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El chico a quien criaron como perro

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
300 Seiten
Spanisch
Capitán Swing Libroserschienen am05.06.2017
¿Qué pasa cuando se traumatiza un cerebro joven? ¿Cómo afecta el terror, el abuso o un desastre en la mente de un niño? El psiquiatra infantil Bruce Perry ha ayudado a muchos niños a superar horrores inimaginables: supervivientes de genocidios, testigos de asesinato, adolescentes secuestrados y víctimas de violencia familiar. Mediante la observación de estas historias de trauma a través de la lente de la ciencia, Perry nos revela la asombrosa capacidad del cerebro para la curación. Combinando las historias de casos inolvidables con sus propias estrategias de rehabilitación, explica lo que ocurre exactamente en el cerebro de un niño expuesto a un estrés extremo y propone diferentes medidas que se pueden tomar para aliviar su dolor, ayudándole a crecer como un adulto sano. A través de las historias de niños que se han recuperado física, mental y emocionalmente de las circunstancias más devastadoras, el autor expone cómo las cosas más simples -el entorno, el afecto, el lenguaje, el contacto, etc.- pueden influir profundamente, para bien o para mal, en un cerebro en desarrollo. En este interesante documento, Bruce Perry demuestra que solo cuando entendamos la ciencia de la mente podremos tener la esperanza de curar el espíritu de casi cualquier niño, incluso el más afectado.

Bruce Perry. Estados Unidos, 1955 Jefe de Psiquiatría del Hospital de Niños de Texas y vicedirector del departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Escuela de Medicina de Baylor en Houston, Perry es también catedrático emérito de la Child Trauma Academy y profesor asociado del departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento en la Escuela de Medicina de la Universidad del Noroeste (Chicago). Junto con Maia Szalavitz, es autor de El niño a quien criaron como perro (2007) y de Nacido para el amor: por qué la empatía es esencial y está en peligro de extinción (2010). El doctor Perry ha sido un maestro activo, un clínico y un investigador en el campo de la salud mental infantil y de las neurociencias, desempeñando una variedad de puestos académicos. Maia Szalavitz. Estados Unidos, 1965 Periodista y autora galardonada, Szalavitz cubre campos como la adicción y la neurociencia. En su último libro, Unbroken Brain (2016), utiliza su propia recuperación de la adicción a la heroína y la cocaína para intentar reformular la adicción como un trastorno del desarrollo y revolucionar así la prevención y el tratamiento. Es autora o coautora de seis libros, entre ellos los dos publicados con el psiquiatra infantil y experto en traumas Bruce Perry. Szalavitz ha ganado importantes premios de organizaciones como la American Psychological Association, la Drug Policy Alliance y el premio del Colegio Americano de Neuropsicofarmacología en reconocimiento a su trabajo en estas áreas.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR28,64
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR9,99

Produkt

Klappentext¿Qué pasa cuando se traumatiza un cerebro joven? ¿Cómo afecta el terror, el abuso o un desastre en la mente de un niño? El psiquiatra infantil Bruce Perry ha ayudado a muchos niños a superar horrores inimaginables: supervivientes de genocidios, testigos de asesinato, adolescentes secuestrados y víctimas de violencia familiar. Mediante la observación de estas historias de trauma a través de la lente de la ciencia, Perry nos revela la asombrosa capacidad del cerebro para la curación. Combinando las historias de casos inolvidables con sus propias estrategias de rehabilitación, explica lo que ocurre exactamente en el cerebro de un niño expuesto a un estrés extremo y propone diferentes medidas que se pueden tomar para aliviar su dolor, ayudándole a crecer como un adulto sano. A través de las historias de niños que se han recuperado física, mental y emocionalmente de las circunstancias más devastadoras, el autor expone cómo las cosas más simples -el entorno, el afecto, el lenguaje, el contacto, etc.- pueden influir profundamente, para bien o para mal, en un cerebro en desarrollo. En este interesante documento, Bruce Perry demuestra que solo cuando entendamos la ciencia de la mente podremos tener la esperanza de curar el espíritu de casi cualquier niño, incluso el más afectado.

