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Historia de la guerra de Granada

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
156 Seiten
Spanisch
Linkguaerschienen am01.09.2012
La Historia de la guerra de Granada (1610) de Diego Hurtado de Mendoza es una crónica histórica. Consta de tres libros que narran el origen de la guerra del rey Felipe II contra los moriscos del reino de Granada y su desarrollo. Analiza también las relaciones entre el poder civil, el militar y la aristocracia, y defiende casi siempre al mundo islámico. El estilo de Diego Hurtado de Mendoza recuerda a historiadores latinos como Salustio y Tácito, en la introducción de discursos, retratos y reflexiones morales y en la sobriedad narrativa. En Historia de la guerra de Granada los conocimientos militares, políticos y diplomáticos del autor se unen con su formación humanística. Destaca su dominio del lenguaje y sus dotes de narrador para dejar constancia de uno de los episodios históricos más trascendentales de la época. Aquí se analiza la rebelión de los moriscos granadinos en 1568 y la Guerra de La Alpujarraque le pondría fin tres años más tarde. Historia de la guerra de Granada se publicó por primera vez en Lisboa por el licenciado Luis Tribaldos de Toledo en 1627. Su título completo es La Guerra de Granada, hecha por el rey de España don Felipe II, nuestro señor, contra los Moriscos de aquel reino, sus rebeldes. Diego Hurtado de Mendoza fue guerrero, humanista, diplomático y un poeta célebre en Europa. Escribió esta crónica al final de su vida. Había regresado a su Granada natal, desterrado, en medio de un ambiente hostil.

Diego Hurtado de Mendoza (Granada, 1503-Madrid, 1575). España. Hijo del conde de Tendilla, gobernador de Granada tras la derrota árabe de 1492, y biznieto del marqués de Santillana. Tuvo la oportunidad de visitar los centros culturales más importantes de la época, y conoció a Garcilaso de la Vega y a Juan Boscán. Estudió en Granada y continuó su formación en Salamanca, y después en Italia. Fue embajador en Inglaterra y Venecia, y en 1542 representó al emperador Carlos V en el Concilio de Trento. En 1547 fue nombrado embajador y capitán general de Siena, donde sofocó una rebelión. Más tarde fue embajador en Roma. Ejerció además como consejero de Estado durante el reinado de Felipe II, pero fue desterrado al castillo de La Mota por una disputa con el duque de Leiva, y luego a Granada, donde participó en la guerra contra los árabes.
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BuchKartoniert, Paperback
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BuchGebunden
EUR26,70
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EUR2,99

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KlappentextLa Historia de la guerra de Granada (1610) de Diego Hurtado de Mendoza es una crónica histórica. Consta de tres libros que narran el origen de la guerra del rey Felipe II contra los moriscos del reino de Granada y su desarrollo. Analiza también las relaciones entre el poder civil, el militar y la aristocracia, y defiende casi siempre al mundo islámico. El estilo de Diego Hurtado de Mendoza recuerda a historiadores latinos como Salustio y Tácito, en la introducción de discursos, retratos y reflexiones morales y en la sobriedad narrativa. En Historia de la guerra de Granada los conocimientos militares, políticos y diplomáticos del autor se unen con su formación humanística. Destaca su dominio del lenguaje y sus dotes de narrador para dejar constancia de uno de los episodios históricos más trascendentales de la época. Aquí se analiza la rebelión de los moriscos granadinos en 1568 y la Guerra de La Alpujarraque le pondría fin tres años más tarde. Historia de la guerra de Granada se publicó por primera vez en Lisboa por el licenciado Luis Tribaldos de Toledo en 1627. Su título completo es La Guerra de Granada, hecha por el rey de España don Felipe II, nuestro señor, contra los Moriscos de aquel reino, sus rebeldes. Diego Hurtado de Mendoza fue guerrero, humanista, diplomático y un poeta célebre en Europa. Escribió esta crónica al final de su vida. Había regresado a su Granada natal, desterrado, en medio de un ambiente hostil.

