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Mensajes de poniente

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
Spanisch
ediciones Pàmieserschienen am03.06.2024
Escocia, siglo XV. Kenza es la curandera del clan McLeod. La mañana siguiente a la celebración de Ostara sale al bosque en busca de corteza de sauce. Entre la maleza descubre la presencia de seres de Otro Mundo. Para su sorpresa desaparecen ante sus ojos; movida por la curiosidad, se acerca, oye un sonido extraño y... ¡viaja a través del tiempo! El portal que atraviesa no es uno cualquiera: una importante agencia secreta de inteligencia, la FVEY, lleva años realizando este tipo de paseos temporales con finalidades científicas e históricas. Siusan y Elliot Casey serán los primeros en auxiliar a la dama medieval, sin entender del todo su forma de hablar o de vestir o su extraño comportamiento. Su nieto, Owen, se hará cargo de la situación, pues cree que Kenza es una farsante... hasta el día en que se topa con la verdad: los agentes de la FVEY persiguen a la viajera por resultar una amenaza para sus intereses secretos. El camino que Owen y Kenza habrán de emprender para escapar de la amenaza los llevará más lejos de lo que nunca imaginaron. Tratarán de buscar un portal para lograr que Kenza vuelva a su época antes de que la FVEY dé con ella. Owen pronto se dará cuenta de que Kenza es una mujer excepcional, con un carácter inocente pero mezclado con la ferocidad de los antiguos highlanders. A pesar de las circunstancias sus corazones latirán juntos, y poco a poco irán sintiendo una atracción imparable, ¿pero qué estarán dispuestos a sacrificar para que su historia de amor entre siglos pueda sobrevivir?

Jane Hormuth nació en 1984 y vive en Gran Canaria. Escribe bajo el pseudónimo de Jane Hormuth o de Yara Medina según el estilo que utilice. Es licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas. Sumergirse en intensas historias de amor, viajar en el tiempo y conocer lugares lejanos despertaron en ella las ganas de crear historias. Escribe novelas desde hace más de diez años. En 2014 decidió que era hora de que vieran la luz. En su web ventanaalpasado.com intenta que cada persona que se asome a su ventana conozca un poco mejor sus novelas. Con Mensajes de poniente termina esta serie de novelas autoconclusivas que se inició con el éxito de La mensajera de Elphame y siguió con Mensajes del sur, Mensajes del norte y Mensajes de oriente.
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Verfügbare Formate
BuchKartoniert, Paperback
EUR26,00
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR4,99

Produkt

KlappentextEscocia, siglo XV. Kenza es la curandera del clan McLeod. La mañana siguiente a la celebración de Ostara sale al bosque en busca de corteza de sauce. Entre la maleza descubre la presencia de seres de Otro Mundo. Para su sorpresa desaparecen ante sus ojos; movida por la curiosidad, se acerca, oye un sonido extraño y... ¡viaja a través del tiempo! El portal que atraviesa no es uno cualquiera: una importante agencia secreta de inteligencia, la FVEY, lleva años realizando este tipo de paseos temporales con finalidades científicas e históricas. Siusan y Elliot Casey serán los primeros en auxiliar a la dama medieval, sin entender del todo su forma de hablar o de vestir o su extraño comportamiento. Su nieto, Owen, se hará cargo de la situación, pues cree que Kenza es una farsante... hasta el día en que se topa con la verdad: los agentes de la FVEY persiguen a la viajera por resultar una amenaza para sus intereses secretos. El camino que Owen y Kenza habrán de emprender para escapar de la amenaza los llevará más lejos de lo que nunca imaginaron. Tratarán de buscar un portal para lograr que Kenza vuelva a su época antes de que la FVEY dé con ella. Owen pronto se dará cuenta de que Kenza es una mujer excepcional, con un carácter inocente pero mezclado con la ferocidad de los antiguos highlanders. A pesar de las circunstancias sus corazones latirán juntos, y poco a poco irán sintiendo una atracción imparable, ¿pero qué estarán dispuestos a sacrificar para que su historia de amor entre siglos pueda sobrevivir?

