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Devórame, Kevin

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
135 Seiten
Spanisch
ediciones Pàmieserschienen am17.06.2024
Taylor Lanson, cansada de depender de los hombres desde adolescente, se ha convertido en una joven independiente y en la única dueña de su destino. Por su parte, el marine Kevin Jones arrastra una pesada carga tras la muerte de su esposa, Claire, que lo lleva a rechazar todas las relaciones que impliquen estabilidad... hasta que conoce a una explosiva y alocada mujer de ojos azules. Su descaro y su sensualidad hacen que la desee como nunca antes había deseado a nadie. Sin poder controlar la inminente atracción que sienten, Taylor aceptará aventurarse en una apasionada relación con el atractivo marine, sin ser consciente de que, una vez superados sus miedos, él está dispuesto a todo por conquistar su corazón.

Es el seudónimo que utilizo para escribir novelas románticas eróticas. Nací en Sevilla en 1995, en plena primavera. Desde muy pequeña he pasado la mayor parte de mi tiempo leyendo libros que me transportaban a otros lugares, hasta que, a los dieciocho años, llegué a la conclusión de que quería crear mis propias historias, donde los protagonistas viviesen intensas historias de amor. Para mí, los ingredientes fundamentales para una buena novela romántica son el erotismo, las aventuras y un buen final feliz. Cuando no escribo, veo una película, leo o doy largos paseos junto a mis perros, Melón y Gazpacho, o voy a montar con mi yegua, Luna. Devórame, Kevin es mi última novela con Phoebe, después de Una sola noche y Sin límites en 2021; La tentación, El pacto, Siempre fuiste tú y Al final era él en 2022; El cielo en llamas, Mi guardián, Las tres reglas de mi jefe y Las noches que te debo en 2023 y A solas con mi jefe, Adicta a Scott y Noches de tormenta en 2024.
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Produkt

KlappentextTaylor Lanson, cansada de depender de los hombres desde adolescente, se ha convertido en una joven independiente y en la única dueña de su destino. Por su parte, el marine Kevin Jones arrastra una pesada carga tras la muerte de su esposa, Claire, que lo lleva a rechazar todas las relaciones que impliquen estabilidad... hasta que conoce a una explosiva y alocada mujer de ojos azules. Su descaro y su sensualidad hacen que la desee como nunca antes había deseado a nadie. Sin poder controlar la inminente atracción que sienten, Taylor aceptará aventurarse en una apasionada relación con el atractivo marine, sin ser consciente de que, una vez superados sus miedos, él está dispuesto a todo por conquistar su corazón.

Es el seudónimo que utilizo para escribir novelas románticas eróticas. Nací en Sevilla en 1995, en plena primavera. Desde muy pequeña he pasado la mayor parte de mi tiempo leyendo libros que me transportaban a otros lugares, hasta que, a los dieciocho años, llegué a la conclusión de que quería crear mis propias historias, donde los protagonistas viviesen intensas historias de amor. Para mí, los ingredientes fundamentales para una buena novela romántica son el erotismo, las aventuras y un buen final feliz. Cuando no escribo, veo una película, leo o doy largos paseos junto a mis perros, Melón y Gazpacho, o voy a montar con mi yegua, Luna. Devórame, Kevin es mi última novela con Phoebe, después de Una sola noche y Sin límites en 2021; La tentación, El pacto, Siempre fuiste tú y Al final era él en 2022; El cielo en llamas, Mi guardián, Las tres reglas de mi jefe y Las noches que te debo en 2023 y A solas con mi jefe, Adicta a Scott y Noches de tormenta en 2024.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788410070202
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2024
Erscheinungsdatum17.06.2024
Seiten135 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse3291 Kbytes
Artikel-Nr.15261189
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe



1

-Son los peores pasteles que he probado en mi vida -musitó Andrea, una de las dos mejores amigas de Taylor, poniendo cara de asco-. Buf, son horribles. ¿Los has preparado tú? He pensado hasta que estaban caducados, como si los hubieras dejado al aire hasta que se han puesto duros como piedras.

Taylor, con un delantal negro con una calavera estampada, llevó la mirada al techo de su cocina mientras sacaba otra bandeja del horno con unos viejos guantes de cocina de color rosa que odiaba a muerte. El olor que salía de allí era neutral: era como si todavía no se hubiera cocinado nada en él.

-No digas tonterías -le replicó a su amiga, y se preparó para soltar lo que estaba deseando contarle-. Voy a abrir una cafetería-pastelería en el centro de Nueva York.

