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La furia de Sharpe

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
448 Seiten
Spanisch
EDHASAerschienen am10.09.2022
En 1811, en plena Guerra de la Independencia, han empiezado a surgir en España voces que defienden una ruptura con las tropas británicas y un acercamiento a Napoleón. Y el descubrimiento de unas comprometedoras cartas del embajador inglés a una prostituta no consiguen sino alentar esa propuesta. Entretanto, Cádiz está sitiada por las tropas francesas de Claude Perrin Victor, y el fusilero Richard Sharpe, con la inestimable ayuda de sus camaradas Harper y Moon, recibe la orden de encontrar a la destinataria de las misivas y recuperar, a la vez, las mismas. Sin embargo, llegan a Andalucía en un mal momento, justo cuando las tropas a las órdenes de sir Thomas Graham se disponen a romper el cerco al que las líneas francesas han sometido a Cádiz. Una espléndida intriga, el endiablado ritmo narrativo tan característico en Cornwell y el colorido que confiere a las escenas bélicas se ponen aquí al servicio de uno de los episodios más espectaculares de nuestra guerra de la Independencia: la batalla de Chiclana (5 de marzo de 1811)

BERNARD CORNWELL Nació en Londres en 1944 y vivió su infancia en el sur de Essex. Después de graduarse en la Universidad de Londres, trabajó para la cadena de televisión de la BBC durante siete años, principalmente como realizador del programa Nationwide. Posteriormente se hizo cargo del departamento de actualidad de la BBC en Irlanda del Norte, y en 1978 pasó a dirigir el programa Thames at Six, para la Thames Television. Actualmente reside en Estados Unidos. Su serie dedicada a Richard Sharpe, que en España viene publicando Edhasa, le ha convertido en uno de los escritores más leídos y de mayor éxito en el género de la novela histórica de aventuras, condición que volvió a poner de manifiesto con la trilogía formada por Arqueros del Rey (2001), La batalla del Grial (2002) y El sitio de Calais (2004) o la tetralogía sobre Starbuck, situada en la guerra civil americana, de la que las primeras entregas han sido Rebelde (2011), Copperhead (2012) y Bandera de batalla (2020) . También son buena muestra de su talento las novelas Stonehenge (2000), El ladrón de la horca (2003) o Azincourt (2010), El fuerte (2011) así como las Crónicas del Señor de la Guerra: El rey del invierno (2008), El enemigo de Dios (2009) y Excalibur (2010). El ciclo sobre la confluencia de sajones, vikingos y normandos, se inició con Northumbria, El último reino (2006). Esta serie sobre la aventuras de Uhtred de Bebbamburg, lo ha ecumbrado a lo mas alto de la novela histórica y ha sido llevada a la televisión por la BBC (Netflix)
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR26,00
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EUR9,99

Produkt

KlappentextEn 1811, en plena Guerra de la Independencia, han empiezado a surgir en España voces que defienden una ruptura con las tropas británicas y un acercamiento a Napoleón. Y el descubrimiento de unas comprometedoras cartas del embajador inglés a una prostituta no consiguen sino alentar esa propuesta. Entretanto, Cádiz está sitiada por las tropas francesas de Claude Perrin Victor, y el fusilero Richard Sharpe, con la inestimable ayuda de sus camaradas Harper y Moon, recibe la orden de encontrar a la destinataria de las misivas y recuperar, a la vez, las mismas. Sin embargo, llegan a Andalucía en un mal momento, justo cuando las tropas a las órdenes de sir Thomas Graham se disponen a romper el cerco al que las líneas francesas han sometido a Cádiz. Una espléndida intriga, el endiablado ritmo narrativo tan característico en Cornwell y el colorido que confiere a las escenas bélicas se ponen aquí al servicio de uno de los episodios más espectaculares de nuestra guerra de la Independencia: la batalla de Chiclana (5 de marzo de 1811)

BERNARD CORNWELL Nació en Londres en 1944 y vivió su infancia en el sur de Essex. Después de graduarse en la Universidad de Londres, trabajó para la cadena de televisión de la BBC durante siete años, principalmente como realizador del programa Nationwide. Posteriormente se hizo cargo del departamento de actualidad de la BBC en Irlanda del Norte, y en 1978 pasó a dirigir el programa Thames at Six, para la Thames Television. Actualmente reside en Estados Unidos. Su serie dedicada a Richard Sharpe, que en España viene publicando Edhasa, le ha convertido en uno de los escritores más leídos y de mayor éxito en el género de la novela histórica de aventuras, condición que volvió a poner de manifiesto con la trilogía formada por Arqueros del Rey (2001), La batalla del Grial (2002) y El sitio de Calais (2004) o la tetralogía sobre Starbuck, situada en la guerra civil americana, de la que las primeras entregas han sido Rebelde (2011), Copperhead (2012) y Bandera de batalla (2020) . También son buena muestra de su talento las novelas Stonehenge (2000), El ladrón de la horca (2003) o Azincourt (2010), El fuerte (2011) así como las Crónicas del Señor de la Guerra: El rey del invierno (2008), El enemigo de Dios (2009) y Excalibur (2010). El ciclo sobre la confluencia de sajones, vikingos y normandos, se inició con Northumbria, El último reino (2006). Esta serie sobre la aventuras de Uhtred de Bebbamburg, lo ha ecumbrado a lo mas alto de la novela histórica y ha sido llevada a la televisión por la BBC (Netflix)
Details
Weitere ISBN/GTIN9788435048804
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2022
Erscheinungsdatum10.09.2022
Reihen-Nr.11
Seiten448 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse3942 Kbytes
Artikel-Nr.9874032
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


