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El crimen del Hombre Océano

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
162 Seiten
Spanisch
EDICIONES SMerschienen am25.11.20231. Auflage
Óscar es un joven periodista que ha perdido su trabajo y reputación tras publicar un infundado artículo sin la aprobación de su editor. Abatido por las deudas y dispuesto a todo, llega de forma fortuita a un diario de lo paranormal y acepta investigar varias desapariciones vinculadas al enigmático Hombre Océano. Quizá sea la única oportunidad de recobrar su carrera, sin importarle arriesgar, incluso, la vida.

David Requesens es comunicólogo de profesión por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco. Tiene una maestría en Literatura Mexicana Contemporánea de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco. Ha sido docente de español e inglés a nivel secundaria, preparatoria y universitario. Ha publicado dos libros con Ediciones Navarra: Nicolás y la luz de estrella y El caracol de fuego, así como una novela publicada en el formato de audiolibro para la plataforma Beek: El caso de los gusanos eléctricos. Publico el cuento 'Tadeo y los libera-cabezas' para una revista del Colegio de Ciencia y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente trabaja para la empresa Conecta MX y dirige la plataforma infantil Conecta Niñ@s.
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Produkt

KlappentextÓscar es un joven periodista que ha perdido su trabajo y reputación tras publicar un infundado artículo sin la aprobación de su editor. Abatido por las deudas y dispuesto a todo, llega de forma fortuita a un diario de lo paranormal y acepta investigar varias desapariciones vinculadas al enigmático Hombre Océano. Quizá sea la única oportunidad de recobrar su carrera, sin importarle arriesgar, incluso, la vida.

David Requesens es comunicólogo de profesión por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco. Tiene una maestría en Literatura Mexicana Contemporánea de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco. Ha sido docente de español e inglés a nivel secundaria, preparatoria y universitario. Ha publicado dos libros con Ediciones Navarra: Nicolás y la luz de estrella y El caracol de fuego, así como una novela publicada en el formato de audiolibro para la plataforma Beek: El caso de los gusanos eléctricos. Publico el cuento 'Tadeo y los libera-cabezas' para una revista del Colegio de Ciencia y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente trabaja para la empresa Conecta MX y dirige la plataforma infantil Conecta Niñ@s.
Details
Weitere ISBN/GTIN9786072450301
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2023
Erscheinungsdatum25.11.2023
Auflage1. Auflage
Seiten162 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse2044 Kbytes
Artikel-Nr.13533725
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


CAPÍTULO 1

Óscar perdió su trabajo y credibilidad el jueves por la tarde. Lejos de ver lo ocurrido como un fracaso, se vio a sí mismo como un mártir, un justiciero incomprendido. Supuso que era cuestión de tiempo para que alguien retomara su caso y lo rescatara. Se sentía a unos pasos de volverse famoso. Todo el mundo sabe que las notas importantes salen al principio de la semana , se dijo.

Después de un lunes sin nuevas, pasó la semana entera esperando a los entrevistadores en su casa. Estaba seguro de que el caso era digno de primeras planas. El mundo del periodismo comenzaría a tambalearse gracias a él. Sin embargo, nadie llamó ni tocó a su puerta. Por eso hasta el martes se dio cuenta de que estaba solo.

Esa mañana, un rayo de sol se coló por entre las cortinas mal cerradas y lo sacó del sueño, que era su mejor refugio de la realidad. Se rodó para evitar el contacto con la luz, pero quedó frente a una habitación tan desordenada como su cabeza.

Había una camisa colgando de una silla de plástico, pantalones arrugados junto a la cama, con un calcetín y calzones dentro, una lata de crema de elote a la mitad, con una gruesa nata. La parrilla eléctrica estaba chorreada de comidas anteriores. En el piso, para nivelar su escritorio, estaba el Manual de periodismo de Carlos Marín con un recibo de farmacia como separador en la página tres. El desorden también incluía playeras tiradas, chanclas y un basurero desbordado.

