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Conspiración. ¡Matad al presidente!

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
384 Seiten
Spanisch
EDHASAerschienen am20.03.2024
Seis encapuchados atacan y disparan a la berlina que, en la oscuridad de la noche, entre la nieve, atraviesa la calle del Turco. Gravemente malherido, el presidente Prim es trasladado a toda prisa al palacio de Buenavista. Es 27 de diciembre de 1870. Ante la gravedad de los hechos, el coronel Nandín toma una decisión: su protegido, José Ángel Montoya, más conocido como 'el abogado gitano', debe averiguar y capturar a los culpables del atentado. Cada paso, cada nuevo indicio lo irá atrapando poco a poco en una enrevesada madeja de traiciones y odios que parece imposible de deshilvanar. Pronto, Montoya se verá en la encrucijada de tener que elegir entre su mundo, el de su familia, el clan de los Cuervo, o el del resto de la sociedad. Con ello no sólo comenzará un viaje interior, de alma y corazón, hasta descubrir quién es en realidad y dónde está su lealtad, sino que irá mucho más allá de su propio futuro. Y todo porque han matado al presidente... A caballo entre la novela histórica, perfectamente documentada, y la policíaca, es ésta una obra que nos deja sin aliento. Con una prosa aparentemente sencilla pero trabajada con maestría, 'Conspiración' se adentra en el misterio del asesinato del general Prim, aún hoy sin resolver, al tiempo que en los vericuetos más profundos del alma humana. Porque, una vez más, la realidad supera a la ficción.

BOSCO CORTÉS Menorquín afincado en Ibiza, se define como un apasionado de los libros. Si bien la afición y el sueño de escribir le nació a una edad temprana, la vida lo obligó a elegir una profesión: técnico en electrónica. Pero nunca ha dejado de lado su pasión por la escritura, y muestra de ello son sus múltiples relatos (algunos de ellos finalistas en certámenes) y sus colaboraciones en fanzines, llegando incluso a editar el suyo propio. Durante muchos años trabajó en proyectos literarios que nunca consiguió culminar, hasta que, en 2010, se apuntó a su primer curso de escritura creativa. Y ahora, al fin, nos presenta su primera novela: Conspiración. ¡Matad al presidente!
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR28,00
E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
EUR11,99

Produkt

KlappentextSeis encapuchados atacan y disparan a la berlina que, en la oscuridad de la noche, entre la nieve, atraviesa la calle del Turco. Gravemente malherido, el presidente Prim es trasladado a toda prisa al palacio de Buenavista. Es 27 de diciembre de 1870. Ante la gravedad de los hechos, el coronel Nandín toma una decisión: su protegido, José Ángel Montoya, más conocido como 'el abogado gitano', debe averiguar y capturar a los culpables del atentado. Cada paso, cada nuevo indicio lo irá atrapando poco a poco en una enrevesada madeja de traiciones y odios que parece imposible de deshilvanar. Pronto, Montoya se verá en la encrucijada de tener que elegir entre su mundo, el de su familia, el clan de los Cuervo, o el del resto de la sociedad. Con ello no sólo comenzará un viaje interior, de alma y corazón, hasta descubrir quién es en realidad y dónde está su lealtad, sino que irá mucho más allá de su propio futuro. Y todo porque han matado al presidente... A caballo entre la novela histórica, perfectamente documentada, y la policíaca, es ésta una obra que nos deja sin aliento. Con una prosa aparentemente sencilla pero trabajada con maestría, 'Conspiración' se adentra en el misterio del asesinato del general Prim, aún hoy sin resolver, al tiempo que en los vericuetos más profundos del alma humana. Porque, una vez más, la realidad supera a la ficción.

BOSCO CORTÉS Menorquín afincado en Ibiza, se define como un apasionado de los libros. Si bien la afición y el sueño de escribir le nació a una edad temprana, la vida lo obligó a elegir una profesión: técnico en electrónica. Pero nunca ha dejado de lado su pasión por la escritura, y muestra de ello son sus múltiples relatos (algunos de ellos finalistas en certámenes) y sus colaboraciones en fanzines, llegando incluso a editar el suyo propio. Durante muchos años trabajó en proyectos literarios que nunca consiguió culminar, hasta que, en 2010, se apuntó a su primer curso de escritura creativa. Y ahora, al fin, nos presenta su primera novela: Conspiración. ¡Matad al presidente!
Details
Weitere ISBN/GTIN9788435049481
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2024
Erscheinungsdatum20.03.2024
Seiten384 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse2745 Kbytes
Artikel-Nr.14175749
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


Capítulo uno

Madrid, 27 de diciembre de 1870

-¡Maldito sea! -exclamó entre dientes mientras se subía la bufanda.

