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368 Seiten
Spanisch
HERDER EDITORIALerschienen am20.09.2022
Durante décadas se ha debatido sobre el supuesto antisemitismo de Heidegger. En este libro, Michael Chighel -como ninguna otra voz judía antes- dedica una intensa investigación a las declaraciones de Heidegger sobre el judaísmo, implicándose en la controversia sobre si este mantuvo o no una postura antisemita en los Cuadernos negros. Y llega a sorprendentes conclusiones. Chighel sostiene que, si se analiza el antihumanismo de Heidegger en directa confrontación con el humanismo hebreo, no solo el supuesto antisemitismo heideggeriano se diluye, sino que la «deconstrucción» que el filósofo alemán lleva a cabo de la historia de la filosofía occidental crea el espacio para repensar la tradición judía hoy en día. De este modo no solo se refuta o se neutraliza el presunto antisemitismo de Heidegger, sino que se aprovechan sus aportaciones filosóficas para revitalizar el tesoro de las enseñanzas del judaísmo en el mundo contemporáneo. Así, Cábala -entendida en su triple significación como tradición, conspiración e hipótesis- es una revisión y una reformulación de las enseñanzas del judaísmo acerca del mundo y del hombre con miras a resaltar la relevancia actual y universal de la tradición judía, a través del pensamiento de Heidegger.

Michael Chighel se doctoró en Filosofía por la Universidad de Toronto con una tesis sobre el libro de Job. En Canadá fue docente de Filosofía y Estudios judíos en las universidades de York, Queen's y Waterloo. También allí produjo y presentó durante once temporadas programas culturales en la televisión canadiense CTS. Actualmente es el decano del Ashkenazium en Budapest.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR45,50
E-BookEPUB0 - No protectionE-Book
EUR21,99

Produkt

KlappentextDurante décadas se ha debatido sobre el supuesto antisemitismo de Heidegger. En este libro, Michael Chighel -como ninguna otra voz judía antes- dedica una intensa investigación a las declaraciones de Heidegger sobre el judaísmo, implicándose en la controversia sobre si este mantuvo o no una postura antisemita en los Cuadernos negros. Y llega a sorprendentes conclusiones. Chighel sostiene que, si se analiza el antihumanismo de Heidegger en directa confrontación con el humanismo hebreo, no solo el supuesto antisemitismo heideggeriano se diluye, sino que la «deconstrucción» que el filósofo alemán lleva a cabo de la historia de la filosofía occidental crea el espacio para repensar la tradición judía hoy en día. De este modo no solo se refuta o se neutraliza el presunto antisemitismo de Heidegger, sino que se aprovechan sus aportaciones filosóficas para revitalizar el tesoro de las enseñanzas del judaísmo en el mundo contemporáneo. Así, Cábala -entendida en su triple significación como tradición, conspiración e hipótesis- es una revisión y una reformulación de las enseñanzas del judaísmo acerca del mundo y del hombre con miras a resaltar la relevancia actual y universal de la tradición judía, a través del pensamiento de Heidegger.

Michael Chighel se doctoró en Filosofía por la Universidad de Toronto con una tesis sobre el libro de Job. En Canadá fue docente de Filosofía y Estudios judíos en las universidades de York, Queen's y Waterloo. También allí produjo y presentó durante once temporadas programas culturales en la televisión canadiense CTS. Actualmente es el decano del Ashkenazium en Budapest.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788425447709
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format Hinweis0 - No protection
FormatE101
Erscheinungsjahr2022
Erscheinungsdatum20.09.2022
Seiten368 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1054 Kbytes
Artikel-Nr.9893603
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


La cuestión heideggeriana

Y vi que la sabiduría vencía a la insensatez
como la luz a las tinieblas.

