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Jefferson. Operación Simone

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
277 Seiten
Spanisch
Nórdica Libroserschienen am10.04.20231. Auflage
Cuatro años después de los eventos de la primera entrega, el viaje al país de los humanos para demostrar la inocencia de Jefferson, la vida transcurre tranquila para el pequeño erizo y su amigo, el cerdo Gilbert. Un día, una antigua compañera de aquel viaje, la conejita Simone, desaparece. Jefferson y Gilbert se pondrán en marchan para buscar a Simone. Las sorpresas solo acaban de comenzar...

Es uno de los autores más reconocidos de la literatura infantil y juvenil en Francia, así le avalan los más de veinticinco libros publicados desde 1997. Autor tardío, empezó a escribir a los cuarenta años y como lector siempre se consideró moderado hasta que cayó en sus manos Robinson Crusoe, del que dice que le parecía que una voz salía del texto. Sus libros son lectura obligada en la escuela. Antes de dedicarse por entero a la escritura, ha sido profesor de alemán, profesión que ha compaginado con la de actor, mimo y director de teatro.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR23,00
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR8,99

Produkt

KlappentextCuatro años después de los eventos de la primera entrega, el viaje al país de los humanos para demostrar la inocencia de Jefferson, la vida transcurre tranquila para el pequeño erizo y su amigo, el cerdo Gilbert. Un día, una antigua compañera de aquel viaje, la conejita Simone, desaparece. Jefferson y Gilbert se pondrán en marchan para buscar a Simone. Las sorpresas solo acaban de comenzar...

Es uno de los autores más reconocidos de la literatura infantil y juvenil en Francia, así le avalan los más de veinticinco libros publicados desde 1997. Autor tardío, empezó a escribir a los cuarenta años y como lector siempre se consideró moderado hasta que cayó en sus manos Robinson Crusoe, del que dice que le parecía que una voz salía del texto. Sus libros son lectura obligada en la escuela. Antes de dedicarse por entero a la escritura, ha sido profesor de alemán, profesión que ha compaginado con la de actor, mimo y director de teatro.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788418930546
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2023
Erscheinungsdatum10.04.2023
Auflage1. Auflage
Seiten277 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse12157 Kbytes
Artikel-Nr.11461585
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe



Gilbert y Jefferson no volvieron a verse hasta la semana siguiente.

El primero tenía tanto trabajo que apenas encontraba tiempo para comer y dormir. Se entregaba en cuerpo y alma a su oficio para hacerse una clientela y poder prosperar y asentarse. Su sueño secreto era que todos dijeran de él: «¿Gilbert? ¡Es simpatiquísimo, trabaja bien y viene en cuanto lo llamas!». Aceptaba cualquier tarea sin rechistar, y es verdad que era muy rápido. Los clientes, nada más colgar el teléfono, ya podían oír el alegre «piii, piii» de la furgoneta aparcando frente a la casa.

Jefferson también se había hundido bajo montañas de trabajo con sus exámenes parciales de Geografía. Fue una semana muy loca. Cada mañana, dos despertadores -el de siempre y el de seguridad- lo arrancaban del sueño a las seis en punto. Tomaba el autobús a las siete para ir a la universidad y pasaba el día en el aula magna, inclinado sobre el examen junto a sus compañeros de promoción. Ya entrada la tarde, volvía a casa con la sensación de haberlo hecho muy mal, de haber fallado en todo. Lloraba un poco hasta tranquilizarse y luego se ponía a repasar de nuevo para el día siguiente.

Sin embargo, ni uno ni otro dejaron de pensar en Simone un solo día, sobre todo por la noche, en el momento de acostarse.

Antes de separarse en su casa, guardaron la escalera, el bote de pintura y el pincel; apagaron la calefacción y dejaron la llave en el trastero, tal y como ella les indicaba. Intentaron no preocuparse, pero sin duda había algo raro en esa huida, algo inquietante que no los dejaba en paz.