No obstante, otras cosas quedaban fuera de su control. Por ejemplo, la pintura azul turquesa de las paredes había comenzado a cuartearse y dejaba residuos en el piso. El cuadro de San Judas Tadeo, que estaba obligado a conservar, ya sufría las consecuencias de permanecer expuesto al sol y a la humedad, con el marco hinchado y deforme, mientras que la litografía se había vuelto café y comenzaba a desprenderse de las orillas. El constante goteo de la regadera en mal estado manchaba el piso y las paredes de sarro. El resto del agua se iba por un pequeño cauce hacia la coladera, siempre húmeda y enmohecida, por donde en ocasiones salían cucarachas.

Óscar se vio obligado a levantarse. Sentado sobre el colchón que había conseguido por doscientos pesos, notó que sus planes se le terminaban y su vida comenzaba a irse por el drenaje. Sintió el frío de la habitación de concreto sobre su torso desnudo y el frío del piso bajo sus pies. Dejó escapar un suspiro, como los de las películas, porque consideraba ésa la mejor forma de iniciar su rehabilitación.

Bajo un chorro disparejo -que mojaba el inodoro, el lavamanos y el piso del baño-, reflexionó sobre lo insignificante de su existencia. Se preguntaba, en caso de morir, cuánto tiempo pasaría antes de que alguien lo notara. Quince días , se contestó a sí mismo, porque en ese tiempo me toca pagar la renta .

No sólo habían dejado de tomarlo en serio, algunos hasta lo odiaban. Si su cuerpo muerto apareciera, entonces los diarios tal vez le dedicarían algunas líneas, sin primeras planas. No obstante, en quince días nadie lo recordaría, ni en obituarios ni nada por el estilo. Ya ni siquiera recibiría mensajes de odio.

Óscar había estudiado comunicación y periodismo. Nunca se graduó porque lo consideró innecesario, pues al terminar el servicio social ya había conseguido diversos trabajos. En ninguno de ellos le habían solicitado título ni cédula. Por ello, llevaba seis meses alejado de la universidad. Además, su tesis seguía inconclusa y, a esas alturas, ya no sabría cómo retomarla.

Las ansias incontrolables de llegar al peldaño más alto de su carrera lo habían llevado a cometer todo tipo de errores en sus trabajos. En uno, intentó invitar a comer al jefe de su jefe. En otro, se hizo fama de barbero . En más de una ocasión lo despidieron por provocar conflictos entre sus compañeros para su beneficio. En el empleo más reciente, publicó sin permiso una nota en el portal de El Superior en donde se aseguraba que el Club de Futbol Torres de Acero había regalado el partido de la final.

Cuando tuvo la nota lista, la llevó a su jefe directo, quien le dijo que el texto carecía de argumentos. Entonces fue a la oficina del director editorial, al que sacó de una junta importante y quien, furioso, exclamó lo mismo: ¡Esa nota carece de argumentos! .

Convencido de que la nota lo catapultaría al éxito, se dirigió a la oficina de El Superior en línea, donde aseguró que había sido aprobada por sus jefes. En una situación regular, es casi imposible publicar algo sin autorización, pero, por azares del destino, y como todos estaban en junta en ese momento, Óscar logró traspapelar su texto entre las demás noticias con la ayuda de un becario ingenuo a quien le prometió compartir la fama.

Al final, la nota apareció en línea. Poco importó que se tratara de un pequeño, casi imperceptible cuadro en la esquina de la tercera página de la sección deportiva, pues pronto recibió cientos de respuestas negativas que afectaron el prestigio de por sí tambaleante del periódico. Eso sin contar con que Óscar había tenido la osadía de publicar el texto con su nombre completo.

El Club de Futbol Torres de Acero presentó una denuncia, al igual que sus jugadores, y ni siquiera lo mediático del asunto logró que el periódico recuperara algo de lo perdido. Además, en poco tiempo, otros portales de noticias se aprovecharon del hecho para su propio beneficio, lo que acabó con la reputación y los restos de la empresa, así como con la trunca carrera periodística de Óscar, quien intentó defenderse argumentando que todo había surgido durante una discusión entre dos empleados del equipo a quienes él había escuchado desde los basureros del estadio.

Si de por sí esto ya era problemático, empeoró al comprobarse que los empleados a quienes había espiado ni siquiera trabajaban para el equipo de futbol, sino para la taquería frente al estadio. De inmediato, Óscar se convirtió en la burla y en un ejemplo de deshonestidad, poco profesionalismo, falta de ética y lo que se le relacionara.