Bruce Perry. Estados Unidos, 1955 Jefe de Psiquiatría del Hospital de Niños de Texas y vicedirector del departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Escuela de Medicina de Baylor en Houston, Perry es también catedrático emérito de la Child Trauma Academy y profesor asociado del departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento en la Escuela de Medicina de la Universidad del Noroeste (Chicago). Junto con Maia Szalavitz, es autor de El niño a quien criaron como perro (2007) y de Nacido para el amor: por qué la empatía es esencial y está en peligro de extinción (2010). El doctor Perry ha sido un maestro activo, un clínico y un investigador en el campo de la salud mental infantil y de las neurociencias, desempeñando una variedad de puestos académicos. Maia Szalavitz. Estados Unidos, 1965 Periodista y autora galardonada, Szalavitz cubre campos como la adicción y la neurociencia. En su último libro, Unbroken Brain (2016), utiliza su propia recuperación de la adicción a la heroína y la cocaína para intentar reformular la adicción como un trastorno del desarrollo y revolucionar así la prevención y el tratamiento. Es autora o coautora de seis libros, entre ellos los dos publicados con el psiquiatra infantil y experto en traumas Bruce Perry. Szalavitz ha ganado importantes premios de organizaciones como la American Psychological Association, la Drug Policy Alliance y el premio del Colegio Americano de Neuropsicofarmacología en reconocimiento a su trabajo en estas áreas.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788494673740
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2017
Erscheinungsdatum05.06.2017
Seiten300 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1524 Kbytes
Artikel-Nr.3303349
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


Introducción

A día de hoy es difícil de imaginar, pero, cuando estaba en la Facultad de Medicina a principios de los años ochenta, los investigadores prestaban escasa atención al daño permanente que puede producir un trauma psicológico. La manera en la que un trauma podría afectar a los niños era algo que se consideraba aún menos. No creían que fuera relevante. Por norma general, se creía que los niños eran por naturaleza «resistentes», que poseían una habilidad innata para «recuperarse».

Al convertirme en psiquiatra infantil y neurocientífico, entre mis objetivos no se encontraba refutar esta teoría equivocada. Pero, en cualquier caso, en mis primeros años como investigador comencé a observar en el laboratorio que las experiencias estresantes -particularmente en los primeros años de vida- podían modificar el cerebro de animales jóvenes. Numerosos estudios sobre animales mostraban que incluso un estrés en apariencia menor durante la infancia podría llegar a tener un impacto permanente en la arquitectura y la química del cerebro y, por tanto, del comportamiento. Esto me llevó a pensar que había muchas posibilidades de que lo mismo sucediera con los seres humanos.

Se volvió una cuestión todavía más evidente para mi cuando comencé mi trabajo clínico con niños problemáticos. Pronto comprobé que la vida de la inmensa mayoría de mis pacientes había estado repleta de caos, abandono o violencia. Resultaba evidente que aquellos niños no se habían «recuperado», pues de lo contrario no habrían ido a parar a una clínica psiquiátrica infantil. Habían sufrido traumas -como, por ejemplo, haber sido violados o haber presenciado un asesinato- y, de haberse tratado de adultos con problemas psiquiátricos, la mayoría de los psiquiatras habrían considerado un diagnóstico de trastorno por estrés postraumático (TEPT). Sin embargo, trataban a aquellos niños como si sus historias de trauma fueran irrelevantes y hubieran «casualmente» desarrollado síntomas como depresión o problemas de atención que a menudo requerían medicación.