Jane Hormuth nació en 1984 y vive en Gran Canaria. Escribe bajo el pseudónimo de Jane Hormuth o de Yara Medina según el estilo que utilice. Es licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas. Sumergirse en intensas historias de amor, viajar en el tiempo y conocer lugares lejanos despertaron en ella las ganas de crear historias. Escribe novelas desde hace más de diez años. En 2014 decidió que era hora de que vieran la luz. En su web ventanaalpasado.com intenta que cada persona que se asome a su ventana conozca un poco mejor sus novelas. Con Mensajes de poniente termina esta serie de novelas autoconclusivas que se inició con el éxito de La mensajera de Elphame y siguió con Mensajes del sur, Mensajes del norte y Mensajes de oriente.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788410070172
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2024
Erscheinungsdatum03.06.2024
SpracheSpanisch
Dateigrösse3822 Kbytes
Artikel-Nr.14736155
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


1

Escocia, siglo xv

Kenza McLeod solía adentrarse en el bosque hacia el amanecer. Una talega cargada de tarros y saquitos hechos con retales era su única compañía. La curandera del clan McLeod había sido aprendiz de la afamada lady Aila, una mujer con dones místicos a la que todos llamaban «la mensajera de Elphame». Fue esta hechicera quien le mostró la magia de las palabras y le enseñó a leer y a escribir. El tiempo que Aila vivió entre los muros del castillo de Craig trajo consigo que ambas mujeres forjaran lazos de amistad. El castillo de Craig había sido morada de los McLeod desde hacía siglos, y en él varios de sus guerreros habían protagonizado grandes hazañas y aventuras que sus muros guardaban con celo. Tras la partida de Aila al contraer esta matrimonio con el laird de los Mackenzie, Kenza se quedó a cargo de la salud de su clan. La acompañaba la vieja Muriel, heredera de los cuidados y conocimientos antiguos de las curanderas de la zona.

Añoraba la presencia de Aila, pero la correspondencia con ella permitía que mantuvieran su complicidad. Las misivas llegaban con relativa asiduidad, y en ellas se consultaban remedios, hablaban de los partos que habían asistido e intercambiaban opiniones sobre cómo abordar según qué heridas y dónde hallar las hierbas concretas. Aprovechaban aquellos trozos de papiro con letra bien apretada para que no faltara detalle. Los párrafos finales los dedicaban a informar sobre algún que otro chisme de la comunidad. Kenza adoraba imaginarse la rutina de una castellana con poderes mágicos y cinco diablillos que criar. Ella, por su parte, se había centrado en su labor como sanadora. A pesar de haber consentido que algún guerrero la cortejara, ninguno había logrado que deseara desposarse. Kenza poseía un alma romántica pero bastante escéptica con respecto a sí misma. No estaba segura de que existiera un hombre que viera con buenos ojos que asistiera a sus vecinos sin que le exigiera un compromiso marital mucho mayor del que estaba dispuesta a dar.

Aquel día Kenza llevaba más de una hora de camino cuando volvió a recordar la conversación que había mantenido con Aila la última vez que se vieron. Levantó la vista del suelo para observar la vereda del río por el que se guiaba para dar con un sauce blanco en concreto. Necesitaba más corteza para los enfermos. El invierno resultó ser más frío de lo normal, y muchos padecían de calenturas. A lo lejos divisó la construcción cilíndrica que todos conocían como «Broch». Nadie sabía desde cuándo estaba allí, pero muchos solían coger las piedras que lo formaban para construir sus propias viviendas.