El sábado por la noche consiguieron reunirse para comer una pizza en el Vesubio. Marco, el dueño, era un burro alegre y simpático que tenía por costumbre llamar «jefe» a todo el mundo. Gilbert le preguntó si podían sentarse en una mesita tranquila al fondo de la sala, y Marco respondió con su acento como iluminado por el sol:

-¡Pues claro, jefe! ¡La mesa de los enamorados para vosotros!

Los dos amigos empezaron intercambiando las novedades e inquietudes de la semana. Gilbert explicó que todo le iba muy bien, pero siempre estaba muerto de miedo por si, en medio de un desastre, metía la pata en lugar de arreglarlo. Como prueba de su angustia, había soñado que instalaba un suelo radiante en casa de su profesor de la escuela -el que siempre los mandaba al rincón- y el agua empezaba a salir a chorros, ¡y salía incluso de los enchufes! Al contarlo, se echó a reír con tales carcajadas que de todas las mesas se volvieron a mirarlos.

Lo de Jefferson no era tan divertido. Estaba seguro de haber suspendido los exámenes. En la prueba que más contaba ¡había confundido Eslovenia con Eslovaquia! Imperdonable. Las notas saldrían en tres semanas, pero no se hacía ilusiones. Gilbert le recordó que, desde el instituto, siempre estaba diciendo que iba a suspender y luego acababa aprobando. Jefferson reconoció que era verdad, pero esta vez había «palmado y repalmado».

Luego pasaron a Simone. Gilbert volvió a contar la sorpresa que tuvo al recibir un mensaje de ella en el móvil, hacía ya dos semanas. Lo había visto pasar con la furgoneta -¡como todo el mundo!- y había apuntado el teléfono. En el mensaje, le preguntaba si podía ir a su casa para una pequeña reparación, y cuando él aceptó, quedaron en el día y la hora.

-¿Y recibiste el último mensaje el día que fuiste a su casa?

-Sí, ya te lo enseñé. Decía: «La puerta estará abierta, solo tienes que entrar». Lo encontré un poco raro, pero bueno. La llamé al móvil y ya no contestó. Al entrar, en la mesita del salón, vi este pósit... Mira, aquí lo tengo: «Ve al escritorio». ¡Con una flecha con la dirección, como si no fuera capaz de encontrarlo solo! Porque la casa de Simone no es el Castillo de Versalles. Con solo tres habitaciones, es imposible perderse.

-Y fuiste.

-¿Dónde? ¿Al Castillo de Versalles?

-No, al escritorio.

-Sí, era como un juego de pistas, pero de esos que dan mucho yuyu... Por eso te asusté un poquito cuando entraste, para que estuviéramos en paz.

-Gracias.

-De nada.

Marco en persona les trajo el pedido: dos pizzas de champiñones con alcachofas, una cerveza para Gilbert y una limonada para Jefferson. Después de un par de mordiscos, dos tragos y un breve silencio, Jefferson volvió a la carga:

-Gilbert...

-Dime, erizo.

-¿Has aceptado ocuparte de la casa de Simone?

-Pues claro que sí. Estoy orgulloso de que me haya confiado esa tarea sin apenas conocerme. Y que de nosotros dos te prefiera a ti. Ya sabes lo que escribió.

-¡Anda ya! ¿Tú me ves con Simone? Debo de llegarle a la cintura.

Después de las bromas de turno, hubo que atacar el asunto que tanto inquietaba a los dos, y fue Gilbert quien empezó:

-Dime, Jeff, ¿tú dónde crees que se ha marchado Simone?

Jefferson sacudió la cabeza.

-No tengo ni idea. No tiene familia, ni amigos que puedan ayudarla, y se marcha así... De hecho, ¿cómo se habrá marchado? Acuérdate, ni siquiera tenía carné de conducir.

-No, pero vi unas huellas de neumáticos delante de su casa. Alguien vino a buscarla, a menos que tenga un coche sin carné, ya sabes, de esos que circulan a cuarenta por hora.

-Ah, sí, como tu furgoneta.

-Jeff, te lo repito una vez más: puedes meterte con mi hermana, con mi padre o con mi madre, ¡pero deja en paz a mi furgoneta! Además, se pone a sesenta o más sin ningún esfuerzo.

