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E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
416 Seiten
Spanisch
Capitán Swing Libroserschienen am02.05.20231. Auflage
Un viaje por todo el mundo y una exploración reveladora de cómo las ciudades pueden hacer -y hacen- que seamos más felices. 'Ciudad feliz', de Charles Montgomery, está revolucionando la forma de concebir la vida urbana. Tras décadas de expansión descontrolada, más personas que nunca están volviendo a la ciudad. La vida urbana densa se ha prescrito como la panacea para la crisis medioambiental y de recursos de nuestro tiempo. ¿Pero es mejor o peor para nuestra felicidad? ¿Son el metro, las aceras y las torres de apartamentos una mejora respecto a la dependencia del coche en los suburbios? El galardonado periodista Charles Montgomery encuentra respuestas a estas preguntas en la intersección entre el diseño urbano y la emergente ciencia de la felicidad, durante un estimulante viaje por algunas de las ciudades más dinámicas del mundo. Conoce al visionario alcalde que introdujo un autobús 'sexy' para aliviar la ansiedad por el estatus en Bogotá; al arquitecto que trasladó las lecciones de las ciudades medievales de la Toscana a la ciudad de Nueva York de hoy en día; al activista que convirtió las autopistas urbanas de París en playas; y a un ejército de suburbanistas estadounidenses que han modificado el diseño de sus propias calles y barrios. Con nuevos conocimientos de psicología, neurociencia y los propios experimentos urbanos de Montgomery, 'Ciudad feliz' revela cómo las ciudades pueden moldear nuestros pensamientos y nuestro comportamiento. El mensaje es tan sorprendente como esperanzador: si adaptamos las ciudades y nuestras propias vidas a la felicidad, podemos afrontar los urgentes retos de nuestra época. La ciudad feliz puede salvar el mundo y todos podemos ayudar a construirla.

Escritor y urbanista. Utiliza la investigación, la narración, los experimentos públicos y el diseño colaborativo para ayudar a las personas a vivir mejor juntas. Sus ensayos y libros combinan reportajes de investigación con historias reales para explorar la conexión entre cultura, ciencia, diseño y bienestar humano. Es cofundador de Happy Cities, un equipo interdisciplinar que utiliza la evidencia, el compromiso y el diseño para fomentar comunidades más felices, saludables e inclusivas. Su primer libro, The Last Heathen, ganó el premio Charles Taylor de no ficción literaria en 2005, entre otros galardones.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR36,00
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR11,99

Produkt

KlappentextUn viaje por todo el mundo y una exploración reveladora de cómo las ciudades pueden hacer -y hacen- que seamos más felices. 'Ciudad feliz', de Charles Montgomery, está revolucionando la forma de concebir la vida urbana. Tras décadas de expansión descontrolada, más personas que nunca están volviendo a la ciudad. La vida urbana densa se ha prescrito como la panacea para la crisis medioambiental y de recursos de nuestro tiempo. ¿Pero es mejor o peor para nuestra felicidad? ¿Son el metro, las aceras y las torres de apartamentos una mejora respecto a la dependencia del coche en los suburbios? El galardonado periodista Charles Montgomery encuentra respuestas a estas preguntas en la intersección entre el diseño urbano y la emergente ciencia de la felicidad, durante un estimulante viaje por algunas de las ciudades más dinámicas del mundo. Conoce al visionario alcalde que introdujo un autobús 'sexy' para aliviar la ansiedad por el estatus en Bogotá; al arquitecto que trasladó las lecciones de las ciudades medievales de la Toscana a la ciudad de Nueva York de hoy en día; al activista que convirtió las autopistas urbanas de París en playas; y a un ejército de suburbanistas estadounidenses que han modificado el diseño de sus propias calles y barrios. Con nuevos conocimientos de psicología, neurociencia y los propios experimentos urbanos de Montgomery, 'Ciudad feliz' revela cómo las ciudades pueden moldear nuestros pensamientos y nuestro comportamiento. El mensaje es tan sorprendente como esperanzador: si adaptamos las ciudades y nuestras propias vidas a la felicidad, podemos afrontar los urgentes retos de nuestra época. La ciudad feliz puede salvar el mundo y todos podemos ayudar a construirla.