Kenza se aproximó hasta el antiguo torreón, pues solía tomarlo como referencia para dar con el árbol. En cuanto estuvo frente a su tronco visualizó los últimos cortes sobre la superficie. Kenza sacó su athame, el cuchillo que siempre la acompañaba para realizar cortes con precisión, se puso de rodillas y pidió al sauce que le permitiera llevarse un trozo para la sanación. Eran lecciones que había aprendido de Aila. Por aquellas tierras se amaba y respetaba a la Madre Naturaleza a partes iguales. La última vez que Aila y Kenza se vieron fue cuando Aila vino a asegurarse de que el entrañable Irvyng, amigo de la infancia, lograba escapar con vida del reino de Escocia junto a su esposa, Suomi: esta era objeto de una injusta persecución por parte de la Corona escocesa.

Mientras comenzaba con la tarea, Kenza recordó, estando junto con su amiga Elinor, las extrañas palabras de Aila antes de partir.

-Mi querida amiga -le dijo mientras la abrazaba-. El cielo sabe cuánto te echaré de menos. Tengo una sensación amarga cuando pienso en nuestra separación.

-Ay, Aila, pero no será definitiva -le contestó con una carcajada Kenza-. Siempre nos decimos adiós, pero sabemos que es un hasta pronto. Algún acontecimiento hará que nos reencontremos. Estoy segura.

La hechicera sonrió, pero la alegría no alcanzó a iluminar sus ojos verdes. Aila contempló el rostro de Kenza, salpicado de pecas, sus ojos color del cielo y su pelo rojizo recogido en un severo moño de donde escapaban algunos mechones rebeldes. Se encogió de hombros para desechar una idea que pasaba por su mente antes de volver a rodear con sus brazos a Kenza.

-Pero siento que esta vez pasará demasiado tiempo hasta que algo parecido suceda -le comentó su amiga con la boca cerca de su oído.

Todas las alarmas prendieron en el interior de la pelirroja. Separó a Aila de ella para leer la expresión de su rostro. Fue contundente al hablar:

-Aila, solo una cosa podría alejarme de ti antes del día de mi muerte: que no me reveles los mensajes de los dioses que versan sobre mí. No soy Clarion, a quien mandaste a buscar a Elinor sin saber en dónde se metía. Ni tampoco soy Archie, quien viajó al norte ajeno a las batallas que tendría que lidiar. Y mucho menos soy Irvyng, pues te recuerdo que no lo avisaste de que el destino mostraba que le iban a poner precio a su cabeza. Dime lo que sabes.

-Confieso que he soñado contigo -Aila la miró con derrota-, pero todo me resultaba demasiado confuso. No he tenido una revelación clara como me ha ocurrido con los otros McLeod. Tan solo prométeme una cosa -la fuerza de las manos de Aila tomando las suyas la asustó-: si algún viaje te conduce hacia Occidente, un barco, la llamada de algún miembro del clan Clanranald o, quién sabe, si las gentes de Irlanda quieren llevarte con ellos, por favor, envíame una misiva.

Elinor, esposa de Clarion, anglosajona de nacimiento y escocesa por amor, intervino en la conversación.

-¿Acaso le ha llegado la vez a nuestra querida Kenza? -preguntó con socarronería mientras se colgaba del brazo de la aludida. Ella hacía referencia a que a cada vaticinio de Aila lo acompañaba un romance implícito.

-¡No! -respondió Kenza con rapidez, aunque dudó, y por ello volvió su rostro hacia Aila-. No es cierto, ¿verdad?

-Como te he dicho, todo me resulta confuso -se explicó la mensajera de Elphame-. Te veo partir de manera tan veloz que nadie sabrá nada de ti, y no tendrás tiempo de avisar. Y de ahí mi insistencia: tienes que ponerte en contacto con nosotros antes de que emprendas ese viaje que veo en mis sueños.

Kenza insistió en que le otorgara más información.

-¿Qué más ves? ¿Cómo es el lugar al que iré? Me llenas de temor.

-Debes confiar en los dioses -le aconsejó Aila antes de levantar un dedo admonitorio-. Bien sabes que no me gusta aventurarme, pues enseguida todos os imagináis la desgracia.

