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Vamos a hablar de racismo

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
486 Seiten
Spanisch
Plankton Presserschienen am20.06.20221. Auflage
Movimientos como el Black Lives Matter han puesto el foco en el racismo. En su prólogo, Lucía Mbomío establece que se trata de una cuestión tan urgente en España como en Estados Unidos. Pero ¿sabemos hablarlo? ¿Cómo no ponerse a la defensiva si nos dicen que hemos hecho un comentario racista? ¿Por qué a una amiga negra le molesta que le toquen el pelo? ¿Qué hay detrás de conceptos como microagresión o apropiación cultural? Vamos a hablar de racismo es una guía práctica para entablar esas conversaciones tan incómodas como necesarias. Ijeoma Oluo, a veces con humor, otras desde la rabia y siempre con generosidad, comparte sus experiencias y vivencias para explorar la compleja realidad del panorama racial actual y ofrece pautas claras y un vocabulario útil para tener conversaciones constructivas sobre racismo. Un libro que se convirtió en best seller cuando el New York Times lo destacó como fundamental para entender lo que estaba pasando en Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd en 2020.

Ijeoma Oluo, licenciada en ciencias políticas, trabajaba en una empresa de Seattle cuando, impactada por el asesinato en 2012 del joven afroamericano Trayvon Martin, de la misma edad que su hijo, comenzó a compartir sus preocupaciones y opiniones sobre racismo en su blog de cocina. Su repercusión le animó a dedicarse de lleno a escribir sobre raza y justicia social. A partir de ahí ha desarrollado un discurso basado en la experiencia y el estudio del racismo que le ha valido reconocimientos como el Humanist Feminist Award de la American Humanist Association o ser incluida en las listas de afroamericanos más influyentes. En 2020 publicó su segundo libro, Mediocre: The Dangerous Legacy of White Male America.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR26,94
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR9,99

Produkt

KlappentextMovimientos como el Black Lives Matter han puesto el foco en el racismo. En su prólogo, Lucía Mbomío establece que se trata de una cuestión tan urgente en España como en Estados Unidos. Pero ¿sabemos hablarlo? ¿Cómo no ponerse a la defensiva si nos dicen que hemos hecho un comentario racista? ¿Por qué a una amiga negra le molesta que le toquen el pelo? ¿Qué hay detrás de conceptos como microagresión o apropiación cultural? Vamos a hablar de racismo es una guía práctica para entablar esas conversaciones tan incómodas como necesarias. Ijeoma Oluo, a veces con humor, otras desde la rabia y siempre con generosidad, comparte sus experiencias y vivencias para explorar la compleja realidad del panorama racial actual y ofrece pautas claras y un vocabulario útil para tener conversaciones constructivas sobre racismo. Un libro que se convirtió en best seller cuando el New York Times lo destacó como fundamental para entender lo que estaba pasando en Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd en 2020.

Ijeoma Oluo, licenciada en ciencias políticas, trabajaba en una empresa de Seattle cuando, impactada por el asesinato en 2012 del joven afroamericano Trayvon Martin, de la misma edad que su hijo, comenzó a compartir sus preocupaciones y opiniones sobre racismo en su blog de cocina. Su repercusión le animó a dedicarse de lleno a escribir sobre raza y justicia social. A partir de ahí ha desarrollado un discurso basado en la experiencia y el estudio del racismo que le ha valido reconocimientos como el Humanist Feminist Award de la American Humanist Association o ser incluida en las listas de afroamericanos más influyentes. En 2020 publicó su segundo libro, Mediocre: The Dangerous Legacy of White Male America.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788419362131
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2022
Erscheinungsdatum20.06.2022
Auflage1. Auflage
Seiten486 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse867 Kbytes
Artikel-Nr.9605656
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Inhaltsverzeichnis
Prólogo
Introducción. Vamos a hablar de racismo
1. ¿De verdad es cuestión de raza?
2. ¿Qué es el racismo?
3. ¿Y si hablo de racismo, pero no lo hago bien?
4. ¿Por qué siempre me dicen que «examine mis privilegios»?
5. ¿Qué es la interseccionalidad y por qué la necesito?
6. ¿De verdad la brutalidad policial es una cuestión de raza?
7. ¿Cómo puedo hablar de la discriminación positiva?
8. ¿Qué es la ruta directa escuela-cárcel?
9. ¿Por qué no puedo decir la palabra que empieza por «n»?
10. ¿Qué es la apropiación cultural?
11. ¿Por qué no puedo tocarte el pelo?
12. ¿Qué son las microagresiones?
13. ¿Por qué nuestros estudiantes están tan enfadados?
14. ¿Qué es el mito de la minoría modelo?
15. Pero ¿ qué pasa si no soporto a Al Sharpton?
16. Me acaban de llamar racista, ¿y ahora qué hago?
17. Hablar es genial, pero ¿qué más puedo hacer?
Epílogo
Agradecimientos
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Leseprobe



 
Prólogo

A lo largo de este libro, la autora señala en varios momentos lo incómodo que puede resultar hablar de racismo y da claves muy concretas con el fin de responder o actuar en situaciones que, precisamente, resultan incómodas por ser racistas. Sería un error leer esta obra como una mirada al lejano EE. UU., una excusa para sacar el racistómetro de la chistera, comparar sin manejar los datos patrios y suspirar con alivio puesto que, al lado de ese país, el nuestro no podría ser tildado de racista.

