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Jack Frusciante ha dejado el grupo

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
232 Seiten
Spanisch
NOCTURNAerschienen am12.12.2022
¿Por qué Jack Frusciante, guitarrista de los Red Hot Chili Peppers, ha dejado el grupo? Estaban consiguiendo éxito, dinero, fama... ¿Por qué ha renunciado a todo lo que atrae a los demás? El «viejo Alex», el diecisieteañero que protagoniza esta novela, lo entiende perfectamente: él mismo está distanciándose de su previsible futuro, empezando por su familia (siempre ahí, inmóviles ante el televisor). Alex vive en Bolonia, estudia (poco y mal), va en bici (rápido como el viento), sale con sus amigos (compartiendo bebidas y bullicio) y, por encima de todo, está enamoradísimo («cuatro meses sin besos ni sexo») de Aidi, que va a marcharse a otro país. Jack Frusciante ha dejado el grupo es el éxito editorial italiano que se convirtió en el libro clave de una generación. Con más de un millón de ejemplares vendidos, conquistó simultáneamente a la crítica (que apodó a Enrico Brizzi «el Salinger de Bolonia») y los lectores, se publicó en una veintena de idiomas, ganó múltiples premios literarios e inspiró una película. Cita de reseña crítica: «El título de esta historia, escrita en un lenguaje fresco e imaginativo, salpicada de humor y de canciones de grupos punk y rock, hace referencia al guitarrista de los Red Hot Chili Peppers [John Frusciante], que renunció a su puesto en la banda cuando esta llegaba a su mejor momento porque sentía que todo era demasiado estresante (...), un paralelismo con lo que le sucede al protagonista, que también abandona un mundo en el que se sentía a gusto». EL PAÍS

Enrico Brizzi (Bolonia, 1974) estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Bolonia, donde fue alumno de Umberto Eco. En 1994, a sus veinte años, debutó con su novela más exitosa hasta la fecha: Jack Frusciante ha dejado el grupo, traducida a veinticuatro idiomas y adaptada al cine en 1996. Desde entonces ha cultivado profusamente el género de la novela, el del cuento y el del reportaje, y por su pasión por el senderismo (que lo llevó a hacer el Camino de Santiago desde Turín) ha publicado también guías e itinerarios de excursiones por Italia.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR23,03
E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
EUR6,99

Produkt

Klappentext¿Por qué Jack Frusciante, guitarrista de los Red Hot Chili Peppers, ha dejado el grupo? Estaban consiguiendo éxito, dinero, fama... ¿Por qué ha renunciado a todo lo que atrae a los demás? El «viejo Alex», el diecisieteañero que protagoniza esta novela, lo entiende perfectamente: él mismo está distanciándose de su previsible futuro, empezando por su familia (siempre ahí, inmóviles ante el televisor). Alex vive en Bolonia, estudia (poco y mal), va en bici (rápido como el viento), sale con sus amigos (compartiendo bebidas y bullicio) y, por encima de todo, está enamoradísimo («cuatro meses sin besos ni sexo») de Aidi, que va a marcharse a otro país. Jack Frusciante ha dejado el grupo es el éxito editorial italiano que se convirtió en el libro clave de una generación. Con más de un millón de ejemplares vendidos, conquistó simultáneamente a la crítica (que apodó a Enrico Brizzi «el Salinger de Bolonia») y los lectores, se publicó en una veintena de idiomas, ganó múltiples premios literarios e inspiró una película. Cita de reseña crítica: «El título de esta historia, escrita en un lenguaje fresco e imaginativo, salpicada de humor y de canciones de grupos punk y rock, hace referencia al guitarrista de los Red Hot Chili Peppers [John Frusciante], que renunció a su puesto en la banda cuando esta llegaba a su mejor momento porque sentía que todo era demasiado estresante (...), un paralelismo con lo que le sucede al protagonista, que también abandona un mundo en el que se sentía a gusto». EL PAÍS

Enrico Brizzi (Bolonia, 1974) estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Bolonia, donde fue alumno de Umberto Eco. En 1994, a sus veinte años, debutó con su novela más exitosa hasta la fecha: Jack Frusciante ha dejado el grupo, traducida a veinticuatro idiomas y adaptada al cine en 1996. Desde entonces ha cultivado profusamente el género de la novela, el del cuento y el del reportaje, y por su pasión por el senderismo (que lo llevó a hacer el Camino de Santiago desde Turín) ha publicado también guías e itinerarios de excursiones por Italia.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788417834920
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2022
Erscheinungsdatum12.12.2022
Seiten232 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse2033 Kbytes
Artikel-Nr.11912299
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


Si el viejo Alex pedaleaba con la energía desesperada de un Girardengo un pelín más bajo y rock, no era sólo para acudir a una cita, sino para alejarse del ring, como comprenderéis. De todos modos, no dejaba de estar yendo a ver a Adelaide y por eso aquel loco pedaleaba dinámico como nadie y, mientras pedaleaba, cantaba «White Man in Hammersmith Palais» en voz baja y desafinada.

