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Veinticuatro ojos

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
256 Seiten
Spanisch
NOCTURNAerschienen am25.11.20221. Auflage
En 1928, en una pequeña aldea pesquera de Japón, la joven y moderna maestra Hisako Oishi empieza a dar clase a doce niños, los veinticuatro ojos que serán testigos de su primer año formativo como profesora. Al principio, los métodos de enseñanza poco ortodoxos de la nueva maestra, su sentido del humor y su aire de chica de ciudad provocan cierto recelo en la comunidad, aunque pronto niños y adultos caen bajo su encanto. Sin embargo, unos años después, la guerra cambiará sus vidas para siempre... Publicada en 1952, Veinticuatro ojos es la novela más célebre de Sakae Tsuboi, una conmovedora historia antibélica sobre una mujer que, en los años cuarenta, defiende la libertad de pensamiento y el derecho de las niñas a recibir una buena educación. En Japón se ha adaptado dos veces al cine y a varias series de televisión, y sigue siendo constantemente reeditada.

Sakae Tsuboi nació en la isla de Shôdoshima, Japón. Tras finalizar la escuela primaria, empezó a trabajar para ayudar a mantener a su familia y en 1925 se mudó a Tokio, donde contrajo matrimonio con el escritor Shigeji Tsuboi, al que luego encarcelarían y torturarían por sus ideas de izquierdas. Con su debut en 1938 inició una popular y prestigiosa carrera literaria que culminaría con Veinticuatro ojos (1952), su novela más premiada. Murió en 1967, el mismo año en que se la nombró ciudadana honoraria de la prefectura de Kagawa.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR24,50
E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
EUR6,99

Produkt

KlappentextEn 1928, en una pequeña aldea pesquera de Japón, la joven y moderna maestra Hisako Oishi empieza a dar clase a doce niños, los veinticuatro ojos que serán testigos de su primer año formativo como profesora. Al principio, los métodos de enseñanza poco ortodoxos de la nueva maestra, su sentido del humor y su aire de chica de ciudad provocan cierto recelo en la comunidad, aunque pronto niños y adultos caen bajo su encanto. Sin embargo, unos años después, la guerra cambiará sus vidas para siempre... Publicada en 1952, Veinticuatro ojos es la novela más célebre de Sakae Tsuboi, una conmovedora historia antibélica sobre una mujer que, en los años cuarenta, defiende la libertad de pensamiento y el derecho de las niñas a recibir una buena educación. En Japón se ha adaptado dos veces al cine y a varias series de televisión, y sigue siendo constantemente reeditada.

Sakae Tsuboi nació en la isla de Shôdoshima, Japón. Tras finalizar la escuela primaria, empezó a trabajar para ayudar a mantener a su familia y en 1925 se mudó a Tokio, donde contrajo matrimonio con el escritor Shigeji Tsuboi, al que luego encarcelarían y torturarían por sus ideas de izquierdas. Con su debut en 1938 inició una popular y prestigiosa carrera literaria que culminaría con Veinticuatro ojos (1952), su novela más premiada. Murió en 1967, el mismo año en que se la nombró ciudadana honoraria de la prefectura de Kagawa.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788418440748
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2022
Erscheinungsdatum25.11.2022
Auflage1. Auflage
Seiten256 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse2172 Kbytes
Artikel-Nr.11907328
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


1

La maestra Koishi

Si diez años componen una historia, el inicio de este relato se remonta a dos décadas y media anteriores al tercer año de la Era Showa (1928). Por aquel entonces, en Japón se reformó el sistema electoral, se estableció el sufragio universal y en febrero se celebraron las primeras elecciones enmarcadas en la nueva ley.

Dos meses más tarde, el cuatro de abril, se asignó a una joven maestra a una aldea solitaria en la costa del mar interior de Seto, un entorno de montaña dedicado a la agricultura y la pesca. Esa pequeña población -con poco más de cien casas- se hallaba en el extremo de un estrecho y largo cabo que formaba una bahía prácticamente cerrada, por lo que más que una bahía parecía un lago. Para llegar al pueblo y a las aldeas de la orilla opuesta, había que cruzar el mar en barca o caminar pacientemente a través de la senda montañosa que serpenteaba a lo largo del cabo.

