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Psicoterapia con dignidad

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
296 Seiten
Spanisch
Plataformaerschienen am08.06.2022
La logoterapia, creada por Viktor E. Frankl, es una forma de psicoterapia que ha mostrado su eficacia durante décadas -a través de periodos de guerra y de prosperidad- para fortuna de muchas personas, y en las desgracias de muchas otras. La garantía de éxito es satisfactoriamente alta. Ayuda a seguir manteniendo la agilidad mental en situaciones críticas y a descubrir nuevas posibilidades de sentido. La solidez de sus métodos está basada en la inalienable dignidad de la persona, que la hace capaz de superar sus problemas y debilidades en una interacción entre libertad y responsabilidad. En este libro, la Dra. Elisabeth Lukas, una de las primeras y más cercanas discípulas de Frankl, y la Dra. Heidi Schönfeld, alumna de Lukas, cuentan sus experiencias en el campo de la logoterapia. A partir de casos verdaderos y de los comentarios profesionales que los acompañan, los lectores podrán convencerse de los beneficios de esta forma de psicoterapia de la mano de dos de las mayores expertas en psicoterapia del mundo.

La Dra. Elisabeth Lukas fue alumna de Viktor E. Frankl, y es psicóloga clínica y psicoterapeuta. Es también profesora de Logoterapia Original según Viktor E. Frankl y autora de numerosos libros especializados traducidos a 19 idiomas. Ha recibido diversas distinciones por sus servicios, desarrollo y difusión de las ideas logoterapéuticas. La Dra. Heidi Schönfeld es logoterapeuta y psicoterapeuta, y es discípula de Elisabeth Lukas. Fundadora y gerente del Archivo Elisabeth Lukas gGmbH. Es conferenciante y profesora de la cátedra Logoterapia Original según Viktor E. Frankl. Es asimismo escritora e instructora para la conversación logoterapéutica.
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Produkt

KlappentextLa logoterapia, creada por Viktor E. Frankl, es una forma de psicoterapia que ha mostrado su eficacia durante décadas -a través de periodos de guerra y de prosperidad- para fortuna de muchas personas, y en las desgracias de muchas otras. La garantía de éxito es satisfactoriamente alta. Ayuda a seguir manteniendo la agilidad mental en situaciones críticas y a descubrir nuevas posibilidades de sentido. La solidez de sus métodos está basada en la inalienable dignidad de la persona, que la hace capaz de superar sus problemas y debilidades en una interacción entre libertad y responsabilidad. En este libro, la Dra. Elisabeth Lukas, una de las primeras y más cercanas discípulas de Frankl, y la Dra. Heidi Schönfeld, alumna de Lukas, cuentan sus experiencias en el campo de la logoterapia. A partir de casos verdaderos y de los comentarios profesionales que los acompañan, los lectores podrán convencerse de los beneficios de esta forma de psicoterapia de la mano de dos de las mayores expertas en psicoterapia del mundo.

La Dra. Elisabeth Lukas fue alumna de Viktor E. Frankl, y es psicóloga clínica y psicoterapeuta. Es también profesora de Logoterapia Original según Viktor E. Frankl y autora de numerosos libros especializados traducidos a 19 idiomas. Ha recibido diversas distinciones por sus servicios, desarrollo y difusión de las ideas logoterapéuticas. La Dra. Heidi Schönfeld es logoterapeuta y psicoterapeuta, y es discípula de Elisabeth Lukas. Fundadora y gerente del Archivo Elisabeth Lukas gGmbH. Es conferenciante y profesora de la cátedra Logoterapia Original según Viktor E. Frankl. Es asimismo escritora e instructora para la conversación logoterapéutica.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788418927898
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Erscheinungsjahr2022
Erscheinungsdatum08.06.2022
Seiten296 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse761 Kbytes
Artikel-Nr.9537070
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


Cómo abordar la autocompasión

Lukas: La sabiduría popular conoce varios dichos sobre cómo solemos fijarnos detalladamente en los errores ajenos, y hasta los observamos minuciosamente con lupa, pero, en cambio, los errores propios los «barremos debajo de la alfombra». Por eso «no hay que mirar la paja en el ojo ajeno, sino la viga en el propio», etcétera. Y si la sabiduría popular tiene algo que decir, entonces se trata de una larga tradición. Aunque es un fenómeno que no parece encajar en absoluto con el extendido lema de preocuparse principalmente por el propio bienestar, muchas personas, sin embargo, tienen la costumbre de mirar y quejarse de los errores de sus semejantes. No se trata de un verdadero interés por el otro, sino de un interés soterrado por quedar mejor uno mismo en comparación con el otro. Y también en la medida en que se puede echar olímpicamente la culpa al otro de las propias debilidades y negligencias «reactivas».