La nieve seguía cayendo y acumulándose en el adoquinado de la calle del Turco. María Josefa Delgado, una mujer robusta de mediana edad, caminaba con la cesta golpeándole la cadera. Resopló con resignación; pero trabajar para el padre Martínez era mejor que pedir limosna en la calle, sobre todo en invierno. Al menos, con el viejo capellán tenía una cama y una estufa con que calentarse. Además, tampoco era que el cura fuese un tirano como el marido de su prima, aunque sí podía resultar bastante gruñón; y, en ocasiones, sus recados la obligaban a ir de un extremo a otro de la ciudad, como cuando se le antojaba un poco de queso francés.

Se ajustó el chal sobre los hombros y apretó el paso, alargando las zancadas a pesar del estorbo del zagalejo y las enaguas. La casa del capellán ya no quedaba lejos. En nada estaría frente a la estufa, o en la cocina haciendo una sopa de cebolla con la que entrar en calor.

Un silbido se oyó como un eco lejano; María Josefa no se detuvo. Las farolas de gas de la calle del Turco no eran como las luces de la fuente de la calle San Bernardo, que a diferencia de las demás funcionaban con corriente eléctrica. Para ella, aquello de la electricidad andaba entre el milagro y el invento del diablo. Cuando el chiflido se repitió, siguió su camino: no creía que se dirigieran a ella, pero tampoco deseaba averiguarlo.

A mitad de la calle vio una calesa parada, bloqueando el paso. El pulso se le aceleró y tuvo un mal presentimiento: casi a diario oía historias sobre mujeres que eran metidas a la fuerza en un coche y luego aparecían muertas. Apenas dos días antes, la pescadera de la calle Libertad le había contado un suceso parecido. Asustada, se apartó del centro de la calle y miró el carruaje con cierta aprensión. Por un momento pensó que quizá sólo estaba dando la vuelta, pero que el vehículo siguiera inmóvil acentuó su mal pálpito. Otra vez sonó un silbido, y el miedo la hizo apresurarse a pesar de la nieve acumulada: si tenía suerte podría pasar por detrás del coche. Entonces, el ruido de los cascos de dos caballos acercándose por detrás la petrificó: una negra berlina acababa de entrar por el otro lado de la calle. Avanzó todo lo deprisa que pudo, temerosa de encontrarse en medio de una emboscada. Se giró justo a tiempo para ver que el conductor tiraba bruscamente de las riendas y detenía el carruaje antes de chocar con la calesa. Por detrás apareció otro coche, que impedía retroceder al primero.

De las dos calesas que quedaron bloqueando la berlina, descendieron rápidamente seis hombres. Llevaban el rostro tapado hasta la nariz con un pañuelo negro. Se situaron a ambos lados del vehículo atrapado y, sacando pistolas y trabucos de debajo de los abrigos, dispararon a bocajarro a su interior. Con el corazón desbocado, María Josefa trató de escapar del lugar del tiroteo y miró frenéticamente en todas direcciones buscando un sitio en que resguardarse. Notó una punzada en el tobillo derecho y un dolor que le subía hasta la rodilla; al bajar la mirada vio un pequeño orificio que empezaba a sangrar. Pudo, por fin, localizar la espaciosa entrada de la escuela de ingenieros, y allí fue a refugiarse. La recibieron las manos firmes de Luis Gómez, el conserje, que acudía en su ayuda al ver que la sangre le resbalaba por la pierna.

-Doña Josefa, ¿qué demonios está pasando? -dijo el anciano sin apartar la vista de la sangre.

La rechoncha criada tardó en responder. No quería detenerse hasta que estuvieran a salvo en la penumbra, tras la entrada de la escuela. Soltó la cesta de mimbre y, tras comprobar que ninguno de los asaltantes parecía haber notado su presencia, suspiró y se dejó caer en el suelo, todavía temblando.

-No lo sé, don Luis... Éstos no son simples bandoleros... -dijo finalmente.

Desde la relativa seguridad de la oscuridad pudieron ver como los asaltantes apartaban el primer carro y dejaban pasar la berlina, de cuyo interior salían gemidos y gritos. El conductor azuzó a los caballos y al pasar golpeó la caja del vehículo de los agresores, que volcó. Los bandidos silbaron varias veces a modo de señal y alguien respondió en la lejanía. Luego, entre gritos de triunfo, empujaron la calesa para colocarla de pie y se dividieron en dos grupos que, sin demasiada prisa, subieron a los carromatos. Uno de los últimos miró a su alrededor mientras algunos de sus compañeros se desprendían ya de los pañuelos negros. María Josefa y Luis Gómez retrocedieron y contuvieron el aliento. El tiempo pareció detenerse para ellos; se cogieron de la mano intentando darse fuerza.

El maleante avanzó unos pasos en su dirección. María Josefa y el conserje se acurrucaron en el hueco de la escalera que subía a la planta superior. El mercenario se paró a mirar la nieve frente a la entrada de la escuela de ingenieros: no parecía totalmente lisa; daba la impresión de que alguien la había pisado hacía poco.

-¡Maldita sea, Jáuregui! ¡La policía acabará por aparecer! -ladró uno desde el carruaje.