Como la aldea estaba tan mal comunicada, los alumnos de primaria asistían durante los cuatro primeros cursos a la escuela filial en la misma aldea y a partir de quinto comenzaban a desplazarse a diario a la escuela principal1 del pueblo situado a cinco kilómetros de distancia. Cada jornada sus sandalias de paja, hechas a mano, se rompían de tanto ir y venir. Pero todos los alumnos se enorgullecían de esto y era motivo de alegría estrenar sandalias nuevas cada mañana. Confeccionar sus sandalias con sus propias manos era una tarea que se les asignaba a partir del quinto curso. Les entretenía reunirse cada domingo en casa de uno y preparar los pares necesarios para toda la semana. Los niños pequeños los observaban con envidia y aprendían a hacerlas con solo mirar. Para esos pequeños, llegar a quinto significaba poco menos que independizarse, y eso que las clases en la escuela de la aldea eran muy amenas.

En esta escuela filial solo había dos maestros: como si fuese una regla establecida, siempre enviaban a un maestro mayor y a una maestra tan joven que podría ser su hija. Había otra costumbre más: el maestro residía en la sala de guardia, colindante con la sala de profesores que hacía las veces de oficina, y se ocupaba de tercero y cuarto cursos. Y la maestra acudía a diario a la escuela, tras recorrer un largo camino, y se ocupaba de los dos primeros cursos, de las clases de Canto2 de todos los cursos y de la clase de Costura de las alumnas de cuarto. Los alumnos nunca los llamaban por su nombre, sino simplemente maestro y maestra. Y en tanto que un maestro permanecía durante años en la escuela de la aldea, con la humilde aspiración de jubilarse y vivir de la pensión en un futuro próximo, a la maestra se la trasladaba a otra escuela al cabo de un año o dos como máximo. Se rumoreaba que esa costumbre tenía la doble finalidad de asignar el último empleo a un maestro mediocre, sin posibilidades de ascender al puesto de director, y de adjudicar un duro destino a una maestra principiante. Aunque no se sabía si este rumor era del todo cierto.

Ahora retrocedamos al cuatro de abril, el primer día de curso del tercer año de la Era Showa. Esa mañana, los alumnos de quinto curso en adelante de la aldea del cabo se apresuraban alegremente por el camino de cinco kilómetros hacia la escuela principal. Todos estaban emocionados por haber pasado de curso y aligeraban el paso sin pararse a pensarlo. La ilusión de llevar libros de texto nuevos en su mochila y la perspectiva de aprender de los maestros nuevos en un aula nueva hacía que incluso el camino habitual les pareciera nuevo. También había otra razón para tanto júbilo: en ese camino iban a encontrarse con la nueva maestra asignada a la escuela filial.

-¿Qué tal será la tipa esta, la nueva maestra? -inquirió uno de los muchachos de la primaria superior, refiriéndose a ella con deliberada descortesía.

-He oído que la de esta vez es una recién graduada de un instituto de secundaria femenino.

-Nada, que nos toca otra novata.

-Pero si siempre envían una aprendiza a la escuela del cabo, ¿no?

-Como somos una aldea pobre, hay que conformarse con una aprendiza.

A las maestras asistentes que se habían graduado en los institutos de secundaria3 femenina y no en las escuelas estatales femeninas de magisterio4, los aldeanos adultos de lengua viperina las apodaban «aprendizas». Y por eso los muchachos los imitaban, no por malicia. Los alumnos de quinto que por primera vez iban al colegio por ese camino se mostraban desorientados mientras escuchaban a los mayores con la discreción propia de quien se acaba de incorporar a un grupo. Sin embargo, cuando reconocieron a la persona que se acercaba de frente, fueron los nuevos de quinto los primeros en exclamar con alegría:

-¡Ah, la maestraaa!

Se trataba de la maestra Kobayashi, de la que habían sido alumnos hasta hacía poco. Incluso ella, que solía cruzarse con este grupo brevemente tras responder a su saludo con una leve reverencia, este día se detuvo y miró con añoranza los rostros de todos uno por uno.

-Hoy tenemos que despedirnos definitivamente. Ya no volveremos a encontrarnos más por aquí. Seguid estudiando mucho, ¿de acuerdo?