Escritor y urbanista. Utiliza la investigación, la narración, los experimentos públicos y el diseño colaborativo para ayudar a las personas a vivir mejor juntas. Sus ensayos y libros combinan reportajes de investigación con historias reales para explorar la conexión entre cultura, ciencia, diseño y bienestar humano. Es cofundador de Happy Cities, un equipo interdisciplinar que utiliza la evidencia, el compromiso y el diseño para fomentar comunidades más felices, saludables e inclusivas. Su primer libro, The Last Heathen, ganó el premio Charles Taylor de no ficción literaria en 2005, entre otros galardones.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788412620092
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2023
Erscheinungsdatum02.05.2023
Auflage1. Auflage
ReiheEnsayo
Seiten416 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse13443 Kbytes
Artikel-Nr.11610402
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe



02

La ciudad siempre ha sido

un proyecto de felicidad

«La cuestión del propósito de la vida humana ha surgido en innumerables ocasiones, pero nunca ha obtenido una respuesta satisfactoria, y quizá nunca llegue a admitirla [â¦]. Por tanto, nos centraremos en otra cuestión, menos ambiciosa, sobre aquello que los hombres, mediante su comportamiento, consideran el propósito o la intención de sus vidas. ¿Qué le exigen a la vida y qué pretenden lograr? La respuesta a esta pregunta apenas admite dudas: todos tratan de hallar la felicidad, de ser felices».

SIGMUND FREUD, El malestar en la cultura[15]

«Debemos hacer lo que cree o incremente la felicidad o una parte de ella; no debemos hacer lo que destruya u obstaculice la felicidad, o bien acreciente su contrario».

ARISTÓTELES, Retórica[16]

Si hubierais paseado por la ciudad Estado de Atenas hace 2.400 años, inevitablemente habríais encontrado el camino al ágora, una espaciosa plaza con un mercadillo donde se alineaban, también, las salas de reunión del gobierno local, los juzgados, varios templos de mármol, altares a los dioses y estatuas de héroes. Era un lugar glorioso, majestuoso y caótico a la vez. El paseante que se abriera camino entre el gentío de vendedores y compradores podía toparse con un señor barbudo celebrando una sesión filosófica en la galería lateral de uno de los magníficos vestíbulos del ágora. Ahí era donde Sócrates acribillaba a sus conciudadanos con preguntas que eran todo un desafío para ver el mundo de otra forma. «¿Acaso los hombres no desean ser felices?[17] ¿O solo es una pregunta ridícula? -preguntó una vez a uno de sus interlocutores y, al recibir la respuesta que la mayoría de nosotros daríamos, continuó-: Bueno, entonces, ya que todos deseamos la felicidad, ¿cómo podemos ser felices? Esa es la siguiente pregunta».

Si vamos a decidir si las ciudades pueden reconfigurarse para alentar la felicidad, primero necesitamos preguntarnos: ¿qué queremos decir exactamente al hablar de felicidad? Es una cuestión que incumbía y preocupaba a los atenienses, y desde entonces ha ocupado la mente de filósofos, gurús, picapleitos y, sí, también constructores urbanos. Aunque casi todos nosotros creemos que la felicidad existe y vale la pena perseguirla, sus dimensiones y su carácter siempre parecen quedar fuera de nuestro alcance. ¿Es la felicidad simplemente un estado de alegría o lo opuesto a la miseria? Incluso las definiciones más directas resultan algo subjetivas: un monje la medirá de forma distinta a un banquero, un enfermero o un arquitecto. Para algunos, la mayor dicha consiste en retozar en los Campos Elíseos, mientras que otros la encuentran preparando perritos calientes en la intimidad de un recóndito patio trasero.

Una cosa es cierta: todos damos forma a nuestras ideas sobre la felicidad, ya sea a la hora de elegir vivienda, decorar el jardín o comprar un nuevo coche. También cuando un director ejecutivo contempla el rascacielos donde está la nueva sede de sus oficinas, cuando un arquitecto presenta un ambicioso plan de viviendas sociales o cuando los políticos, las juntas de las comunidades y los urbanistas lidian con las carreteras, la gestión del suelo urbano y los monumentos de una zona. Es imposible separar la vida y el diseño de una ciudad del intento de comprender, experimentar y construir la felicidad para ofrecerla a la sociedad. Esa búsqueda configura las ciudades, y las ciudades configuran, a su vez, la búsqueda.

Todo ello resultaba especialmente cierto en Atenas. A partir de mediados del siglo V a. C., los griegos otorgaron a la idea de la felicidad humana un lugar privilegiado entre los propósitos generales de la especie. Aunque solo una pequeña parte de la población ateniense tenía derecho a la ciudadanía, los que disfrutaban de esa posición tenían las riquezas, el tiempo libre y la libertad necesarios para pasar mucho tiempo discutiendo sobre la buena vida. Esta se organizaba en torno a un concepto llamado eudaimonia, que puede traducirse literalmente como «vivir habitado o acompañado por un daimon, o espíritu guiador», aunque normalmente se entiende como un estado de florecimiento humano. Cada filósofo argumentaba en torno a una visión algo distinta del resto, pero, tras varias décadas de debate, Aristóteles resumió la visión emergente del siguiente modo: todos, más o menos, estaban de acuerdo en que la buena fortuna, la salud, los amigos, el poder y las riquezas materiales contribuían a ese estado dichoso de eudaimonia. Pero esos logros privados no eran suficientes, ni siquiera en una ciudad Estado donde los ciudadanos podían experimentar las posibilidades de una vida muy hedonista. Existir solo para el placer[18] era una condición vulgar que correspondía a los animales, argumentaba Aristóteles. Un hombre podía obtener la felicidad solo si alcanzaba todo su potencial, lo cual implicaba no solo un pensamiento virtuoso, sino también una conducta virtuosa.[19]