Huelga decir que la introducción del diagnóstico del TEPT en psiquiatría no tuvo lugar hasta 1980. En un principio, se contempló como algo extraño, una condición que únicamente afectaba a una minoría de soldados que habían vuelto destrozados tras superar espantosas experiencias de combate. No obstante, los mismos tipos de síntomas -pensamientos intrusivos sobre el episodio traumático, recuerdos recurrentes, alteración del sueño, cierta sensación de irrealidad, respuesta de sobresalto intensificada, ansiedad extrema- pronto comenzaron a ser utilizados para describir a los supervivientes de una violación, a las víctimas de desastres naturales y a personas que habían sufrido o habían sido testigos de accidentes o lesiones que hubieran constituido una amenaza para la vida. Actualmente se cree que esta condición afecta como mínimo al 7 por ciento de todos los estadounidenses, y la mayoría de la gente está familiarizada con la idea de que un trauma puede tener efectos profundos y duraderos. Del horror de los ataques terroristas del 11S a las secuelas del huracán Katrina, somos capaces de reconocer que los acontecimientos catastróficos pueden dejar huellas indelebles en la mente. Ahora sabemos -tal y como en última instancia demuestran mis investigaciones y las de muchos otros- que, en realidad, el impacto de un trauma es mayor en los niños que en los adultos.

He dedicado mi trayectoria profesional a comprender el modo en que el trauma afecta a los niños y a desarrollar maneras innovadoras para ayudarlos a enfrentarse a ello. He tratado y estudiado a niños que han tenido que hacer frente a terribles experiencias inimaginables -desde víctimas supervivientes del gran incendio ocurrido en la propiedad de la secta de los davidianos en Waco (Texas) a huérfanos abandonados de Europa del Este pasando por supervivientes de genocidio-. Asimismo, he ayudado a los tribunales a revisar los daños provocados por los procesamientos equivocados del «abuso ritual satánico» que estuvieron basados en las acusaciones coaccionadas de niños aterrorizados y torturados. He hecho todo cuanto ha estado en mi mano para ayudar a niños que han sido testigos del asesinato de sus padres y de aquellos que han pasado años encadenados en el interior de una jaula o encerrados en un armario.

Aunque la mayoría de los niños nunca sufrirán nada tan terrible como lo que muchos de mis pacientes han padecido, raro es el niño que escapa enteramente al trauma. Según estimaciones moderadas, en torno al 40 por ciento de los niños estadounidenses vivirían como mínimo una experiencia potencialmente traumática antes de cumplir dieciocho años: aquí se incluye la muerte de un progenitor o hermano, malos tratos físicos o desatención regulares, abuso sexual o la experiencia de un accidente grave, desastre natural, violencia doméstica o algún otro tipo de crimen violento.

Solo en 2004 se estimó que las agencias gubernamentales de protección infantil recibieron tres millones de informes oficiales de abuso o abandono infantil; se confirmaron alrededor de 872.000 de estos casos. Es evidente que el número real de niños que sufrieron abusos o abandono es muy superior, puesto que la mayoría de los casos nunca llegan a ser denunciados y en un puñado de casos genuinos no es posible la corroboración necesaria para poder adoptar medidas oficiales. En un estudio a gran escala, alrededor de uno de cada ocho niños menores de diecisiete años informaron de alguna forma de maltrato grave a manos de personas adultas en el último año, y en torno al 27 por ciento de las mujeres y el 16 por ciento de los hombres declararon, como adultos, haber sido víctimas de abusos sexuales durante su infancia. En una investigación nacional llevada a cabo en 1995, el 6 por ciento de las madres y el 3 por ciento de los padres admitieron incluso haber abusado físicamente de sus hijos al menos una vez.

Además, se cree que hasta diez millones de niños estadounidenses son expuestos anualmente a violencia doméstica, y el 4 por ciento de los niños estadounidenses de menos de quince años pierden a alguno de sus progenitores cada año. A esto hay que añadir que, cada año, unos 800.000 niños pasan tiempo en hogares de acogida y muchos otros millones son víctimas de desastres naturales y accidentes de coche devastadores.

A pesar de que no trato de insinuar que todos estos niños se verán seriamente «dañados» por estas experiencias, las estimaciones más moderadas sugieren que, en cualquier momento dado, más de ocho millones de niños estadounidenses sufren problemas psiquiátricos graves y diagnosticables relacionados con algún trauma, mientras que muchos otros millones experimentan consecuencias menos serias pero aun así preocupantes.