Su tono emocionado hizo que asomaran las lágrimas en los ojos de algunas muchachas. Solo la maestra Kobayashi había roto con la costumbre del periodo limitado de permanencia de las jóvenes maestras, y había continuado en la aldea tres años y medio después de que su predecesora hubiera abandonado el puesto por enfermedad. Por tanto, todos los alumnos allí presentes habían estudiado con ella al menos un curso. Y la maestra Kobayashi había establecido además otra excepción. Por lo general, los alumnos se enteraban del cambio el primer día del nuevo curso, pero ella se lo había anunciado con diez días de antelación. El veinticinco de marzo, cuando los alumnos regresaban de la escuela principal tras asistir al acto de clausura del curso, ella se despidió de todos y les regaló una caja de caramelos a cada uno casi en el mismo lugar donde ahora se encontraban. Y por eso, aunque estaban convencidos de que esa mañana se iban a encontrar a la nueva maestra por el camino, antes se habían topado con su anterior maestra. Tal vez ella se dirigía a la escuela filial para despedirse de los pequeños que seguían allí.

-¿Y la nueva maestra? -preguntó alguien.

-Supongo que no tardará en presentarse -respondió la maestra Kobayashi.

-¿Cómo es?

-No la conozco aún.

-¿Otra recién graduada de la secundaria femenina?

-En serio, no sé nada. Pero portaos bien con ella, os lo ruego. -La maestra Kobayashi sonrió.

Ella también había sufrido numerosas burlas en ese mismo recorrido durante su primer año, y hasta había llorado sin poder contenerse delante de los alumnos. Los que la hicieron llorar ya no estaban entre los presentes, pero eran sus hermanos mayores. Los muchachos que iban a la escuela principal sabían de la leyenda de que casi todas las maestras asignadas a la escuela del cabo terminaban llorando una vez por lo menos. Se morían de curiosidad por conocer a la sucesora de la maestra Kobayashi, quien había permanecido con ellos cerca de cuatro años. Incluso después de haberse despedido de ella, todos continuaron ideando estrategias a la espera de la aparición de la nueva maestra.

-¿Y si la llamamos a voz en grito «señorita Batataaa»?

-¿Y qué hacemos si no es del instituto de la Batata?

-Seguro que lo es.

Esa región era la tierra de las batatas y el instituto de secundaria femenino se hallaba en medio de los campos de cultivo de esos tubérculos, de modo que los estudiantes se habían inventado ese mote. La maestra Kobayashi también había estudiado en ese instituto. Los muchachos, muy seguros de que la sucesora sería del mismo centro, cada vez que doblaban la calle estaban ojo avizor, pero finalmente salieron a una amplia carretera del pueblo sin haberse encontrado con la recién graduada del instituto de la Batata. Al mismo tiempo, olvidándose por completo de la nueva maestra, se pusieron a trotar, porque el gran reloj situado en la posada de la carretera, al que miraban por costumbre, iba diez minutos adelantado. Pero el reloj no estaba adelantado, sino que eran ellos los que iban con retraso por haberse entretenido hablando con la maestra Kobayashi. Mientras hacían traquetear los lápices dentro de los estuches que llevaban a la espalda o bajo el brazo, todos echaron a correr levantando una nube de polvo.

De camino a casa, ese día recordaron a la nueva maestra cuando llegaron al sendero montañoso que se desviaba de la carretera hacia el cabo. Otra vez la maestra Kobayashi se acercaba de frente. Iba vestida con un kimono formal de largas mangas de los que llevan las solteras y movía las manos de manera extraña mientras hacía ondear las mangas colgantes.

-¡Maestra!

-¡Maestraaa!

Todas las muchachas echaron a correr. A medida que distinguían el rostro sonriente de la maestra, se dieron cuenta de que sus manos hacían como que tiraban de una cuerda invisible y estallaron en risas. La maestra Kobayashi, como si tirase de la cuerda de verdad hacia ella, continuó moviendo las manos alternativamente hasta que atrajo a todas y se detuvo.

-¿Ha llegado la nueva maestra? -preguntó una chica.

-Sí, pero ¿por qué lo preguntáis tantas veces?

-¿Aún está en la escuela?

-Ah, es...
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Autor

Sakae Tsuboi nació en la isla de Shôdoshima, Japón. Tras finalizar la escuela primaria, empezó a trabajar para ayudar a mantener a su familia y en 1925 se mudó a Tokio, donde contrajo matrimonio con el escritor Shigeji Tsuboi, al que luego encarcelarían y torturarían por sus ideas de izquierdas. Con su debut en 1938 inició una popular y prestigiosa carrera literaria que culminaría con Veinticuatro ojos (1952), su novela más premiada. Murió en 1967, el mismo año en que se la nombró ciudadana honoraria de la prefectura de Kagawa.