Viejo Alex. De haber intuido qué clase de musical estaba a punto de comenzar, al desmontar de la bici no habría hecho la típica entrada con el paso atontado de cowboy y la típica cara descolocada de domingoâ¦

Vespino blanco ya aparcado, Adelaide estaba justo delante de la Feltrinelli mirando las cubiertas de los libros en el escaparate con un jersey verde y una sonrisa zen inescrutable pero muy omnicomprensiva.

No, si el viejo Alex hubiera intuido qué clase de musical estaba a punto de, no habría aparecido con la típica cara etcétera, sino que habría sacado de la chistera la garra heavy de un Nicholson, de un De Niro, como mínimo la glacialidad llena de urgencia de un Swan en Los amos de la noche⦠«Hola, qué tal», le había dicho en cambio, semiarrodillado sobre la bici, forcejeando con la cadena antirrobo. Respiraba con la boca abierta y la jodida cadena en la mano. «Ya ves, y tú ¿qué tal?», le había dicho de una forma un poco apagada.

Después, paseando por el centro, ese par que entre los dos no sumaban ni treinta y tres años y medio habían empezado a contarse lo que les gustaría hacer en la Vida, de cómo todo, hasta allí, les había parecido un poco irreal, cómodo y falso. Adelaide -Aidi, para los amigos- (lo sé, lo sé, se pronunciaba casi como la tipa de los dibujos animados que vivía en la cabaña suiza) habría querido vivir en la India, pero no sabía si como misionera o fotógrafa o.

Al viejo Alex le habría gustado hacer algo tipo periodista, ya que ser periodista era también una forma de juntar las dos cosas más bonitas; viajar y escribir.

-Me gustaría ser reportero -le había dicho, inmerso en una seriedad impresionante-. Irme a Cuba o a Mozambique, con el carné de prensa plastificado colgando sobre la camiseta de los Ramones. Te juro que si me voy de reportero me corto el pelo a cepillo y me compro unas Clark s. No está mal, ¿eh?

Aidi, en cambio le había hablado de sus exnovios, un par de historias que la habían dejado más o menos decepcionada. Pero no lo decía con ese aire de gilipollas, tío yo he estado con Chicos Mayores que tú, ni tampoco se enrollaba en el otro sentido, tío yo no he tenido Experiencias Serias, aunque habría podido. No. Su sinceridad tenía un toque alucinante y, cada vez que decía alguna cosa -cualquier cosa-, conseguía nebulizar interés y fascinación a su alrededor y se veía a un montón de kilómetros que lo suyo no era una pose.

«Dios mío -pensaba Alex, caminando a su lado. Se notaba varios centímetros más alto, caminaba a su lado y pensaba-: Pero esto no es una chica, es todo un disco de Battisti».

A veces, cuando dejaba de hablar, ella le sonreía como un amanecer de invierno.

«Cristo», pensaba Alex.

«Dios mío», se decía.

Y después se había descolgado con la historia de que se iría a América aquel verano; iba a estudiar allí cuarto curso y este hecho ocupaba el centro de sus pensamientos. Normal. Hablaba del tema como de la primera gran experiencia de su vida; en una ocasión había llamado al momento de la partida «el gran vuelo» -eso tampoco estaba nada mal, ¿no?-, pero todo lo que ella decía tenía algo específicamente poético. Le gustaba Bolonia, le gustaban las callejas del gueto en torno a la universidad, en torno al conservatorio y al teatro, las mismas callejas que le encantaban al viejo Alex.

En un momento dado habían llegado a la calle Zamboni, y aquel domingo por la tarde ya hacía buen tiempo; los chicos llevaban cogidas de la mano a las chicas y paseaban con las mangas de la camisa remangadas.

A lo largo de la calle Zamboni, Adelaide le había preguntado de manera más bien directa y casi brutal por qué en el instituto él parecía siempre el príncipe de los cabreados. ¿Qué hacía por las tardes?, ¿se sentía solo, se agobiaba?, ¿qué demonios hacía, eh?

Vale. Francesca no debía de haberle hablado de él en términos cien por cien entusiastas, pero ellos dos igualmente habían ido a sentarse en los bancos delante de la pintada NO AL RACISMO, cerca de la pinacoteca.