Al ver su foto en las noticias, supuso que alguien lo llamaría. Se imaginó en programas de entrevistas como una víctima de la crueldad con que se somete a los periodistas mexicanos, pero su historia dejó de ser interesante en un par de días.

Ese martes, bajo el disparejo chorro de agua, Óscar comprendió la complejidad de la situación.

El desgano, aunado a la distracción de jugar con su celular, provocó que terminara de vestirse dos horas después. Eligió un pantalón de mezclilla, camisa de cuadros y zapatos negros desgastados. Se engomó el cabello, asegurándose de cubrir las áreas donde comenzaba a quedarse calvo, y se roció el último chisguete de loción barata en el cuello. Revisó su cartera. Tenía doscientos pesos en efectivo, nada más.

La puerta metálica rechinó contra las imperfecciones del piso. La figura seca de palma que alguien había pegado ahí para bendecir el interior del cuarto siguió despedazándose. Frente a él, una vieja lavadora de ropa comenzaba a desbordar de espuma.

Sobre su habitación había dos pisos improvisados a los que se accedía por una escalera de concreto. Frente a él vivía una familia completa que tenía una puerta de madera con vidrios de colores y una hilera de envases de crema, yogur, mantequilla y jabón con plantas descuidadas.

Las escaleras disparejas lo llevaron al patio, donde había una vulcanizadora. Se abrió espacio entre los coches estacionados, con cuidado de no pisar las herramientas. El perro de seguridad de la entrada, el Canijo, movió la cola al verlo.

A esa hora, el portón metálico ya estaba abierto de par en par. El sonido de las pistolas de impacto competía con el de las bocinas que trasmitían un programa mañanero de cumbia. Los tres perros que vivían en la azotea ya habían empezado a ladrarle a cualquiera que caminara por la calle. Óscar pasó sin saludar. Nadie lo hubiera escuchado, de cualquier forma.

Había estado enviando currículums desde su computadora, pero estar encerrado en su habitación lo desanimaba. Por ello, y ante la falta de respuestas, decidió salir a buscar trabajo. Se detuvo en un café internet para revisar el corcho de anuncios. Había un sillón y una bicicleta en venta, una tarjeta de plomería y una vacante para peluquero con experiencia.

Se acordó de una oficina de empleo por la que solía pasar cuando iba a El Superior. Quedaba cerca del metro Barranca del Muerto. Tal vez tendría que dedicarse a la limpieza de un corporativo o algo semejante. Quizá se volvería conserje o encargado de seguridad. Cualquier cosa funcionaría, sólo necesitaba pagar la renta.

Al salir del café internet le hizo la parada a un camión desbordante de pasajeros. Puso la punta del pie izquierdo sobre el primer escalón y se agarró de un tubo tibio que compartían otras tres o cuatro manos. Decidió eximirse del pago de su pasaje porque, siendo objetivos, se encontraba fuera del trasporte. Nadie le dijo nada, de todas formas.

Con este pasaje llevo ahorrados trescientos cuarenta y ocho pesos , pensó. La semana había empezado bien. Ya había tenido la suerte de viajar gratis en dos camiones, tres con ése, y apenas era martes.

Se dejó caer justo entre Periférico y Barranca del Muerto. Ni siquiera pidió parada para que su jugarreta fuera impecable. El aire de los coches levantaba el polvo, que pronto se mezcló con el esmog y el sol del mediodía. Poco antes de cruzar la calle, leyó un papel neón pegado a un...

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Autor

David Requesens es comunicólogo de profesión por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco. Tiene una maestría en Literatura Mexicana Contemporánea de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco. Ha sido docente de español e inglés a nivel secundaria, preparatoria y universitario. Ha publicado dos libros con Ediciones Navarra: Nicolás y la luz de estrella y El caracol de fuego, así como una novela publicada en el formato de audiolibro para la plataforma Beek: El caso de los gusanos eléctricos. Publico el cuento "Tadeo y los libera-cabezas" para una revista del Colegio de Ciencia y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Actualmente trabaja para la empresa Conecta MX y dirige la plataforma infantil Conecta Niñ@s.
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Requesens, David