Diego Hurtado de Mendoza (Granada, 1503-Madrid, 1575). España. Hijo del conde de Tendilla, gobernador de Granada tras la derrota árabe de 1492, y biznieto del marqués de Santillana. Tuvo la oportunidad de visitar los centros culturales más importantes de la época, y conoció a Garcilaso de la Vega y a Juan Boscán. Estudió en Granada y continuó su formación en Salamanca, y después en Italia. Fue embajador en Inglaterra y Venecia, y en 1542 representó al emperador Carlos V en el Concilio de Trento. En 1547 fue nombrado embajador y capitán general de Siena, donde sofocó una rebelión. Más tarde fue embajador en Roma. Ejerció además como consejero de Estado durante el reinado de Felipe II, pero fue desterrado al castillo de La Mota por una disputa con el duque de Leiva, y luego a Granada, donde participó en la guerra contra los árabes.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788498970685
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2012
Erscheinungsdatum01.09.2012
Reihen-Nr.198
Seiten156 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1300 Kbytes
Artikel-Nr.3216464
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe

Libro II

En tanto que las cosas de la Alpujarra pasaban como tenemos dicho, se juntaron hasta quinientos moros con dos capitanes, Girón de las Albuñuelas, y Nacoz de Nigüeles a tentar la guardia, que el marqués había dejado en la puente de Tablate; teniendo por cierto que si de allí la pudiesen apartar, se quitaría el paso y el aparejo a las escoltas, y nuestro campo con falta de vituallas se desharía. Vinieron sobre la puente hallándola falta de gente, y la que había desapercibida: acometieron con tanto denuedo, que la hicieron retirar; parte no paró hasta Granada, muchos de ellos murieron sin pelear en el alcance; parte se encerraron en una iglesia donde acabaron quemados, con que la puente quedó por los enemigos. Mas el conde de Tendilla, sabida la nueva, envió a llamar con diligencia a don Álvaro Manrique, capitán del marqués de Pliego, que con trescientos infantes y ochenta caballos de su cargo estaba alojado dos leguas de Granada. Llegó a la puente de Genil al amanecer donde el Conde le esperaba con ochocientos infantes y ciento y veinte caballos: avisado del número de los enemigos entregole la gente, y diole orden que peleando con ellos, desembarazado el paso le dejase guardado, y él con el resto della pasase a buscar al marqués. Cumplió don Álvaro con su comisión hallando la puente libre y los moros idos.