No obstante, tal y como señalaba la enfermera, bailarina y activista Quinndy Akeju en redes sociales a raíz del blackface masivo que se lleva a cabo cada noche del cinco de enero en las cabalgatas de reyes, «en España es muy común pensar que no ser racista tiene que ver con simplemente decirlo y no con perpetuar prácticas de burla y opresión históricamente usadas». Vamos, que los hechos deberían tener más peso que las palabras.

El punto de partida es entender que aquí contamos con muchas menos estadísticas que en EE. UU. No hay censos estatales que expliciten la raza, de manera que es complicado saber cuántas personas no blancas somos, qué hacemos o dónde estamos. Sí existen datos relativos a la población migrante, pero, a pesar de que a día de hoy haya gente que racializa la nacionalidad y continúa pensando que si eres negra no puedes ser española, migración no es sinónimo de racialización, ni blanquitud de españolidad. Buena parte de las investigaciones que sí hay proceden de universidades, organizaciones pro derechos humanos y/o colectivos antirracistas. Con todo, y pese a su extraordinaria importancia, resultan insuficientes.

Por otro lado, es fundamental entender que el racismo no se reduce solamente a la violencia policial. Ahora bien, la muerte forma parte de la historia del racismo y también de su presente. El último informe de la ONG Caminando Fronteras lo deja muy claro: «4.404 personas han perdido la vida en las rutas de acceso a España durante el año 2021, un 102.95 % más que el año anterior. El 94.80 % de los cuerpos desaparecen en el mar»[1]. El Mediterráneo y el Atlántico son la tumba y frontera infranqueable que separa a España del continente africano. Si delegamos toda la responsabilidad en quienes fallecen debido a que deciden lanzarse al mar en embarcaciones precarias erramos, nos toca preguntarnos por qué lo hacen.

Parte del problema es que el número de visados que se expiden en las embajadas y consulados españoles en territorio africano es ínfimo en comparación con otras zonas del globo, de ahí que haya gente que no pueda migrar sirviéndose de vías seguras. Pero ¿de dónde parte el deseo de abandonar sus países?

Existe una narrativa por la cual se ve a Occidente como un «El Dorado» garante de derechos, mientras que el Sur Global en general y África en particular se perciben como su antónimo. ¿Qué hay detrás de esa narrativa? ¿Cuándo y cómo surge? ¿Y por qué hay rincones del mundo tan pobres y otros tan ricos? Responder a estas preguntas (más allá de una supuesta meritocracia planetaria, producto del racismo científico, por la cual se entiende que los lugares cuya población mayoritaria es blanca funcionan mejor debido a un intelecto que les ha permitido tomar decisiones adecuadas), implicaría cambiar hasta las palabras que usamos. ¿Acaso no deberíamos hablar de regiones empobrecidas y de regiones enriquecidas? O mejor aún ¿no deberíamos señalar que para que unas se hayan enriquecido otras han tenido que empobrecerse? Sí, supongo que el libro De cómo Europa subdesarrolló a África, de Walter Rodney, me marcó.

La gente que se sube en una patera no se arriesga porque sí a sabiendas de la cantidad de vidas que se ha tragado el mar. Muchos de quienes deciden hacerlo sienten que no les han dado otra opción.

África lleva siglos expoliada. Habrá personas que piensen que lo de la esclavitud y el colonialismo pasó hace demasiado tiempo como para seguir dándole importancia cuando, a estas alturas, ya hablamos de Estados soberanos. Sin embargo, primeramente, en términos históricos no ha transcurrido tanto. Por ejemplo, Guinea Ecuatorial se independizó de España en 1968 y el desastre saharaui tuvo lugar en 1975, o sea, como quien dice ayer. En segundo lugar, no todas las naciones que cohabitan en el continente se sienten a gusto formando parte de los Estados Frankenstein que nacieron de la división caprichosa hecha en Berlín con escuadra y cartabón. Y, en tercer lugar, la independencia de esos países confeccionados con retales cual patchwork, es cuestionable. Muchos de sus líderes son muñecos de quita y pon cuya supervivencia política depende de qué, cuánto y a qué precio acepten transferir de lo que brota de su suelo o lo que nada en los océanos que les bañan a Occidente (la lista es amplia: diamantes, petróleo, gas, madera, café, cacao, coltán, uranio, pesca, etc.). Mientras reparten, continúan en la silla. Así que reparten, se enriquecen vendiendo unos recursos que no les pertenecen y siguen en el poder mientras sus ciudadanos padecen y se ven privados de su modus vivendi consuetudinario. Tal es el caso de los pescadores de África Occidental que contemplan a diario cómo grandes buques pesqueros esquilman las aguas de las que, generación tras generación, habían podido vivir y alimentarse.