-¡¿Tú, una pastelería?! -gritó Andrea llevándose las manos a la cabeza mientras miraba con temor la nueva bandeja que había sacado Taylor-. Dios mío, ¿desde cuándo? ¿Para eso querías que viniese, para darme esta noticia? Pues lamento decirte esto, pero te va a durar el negocio un mes.

Taylor miró a su amiga con una ceja alzada.

-Vaya, pensaba que estando con Scott te habrías vuelto más dulce, pero veo que sigues siendo igual de malévola.

Andrea había vuelto con Scott, su novio de adolescencia, después de muchos años separados, y ahora eran una pareja estable. Andrea suspiró y se colocó a su lado, enfrente de la nueva bandeja, que era de galletas. Cogió una con cuidado y sonrió.

-Sabes que te apoyaré y que iré a diario a tu pastelería. Pero no entiendo por qué quieres dejar a un lado el diseño de moda. Ya sabes, modelos guapos con los que liarte sin complicaciones... Pensaba que era tu meta laboral.

-Y yo, pero necesito hacer algo más con mi vida. -Miró la galleta que su amiga tenía en la mano-. ¿Vas a darle un mordisco o no?

-¿Vas a decirme por qué te vas a meter a pastelera? Tay, por si no te has dado cuenta, eres la mujer más moderna e independiente que conozco. Odias la cocina, los niños, los novios tiernos y el color rosa. ¿Se puede saber por qué demonios...?

Andrea se interrumpió cuando el timbre sonó dos veces.

Mirando a Taylor con cautela, esta fue hacia la puerta de su apartamento sin quitarse el delantal negro con la calavera y los guantes rosas.

La dulce y melodiosa voz de Irina, la tercera amiga del grupo, madre soltera, rusa de nacimiento y modelo de profesión, sonó junto a la infantil de Amy, su hija. La niña corrió a los brazos de Taylor para luego ir a la cocina a saludar a Andrea.

-Pero mira quién ha venido a vernos... -musitó Andrea.

-Llegas en un momento perfecto. Acaban de salir las galletas -dijo Taylor.

Irina fue hacia la cocina y miró a Andrea con duda.

-Mmm... ¿Cocinas? -Hizo una pausa y clavó sus ojos en Andrea-. ¿Cocinaba Tay? No lo recuerdo. Pensaba que lo odiaba.

El cascabel que llevaba Salem, el gato negro de Taylor, sonó desde el salón al tiempo que se escuchó también un ronroneo ronco. Amy soltó un chillido y fue corriendo hacia el salón con los brazos extendidos.

-Voy a abrir una pastelería -repitió Taylor, ahora para que lo supiera Irina. Levantó unos muestrarios de colores de pintura para paredes-. He alquilado un pequeño local, y estoy eligiendo los colores adecuados para la decoración más los muebles.

Irina abrió los ojos de par en par y miró a Andrea.

-¿Qué le ha pasado? ¿Se ha dado un golpe en la cabeza mientras se duchaba o por el contrario Kevin la ha endulzado a polvos?

-¿Qué demonios os pasa? ¿Por qué tengo que haberme dado un golpe en la cabeza para que quiera dedicarme a la hostelería? Además, con Kevin solo han sido un par de polvos.

Kevin era un marine amigo y compañero de Scott. Todos sabían que estaba loco por Taylor, pero ella no parecía querer una relación estable.

-Quizás porque nunca te ha gustado, Tay. Odias cocinar.

-¡Eso no es verdad! -exclamó-. Me encantan los pasteles.

-Comértelos, no hacerlos. -Andrea resopló.

-¿Y no has llegado a pensar que quizás tenga mucho éxito, pueda contratar empleados y no tenga que trabajar yo? -replicó. Se quitó los guantes y los dejó sobre la encimera-. Una franquicia. Como Starbucks.

Irina, adoptando el papel de madre, fue hacia ella y la envolvió en un fuerte abrazo.

-Cariño, ¿te ha tocado Kevin la fibra sensible?

Taylor se separó con brusquedad, lo que hizo que la modelo rusa estuviese a punto de caerse al suelo.

-¡No! ¿Qué fibra sensible? Quiero ser empresaria... lejos de la moda.

-¿Y por qué no empresaria en otro sector? ¿Por qué en el de la hostelería? -inquirió Andrea, alejándose de las duras y calientes galletas-. No sé cómo estarán las galletas, pero he probado los otros pasteles y están horribles.

Ira se acercó a la bandeja y cogió una de las galletas.

-Quizás no estén tan malas.

Taylor asintió e hizo un gesto para que su amiga le diera un mordisco. Al hacerlo Irina, sonó un fuerte chasquido seguido de un juramento en ruso.

-Mierda... -musitó-. Creo que me he roto algo.