En Jubiles llegó el capitán don Diego de Mendoza enviado por el rey, para que llevase relación de la guerra, manera de como se gobernaba el marqués, del estado en que las cosas se hallaban; porque los avisos eran tan diferentes, que causaban confusión en las provisiones; como no faltan personas que por pretensiones o por pasión o por opinión o buen celo culpan o escusan las obras de los ministros. Partió el marqués de Jubiles, vino a Cadiar donde fue la muerte del capitán Herrera; de allí a Ujíjar: en el camino mandó combatir una cueva, en que se defendían encerrados cantidad de moros con sus mujeres y hijos, hasta que con fuego y humo fueron tomados. Estando en Ujíjar fue avisado que Aben Humeya, juntas todas sus fuerzas, le esperaba en el paso de Paterna tres leguas de Ujíjar, y sin detenerse partió. Caminando le vinieron dos moros de parte de Aben Humeya con nuevos partidos de paz, mas el marqués sin respuesta los llevó consigo hasta dar con su vanguardia en la de los enemigos; y en una quebrada junto a Iñiza pelearon con harta pertinacia, por ser más de cinco mil hombres y mejor armados que en Jubiles: pero fueron rotos del todo tomándoles el alto, y acometiéndolos con la caballería don Alonso de Cárdenas conde de la Puebla: no se siguió el alcance por ser noche. Envió el marqués doscientos caballos, que le siguieron hasta la nieve y aspereza de la sierra, matando y cautivando; y él a dos horas de noche paró en Iñiza: otro día vino a Paterna; diola a saco; no hallaron los soldados en ella menos riqueza que en Poqueira. El reencuentro de Paterna fue la postrera jornada en que Aben Humeya tuvo gente junta contra el marqués; el cual partió sin detenerse para Andarax en seguimiento de las sobras de los enemigos, habiendo enviado delante infantería y caballería a buscallos en el llano, y en la sierra que dicen el Cehel cerca de la mar: montaña buena para ganados, caza y pesca; aunque en algunas partes falta de agua. Dicen los moros, que fue patrimonio del conde Julián el traidor, y aún duran en ella y cerca memorias de su nombre; la torre, la rambla Juliana, y Castil de Ferro. Llegado a Andarax envió a su hijo don Francisco con cuatro compañías de infantería y cien caballos a Oháñez, donde entendió que se recogían enemigos: mas por avisos ciertos del capitán de Adra supo que en él no había cuarenta personas. Y por alguna falta de vituallas le mandó tornar. Recogió y envió a Granada gran cantidad de cautivos cristianos, a quien había dado libertad en todos los pueblos que ganó y se le rindieron: recibió los lugares que sin condición se le entregaron. Estaba Diego de la Gasca sospechoso en Adra, que los vecinos de Turón, lugar de los rendidos en el Cehel, acogían moros enemigos, y queriendo él por sí saber la verdad para dar aviso al marqués, fue con su gente; mas no hallando moros entró de vuelta a buscar cierta casa, de donde salió uno de ellos que le dio cierta carta de aviso fingida, y al abrirla le metió un puñal por el vientre: hirió también dos soldados antes que le matasen. Murió Gasca de las heridas, y mandó en su testamento que las ganancias que había hecho en la guerra se repartiesen entre soldados pobres, huérfanos, viudas, mujeres y hijas de soldados: era sobrino hijo de hermano de Gasca obispo de Sigüenza, que venció en una batalla a los Pizarros y pacificó el reino del Perú.

En el mismo tiempo don Luis Fajardo marqués de Vélez, gran señor en el reino de Murcia, solicitado, como dijimos, por cartas del presidente de Granada había salido con sus amigos, deudos y allegados a entrar en el reino de Almería: era la gente que llevaba número de dos mil infantes y trescientos caballos, la mayor parte escogidos. La primera jornada fue combatir una gruesa banda de moros, que atravesaban desmandados en Illar; de allí fue sobre Filix: tomola, y saqueola enriqueciendo la gente; peleose con harto riesgo y porfía; murieron de los enemigos muchos, pero más mujeres que hombres, entre ellos su capitán, llamado Futei, natural de Cenete. Hecho esto, por falta de vituallas se recogió a los lugares del río de Almería; donde para mantener la gente y su persona vino a Cosar de Canjáyar, barranco de la Hambre le llaman por otro nombre en su lengua, porque en él se recogieron los moros, cuando el Rey Católico don Fernando hizo la empresa de Andarax en el primer levantamiento, donde pasaron tanta hambre que cuasi todos murieron.