Con todo, la recompensa por parecer mejor y más inocente tiene un alto precio. Incluso un doble precio. En primer lugar, el medidor ético oculto, nuestra conciencia personal, no puede ser engañado fácilmente. Revolotea entre credulidad y escepticismo cuando le contamos de los malvados que nos rodean, que no merecen otra cosa que nuestro rencor y rechazo, y deja pasar sin reprimenda más de una falta de caridad. Sin embargo, a la conciencia nunca la convencen al cien por cien las quejas y las acusaciones. Con su profundidad espiritual intuye el «mugre debajo de la alfombra», es decir, «la viga en el propio ojo», y hay que estar muy drogado para exorcizar sus intuiciones.

En segundo lugar, un vacío de la propia vida se extiende como un tumor canceroso en las células de la estructura anímica, invadidas de autocompasión. Así, ocupada en achacar la culpa a otros, en endilgarles las discordias, en hacerles reproches, y en interpretar su obstinada conducta como causa de su propia condición, le quedan pocos recursos para configurar la propia vida. Quien se declara víctima de sus circunstancias se parece a la oveja en el matadero, que por más brincos que dé, no puede escapar. Incluso si no lo toca un hacha afilada, se lamenta y se queja con rabia de un mundo injusto lleno de hachas que penden sobre él. ¿Cómo va a percibir un mundo lleno de oportunidades y posibilidades de sentido si ni siquiera accede a él?

No es raro encontrar tales pacientes en la práctica psicoterapéutica. No importa si fue un miembro de la familia el que los llevó al «matadero» o si ellos mismos llegaron allí por algún perverso motivo, el hecho es que ahora se encuentran ahí a la espera de las cosas malas que puedan venir. Se necesita un enorme esfuerzo para inducirlas a abandonar el «matadero», que con frecuencia solo existe en su imaginación.

Schönfeld: La señora G. me buscó. Es una paciente de 48 años. Inmediatamente comenzó con un largo rosario de quejas: ella ya no puede más con su vida porque «todos» le hacen la vida imposible. Con «todos» se refiere principalmente a su familia. Varios años atrás la señora G. había buscado apoyo psicoterapéutico, pero las conversaciones que mantuvo en aquel entonces no la ayudaron. Ella considera que en vista de la familia que tiene, ni siquiera al terapeuta se le ocurrió algo útil. Nadie sabe qué dijo o no dijo el colega, pero el interminable lamento de ella no debía crecer tanto. Por esta razón, intento dedicarle solo un tiempo limitado a su indignación. La autocompasión es una condición que no hay que dejar que crezca demasiado, de lo contrario, ahoga, como una enredadera, lo que ha rodeado.

La señora G. comienza hablando de la relación con su padre, la cual se ha vuelto totalmente terrible. Ella cuenta: hacía poco, el señor, de 78 años, había vuelto a contraer matrimonio, y desde entonces ya casi no tenía tiempo para hablar con ella. Ahora viajaba mucho con su señora, una mujer emprendedora. Fuera de esto, renovó la casa, y en el jardín reemplazó el sembrado de verduras por flores. El lugar ya no se ve tan familiar como su antigua casa paterna, pues su nueva mujer la ha decorado con mucha elegancia. Cuando le preguntó a la señora G. si todavía se veía con su padre y su esposa, las críticas brotaron como un torrente. «¡No hay nada que hacer!» Es la respuesta de fondo. A su padre no le importan para nada sus problemas, él ya no es más un padre para ella. «Dios mío -pienso yo-. Ella está en la mitad la vida y él es un hombre anciano⦠¿cuánta paternidad le sigue exigiendo?»

No hay forma de parar a la señora G.. Ella continúa lamentándose: toda su familia es muy complicada. Solo se ve un par de veces al año con su hermano menor cuando él la invita a los cumpleaños de sus hijos. Tampoco hablan mucho en esos encuentros, pues el hermano siempre tiene muchas cosas que hacer, pero al menos tienen una relación decente. Ni punto de comparación con su hermana mayor. Ella fue celosa desde niña. La hermana no soporta ninguna crítica, es hiperactiva y hace parte del mundo del arte en su ciudad, lo que la mantiene ocupadísima. Desde hace años, y debido a su dedicación, ya no tiene tiempo para la señora G. Para su cumpleaños le envió una hermosa postal, pero solo con un breve saludo, y ni siquiera la llamó por teléfono. Cuando hace dos años la señora G. le escribió para Navidad una carta en la que le decía que se sentía muy ofendida con su actitud, lo único que recibió por respuesta fue un correo electrónico confuso. Desde entonces, la señora G. rompió todo su contacto con su hermana.

