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Historia de las Indias

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
200 Seiten
Spanisch
Linkguaerschienen am31.08.2010
La Historia de las Indias de Bartolomé de las Casas relata tres viajes de Colón a la Indias, así como otras expediciones de descubrimiento y conquista. Aunque Las Casas admiraba a los «descubridores», no elude la responsabilidad de estos en la destrucción del Nuevo Mundo. Su rigor histórico resulta tan notable como su sensibilidad humana. El lector advertirá aquí la obra de un hombre que, además de ser parte y testigo de la Conquista, procuró ser un cristiano consecuente. Por ello consagró una parte importante de su vida y su capacidad intelectual a la defensa de los derechos de los indios. Las Casas fue con Cristóbal Colón en el segundo viaje  a América. Llegó a la Isla de La Española en 1502 y, aunque se estableció allí como colono y encomendero. En 1511 un sermón de fray Antonio de Montesinos le hizo cambiar de vida: en 1515 se incorporó a la orden de los dominicos. Desde entonces, se convirtió en el primer y más feroz crítico del colonialismo español. En 1542 escribió Brevísima relación de la destrucción de las Indias. En ella denunció la esclavitud a que se sometía a los indios. Puso, además, en evidencia que la evangelización de los colonos se había convertido en un genocidio. Más tarde, entre 1552 y 1561, escribiría esta Historia de las Indias. La presente selección, basada en la edición de Aguilar, reúne diversos capítulos del texto original. Los cinco tomos de la Historia de las Indias están también disponibles en esta colección.

Bartolomé de las Casas (Sevilla, 1474-Madrid, 1566). España. En 1502 fue a La Española (hoy República Dominicana) para hacerse cargo de las propiedades de su padre. Diez años después fue el primer sacerdote ordenado en América. Más tarde vivió en Cuba y obtuvo numerosas riquezas gracias a los repartimientos y encomiendas. En 1514 regresó a España, y renunció a todas sus propiedades. Afectado por su experiencia americana, pretendió imponer un nuevo modelo de evangelización y se convirtió en un ferviente defensor de los derechos de los indios. Sin embargo, su actitud provocó la enemistad de obispos, gobernadores y miembros del poderoso e influyente Consejo de Indias. En 1520 volvió a América para poner en práctica en Cumaná (Venezuela) sus ideas sobre una colonización pacífica. Fracasó. Años después predicó en tierras de Nicaragua y Guatemala, hasta que en 1540 regresó a España, donde fue uno de los más destacados impulsores de las Leyes Nuevas (1542). Nombrado obispo en Sevilla, en 1544, tomó posesión de la diócesis de Chiapas (provincia de la capitanía general de Guatemala), allí denunció los crímenes de los colonos. Tuvo muchos enemigos. En 1546 pasó a México y un año después regresó a España. Durante esta época redactó su Historia de las Indias (1552-1561), publicada en 1875. Su defensa de los indígenas le hizo reclamar la presencia de negros africanos para que trabajasen como esclavos en América en lugar de aquéllos.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR16,50
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EUR2,99

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KlappentextLa Historia de las Indias de Bartolomé de las Casas relata tres viajes de Colón a la Indias, así como otras expediciones de descubrimiento y conquista. Aunque Las Casas admiraba a los «descubridores», no elude la responsabilidad de estos en la destrucción del Nuevo Mundo. Su rigor histórico resulta tan notable como su sensibilidad humana. El lector advertirá aquí la obra de un hombre que, además de ser parte y testigo de la Conquista, procuró ser un cristiano consecuente. Por ello consagró una parte importante de su vida y su capacidad intelectual a la defensa de los derechos de los indios. Las Casas fue con Cristóbal Colón en el segundo viaje  a América. Llegó a la Isla de La Española en 1502 y, aunque se estableció allí como colono y encomendero. En 1511 un sermón de fray Antonio de Montesinos le hizo cambiar de vida: en 1515 se incorporó a la orden de los dominicos. Desde entonces, se convirtió en el primer y más feroz crítico del colonialismo español. En 1542 escribió Brevísima relación de la destrucción de las Indias. En ella denunció la esclavitud a que se sometía a los indios. Puso, además, en evidencia que la evangelización de los colonos se había convertido en un genocidio. Más tarde, entre 1552 y 1561, escribiría esta Historia de las Indias. La presente selección, basada en la edición de Aguilar, reúne diversos capítulos del texto original. Los cinco tomos de la Historia de las Indias están también disponibles en esta colección.

