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Miguel Abensour: La democracia contra el Estado

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
112 Seiten
Spanisch
Gedisa Editorialerschienen am31.01.20231. Auflage
«La democracia o es antiestática o no lo es», afirmaba Miguel Abensour. En sus obras, el filósofo francés concibe la utopía y la democracia como elementos cruciales para abordar de forma actualizada la comprensión de los movimientos sociales emergentes -que se muestran justamente en clave de irrupción y con voluntad de permanencia-. En éstos, según propone la obra abensouriana, se da una clara politización de la sociedad civil que se concretiza en la toma de palabra y en la acción originaria. El libro de Jordi Riba nos explica cómo la democracia según Abensour no es un régimen político o una forma representativa de gobierno, sino un movimiento, una pasión, una forma de acción política que combate la dominación.

Jordi Riba es profesor de filosofía en la Universidad Autónoma de Barcelona, profesor visitante en la Universidad París 8 y miembro asociado a su laboratorio de estudios e investigación «Logiques contemporaines de la philosophie». En la actualidad, centra su investigación en el estudio del papel de la filosofía en las formas emergentes de democracia. Además de su trabajo sobre el filósofo francés del siglo xix Jean-Marie Guyau, desarrolló la cuestión de la crisis permanente como herramienta interpretativa de la modernidad. Ha publicado, entre otros títulos, Republicanismo sin república (Barcelona: Bellaterra, 2014); Crisis permanente (Barcelona: Ned Ediciones, 2021); Alain Badiou: Lo político y la política (Barcelona: Gedisa, 2018 en catalán y 2021 en castellano). Coordinó con Patrice Vermeren, La Fraternité réveillée (París: Harmattan, 2016); y con Patrice Vermeren y Àngel Puyol, Un nouveau regard sur la solidarité (París: Harmattan, 2018).
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TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR20,10
E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
EUR8,99

Produkt

Klappentext«La democracia o es antiestática o no lo es», afirmaba Miguel Abensour. En sus obras, el filósofo francés concibe la utopía y la democracia como elementos cruciales para abordar de forma actualizada la comprensión de los movimientos sociales emergentes -que se muestran justamente en clave de irrupción y con voluntad de permanencia-. En éstos, según propone la obra abensouriana, se da una clara politización de la sociedad civil que se concretiza en la toma de palabra y en la acción originaria. El libro de Jordi Riba nos explica cómo la democracia según Abensour no es un régimen político o una forma representativa de gobierno, sino un movimiento, una pasión, una forma de acción política que combate la dominación.

Jordi Riba es profesor de filosofía en la Universidad Autónoma de Barcelona, profesor visitante en la Universidad París 8 y miembro asociado a su laboratorio de estudios e investigación «Logiques contemporaines de la philosophie». En la actualidad, centra su investigación en el estudio del papel de la filosofía en las formas emergentes de democracia. Además de su trabajo sobre el filósofo francés del siglo xix Jean-Marie Guyau, desarrolló la cuestión de la crisis permanente como herramienta interpretativa de la modernidad. Ha publicado, entre otros títulos, Republicanismo sin república (Barcelona: Bellaterra, 2014); Crisis permanente (Barcelona: Ned Ediciones, 2021); Alain Badiou: Lo político y la política (Barcelona: Gedisa, 2018 en catalán y 2021 en castellano). Coordinó con Patrice Vermeren, La Fraternité réveillée (París: Harmattan, 2016); y con Patrice Vermeren y Àngel Puyol, Un nouveau regard sur la solidarité (París: Harmattan, 2018).
Details
Weitere ISBN/GTIN9788418914997
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Erscheinungsjahr2023
Erscheinungsdatum31.01.2023
Auflage1. Auflage
Seiten112 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse973 Kbytes
Artikel-Nr.10979838
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe



Introducción

La abundante obra intelectual de Miguel Abensour concluyó con el proyecto de una revista, Prismes, cuya salida, por desgracia, él no llegó a ver. Abensour siempre había participado en proyectos colectivos. Su labor en la fundación de revistas fue considerable: desde Textures y Libre (con Claude Lefort, Cornelius Castoriadis y Pierre Clastres), hasta Tumultes, en la Universidad París 7. Algo que, junto al importante trabajo de editor (desde 1974 fundó y dirigió la colección «Critique de la politique», en las ediciones Payot) hace pensar que detrás de esta actitud está la convicción de que la filosofía debe compartirse, hacerse con amigos.