-Una muela, seguramente. -Andrea se rio-. Tay, soy tu amiga y te quiero, pero creo que deberías hacer otra cosa.

-No están tan malas... -Irina sonrió con esfuerzo-. Se pueden mejorar, y seguro que con una buena publicidad te haces un hueco.

-Y ahí es donde entras tú. Serás la modelo de mi campaña, ¿qué te parece? Con lo buena que estás tendré el local repleto de tíos, y Andrea, con que se traiga a los marines amigos de Scott, me asegurará clientela femenina. ¿No es perfecto?

-Eeeh... Taylor... -Andrea se echó hacia atrás el largo pelo castaño-. No son amigos míos ni nada por el estilo. Ellos trabajan, es decir, no son tíos que se pongan el uniforme para provocar orgasmos por la calle y...

-¿Es que acaso vas a negarme un favor de nada? -la interrumpió Taylor secamente mientras se quitaba el delantal de un tirón-. Quiero ser hostelera, ¿por qué no me apoyas en esto?

Al ver la seriedad en el rostro de su amiga, Andrea guardó silencio. ¿De verdad su sueño era cocinar pasteles? Miró de reojo a Irina. Sus azules ojos estaban clavados en ella con reproche; ¿se habría pasado quizás?

Andrea había pensado desde el principio que iba a ser una broma, que Taylor finalmente se reiría y le diría que tantos orgasmos con Scott le habían nublado el cerebro al creerla.

Pero no, aquel momento no llegaba.

Y parecía que no iba a llegar.

Extrañada, se encogió de hombros.

-Claro que te apoyo, aunque creo que acabarás aburriéndote de esto a las dos semanas. Irina hará de modelo y yo intentaré que Scott convenza a sus amigos, de acuerdo...

-... menos a Kevin.

-Menos a Kevin, para que... Espera. -Andrea la miró con una ceja alzada-. ¿Cómo que menos a Kevin?

-Kevin está coladito por ti. Le romperías el corazón si no lo invitases -aseguró Irina.

-Ira, cállate. No me hagas sentir mal, porque no lo vas a conseguir. Kevin se queda fuera de esto y no hay más de que hablar. -Taylor cogió la primera bandeja de pasteles y los tiró a la basura sin ningún miramiento. Iba a hacer lo mismo con la bandeja de las galletas cuando sonrió y miró a sus amigas. Las dos dieron un pequeño salto, sorprendidas.

Se acercó poco a poco a ellas con una sonrisa en el rostro.

-Ya que ambas me apoyáis y habéis dicho que vais a ayudarme...

-Mmm... Eso no ha quedado claro, Tay... -dijo Andrea.

-... vamos a celebrarlo. Una galleta para cada una y... -fue hacia la nevera y sacó la leche- un vaso de leche para acompañarlas.

-¿Leche? -Andrea bufó-. Esto se pone cada vez peor. ¿No puede ser café, batido o...?

-Leche -dijo Taylor con determinación.

En ese momento entró Amy cargando con un agotado Salem, que intentaba huir de los pequeños pero fuertes brazos de la niña.

-¿Galletas y leche? ¡Yo quiero!

-Oh, yo te doy mi galleta y mi vaso de leche. Yo tengo que irme ya; Scott está esperándome -exclamó Andrea con falsa tristeza-. Bueno, otro día me invitas, Tay.

-No te preocupes, que todavía no he tirado todas las galletas. Es más, podéis hasta repetir. -Sonrió maliciosamente-. Coged todas las que queráis.

Amy gritó con alegría mientras dejaba en el suelo al gato e iba corriendo hacia las galletas. Andrea suspiró y cogió una con resignación.

-Creo que hoy no cenaré...

-No seas tan mala -murmuró Irina mientras Taylor les ponía leche a Amy en un vaso y a Salem en un cuenco-. Igual quiere ser hostelera de verdad.

-¿Desde cuándo? Ayer dijo que pidió una pizza porque pasaba de cocinar y de que se le quedara el olor a comida en la ropa. No se puede cambiar tan rápido de opinión.

-Bueno, dale un tiempo. -Irina se encogió de hombros, moviendo su largo pelo oscuro-. Quizás acabe aburriéndose de todo esto.

-Pensaba que hoy nos invitaría a tomar una copa o algo parecido... -Andrea se llevó el filo de su galleta a la boca.

-¿A las cuatro de la tarde? Creo que esta es la hora de la merienda en el estado de Nueva York, no la de ir de copas. -La modelo rusa se rio suavemente antes de darle un mordisco a su galleta-. Déjala; quizás sea uno de sus muchos caprichos. Me apuesto lo...

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