Bartolomé de las Casas (Sevilla, 1474-Madrid, 1566). España. En 1502 fue a La Española (hoy República Dominicana) para hacerse cargo de las propiedades de su padre. Diez años después fue el primer sacerdote ordenado en América. Más tarde vivió en Cuba y obtuvo numerosas riquezas gracias a los repartimientos y encomiendas. En 1514 regresó a España, y renunció a todas sus propiedades. Afectado por su experiencia americana, pretendió imponer un nuevo modelo de evangelización y se convirtió en un ferviente defensor de los derechos de los indios. Sin embargo, su actitud provocó la enemistad de obispos, gobernadores y miembros del poderoso e influyente Consejo de Indias. En 1520 volvió a América para poner en práctica en Cumaná (Venezuela) sus ideas sobre una colonización pacífica. Fracasó. Años después predicó en tierras de Nicaragua y Guatemala, hasta que en 1540 regresó a España, donde fue uno de los más destacados impulsores de las Leyes Nuevas (1542). Nombrado obispo en Sevilla, en 1544, tomó posesión de la diócesis de Chiapas (provincia de la capitanía general de Guatemala), allí denunció los crímenes de los colonos. Tuvo muchos enemigos. En 1546 pasó a México y un año después regresó a España. Durante esta época redactó su Historia de las Indias (1552-1561), publicada en 1875. Su defensa de los indígenas le hizo reclamar la presencia de negros africanos para que trabajasen como esclavos en América en lugar de aquéllos.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788499531663
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2010
Erscheinungsdatum31.08.2010
Reihen-Nr.97
Seiten200 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1443 Kbytes
Artikel-Nr.3216466
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe

Libro II
Capítulo III

En este tiempo y año de 500, por las grandes quejas que el Almirante a los Reyes daba de los agravios que decía haber recebido del comendador Bobadilla, pidiendo justicia, y cosas que, para imputarle culpas, delante los Reyes alegaba, y por otras razones que a los Reyes movieron, determinaron Sus Altezas de proveer y enviar nuevo gobernador a esta isla Española; y, por consiguiente, lo era entonces, gobernándola, de todas las Indias, porque hasta entonces, y después algunos años, ninguno había otro en isla ni tierra firme ni parte otra de todas ellas.

Este fue don fray Nicolás de Ovando, de la orden de Alcántara, que a la sazón era comendador de Lares; después, algunos años, vacó en Castilla la encomienda mayor de Alcántara, estando él acá gobernando, y le hicieron merced los Reyes de la dicha encomienda mayor, enviándole acá su título, y dende adelante le llamamos el Comendador Mayor, como de antes comendador de Lares. Este caballero era varón prudentísimo y digno de gobernar mucha gente, pero no indios, porque con su gobernación inestimables daños, como abajo parecerá, les hizo. Era mediano de cuerpo y la barba muy rubia o bermeja; tenía y mostraba grande autoridad; amigo de justicia; era honestísimo en su persona, en obras y palabras; de cudicia y avaricia muy grande enemigo, y no pareció faltarle humildad, que es esmalte de las virtudes; y, dejado que lo mostraba en todos su actos exteriores, en el regimiento de su casa, en su comer y vestir, hablas familiares y públicas, guardando siempre su gravedad y autoridad, mostrolo asimismo en que después que le trajeron la encomienda mayor, nunca jamás consintió que le dijese alguno Señoría. Todas estas partes de virtud y virtudes sin duda ninguna en él conocimos.

Este tal varón, pues, los Reyes Católicos acordaron enviar y enviaron por gobernador a esta isla e Indias, con largas provisiones e instrucciones para todo lo que había de hacer, señalándole dos años que durase su gobernación. Diéronle poder para que tomase residencia al comendador fray Francisco de Bobadilla, y examinase las causas del levantamiento de Francisco Roldán y sus secuaces y los delitos que habían hecho; ítem, las culpas de que era notado el Almirante y la causa de su prisión, y que todo a la corte lo enviase. Entre otras cláusulas de sus instrucciones fue una muy principal y muy encargada y mandada, conviene a saber: que todos los indios vecinos y moradores desta isla fuesen libres y no sujetos a servidumbre, ni molestados ni agraviados de alguno, sino que viviesen como vasallos libres, gobernados y conservados en justicia, como lo eran los vasallos de los reinos de Castilla, y mandándole asimismo que diese orden cómo en nuestra santa fe católica fuesen instruidos. Y cerca deste cuidado, del buen tratamiento y conversión destas gentes, siempre fue la bienaventurada reina muy solícita.