La toma de Poqueira, Jubiles y Paterna puso temor a los enemigos, porque tenían reputación de fuertes, e indignación por la pérdida que en ellos hicieron de todas sus fortunas: comenzaron a recogerse en lugares ásperos, ocupar las cumbres y riscos de las montañas fortificando a su parecer lo que bastaba; pero no como gente plática, antes ponían todas sus esperanzas y seguridad en esparcirse, y dejando la frente al enemigo pasar a las espaldas, más con apariencia de descabullirse, que de acometer. Pareció al marqués con estos sucesos quedar llana toda la Alpujarra; y dando la vuelta por Andarax y Cadiar, tornó a Órgiba, por estar más en comarca de la mar, río de Almería, Granada y la misma Alpujarra. Entre tanto, aunque la rebelión parecía estar en el Alpujarra en términos de sosegada, echó raíces por diversas partes: a la parte de poniente por las Guájaras, tres lugares pequeños juntos que parten la tierra de Almuñécar de la de Valle de Lecrin puestos en el valle que desciende al puerto de la Herradura; desdichado por la pérdida de veinte y tres galeras anegadas con su capitán general don Juan de Mendoza, hombre de no menos industria y ánimo que su padre don Bernardino y otros de sus pasados, que en diversos tiempos valieron en aquel ejercicio. El señor de uno de aquellos lugares, o con ánimo de tenellos pacíficos, o de roballos y cautivar la gente, juntando consigo hasta doscientos soldados desmandados de la costa, forzó a los vecinos que le alojasen y contribuyesen extraordinariamente. Vista por ellos la violencia dilatándolo hasta la noche, le acometieron de improviso, y necesitaron a retraerse en la iglesia, donde quemaron a él y a los que entraron en su compañía. No dio tiempo a los malhechores la presteza del caso para pensar en otro partido más llano, que juntarse, llegando a sí, de la gente de lugares vecinos, tres mil personas de todas edades, en que había mil y quinientos hombres de provecho, armados de arcabuces, ballestas, lanzas y gorguzes, y parte hondas, como la ira y la posibilidad les daba; y sin tomar capitán, de común parecer ocuparon dos peñones, uno alto de subida áspera y difícil, otro menor y más llano. Aquí pusieron su guardia y se repararon sin traveses, parte con piedra seca, parte con mantas y jalmas como rumbadas, a falta de rama y tierra. Estos dos sitios escogieron para su seguridad, juntando después consigo algunos salteadores Girón, Marcos el Zamar, capitanes, y otros hombres a quien convidaba la fortaleza del sitio, el aparejo de la comarca y la ocasión de las presas. Fue el marqués avisado, que andaba visitando algunos lugares de la tierra como seguro de tal novedad; y visto que el fuego se comenzaba por parte peligrosa de lugares importantes, guardados a la costa con poca gente, recelando que saltase a la sierra de Bentomiz o a la Hoya y Jarquía de Málaga; deliberó partir con cuasi dos mil infantes y doscientos caballos, avisando al Conde que de Granada le reforzase con más gente de pie y de caballo. Eran los más aventureros o concejiles: tomó el camino de las Guájaras dejando a sus espaldas lugares, como Oháñez y Valor, el alto, sospechosos y sobresaltados, aunque solos de gente, según los avisos. Algunos le juzgaban, diciendo, que pudiera enviar otra persona o a su hijo el Conde en su lugar; pero él escogió para sí la empresa con este peligro, o porque el rey, vista la importancia del caso no le proveyese de compañero, o por entretener la gente en la ganancia: tanto puede la ambición en los hombres puesto que sea loable, que aun de los hijos se recatan. Sacar al Conde de Granada, que le aseguraba la ciudad a las espaldas y la proveía de gente y de vitualla, parecía consejo peligroso, y partir la empresa con otro, despojarse de las cabezas, que si muchas en número y calidad de personas, en experiencia eran pocas. Estas dudas saneó con la presteza, porque antes que los enemigos pensasen que partía, les puso las armas delante. Halláronse en toda la jornada muchas personas principales, así del reino de Granada...

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Autor

Diego Hurtado de Mendoza (Granada, 1503-Madrid, 1575). España.
Hijo del conde de Tendilla, gobernador de Granada tras la derrota árabe de 1492, y biznieto del marqués de Santillana. Tuvo la oportunidad de visitar los centros culturales más importantes de la época, y conoció a Garcilaso de la Vega y a Juan Boscán. Estudió en Granada y continuó su formación en Salamanca, y después en Italia. Fue embajador en Inglaterra y Venecia, y en 1542 representó al emperador Carlos V en el Concilio de Trento.
En 1547 fue nombrado embajador y capitán general de Siena, donde sofocó una rebelión. Más tarde fue embajador en Roma. Ejerció además como consejero de Estado durante el reinado de Felipe II, pero fue desterrado al castillo de La Mota por una disputa con el duque de Leiva, y luego a Granada, donde participó en la guerra contra los árabes.