Jefferson se limitó a sonreír por cortesía y prosiguió:

-Lo que más me preocupa de su carta es eso de «No sé si te parecería bien». ¿Lo escribió así?

Gilbert sacó las dos hojas que guardaba en el bolsillo interior de la chaqueta y lo comprobó.

-Sí, exacto: «No sé si te parecería bien».

-Pues eso es una lítote.

-¿Una qué?

-Una lítote. Es una figura estilística. Como cuando estamos a quince bajo cero y sueltas: «Hoy hace fresquito». Es decir, lo atenúas. «No sé si te parecería bien» significa, en realidad: «Estoy segura de que te parecería mal». En resumen, Simone sabe que está haciendo algo malo, y eso no me gusta nada.

-A mí tampoco, Jeff, ni un pelo. Además, me siento fatal porque hace cuatro años confió en nosotros y no estuvimos a la altura. Vamos, que nos olvidamos de ella... Y ahora, ¿qué podemos hacer para ayudarla?

El silencio de Jefferson fue bastante elocuente. No se le ocurría nada.

En ese momento, hubo como un desplazamiento de aire a sus espaldas y sonó un vozarrón por toda la pizzería:

-¡Es mi sobrina! ¡La de la izquierda es mi sobrina!

-Estupendo... Ahí están Walter Schmitt y su mujer -resopló Gilbert.

Jefferson echó un vistazo por encima del hombro para comprobar que, en efecto, los clientes que acababan de entrar en la pizzería no eran un par de desconocidos.

La pareja de jabalíes de contornos contundentes había formado parte del viaje organizado de Ballardeau, un viaje que, dicho sea de paso, había acabado por convertirse en una peligrosa expedición. Walter era de esa clase de personas que todo el mundo, más o menos, tiene en su familia: ese tito vividor y pesado que nunca sabemos qué va a inventarse a continuación. «¡Que sí, que lo digo yo! ¡Que no, hombre!». Su mujer era la primera en reírle las gracias, por mucho que intentara contenerlo con unos «cariño, déjalo»... poco convincentes.

Walter estaba señalando con el dedo índice un cartel pegado con celo en el cristal que anunciaba: «SANG´SONG en el Cosmos». En la parte baja del cartel se había añadido una banda que rezaba: «Entradas agotadas».

-¡Vaya si están agotadas! -gritaba Walter, que no cabía en sí de gozo-. ¡Podrían llenar tres veces el Cosmos! ¡Sí, sí, la de la izquierda! ¡La de los vaqueros rotos es mi sobrina!

Los clientes de las mesas a quienes ponía por testigos no dudaron ni un instante que decía la verdad. El parecido de la joven jabalina con su tío saltaba a la vista, tanto que hacía reír. La misma cara decidida, la misma alegría de vivir y, sin duda, ¡el mismo descaro!

-¡Se llama Marie-Claude! Bueno, si me oyera, seguro que se enfadaría, porque su nombre artístico es Rollazo. En la foto parece mala, pero es solo para dar el pego. ¡Es una chica monísima! ¡Y la de la derecha es Yuja! Quiere decir Yuju, pero en femenino. Me lo explicó ella misma. Y la del medio...

De pronto, interrumpió el discurso porque acababa de reconocer a Gilbert, y eso le hizo cerrar el pico. Abrió los brazos inmensos y se acercó, primero mudo de asombro, y después empezó a soltar:

-¡Pero bueno! ¡Si es Gilbert, el valiente! ¡Nuestro heroico conductor! ¡Y el bueno de...

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Autor

Es uno de los autores más reconocidos de la literatura infantil y juvenil en Francia, así le avalan los más de veinticinco libros publicados desde 1997. Autor tardío, empezó a escribir a los cuarenta años y como lector siempre se consideró moderado hasta que cayó en sus manos Robinson Crusoe, del que dice que le parecía que una voz salía del texto. Sus libros son lectura obligada en la escuela. Antes de dedicarse por entero a la escritura, ha sido profesor de alemán, profesión que ha compaginado con la de actor, mimo y director de teatro.