-Puede que, como al resto, ese viaje te lleve a la persona a la que amarás de por vida -la animó Elinor.

-Por más prendada que quede de algún caballero, jamás desaparecería sin hablaros de mis tan peculiares nuevas -aseveró Kenza mientras asimilaba el confuso vaticinio.

-Todo lo que sé me llega a través de sueños, no de visiones -aclaró Aila-. De ahí que se entremezcle en mi memoria. Por momentos no te alejas, en otros te diriges hacia occidente, a Irlanda, y en ocasiones estás en estas tierras, pero con un escenario muy distinto al que conozco.

-Aila, no estás siendo de ayuda. -Kenza elevó las cejas para recalcar sus palabras.

La hechicera tomó aire, clamó elocuencia al cielo y volvió a posar sus ojos en los de su asustada amiga.

-Da igual lo que ocurra: siempre podrás recurrir a mí -terminó por decirle-. Allá a donde los dioses te envíen yo te acompañaré. Solo tienes que mandarme una señal y acudiré en tu busca.

Elinor hizo una mueca, pues la tensión que percibió en Aila no auguraba nada bueno. Miró el perfil de Kenza cuando esta parpadeaba tratando de entender aquel embrollado vaticinio. Apretó más su contacto con ella antes de decir:

-También podrás contar con mi ayuda, Kenza. Los lazos que nos unen son tan fuertes como los de una familia. Siempre nos tendrás para lo que necesites. Hasta Irvyng volvería a riesgo de poner su pellejo en peligro para socorrerte. -Hizo una pausa para preguntar a Aila-: ¿Para cuándo se espera tal acontecimiento?

-Para Ostara; una gran luna llena será quien lo presencie -fue la respuesta que surgió de los labios de la mensajera de Elphame, cuya expresión evidenciaba sus ganas por esclarecer el futuro de su querida amiga-. No temas, mi buena Kenza, porque tu interior está lleno de luz, y allá a donde has ido has encontrado amor. Pocos se resisten a tu nobleza, eres inteligente para lidiar con los egos y por ello te escurres con facilidad de los conflictos. No pierdas tu buen humor, pues en él te apoyas tanto en los malos como en los buenos momentos. Auguro felicidad, de eso puedes estar segura.

Elinor soltó a Kenza para que esta volviera a abrazar a Aila. Emocionadas, trataron de insuflarse fuerza a través de sus sonrisas. Seelie, la bebé que Aila cargaba a la espalda, protestó en aquel instante. Escucharon un chillido antes de la explosión que trajo el llanto para participar de la despedida.

-¡Oh! -exclamó Aila-. Mi hija también desea expresar su tristeza ante nuestra partida.

Kenza rodeó a la madre para posar sus labios sobre la frente de la recién nacida. El llanto cesó ante el contacto. La pelirroja se enterneció al observar las muecas y los sonidos parecidos a maullidos que surgieron del interior del arrullo que sería su medio de transporte hasta su hogar. Seelie, quien había heredado el don de su progenitora, volvió a sumirse en un profundo sueño.

Elinor y Kenza intercambiaron...

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Autor

Jane Hormuth nació en 1984 y vive en Gran Canaria. Escribe bajo el pseudónimo de Jane Hormuth o de Yara Medina según el estilo que utilice. Es licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas.
Sumergirse en intensas historias de amor, viajar en el tiempo y conocer lugares lejanos despertaron en ella las ganas de crear historias. Escribe novelas desde hace más de diez años. En 2014 decidió que era hora de que vieran la luz. En su web ventanaalpasado.com intenta que cada persona que se asome a su ventana conozca un poco mejor sus novelas.
Con Mensajes de poniente termina esta serie de novelas autoconclusivas que se inició con el éxito de La mensajera de Elphame y siguió con Mensajes del sur, Mensajes del norte y Mensajes de oriente.

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