Trujo consigo por alcalde mayor un caballero de Salamanca y licenciado, llamado Alonso Maldonado, persona muy honrada, prudente y amigo de hacer justicia y humano. Despacharon este gobernador los Reyes de la ciudad de Granada, donde la corte a la sazón estaba. Hízose una flota de treinta y dos naos y navíos, entre chicos y grandes. La gente que se embarcó llegaron a dos mil y quinientos hombres; muchos entre ellos, y los más, eran personas nobles, caballeros y principales. Vino Antonio de Torres, hermano del ama del príncipe don Juan, de quien arriba hemos hablado, por capitán general, el cual había de venir e ir siempre por capitán de todas las flotas. Vinieron con él doce frailes de San Francisco, personas religiosas, y trujeron un perlado llamado fray Alonso del Espinal, varón religioso y persona venerable, y entonces vino acá la orden de San Francisco para poblar de propósito. Partió de San Lúcar a 13 días de hebrero, primer domingo de Cuaresma, entrante año de 1502. Desde a ocho días, que fue domingo segundo de Cuaresma, ya que quedaba poca mar de andar para llegar a las islas de Canaria, comenzó a venir un vendaval, que es viento Austro o del Austro colateral, tan recio y desaforado, que causó tan grande tormenta en la mar, que ninguno de todos treinta y dos navíos pensó escapar. Perdiose allí entonces una nao grande con ciento y veinte pasajeros, sin los marineros, según creo llamada la Rábida. Todos los treinta y un navíos se desparcieron, sin parar uno con otro, alijando, que es echando a la mar toda cuanta ropa, vino y agua llevaban encima de cubierta, por escapar las vidas. Y unos fueron a Berbería y Cabo de Aguer, que es tierra de moros vecina de las Canarias, otros a una isla dellas: Tenerife, Lanzarote, La Gomera y Gran Canaria, cada uno donde mejor guiarse pudo.

Y porque acaeció salir de Canaria dos carabelas cargadas de azúcar y otras cosas y perderse, y la misma tormenta echó toda la cajería y maderas y pipas dellas y de la nao Rábida a la costa o ribera de Cáliz y a los otros marítimos lugares, todos creyeron que toda la flota era ya perdida y sumida en el agua, según la fuerza del viento y braveza de la mar. Van las nuevas luego a los Reyes, a Granada; fue inestimable el dolor que en oíllo recibieron y pesar; supimos que habían estado ocho días retraídos, sin que hombre los viese ni hablase.

Finalmente, plugo a Dios que a cabo de grandes peligros y trabajos, escaparon, y se juntaron todos treinta y un navíos en la isla de La Gomera; tomó en Gran Canaria otro navío para gente que de allí quiso acá venir, no me acuerdo por qué otras causas. Allí dividió la flota en dos partes, porque algunos dellos andaban muy poco, y escogió los quince o diez y seis más veleros para que fuesen consigo, y los demás llevase Antonio de Torres. Llegó a esta isla y entró en este puerto de Santo Domingo a 15 días de abril; Antonio de Torres, con la otra media flota, después, doce o quince días. Así como el Comendador Mayor, con su media flota, entró por este río y echaron anclas los navíos, la gente española y vecinos desta ciudad, que entonces era villa y estaba de la otra parte del río, allegáronse a la ribera con grande alegría, y viendo los de tierra y conociendo a los que venían, algunos de los cuales habían estado acá, preguntaban éstos por nuevas de la tierra, y aquéllos por nuevas de Castilla y por quien a gobernar venía. Los que venían respondían que buenas nuevas y que los Reyes enviaban por su gobernador destas Indias al comendador de Lares, de la orden de Alcántara, y que quedaba buena Castilla. Los de tierra decían que la isla estaba muy buena, y dando razón de su bondad y regocijo, añidían el por qué, conviene a saber: porque había mucho oro y se había sacado un grano solo que pesaba tantos mil pesos de oro, y porque se habían alzado ciertos indios de cierta provincia, donde cativarían muchos esclavos. Yo lo oí por mis oídos mismos, por que yo vine aquel viaje con el comendador de Lares a esta isla, por manera que daban por buenas nuevas y materia de alegría estar indios alzados, para poderles hacer guerra, y por consiguiente, cativar indios para los enviar a vender a Castilla por esclavos.