Eclesiastés 2:13
Introducción

Un día de 1933, durante una conversación con Martin Heidegger, Karl Jaspers sacó a colación el tema de los Protocolos de los Sabios de Sion: «Hablé de la cuestión judía», recordaba Jaspers, «de ese infundio maligno y absurdo de los Sabios de Sion, a lo que Heidegger respondió: Pese a todo, hay una peligrosa conspiración mundial de los judíos ».1

Jaspers deja constancia de este recuerdo sin entrar a comentarlo, y por eso da la impresión de que Heidegger era culpable de tener una mentalidad antisemita y de sufrir una especie de leve paranoia. Después de todo lo sucedido, ¿acaso tal interpretación no quedaría claramente confirmada con los notorios comentarios de Heidegger sobre el fantasma del «judaísmo mundial»?2 ¿O tal vez un análisis hermenéutico nos ayudaría a ver que en el uso que hace Heidegger de conceptos tales como «judaísmo mundial» y «conspiración judía» interviene una cierta «astucia de zorro»,3 como diría Hannah Arendt? En su informe de diciembre de 1945 para el Comité de Desnazificación de la Universidad de Friburgo, el propio Jaspers anotó: «en nuestra última conversación de 1933 Heidegger también guardó silencio sobre mis preguntas más embarazosas o se limitó a contestar de forma vaga e imprecisa, sobre todo por lo que respecta a la cuestión judía [â¦]».4 Jaspers emite en su informe un veredicto contra Heidegger que habría de tener fatales consecuencias para la carrera académica de este, a pesar de que sus respuestas relativas a la cuestión judía eran muy ambiguas.

Pero, precisamente con semejante veredicto, esa misma ambigüedad queda abierta a interpretaciones alternativas, que podrían basarse en ese pequeño «pese a todo» que encabeza la respuesta de Heidegger a la pregunta de Jaspers sobre los Protocolos de los Sabios de Sion. ¿Indicaba ese «pese a todo» algo más que una afabilidad impostada? ¿En él no se encerrará «pese a todo» algo más que lo que inicialmente cabría suponer? ¿En él no se podría percibir «pese a todo» algo distinto, por mucho que se entremezclen una cierta hipocresía y una retórica elusiva? ¿No podría estar admitiendo Heidegger que, aunque los Protocolos de los Sabios de Sion son en efecto un «infundio maligno y absurdo», «pese a todo» él, Heidegger, pretende postular la realidad de una «conspiración internacional de los judíos», solo que distinta de esa conspiración burda y absurda a la que aluden los Protocolos? En tal caso, habría que plantear la pregunta de cómo podría ser en opinión de Heidegger tal intriga internacional.

El complejo caso del profeta bíblico Balaam5 deja muy claro que en los comentarios presuntamente antisemitas de Heidegger se encierra un problema exegético. Cómo interpretar esos comentarios en el contexto del pensamiento de la mente filosófica más preclara de su época es un asunto problemático, si es que, según parece, tales comentarios pertenecen a un género de pensamiento que es peculiarmente paranoico. Philippe Lacoue-Labarthe definió a Heidegger como «sin duda el máximo pensador de esta época».6 Suponiendo que esta valoración sea no solo correcta, sino además inevitable -un supuesto que hay que aceptar como se traga una pastilla, sin sobresaltarse ni sonreírse-, y si el comentario sobre la «peligrosa conspiración internacional de los judíos» hay que interpretarlo en el contexto de esta mente extraordinaria -en el que se encuadraba-, entonces supuestamente será atinada la sugerencia de Lacan de que hay que considerar y tener en cuenta la paranoia en su syntaxe originale. Tomándola así, la paranoia pasa a ser un presupuesto hermenéutico necesario a la hora de considerar y tener en cuenta el pensamiento filosófico de Heidegger como una connaissance paranoïaque.7 Ningún minucioso lector de Heidegger podrá dudar de la extraordinaria profundidad y del amplísimo alcance de su pensamiento. ¿No da la impresión de que una mente tan privilegiada, capaz de alcanzar semejantes honduras noéticas, podrá ofrecer algo igual de extraordinario también en sus capas paranoéticas? «Quien piensa a lo grande tiene que errar a lo grande», advierte Heidegger.8 ¿Pero qué es un gran error? ¿La grandeza de un error se mide por las dimensiones de los daños colaterales que parecen provocados por la «anarquía» inherente a un pensamiento? ¿O es posible que los grandes errores de un gran pensador, aunque parezcan carentes de la verdad que sus grandes ideas sí tienen, pese a todo sean cuando menos un grado mayores que las ideas máximas de ese pensador, si hacemos el cálculo justamente en función de la genial monstruosidad del error? ¿Y que por ese motivo tamaños errores alcancen un grado adicional de potencial esclarecedor, como si fueran unas tinieblas que, en su oscuridad, piden ser superadas por una oscuridad todavía mayor?