En esa época, el bienestar personal y el civil estaban íntimamente ligados.[20] La polis, la ciudad Estado, era un proyecto compartido que los atenienses cuidaban con fervor casi religioso. La ciudad era más que una máquina destinada a cubrir las necesidades cotidianas: era un concepto que englobaba la cultura, la política, las costumbres y la historia atenienses. Los ciudadanos eran como brazos remando en un mismo barco, con el objetivo común de impulsarlo hacia delante, como describió Aristóteles.[21] De hecho, la polis, según él, era el único medio por el que un hombre podía alcanzar realmente la eudaimonia. Todo aquel que no se implicara en la vida pública no era una persona completa.

La relación entre estas ideas y el diseño de la ciudad era impresionante. Los atenienses buscaban el auspicio de sus dioses y preservaban un barrio de palacios de piedra consagrado a Atenea y a otros miembros del panteón griego en la planicie de la colina de la Acrópolis, pero el sentido ateniense de la voluntad personal y el espíritu cívico se reflejaba en las construcciones más cercanas a la tierra. Justo debajo de la Acrópolis, cualquier ciudadano -es decir, hombre libre nacido en la ciudad- tenía derecho a opinar acerca de la política civil en la tarima reservada a los oradores dispuesta a un lado de la colina Pnyx. Ese anfiteatro natural, una materialización asombrosa del nuevo principio de libertad de expresión, tenía espacio suficiente para albergar a veinte mil ciudadanos. El debate en torno a la eudaimonia estaba muy encendido en las academias de Platón, Aristóteles y Epicuro, pero siempre volvía al ágora, cuya apertura al corazón de la ciudad Estado no era una demostración de poder ejecutivo, como es el caso de muchas plazas modernas, sino una invitación a participar en la vida de la polis.

Es difícil decir si esta arquitectura abierta impulsó a los atenienses hacia una filosofía más cívica o bien fue la filosofía la que llevó a producir una serie de obras arquitectónicas, pero ambas parecían exigir que los ciudadanos virtuosos insuflaran una vitalidad potente e incluso peligrosa a los lugares públicos de reunión. Por supuesto, había límites, por mucho que estuviéramos en la Atenas clásica. Sócrates desafió a su audiencia del ágora a pensar en el papel de los dioses tan implacablemente que lo condenaron a muerte por corromper a la juventud ateniense. Desde entonces, la tensión entre la libertad de expresión, el espacio compartido y la estabilidad cívica ha seguido componiendo el diseño urbano.

El ágora | La filosofía griega de la buena vida se construyó en torno al centro de Atenas. Rodeada de templos, monumentos, juzgados y salas de reunión de gobierno, el ágora era un verdadero lugar público donde se comerciaba en libertad con productos e ideas. (© Robert Laddish).

Las metamorfosis

A medida que cambian las filosofías de la felicidad, también cambian las formas urbanas. Los romanos, como los atenienses, estaban tan apegados a su ciudad que Roma constituía, en sí misma, un proyecto espiritual. El orgullo cívico guio muchas gestas heroicas de la ingeniería y la arquitectura -desde acueductos, carreteras, alcantarillas y puertos enormes hasta poderosos templos y basílicas-, que hicieron de Roma la primera megalópolis del mundo, con una población que llegó a sobrepasar el millón de habitantes.[22] Conforme cosechaba frutos de su vasto imperio, sus ciudadanos adoptaban una nueva diosa de la felicidad. En el 44 a. C., Julio César aprobó la construcción de un templo a Felicitas, diosa...

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Autor

Escritor y urbanista. Utiliza la investigación, la narración, los experimentos públicos y el diseño colaborativo para ayudar a las personas a vivir mejor juntas. Sus ensayos y libros combinan reportajes de investigación con historias reales para explorar la conexión entre cultura, ciencia, diseño y bienestar humano. Es cofundador de Happy Cities, un equipo interdisciplinar que utiliza la evidencia, el compromiso y el diseño para fomentar comunidades más felices, saludables e inclusivas. Su primer libro, The Last Heathen, ganó el premio Charles Taylor de no ficción literaria en 2005, entre otros galardones.