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Emboscaduras y resistencias

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
236 Seiten
Spanisch
Alberdaniaerschienen am02.05.2022
«Solsticio, cielos rosas, anaranjados, azules intensos, nieblas... Climatología variable la tuya, la exterior y la interior, con ella te toca convivir, lo haces como puedes, pero no lo dejes, no te abandones, acuérdate de que lo tuyo es caminar a pesar de los pesares, por su causa tal vez.» «Estás equivocado, se trata de ser optimista por encima de la desolación y las contrariedades, y más que optimista, esperanzado.» «No puedes cercenarte la elemental alegría, esa del vagabundear por el espacio que te es propio. No puedes ponerles a los tuyos cara de perro, ni feroz ni apaleado... y me importa un carajo si de esto se ríen las fieras, eso ya no cuenta, cuenta el no emporcar el trozo de bosque que estás ocupando mientras estás con vida».

MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ (Pamplona, 1950), es autor de una copiosa obra literaria. Entre sus novelas hay que destacar La gran ilusión (1989), Premio Euskadi de Literatura y Premio Herralde de novela, Las pirañas (1992), No existe tal lugar (1997), Premio Nacional de la Crítica, La flecha del miedo (2000), El Escarmiento (2013), Perorata del insensato (2015), y Moriremos nosotros también (2020). Así?mismo es autor de las crónicas de viajes La isla de Juan Fernández (2005), Cuaderno boliviano (2008), Chuquiago, deriva de La Paz (2017), Cirobayesca boliviana (2018) y de una serie de dietarios que comenzaron a publicarse en el año 1986, como Vivir de buena gana 2011) o Rumbo a no sé dónde (2018). En el año 2001, publicó?toda su obra poética hasta esa fecha, con el título La marca del cuadrante. Solo en 2017 apareció Fingimientos y desarraigos, seguido de El piano de Hölderlin (2019) y de Espuelas para qué?os quiero (2022).
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Produkt

Klappentext«Solsticio, cielos rosas, anaranjados, azules intensos, nieblas... Climatología variable la tuya, la exterior y la interior, con ella te toca convivir, lo haces como puedes, pero no lo dejes, no te abandones, acuérdate de que lo tuyo es caminar a pesar de los pesares, por su causa tal vez.» «Estás equivocado, se trata de ser optimista por encima de la desolación y las contrariedades, y más que optimista, esperanzado.» «No puedes cercenarte la elemental alegría, esa del vagabundear por el espacio que te es propio. No puedes ponerles a los tuyos cara de perro, ni feroz ni apaleado... y me importa un carajo si de esto se ríen las fieras, eso ya no cuenta, cuenta el no emporcar el trozo de bosque que estás ocupando mientras estás con vida».

MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ (Pamplona, 1950), es autor de una copiosa obra literaria. Entre sus novelas hay que destacar La gran ilusión (1989), Premio Euskadi de Literatura y Premio Herralde de novela, Las pirañas (1992), No existe tal lugar (1997), Premio Nacional de la Crítica, La flecha del miedo (2000), El Escarmiento (2013), Perorata del insensato (2015), y Moriremos nosotros también (2020). Así?mismo es autor de las crónicas de viajes La isla de Juan Fernández (2005), Cuaderno boliviano (2008), Chuquiago, deriva de La Paz (2017), Cirobayesca boliviana (2018) y de una serie de dietarios que comenzaron a publicarse en el año 1986, como Vivir de buena gana 2011) o Rumbo a no sé dónde (2018). En el año 2001, publicó?toda su obra poética hasta esa fecha, con el título La marca del cuadrante. Solo en 2017 apareció Fingimientos y desarraigos, seguido de El piano de Hölderlin (2019) y de Espuelas para qué?os quiero (2022).
Details
Weitere ISBN/GTIN9788498687163
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2022
Erscheinungsdatum02.05.2022
Seiten236 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse3208 Kbytes
Artikel-Nr.9519474
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe



Hay un cuadro de Caravaggio que me gusta mucho. Es el titulado Cesto con frutas, pintado muy a finales del siglo xvi. No me canso de escudriñarlo. Corresponde a un momento del otoño, anunciado por los frutos de la mesa y del huerto, que por muy luminoso que resulte, va a pasar antes de que te des cuenta: las hojas de la parra no engañan, los frutos están maduros y las manzanas hasta picadas, como las tuyas, las uvas y los higos en sazón, el moscatel oro viejo que te trae recuerdos de momentos luminosos de la infancia y de la casa familiar... mañana las frutas se verán marchitas.