Bajo este último presupuesto parece que el problema exegético deja de representar un obstáculo para el esclarecimiento, y que pasa a ser el síntoma más útil para localizar las coordenadas precisas en las que el miedo máximo a una conspiración mundial judía oculta la materia más oscura de su poderosísimo potencial. El problema de la paranoia alcanza una nueva profundidad en el espíritu del mayor pensador de la época. La paranoia, más allá de toda etiología psicológica, está implícita en el esclarecimiento que Heidegger hace del pensar mismo, en el pensar en cuanto tal, noein, como un factor que juega un gran papel en una civilización dada con su historia dada desde el día en que el pensar fue descubierto, quizá por Parménides. ¿Es posible que todo el pensamiento occidental sea un «saber paranoico»? A tenor de lo que dicen Heidegger y Lacan, ¿es posible que el pensar mismo se haya estructurado de esta manera, haciéndose invisible bajo una mágica capa prismática sobre la que destella en letras doradas la palabra «ciencia», de modo que está predestinado a expresarse a sí mismo paranoéticamente en sus confrontaciones con la incorregible naïveté del judaísmo?

Con otras palabras: en caso de que el pensar, manteniéndose en el surco de su origen especialmente europeo y de su historia, retenga algo esencial de su antigua identidad europea, incluso aunque se ramifique en las tendencias regionales de esa identidad general -una de las cuales es, por ejemplo, la tendencia alemana a la autoafirmación-,9 ¿no está entonces el judío condenado a ser percibido como una mancha oscura en las honduras periféricas o más profundas del espejo de Lacan, un espejo en el que el infante busca su idem, su igualdad consigo mismo, de la que previamente se ha enajenado al mirar su imagen reflejada?10 El espejo apunta a una conjura entre la imagen reflejada y algo distinto en el espacio. En la medida en que el pensar tiene una densidad demográfica, podría resultar inevitable que movilice una especie de vigilancia paranoética para estar alerta del peligro que tiene que venir de unos «ellos» extranjeros que se han conjurado contra la verdad. Y el simple hecho es que, hablando estructuralmente, el exilio de los asquenazís hasta 1942 encajaba con el gran constructo de la civilización europea adoptando la configuración basal de una conspiración.11 Por eso, para el espíritu heideggeriano, la sospecha paranoética se ve forzada a seguir también el rastro del peligro «siempre inasible» del judaísmo mundial y de la amenaza a la alétheia que él representa.12 Y, por decirlo de nuevo, si esta paranoia debe tomarse como un fenómeno positivo, como algo que no sea una aberración o una disfunción psíquica, suponiendo que la perspectiva de una especial visión «surreal», capaz de mirar por detrás del «realismo ingenuo del objeto», se pueda considerar al menos un presupuesto inicial, entonces con eso se habrá dado ya un primer paso en la aproximación al problema exegético. Así es como uno se aproxima a la cuestión de la sintaxis paranoética plena que forma parte del espíritu de Heidegger, sin traducirla ya enseguida a la sintaxis «más sensible» y «más sana» de la crítica objetiva. Si nos atenemos a la terminología convencional del informe de Jaspers, el problema exegético de cómo se debe interpretar la paranoia de uno de los pensadores filosóficos más preclaros se convierte en la siguiente pregunta:

Cuando el pensamiento de Heidegger llega a su momento paranoético, ¿qué comprensión alcanza a tener del misterio de lo que podrían contener los Protocolos de los Sabios de Sion tomados de buena fe?

Así formulada, esta pregunta es, sin duda, intencionadamente jocosa. Pero eso se debe a que el humor representa metodológicamente una alternativa a la ironía académica, que se emplea a menudo en tratados sobre el antisemitismo y el nacionalsocialismo y que, al mismo tiempo, abona enseguida el terreno para la crítica. Esta pregunta acaba con toda posibilidad de seguir la comprensión paranoética del judaísmo que ofrece el pensamiento de Heidegger. Por tanto, el humor metodológico constituye una duplicación de esa parodia antisemita que aparece en el título de los tristemente célebres Protokoly...

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Michael Chighel se doctoró en Filosofía por la Universidad de Toronto con una tesis sobre el libro de Job. En Canadá fue docente de Filosofía y Estudios judíos en las universidades de York, Queen's y Waterloo. También allí produjo y presentó durante once temporadas programas culturales en la televisión canadiense CTS. Actualmente es el decano del Ashkenazium en Budapest.
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