El aludido permaneció donde estaba. Inquieto, escrutó las sombras de la entrada del edificio buscando señales que delatasen a algún testigo inesperado. Creyó ver algo en el suelo; una cesta o algo parecido.

-¡Maldito idiota, ven de una vez! -gritó de nuevo el que parecía ser jefe del grupo.

Finalmente, el delincuente dio la vuelta y se reunió con sus compinches. Josefa dejó escapar un gemido de alivio al ver marchar el carro.

Su herida seguía sangrando; las palpitaciones de dolor martilleaban con menor intensidad, pero no habían desaparecido. Apartándose los faldones, palpó los bordes del agujero de su pierna: aquello tenía el tamaño de un hueso de aceituna. Se quitó la bufanda y con ella envolvió el tobillo. Aturdido, Luis Gómez no apartaba la vista del improvisado vendaje y de la mancha rojiza que iba creciendo. Ayudó a la mujer a incorporarse, y ella, con manos temblorosas, tomó la cesta y se asomó a la calle con cautela antes de salir. Se dio la vuelta y en el rostro del anciano leyó lo que ella misma estaba pensando: lo mejor que podían hacer era guardar silencio. Echó a andar con dificultad. La casa de socorro de la calle Alcalá no estaba lejos y allí le podrían curar la herida.

Sentía varias cosas a un tiempo: nerviosismo, alivio por no haber sido ella la víctima de la emboscada y pena por los que iban dentro de aquella berlina. Tampoco se le escapaba que sólo alguien con poder y mucho dinero habría podido organizar un asalto semejante y pagar a seis sicarios para llevarlo a cabo.

* * *

La puerta del despacho se abrió bruscamente y José Ángel Montoya supo que algo andaba mal. Pero no se hizo una idea de la gravedad de lo sucedido hasta ver la expresión desencajada del coronel González Nandín y su mano ensangrentada.

-¡Dios mío! -exclamó saltando de su silla-. ¿Qué le ha ocurrido?

Nunca habría imaginado ver a su benefactor con tal aspecto, y dejó escapar una maldición al ver que le faltaba el dedo anular. El coronel llevaba la mano herida envuelta en un precario vendaje que a duras penas contenía la hemorragia.

-Nos han tendido una emboscada. El presidente está muy grave... -masculló el coronel, alterado y con el rostro ceniciento-. Nos bloquearon el paso en la calle del Turco... No creo que el general pase de esta noche.

-Esto es muy serio... ¿Qué va a pasar ahora? -Tomó el brazo del coronel y lo pasó por encima de sus hombros, ayudando al herido a entrar en la estancia.

Lo miró de reojo. El país estaba atravesando una situación terriblemente tensa y aquélla no era la primera vez que atentaban contra el presidente del Gobierno.

-El futuro rey está de camino... Sin el presidente para respaldarlo, temo que la presencia del duque de Aosta sólo sirva para avivar los enfrentamientos -especuló el coronel.

José Ángel lo ayudó a sentarse en la butaca, junto al escritorio. El abogado trataba de mantener la calma, pero no podía apartar los ojos de la bufanda ensangrentada. Ver a aquel hombre en semejante estado le resultaba duro: el secretario del presidente había sido una de las pocas personas que lo habían apoyado en su empeño de estudiar abogacía, e incluso lo había demostrado públicamente. Si él no lo hubiese apadrinado, la universidad nunca habría admitido a un gitano; y mucho menos al nieto del famoso bandolero el Cuervo, que durante años había desvalijado berlinas a punta de trabuco en las afueras de Madrid.

-El general Serrano se ha hecho con el control. Nos ha echado a todos del dormitorio y sólo ha permitido que entraran los médicos. -González curvó las pobladas cejas en una mueca de dolor.

-Debería ir a que alguien le viese esa mano -dijo José Ángel-. Ahora mismo no es mucho lo que podemos hacer... Me temo que sólo nos queda esperar y desear que el presidente se recupere.

Fueron palabras pronunciadas con escasa convicción. Sabía que la última sesión en el parlamento había sido agitada, y que el presidente del Gobierno había logrado un consenso que obligaba a los partidos a pensar en el bien del país antes que en sus propios intereses. Pero, si el general moría, se desvanecería el consenso y el futuro de España no se presentaría muy halagüeño. Por no hablar del recibimiento que podría encontrarse el futuro rey, al que algunos ya apodaban el...
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BOSCO CORTÉS
Menorquín afincado en Ibiza, se define como un apasionado de los libros. Si bien la afición y el sueño de escribir le nació a una edad temprana, la vida lo obligó a elegir una profesión: técnico en electrónica. Pero nunca ha dejado de lado su pasión por la escritura, y muestra de ello son sus múltiples relatos (algunos de ellos finalistas en certámenes) y sus colaboraciones en fanzines, llegando incluso a editar el suyo propio. Durante muchos años trabajó en proyectos literarios que nunca consiguió culminar, hasta que, en 2010, se apuntó a su primer curso de escritura creativa. Y ahora, al fin, nos presenta su primera novela: Conspiración. ¡Matad al presidente!
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