Abajo se dirá, placiendo a Dios, por qué se alzaron, y la guerra que desde a pocos días que llegamos se les hizo. El grano que dije de que dieron nueva, fue cosa monstruosa en naturaleza, porque nunca otra joya tal que la naturaleza sola formase vieron los vivos. Pesaba treinta y cinco libras, que valían tres mil y seiscientos pesos de oro; cada peso era o tenía de valor cuatrocientos y cincuenta maravedís; era tan grande como una hogaza de Alcalá que hay en Sevilla, y de aquella hechura, que pesa tres libras, y yo lo vide bien visto. Juzgaban que ternía de piedra, mezclada y abrazada con el oro (la cual, sin duda, había de ser por tiempo en oro convertida), los seiscientos pesos, y porque la piedra que está entrejerida y abrazada con el oro en los granos que se hallan son como manchezuelas menudas, cuasi todo el grano parece oro, aunque haya cantidad de piedra. Ésta, cierto, era hermosísima pieza. Hallola una india, desta manera, conviene a saber: había dado el comendador Bobadilla, gobernador, tan larga licencia a los españoles que se aprovechasen de los indios y echasen a las minas cada dos compañeros sus cuadrillas de quince y veinte y treinta y cuarenta indios, hombres y mujeres; Francisco de Garay y Miguel Díaz (de quien algo se ha tocado, y abajo se dirá más, si a Dios pluguiere), eran compañeros, y traían su cuadrilla o cuadrillas en las minas que dejimos Nuevas, porque se descubrieron después de las primeras, que llamaron por esto Viejas, de la otra parte del río Haina, cuasi frontero, ocho leguas o nueve, desta ciudad de Santo Domingo. Una mañana, estando la gente almorzando, estaba una india de la misma cuadrilla sentada en un arroyo, comiendo y descuidada, pensando quizá en sus trabajos, cativerio y miseria, y daba con una vara o quizá una barreta o almocafre o otra herramienta de hierro en la tierra, no mirando lo que hacía, y con los golpes que dio, comenzose a descubrir el grano de oro que decimos; la cual, bajando los ojos, vido un poquito dél relucir; y visto, de propósito descubre más, y así descubierto todo, llama al minero español, que era el verdugo que no los dejaba resollar, y dícele: «». , dice oyes; , señor; , mira, o ven a ver; , el joyel o piedra de oro; llamaban al oro. Vino el minero, y con los vecinos hacen grandes alegrías, quedando todos como fuera de sí en ver joya tan nueva y admirable y tan rica. Hicieron fiesta, y asando un lechón o cochino, lo cortaron y comieron en él, loándose que comieron en plato de oro muy fino, que nunca otro tal lo tuvo algún rey. El gobernador lo tomó para el rey, dando lo que pesaba y valía a los dos compañeros, Francisco de Garay y Miguel Díaz....

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Autor

Bartolomé de las Casas (Sevilla, 1474-Madrid, 1566). España.

En 1502 fue a La Española (hoy República Dominicana) para hacerse cargo de las propiedades de su padre. Diez años después fue el primer sacerdote ordenado en América. Más tarde vivió en Cuba y obtuvo numerosas riquezas gracias a los repartimientos y encomiendas. En 1514 regresó a España, y renunció a todas sus propiedades. Afectado por su experiencia americana, pretendió imponer un nuevo modelo de evangelización y se convirtió en un ferviente defensor de los derechos de los indios.

Sin embargo, su actitud provocó la enemistad de obispos, gobernadores y miembros del poderoso e influyente Consejo de Indias. En 1520 volvió a América para poner en práctica en Cumaná (Venezuela) sus ideas sobre una colonización pacífica. Fracasó. Años después predicó en tierras de Nicaragua y Guatemala, hasta que en 1540 regresó a España, donde fue uno de los más destacados impulsores de las Leyes Nuevas (1542).

Nombrado obispo en Sevilla, en 1544, tomó posesión de la diócesis de Chiapas (provincia de la capitanía general de Guatemala), allí denunció los crímenes de los colonos. Tuvo muchos enemigos. En 1546 pasó a México y un año después regresó a España.

Durante esta época redactó su Historia de las Indias (1552-1561), publicada en 1875. Su defensa de los indígenas le hizo reclamar la presencia de negros africanos para que trabajasen como esclavos en América en lugar de aquéllos.