Y él lo practicó con creces. Tanto en la institución universitaria, donde ejerció como profesor a lo largo de su vida, como en el período en el que dirigió el Collège International de Philosophie, singular institución fundada por François Châtelet, Jacques Derrida, Jean-Pierre Faye y Dominique Lecourt con el fin de abrir la filosofía al exterior de las instituciones académicas tradicionales y permitir su diálogo con las ciencias sociales. Pero es en el escrito fundacional de la colección «Critique de la politique» que encontramos anexado a cada uno de sus volúmenes, donde hará la propuesta que guiará todo su devenir filosófico: «escribir sobre lo político desde la perspectiva de los dominados, de aquéllos que están debajo» e «identificar las raíces teóricas de la dominación».

Manuel Cervera-Marzal, uno de los mejores conocedores de la obra de Abensour, citando a Françoise Proust, señala que el filósofo intempestivo piensa y actúa «contra» su tiempo:1 como hizo Descartes, invitando a no creer en aquello que sólo la costumbre da por verdadero y a rechazar el argumento de autoridad; como hizo Kant, al atacar a la metafísica clásica en nombre de la nueva centralidad atribuida al conocimiento; y como una tercera postura intempestiva insta a conciliar una lucha contraria, llamada a transformar el presente, con una lucha por una sociedad más humana, que sólo una mediación transformadora puede hacer posible.

Miguel Abensour parte, sin duda, de esa tercera postura porque, para él, pensar es pensar contra personas que no piensan como uno mismo, que piensan a contratiempo. Su obra se encuentra ubicada en un campo teórico agonístico. A su filosofía le impele la preocupación por los acontecimientos y las cuestiones del momento. Por eso, no se puede entender a Abensour sin saber a quién y a qué se opone.

Para saberlo, debemos sumergirnos en el entorno, es decir, acercarnos a su obra desde su contexto. Entre 1970 y 1980, Abensour defendía la filosofía política contra las ciencias sociales. El adversario era el positivismo en todas sus variantes (estructuralista, marxista, conductista), que era dominador indiscutible en la universidad francesa de la época. Nuestro autor lo ve como una desafortunada sociologización de la política que, como Foucault o Althusser, confunde la política con la dominación hasta el punto de convertirla en un mero equilibrio de poderes. Basándose en la filosofía política, marcadamente la de Arendt y Lefort, Abensour recuerda que la política es irreductible a la violencia y se define como una experiencia de libertad.

En la década de 1990, la situación económica había cambiado y las ciencias sociales se encontraban, en cierta medida, debilitadas. La filosofía generaba un renovado interés y emergía de la oscuridad a la que la historia, la economía y la sociología la habían arrojado. Pero Abensour se niega a dar la bienvenida a esa renovación de la filosofía política por la que parecía haber luchado tanto tiempo. Su escepticismo radica en que esa filosofía política renacida no se corresponde para nada a la llamada que él mismo hiciera. La década de los noventa no era la de un «retorno de lo político», de una reactivación de los «problemas reales», los que más importan: el sufrimiento de clase, la crítica de la dominación y el objetivo de la emancipación. Al contrario, asistimos a la «restauración»2 de una disciplina académica. La filosofía política dominante, liberal, neokantiana, que nos desordena las «cosas políticas» hasta el punto de diluirlas, refuerza así el orden establecido. Para Abensour, este cambio de contexto es un cambio en el combate. Ya no se trata de promover la filosofía política en detrimento de las ciencias sociales, sino de defender una filosofía política «auténtica», «crítico-utópica», en contra de una filosofía política conservadora y esclerotizada al servicio de los poderosos.

Miguel Abensour, que no era propiamente un adalid de los ataques velados y los circunloquios, no dudó en nombrar a sus oponentes. Sus nombres son Alain Renaut, Pierre Manent o Marcel Gauchet. También André Glucksmann que, al plantear la equivalencia «utopía-Gulag»,3 se burla con cinismo de cualquier intento de poner fin a las injusticias actuales. O François Furet, que no duda en concluir su libro El pasado de una ilusión diciendo: «estamos condenados a vivir en el mundo en que vivimos».4

Enzo Traverso, en un texto5 de homenaje a Miguel Abensour, se mofa de algunos de los actuales editores del libro negro del comunismo que, en la época de mayo del 68, exhibían retratos de Mao y Stalin por las calles de París. Abensour, a diferencia de Furet y Glucksmann, no se tuvo que arrepentir de una juventud estalinista o maoísta. Y quizá por eso, a diferencia de ellos, tampoco tuvo la necesidad de expiar su pasado convirtiéndose en demócrata liberal. A sus detractores, que se pasaron de la bandera roja a la economía de mercado y de Marx a Tocqueville, Abensour replicó que, por su parte, nunca había sucumbido al canto de las sirenas estalinistas. Y es quizá gracias a su temprana lucidez que nuestro autor supo mantenerse fiel hasta el final a sus compromisos juveniles: la emancipación y la causa de los dominados.