Pero ese cuadro feliz y rotundo de Caravaggio me lleva también a unos poemas de D. H. Lawrence, Phoenix poems, traducidos por Mario Satz y leídos a mis veinte años, de la mano de un amigo mexicano de entonces, cuando el viaje hacia el olvido solo era un poema intenso, lo mismo que el viaje por el otoño de la vida, algo musical, pero lejano, a pesar de que la inadaptación, el desasosiego y el extravío ya fueran sombras permanentes.

Ahora es otoño y los frutos caen

en un largo viaje hacia el olvido.

Las manzanas caen como grandes gotas de rocío

magullándose y buscando su propia salida.

Y es tiempo de ir, de despedirse

De nuestro propio yo, y de encontrar una salida

desde el yo caído.

Esos poemas de Lawrence hablan de construir el barco de la muerte, ese que nos puede dejar en el puerto de quietud de un nuevo yo, algo que se dice fácil, y se escribe también con idéntica facilidad; pero que de fácil no tiene nada. Te puede llevar la vida entera conseguirlo y puedes no lograrlo jamás. Hay un infierno en la contradicción entre lo que se dice y lo que se hace, escribía con bastante alegría un crítico literario de otro mundo.****

Eres libresco y hablas del bosque de páginas en el que, por fortuna, te mueves de ordinario, intentas compartirlas con tus lectores, eso es todo. Nombres, citas⦠no se trata de alardes de erudición ni mucho menos de perpetrar «un centón de citas cogidas por los pelos», como escupió aquella indeseable de Virginia Fool en los alegres ochenta. Son un misterio las razones profundas que nos empujan a la malevolencia gratuita⦠a la ajena me refiero y también a la propia.

Si profundizas siquiera un poco en la idea de ese barco de la muerte, que no es el de los muertos, reparas en que en esos versos hay una propuesta que va más allá de un cambio de escenario, que la invitación es a sanear el pozo del que habla el I-Ching, aunque la incomodidad con uno mismo pueda ser incurable.

No sé cuándo escribió Lawrence ese poema, a qué edad me refiero, pero dado que se publicó póstumo, sospecho que fue en los años finales de su vida, los de la enfermedad y el alejamiento. En todo caso dudo que el poeta se refiera a su muerte física. Hay, o sería deseable que hubiera, otras muertes y otras resurrecciones.

El ave Fénix que resurge de sus cenizas... otro mito para los malos tiempos. No siempre es posible levantarse si eres derribado, si te ves vencido, por mucho empeño que pongas... la publicidad siempre dice otra cosa.

El barco de los muertos, la novela de los desposeídos y los condenados que escribió el enigmático B. Traven en la década de los veinte (publicada en 1926), cuando andaba vagabundeando por México, escapado de Alemania donde tal vez naciera. La novela, de intenso contenido político, anticapitalista y antinacionalista, se publicó en castellano en 1931, en la editorial Zeus.*****

Dudosa biografía la de Traven, pues consiguió durante décadas permanecer oculto detrás de una espesa cortina de patrañas, seudónimos y datos biográficos falsos. No logro saber de qué texto salen estas líneas, referidas a su muerte en México, en 1969:

En cuanto sienta que se aproxima mi fin, me refugiaré como una bestia en la maleza más tupida, donde nadie pueda seguirme. Ahí esperaré la sabiduría infinita con gran devoción y reverencia y volveré, en paz y con tranquilidad, a la gran unidad de la que surgí al nacer. Daré las gracias a los dioses si tienen a bien saciar con mi cadáver el hambre de zopilotes famélicos y perros abandonados, para que no quede ni un huesito blanco.

La novela de Traven parte de una lógica burocrática diabólica, la de quien, por carecer de documentación, no puede probar lo que dice, en su caso ser un marino de Nueva Orleans abandonado en Ámsterdam y, en consecuencia, le resulta imposible embarcarse. La policía holandesa no quiere líos y la belga tampoco, de modo que lo pelotean de un lado a otro de la frontera hasta que consigue enrolarse en un barco ataúd, de los condenados a ser hundidos por parte de los armadores para cobrar el seguro.

Ese barco de los muertos, de los sin papeles, de la gente de vida arrebatada por el abuso, encuentra un eco en la película Las tres coronas del marinero, de Raúl Ruiz, en la que un marino sin barco se embarca en uno de fantasmas, en Valparaíso, el Funchalance, de Funchal, donde los marineros, a fuerza de leer novelas, llevan vidas imaginarias⦠¿Como la tuya? Qué más quisieras o mejor, no sabes de la que te has librado. Cuentes lo que te cuentes tu vida es real y no eres un fantasma a la manera de lo dicho por James Joyce en Ulises.

-¿Qué es un fantasma?, preguntó Stephen. Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.

