ensayo teórico y lo más riguroso posible). Tu libro es estas tres cosas juntas, y sin embargo lo he leído con gusto, y este es un buen signo.

Para el narrador que escribe un diario lo más difícil es entresacar de los millones de hechos y noticias de la propia vida los pocos que son necesarios y estén relacionados de manera que «hagan un cuento». Me parece que todavía sientes la tentación de decir demasiadas cosas, algunas de ellas superfluas.

En las «novelas de formación» siempre me aburre que el protagonista esté ahí con un embudo en la cabeza esperando que los otros y la vida le viertan dentro experiencia y sabiduría. Encuentro que esto no es dialéctico. Un hombre es modificado y al mismo tiempo modifica el ambiente, aprende y enseña al mismo tiempo, si no, no es un hombre. Y una novela en la que no ocurre esto no es una novela, aunque se hayan escrito miles así.

He oído hablar de ti por otros escritos que han despertado mucho interés y también me gustaría leerlos. Entre tanto, te devuelvo este.

Afectuosos saludos.

 

A GENO PAMPALONI - IVREA

22 de junio de 1951

Querido Pampaloni:

Hace tiempo que quería escribirte una carta entusiasta por tu excelente ensayo sobre Vittorini12; pero luego, después de haber leído el ensayo sobre Orwell, era un poco menos entusiasta; ahora que leo tu texto polémico sobre Pavese, y empiezo a ordenar mis ideas, creo poder escribirte una carta bastante orgánica.

Empiezo en seguida por decirte que respecto del libro de Pavese no has acertado una. Einaudi no ha cometido una mala acción con Pavese publicando sus versos; sin la menor duda, ha interpretado su deseo. Conociendo a Pavese y sabiendo cuánto le importaban esos versos mientras los escribía y habiendo encontrado el manuscrito perfectamente ordenado en la mesa de su despacho, como listo para ir a la imprenta, con el título Verrà la morte e avrà i tuoi occhi escrito de su puño y letra en el frontispicio (¡y no elegido por nosotros!), no podíamos tener dudas: era el deseo de Pavese que ese fuera su primer libro póstumo.

Desde luego, antes de publicarlo pensamos: «¿No será demasiado pronto, después del chismorreo periodístico, para dar al público estos versos tan cercanos a su última crisis de desesperación?». Pero no quisimos esperar porque sabíamos que respetábamos su intención tácita, porque los consideramos muy bellos (como descubrirás al leerlos con más calma), porque están muy lejos de ofrecer pasto a cualquier bordado periodístico, porque para educar al público literario hay que demostrarle confianza, para que aprenda que en la vida privada de los escritores no se va a curiosear o a fruncir la nariz, sino a estudiar y...
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Autor

Italo Calvino nació en 1923 en Santiago de las Vegas (Cuba). A los dos años la familia regresó a Italia para instalarse en San Remo (Liguria). Publicó su primera novela animado por Cesare Pavese, quien le introdujo en la prestigiosa editorial Einaudi. Allí desempeñaría una importante labor como editor. De 1967 a 1980 vivió en París. Murió en 1985 en Siena, cerca de su casa de vacaciones, mientras escribía Seis propuestas para el próximo milenio. Con la lúcida mirada que le convirtió en uno de los escritores más destacados del siglo XX, Calvino indaga en el presente a través de sus propias experiencias en la Resistencia, en la posguerra o desde una observación incisiva del mundo contemporáneo; trata el pasado como una genealogía fabulada del hombre actual y convierte en espacios narrativos la literatura, la ciencia y la utopía.