Sería comprensible que Abensour, cercano en algunos aspectos a lo que Ernst Bloch había llamado la «corriente cálida» del marxismo, no hubiera podido optar sino por el rechazo de la glaciación intelectual liberal. Su combate tuvo varias afinidades con el de Jacques Rancière. Pese a la diferencia entre el destino que uno y otro le dieron a la filosofía política, ambos pensadores coincidieron en distinguir con claridad la política de la dominación y en subrayar la importancia de los disensos. En este sentido, si hay que situar a Abensour entre sus contemporáneos, además de Rancière y Lefort, es junto a Mouffe, Laclau, Balibar y Castoriadis -todos ellos en contra de una concepción ordenada de la democracia. Por eso Audric Vitiello se referirá a la «democracia agonística»6 como una constelación intelectual que pretende pensar el conflicto como prueba de vitalidad democrática más que como una disfunción social que la democracia debería abordar.

Abensour concretará el sentido que le da a la democracia a medida que irá publicando textos y prólogos a estos libros. Partiendo de la idea de Lefort de democracia salvaje, enfatizará el sentido «irruptivo» de la democracia al llamarla insurgente, en el doble sentido aportado por el propio Lefort; y con la concepción «an-árquica» (en el sentido de ausencia de fundamento) del pensamiento de Levinas. La democracia no puede acontecer si no es fruto de la espontaneidad y sin un fundamento que le dé a priori esencia de continuidad. Esta continuidad sólo le advendrá si es capaz de transformar las raíces del Estado y sus leyes mediante instituciones favorables a su propia dinámica.

En la obra filosófica de Abensour destacan, por estos motivos, dos nombres entre los muchos que forman el grueso de su pensamiento. Se trata de Emmanuel Levinas y Pierre Clastres. El primero, ya lo indicamos, por la forma cómo percibe, por un lado, la ausencia de fundamentación que debe regir el quehacer político y cómo éste debe derivar, por esa razón, en formas que diverjan de las estructuras estáticas existentes.

Clastres es importante en el pensamiento de Abensour porque evidencia, mediante sus investigaciones etnológicas, que el pensamiento de Levinas al respecto es no sólo posible sino real. Si el Estado es una forma posible de comunidad política, no es sin embargo la forma necesaria. Esta brecha evidenciada por la obra de Clastres reconoce que existieron, existen, o pueden existir comunidades políticas distintas de aquéllas que el Estado representa. En clara oposición a Hegel, Clastres y Abensour demuestran que el Estado no es la única comunidad política, ni la conclusión de ésta.

La obra de Abensour en esta perspectiva, despliega la utopía y la democracia como elementos cruciales y apremiantes para abordar de forma renovada la comprensión de los nuevos movimientos sociales emergentes -que se muestran justamente en clave de irrupción y con voluntad de permanencia. En éstos, según propone la obra abensouriana, se da una clara politización de la sociedad civil que se concretiza en la toma de palabra y en la acción originaria. Se puede entrever en éstas la voluntad de construir nuevas instituciones que den respuesta clara y eficaz a las nuevas emergencias sociales, que surgen de forma permanente, y que se parecen, en forma y fondo, a las injusticias contra las que el pueblo parisino luchó en...

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Autor

Jordi Riba es profesor de filosofía en la Universidad Autónoma de Barcelona, profesor visitante en la Universidad París 8 y miembro asociado a su laboratorio de estudios e investigación «Logiques contemporaines de la philosophie». En la actualidad, centra su investigación en el estudio del papel de la filosofía en las formas emergentes de democracia. Además de su trabajo sobre el filósofo francés del siglo xix Jean-Marie Guyau, desarrolló la cuestión de la crisis permanente como herramienta interpretativa de la modernidad. Ha publicado, entre otros títulos, Republicanismo sin república (Barcelona: Bellaterra, 2014); Crisis permanente (Barcelona: Ned Ediciones, 2021); Alain Badiou: Lo político y la política (Barcelona: Gedisa, 2018 en catalán y 2021 en castellano). Coordinó con Patrice Vermeren, La Fraternité réveillée (París: Harmattan, 2016); y con Patrice Vermeren y Àngel Puyol, Un nouveau regard sur la solidarité (París: Harmattan, 2018).