Me temo que no estás en ninguno de esos tres casos: no te has ido, no estás en realidad fuera de nada y en cuanto al cambio de costumbres, arrastras las mismas desde hace demasiado. Todo lo demás que puedas decir son fantasías.

Y de Caravaggio a Lezama Lima, pasando por el barco de Lawrence y el Funchalance de Raúl Ruiz: «el otoño se anuncia por toques imperceptibles casi al principio, van creciendo sus ausencias, hasta que al fin gana una desolación y cerrazón totales». En él estamos y con su música de fondo escribo estos breves. Viaje del presente al pasado, pero solo a ratos, y del presente al presente, con la vista puesta en la incertidumbre del futuro, aunque no con total desesperanza, al contrario, con una esperanza ciega en que siempre amanece, en que no hay que rendirse sin más ni más, ni darlo todo por perdido.

Incertidumbre⦠Durante lo más crudo de la pandemia hemos tenido la oportunidad de descubrir lo frágiles que somos y de estar agradecidos a los que te han dado sin recibir nada o muy poco a cambio, y, en mi caso, satisfecho de la suerte que tengo de contarlo y de poder agarrarme a la escritura, de un poema, de una página de dietario, de estos breves que crecen en el margen de los días de la calma chicha, del agua muerta, y del tumulto. Suerte. No todo son empujones. Te la encuentras donde menos te lo esperas, donde nunca creerías que estaba.

«Bello lugar para deshacer lo hecho / desandar lo andado / y deshablar lo hablado», lo escribía, desde la isla de Juan Fernández, la uruguaya, chilenizada por Pinochet, Blanca Luz Brum Elizalde, y personaje novelesco sin duda, pero sin afeites, sin lirismos y sin adornos de bibliofilia. A lo largo de su vida, Blanca Luz tuvo más sombras repulsivas que luces, por mucho que el lirismo patriótico o la invención novelesca mediocre las enmascare.

Blanca Luz Brum, pareja de Siqueiros, feroz revolucionaria, peronista, anticomunista, reaccionaria, fue una robinsona por temporadas, como casi todos los que buscan las lejanías y estas se les echan encima, y tienen que regresar con urgencia al asfalto y a la bencina y sus tufos, químicos y sociales, para respirar a pleno pulmón la agobiante vida social sin la que no sabríamos qué hacer. Hay gente que no puede vivir sin exhibirse, por mucho que funjan de solitarios.

No es fácil desandar lo andado (y deshablar lo hablado menos) y además es posible que no tenga excesivo sentido, porque tal vez no llegues a ningún lado ni a conclusión que valga el viaje. ¿Cuál? ¿Que tu vida no ha merecido la pena? Para eso no hacer falta ir muy lejos y es casi mejor ahorrárselo, más que nada porque la rotunda conclusión suele ser mentira. No es fácil encarar lo que eres y has sido, lo hecho y lo mal hecho. Saber olvidar, escribía Gracián en su Oráculo manual y arte de prudencia, no es un arte, sino una dicha, un regalo, cuando, como sucede a menudo, no puedes olvidar aunque quieras y los malos, los pésimos recuerdos te asaltan cuando menos te lo esperas. No hay suficiente lejanía de ti mismo para ese trance. Y aun mayor regalo es que quien posee tus secretos se los lleve a la tumba, aunque esto no pase de ser una enormidad literaria de contenido poco preciso; tus secretos o tus miserias, que tanto da.

«En la vejez aprendemos a olvidar», escribió Ersnt Bloch en ese libro luminoso que es El principio esperanza, al que he recurrido menos a menudo de lo que debiera, desde que me lo descubrieron a...

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Autor

MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ (Pamplona, 1950), es autor de una copiosa obra literaria. Entre sus novelas hay que destacar La gran ilusión (1989), Premio Euskadi de Literatura y Premio Herralde de novela, Las pirañas (1992), No existe tal lugar (1997), Premio Nacional de la Crítica, La flecha del miedo (2000), El Escarmiento (2013), Perorata del insensato (2015), y Moriremos nosotros también (2020). Así mismo es autor de las crónicas de viajes La isla de Juan Fernández (2005), Cuaderno boliviano (2008), Chuquiago, deriva de La Paz (2017), Cirobayesca boliviana (2018) y de una serie de dietarios que comenzaron a publicarse en el año 1986, como Vivir de buena gana 2011) o Rumbo a no sé dónde (2018). En el año 2001, publicó toda su obra poética hasta esa fecha, con el título La marca del cuadrante. Solo en 2017 apareció Fingimientos y desarraigos, seguido de El piano de Hölderlin (2019) y de Espuelas para qué os quiero (2022).