Ella, por lo tanto, está totalmente sola, a excepción de los encuentros con su hermano en los cumpleaños de sus hijos.

Lukas: Sí, así es: ¡si uno se ve sumido en una vida vacía, se necesitaría una enorme cantidad de generosidad para dispensar a sus seres queridos y a sus semejantes una vida llena de proyectos con sentido! La diferencia es particularmente notoria cuando se trata de parientes. El padre lo pasa bien en su nuevo matrimonio, disfruta de sus viajes y remodela la casa a su gusto y confortablementeâ¦, lo que puede despertar la envidia en una mujer quejumbrosa como la señora G. El hermano es noble, pero con niños y favorecido con diversas actividades, y la hermana tiene una inclinación por el arte y ha encontrado el lugar adecuado en el que puede explotar sus talentos individuales⦠Frente a esto, lo único que la señora G. tiene para mostrar es su amargura y su soledad. Como un niño, mendiga a escondidas un poquito de atención, ser escuchada en su pena, ser liberada del capullo en el que ella misma se ha envuelto, y de este modo espanta a toda su familia. Evidentemente, todos están contentos de no tener que verla y oírla, pues nadie sabe cómo ayudarla, y todos defienden sus derechos a gozar de una felicidad que no le ha sido concedida a ella.

Cuando Viktor Frankl describió las neurosis noógenas y las depresiones noógenas en sus libros especializados, pensaba en un grupo de pacientes que hasta ahora habían quedado fuera de los manuales de enfermedades. Estas personas no presentan ningún síntoma exagerado y no se caracterizan por una situación objetiva de emergencia. Suelen poseer más de lo que necesitan, y hasta una vida de sobreabundancia material. Suelen gozar de un buen estado físico y de una formación académica respetable -o al menos podrían alegrarse de ello si estuvieran en situación de alegrarse por algo. Pero la alegría se les escapa, pues realmente nada les importa. Para ellas, nada es importante, nada tiene sentido. Y puesto que todo les da lo «mismo», también atribuyen esa condición a sus relaciones con sus semejantes: no les importan los demás, y los demás tampoco se interesan por ellas. Las envuelve un «vacío existencial» (Frankl).

Algunos de estos pacientes se rebelan violentamente contra esta situación y caen en un trajín neurótico. Pasan de una relación breve a la siguiente, y de una frustración a otra. Otros, en cambio, se resignan y se hunden en un pesimismo crónico, por el cual terminan o rechazan una relación a fin de prevenir un potencial fracaso, lo cual las conduce a fracasar constantemente. Se podría sentir una gran compasión por ellas si no estuviesen tan poseídas por la autocompasión, tanto que darían ganas de abandonarlas en su infortunio, y más bien dirigir la compasión hacia aquellas personas que han padecido y soportado un sufrimiento grave y objetivo.

Respecto a las simpatías, el asunto tiene un carácter especial. Quien pierde simpatía echa rápidamente en cara a los demás no haberle mostrado suficiente simpatía. Pero quien echa en cara a otros no haberle mostrado suficiente simpatía, pierde inmediatamente la poca simpatía que despertaba.

Schönfeld: La señora G. cuenta que vivió muchos años en una relación de pareja. Tampoco fue algo ideal. Tras conversar con un psicólogo, se dio cuenta de que su apego a ese hombre tenía una motivación egoísta. Lo único que quería era no estar sola. Ese conocimiento fue como recibir un golpe, pues no quería ser egoísta. Debido a esto, se separó de su marido. Desde entonces, no volvió a establecer ninguna relación estrecha. Con el transcurso del tiempo, las antiguas amistades con sus amigas también se rompieron. Sus amigas estaban cada vez más ocupadas con sus obligaciones familiares y menos interesadas en reunirse con la señora G. ¡Ay, la vida es terriblemente difícil cuando las personas lo tratan a uno tan mal! -es el estribillo del relato de la señora G.

Lukas: Es hora de acabar con ese «estribillo». Mi colega tenía toda la razón al poner, desde el inicio, un límite interior a las...

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Autor

La Dra. Elisabeth Lukas fue alumna de Viktor E. Frankl, y es psicóloga clínica y psicoterapeuta. Es también profesora de Logoterapia Original según Viktor E. Frankl y autora de numerosos libros especializados traducidos a 19 idiomas. Ha recibido diversas distinciones por sus servicios, desarrollo y difusión de las ideas logoterapéuticas.

La Dra. Heidi Schönfeld es logoterapeuta y psicoterapeuta, y es discípula de Elisabeth Lukas. Fundadora y gerente del Archivo Elisabeth Lukas gGmbH. Es conferenciante y profesora de la cátedra Logoterapia Original según Viktor E. Frankl. Es asimismo escritora e instructora para la conversación logoterapéutica.