Aproximadamente un tercio de los niños que han sufrido abusos padecerán algún problema psicológico evidente a consecuencia de estos malos tratos (y las investigaciones continúan demostrando cómo incluso problemas puramente «físicos», como las enfermedades cardíacas, la obesidad y el cáncer, tienen una mayor probabilidad de afectar a niños traumatizados más adelante). La respuesta adulta ofrecida a los niños durante y después de acontecimientos traumáticos puede suponer una diferencia abismal en estos posibles desenlaces, tanto para bien como para mal.

A lo largo de los años, las investigaciones llevadas a cabo en mi laboratorio y en muchos otros han logrado obtener una comprensión más profunda de las consecuencias de un trauma en niños y del modo en que podemos ayudarlos a sanar. En 1996, fundé The ChildTrauma Academy, un grupo interdisciplinario de profesionales dedicado a mejorar la vida de niños en alto riesgo y la de sus familias. Nuestro trabajo clínico continúa, y todavía tenemos mucho que aprender, pero nuestro principal objetivo es proporcionar a otros los tratamientos basados en nuestros mejores conocimientos. Formamos a personas que trabajan con niños -ya se trate de progenitores o fiscales, agentes de policía o jueces, trabajadores sociales, médicos, políticos o responsables de la elaboración de políticas- para que comprendan las formas más efectivas de minimizar los efectos de un trauma y maximizar la recuperación. Consultamos con agencias gubernamentales y otros grupos para contribuir a la implementación de las mejores prácticas capaces de abordar estas cuestiones. Mis colegas y yo viajamos extensamente por todo el mundo, hablamos con padres, doctores, educadores, trabajadores de los servicios de protección infantil y agentes del orden, así como con responsables de alto nivel tales como órganos legislativos o comités y líderes corporativos interesados. Este libro forma parte de nuestros esfuerzos.

En El chico a quien criaron como perro conocerán a algunos de los niños que me enseñaron las lecciones más importantes sobre cómo afectan los traumas a la gente joven, y aprenderán qué precisan de nosotros -sus padres y guardianes, sus doctores, su Gobierno- para poder desarrollar vidas saludables. Verán el modo en que las experiencias traumáticas dejan marcas a los niños, cómo afecta esto a sus personalidades y a su capacidad para el crecimiento físico y emocional. Conocerán a mi primera paciente, Tina, cuya experiencia de abuso me llevó a entender el impacto del trauma en los cerebros infantiles. Conocerán también a una niña pequeña muy valiente llamada Sandy que, a los tres años, tuvo que ingresar en un programa de protección de testigos; ella me enseñó la importancia de permitirle al niño controlar algunos aspectos de su propia terapia. Conocerán a Justin, un niño...

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Autor

Bruce Perry. Estados Unidos, 1955

Jefe de Psiquiatría del Hospital de Niños de Texas y vicedirector del departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Escuela de Medicina de Baylor en Houston, Perry es también catedrático emérito de la Child Trauma Academy y profesor asociado del departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento en la Escuela de Medicina de la Universidad del Noroeste (Chicago). Junto con Maia Szalavitz, es autor de El niño a quien criaron como perro (2007) y de Nacido para el amor: por qué la empatía es esencial y está en peligro de extinción (2010). El doctor Perry ha sido un maestro activo, un clínico y un investigador en el campo de la salud mental infantil y de las neurociencias, desempeñando una variedad de puestos académicos.

Maia Szalavitz. Estados Unidos, 1965

Periodista y autora galardonada, Szalavitz cubre campos como la adicción y la neurociencia. En su último libro, Unbroken Brain (2016), utiliza su propia recuperación de la adicción a la heroína y la cocaína para intentar reformular la adicción como un trastorno del desarrollo y revolucionar así la prevención y el tratamiento. Es autora o coautora de seis libros, entre ellos los dos publicados con el psiquiatra infantil y experto en traumas Bruce Perry. Szalavitz ha ganado importantes premios de organizaciones como la American Psychological Association, la Drug Policy Alliance y el premio del Colegio Americano de Neuropsicofarmacología en reconocimiento a su trabajo en estas áreas.