Mirando el azul del cielo ¿se notaba que estaba volviendo la primavera? No, no creo. Pero él lo notaba. Y en fin, os lo juro, al margen de la imagen que pudiera dar desde fuera, el menda se sentía abierto y espontáneo como nunca en su vida. El viejo Alex era un tipo al que le gustaba fingir a veces. Sorprender. Quizá fuera también un poco gilipollas a veces; y en cambio aquel domingo por la tarde él y Aidi hablaban de las cosas que se habían guardado durante años, con una naturalidad y un entusiasmo especiales, mágicos: las paranoias de Aidi por sus padres separados, el miedo de Alex a que sus padres le consideraran una especie de prolongación suya y punto⦠Ya me entendéis. Era como si allí, sentado contra el respaldo de aquel banco, él ya hubiese estado antes, como si a Aidi ya la hubiera conocido. Entre los recovecos de la memoria, en los vídeos de archivo de la escuela primaria, le parecía que ya había algo de ella: Villa Spada, donde iba a jugar con el uniforme de scout; las comidas con los tíos de Casalecchio los domingos; el Renault azul que el Canciller había comprado cuando él tenía seis años; el espejo del baño, empañado de vapor, sobre el que el frère de lait había escrito con el dedo «W Inter»; y luego algunos riff distorsionados de Fender Jaguar en la memoria⦠Pues bien, en todo eso había algo de ella, y el viejo Alex conseguía estar más que simpático y más que natural, pero sin cálculo y, en fin, estaba casi seguro ahora: le parecía conocer a Aidi desde siempre, porque cuando hay buen feeling, es la hostia.

Se habían despedido en un crepúsculo ultracoreográfico al pie de las dos torres, al final, y mientras él forcejeaba para soltar la bici de la cadena, Aidi había vuelto sobre sus pasos, le había besado en una mejilla y había salido corriendo sin mirar atrás.

Bien, entendámoslo: el viejo Alex había experimentado en aquel momento la alucinante sensación de que había comenzado algo infinito, algo que merecía la pena ir a celebrar a solas al bar de debajo de casa arrastrado por pelotazos de alegría, aunque en la infinidad del todo, al menos en la primera semana, nuestro rockero no había pensado de manera especialmente delirante o demencial o.

Vale. No habían pasado ni dos días desde aquella sensación cuando nuestro amigo -ya se había leído todos los poemas del Fenomenal Cummings, evidente- hablaba de ella por teléfono con el viejo Helios Nardini. Alex había puesto por delante desde el principio su incertidumbre por el hecho de que ella, dentro de cinco meses, estaría lejos. Si se lo tomaba demasiado en serio -y ya le parecía que era el caso-, la separación le haría daño. Y el viejo Nardini -pero ya sabemos cómo van esas cosas entre amigos, y Alex nunca había sido un picajoso; al contrario, era el típico vacila- había soltado el clásico:

-Aquí hay que ver si funciona la Regla, ¿vale? Ya sabes a qué me refiero. Tres días para la lengua, tres semanas para la paja y tres meses para el coño. Así es la Regla, perdona, sigamos la Reglaâ¦

Pero nuestro amigo le había parado los pies ipso facto:

-Oye -había replicado a aquel cínico-, para mí es importante, ¿de acuerdo? O sea que menos coña.

Bueno, estas eran las novedades.

Y naturalmente el viejo Nardini no había perdido un puto segundo en pasárselas a Depression Tony y a los demás amigos catholic punks, poniéndolo verde al pobrecillo desde Bolonia al cantón del Ticino. Pero putadas y gilipolleces no nos importan. Lo que cuenta es que el viejo Alex realmente había acusado el golpe: no me atreveré a decir que estaba -Dios mío- enamorado, pero desde luego había quedado un poco tocado, joder.

En aquellos días le había escrito su primera carta -fruto de una tarde, cinco o seis páginas repletas de emociones y esperanzas muy tardoadolescentes- y por primera vez nuestro rockero se dejaba llevar, se abría. De acuerdo, había entendido enseguida que con Aidi no era como con las demás pijorras del instituto tipo: «Alex, quería decirte que siento algo por ti, pero no sé qué», y él ¡ñaca! dispuesto a bajarse los pantalones para sugerir la respuesta. En fin, a Alex jamás le había importado una puñetera mierda lo que las chicas pensaran o dejaran de pensar y, al margen de la convención social de no bostezar en la cara de quien habla, había mantenido siempre un desinterés total respecto a las cábalas, las aspiraciones y las paranoias de sus -Dios mío- partners.

Y, en cambio, ahora⦠Quiero decir, él era el más frío de todos, ¿y de la noche a la mañana nos lo encontramos poeta y desertor de las tardes nihilistas tumbados sin zapatos en la alfombra de los Nardini, hablando de sus malos rollos con los Urban Dance Squad y los Rollins Band que dan mucha más caña que las vueltas a la pista el viernes por la noche?

Lo que hay que ver.

Por lo demás, también pasaban los días en el asfixiante y cenizo instituto Caimani, y...
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Autor

Enrico Brizzi (Bolonia, 1974) estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Bolonia, donde fue alumno de Umberto Eco. En 1994, a sus veinte años, debutó con su novela más exitosa hasta la fecha: Jack Frusciante ha dejado el grupo, traducida a veinticuatro idiomas y adaptada al cine en 1996. Desde entonces ha cultivado profusamente el género de la novela, el del cuento y el del reportaje, y por su pasión por el senderismo (que lo llevó a hacer el Camino de Santiago desde Turín) ha publicado también guías e itinerarios de excursiones por Italia.