Las personas que pueblan el Sur Global son mano de obra barata de las multinacionales en su tierra y como migrantes. La situación de irregularidad administrativa o de precariedad económica, aun teniendo sus documentos en regla, los lleva a ello. Y sobre sus hombros, sobre sus cuerpos cubiertos del plástico de los invernaderos, se amasan milagros económicos como el de la huerta de Europa, orgullo de España, que, sin embargo, la trabajan en su mayor parte no españoles.

Lo mismo ocurre con el fenómeno de la hostelería y el turismo: ¿cuántas de las personas que nos cocinan, que lavan los platos o que nos atienden en los restaurantes por salarios irrisorios son de aquí y/o blancas? ¿Y qué hay del ámbito de los cuidados? ¿Cuántas de las que se encargan de nuestros mayores? ¿Cuántas de las que limpian nuestros hogares? ¿Y en qué condiciones lo hacen? ¿Con qué tipo de contrato si es que lo tienen? ¿Sabías que aun teniéndolo en caso de despido no tienen derecho a paro? Si no lo sabías, ahora ya lo sabes. Y aquí va más información: El 89 % de quienes se ocupan de estas tareas son mujeres y la mayoría extranjeras[2].

Por supuesto, tener la nacionalidad nos libra de explotaciones más severas: tenemos una serie de derechos que a priori nos evitan males mayores. No obstante, algunos de los hijos de esos migrantes jornaleros, y esto lo he aprendido con el músico Negro Juan y la diseñadora Helen Digala, a quienes pude entrevistar en Almería, se crían casi en solitario o al cuidado de sus hermanos mayores, debido a las interminables jornadas laborales de sus progenitores. No es raro que acaben por heredar su situación de carestía. Por eso, el camino que les toca recorrer será más largo que el de sus pares en el sistema educativo y en el mundo laboral. De modo que, aunque la pobreza no sea exclusivamente racializada y migrante, es más común y sus porqués son otros. Reconocerlo no es un ejercicio de generosidad sino de justicia.

Así pues, como dice también Ijeoma Oluo, restarle importancia al racismo y achacar las diferencias al clasismo, supone simplificar demasiado y cargarse de un plumazo un episodio importantísimo de la historia: el nacimiento del capitalismo ligado al comercio triangular. Del siglo XVI al XIX, se arrancó a seres humanos de África y se les convirtió en esclavos en tierras americanas arrebatadas a sus pobladores originarios. El lucro de tan próspero y deleznable negocio, los beneficios de todo aquel trabajo y de ese suelo feraz sirvieron para que Europa deviniera más rica. También España, un lugar en el que había tanta gente negra que se llegó a apodar a Sevilla «la ciudad ajedrez». Fue el país europeo que más tardó en suprimir la esclavitud en sus territorios de América. A pesar de que hubo varias leyes previas, la abolición definitiva no llegó hasta 1886. Resultaba difícil desprenderse de las pingües ganancias del azúcar que cultivaban los africanos en los trapiches caribeños y que revirtieron en la economía peninsular. L Eixample barcelonés, el madrileño barrio de Salamanca o la modernización de la industria catalana y vasca fueron financiados, en parte, con el dinero que se amasó gracias a la esclavitud.

En este contexto, el racismo no es un sumatorio de estereotipos sobre otras «razas» (entrecomillo porque la raza desde un punto de vista biológico no existe), se trata de la ideología que los sostiene sobre pilares tan importantes como la educación, los sistemas de representación o el legislativo. El activista afrocatalán, Eric Memba, lo resume de manera sencilla: racismo = prejuicio + poder.

¿Y cómo algo así de perverso ha podido no solo surgir sino mantenerse? La excusa perfecta, al principio, fue afirmar que los africanos no tenían alma. En una época profundamente teocrática, ese argumento fue suficiente para deshumanizarlos. Con la Ilustración, ya en el siglo XVIII, la religión no tenía en mismo peso, de modo que la ciencia fue el nuevo marcador diferencial. Las personas blancas eran las de la creación y la razón, y las negras las de los bajos instintos irrefrenables (también los sexuales, de ahí la hipersexualización que aun hoy arrastramos) y la fuerza bruta. Los científicos de entonces...

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Autor

Ijeoma Oluo, licenciada en ciencias políticas, trabajaba en una empresa de Seattle cuando, impactada por el asesinato en 2012 del joven afroamericano Trayvon Martin, de la misma edad que su hijo, comenzó a compartir sus preocupaciones y opiniones sobre racismo en su blog de cocina. Su repercusión le animó a dedicarse de lleno a escribir sobre raza y justicia social. A partir de ahí ha desarrollado un discurso basado en la experiencia y el estudio del racismo que le ha valido reconocimientos como el Humanist Feminist Award de la American Humanist Association o ser incluida en las listas de afroamericanos más influyentes. En 2020 publicó su segundo libro, Mediocre: The Dangerous Legacy of White Male America.