CAPÍTULO 1

Siempre estabas cerca del mar. En Cádiz lo percibías continuamente, con un olor casi tan intenso como la hediondez de las aguas residuales. En el sector meridional de la ciudad, cuando el viento del sur soplaba con fuerza, las olas rompían contra el malecón y rociaban los postigos de las ventanas con un golpeteo. Tras la batalla de Trafalgar, las tormentas habían azotado la ciudad durante una semana y los vientos llevaron el rocío del mar hasta la catedral derribando los andamios de su cúpula inacabada. Las olas habían cercado Cádiz y los fragmentos de barco traqueteaban contra las piedras; luego llegaron los cadáveres. Pero de eso hacía ya casi seis años y ahora España luchaba en el mismo bando que Gran Bretaña, aunque Cádiz era lo único que quedaba de España. El resto del país o bien estaba gobernado por Francia o bien no lo gobernaba nadie. Los guerrilleros rondaban las montañas, la pobreza reinaba en las calles y España entera se hallaba postrada.

Febrero de 1811. Era de noche. Otra tormenta batía la ciudad y unas olas terribles se estrellaban, blancas, contra el malecón. En la oscuridad, el vigilante veía las explosiones de espuma que le recordaban al humo de pólvora de los cañones. La violencia tenía la misma incertidumbre. Justo cuando pensaba que el oleaje ya no podía empeorar, varias olas estallaron de repente; el agua blanca afloró por encima del muro como si fuera humareda y el viento arrastró el rocío, que acribilló las paredes blancas de la ciudad como si fuera metralla.

El hombre era sacerdote. El padre Salvador Montseny iba vestido con sotana, capa y un ancho sombrero negro que debía sostener contra el embate del viento. De alta estatura, el padre Montseny contaba con treinta y tantos años, y era un predicador furibundo, apolíneo y taciturno que en aquellos momentos aguardaba guarecido bajo un pequeño arco de entrada. Se hallaba muy lejos de su casa. Ésta se encontraba en el norte, donde se había criado como hijo indeseado de un abogado viudo que se dehizo de Salvador enviándolo a un seminario. Se había hecho cura porque no sabía qué otra cosa podía ser; sin embargo, ahora desearía haber sido soldado. Él pensaba que habría sido un buen soldado; no obstante, el destino quiso convertirlo en marinero. Había sido capellán a bordo de un barco español capturado en Trafalgar y ahora, por encima de él, en la oscuridad, volvía a atronar el estrépito de la batalla. El sonido era el ruidoso gualdrapeo de las grandes colgaduras de lona que protegían la cúpula a medio construir de la catedral, pero el viento hacía que las enormes lonas sonaran como cañones. Sabía que aquellas lonas habían sido parte del velamen de la flota de guerra española, pero después de Trafalgar las pocas naves que a duras penas regresaron fueron despojadas de sus velas. En aquel entonces el padre Salvador Montseny se encontraba en Inglaterra. A la mayor parte de los prisioneros españoles los habían desembarcado rápidamente, pero Montseny era el capellán de un almirante y había acompañado a su patrón hasta la húmeda casa rural de Hampshire, donde había visto caer la lluvia, nevar sobre los pastos y donde había aprendido a odiar.

También había aprendido a tener paciencia. Ahora mismo estaba siendo muy paciente. El sombrero y la capa se hallaban empapados y tenía frío, mas no se movió. Esperó. Llevaba una pistola al cinto, pero le pareció que la pólvora del cebo se habría mojado. No importaba. Tenía un cuchillo. Tocó la empuñadura, se apoyó en la pared y vio otra ola romper al final de la calle, divisó las gotas a la débil luz de una ventana con los postigos abiertos y entonces oyó los pasos.

Un hombre venía corriendo por la calle Compañía. El padre Montseny esperó, una sombra más entre las oscuras sombras, y vio que el hombre se dirigía a la puerta de enfrente. No estaba cerrada con llave. El hombre entró, el sacerdote se apresuró a seguirlo y abrió la puerta de un empujón cuando el otro fue a cerrarla.

-Gracias -dijo el padre Montseny.

Se encontraban en un túnel en forma de arco que conducía al patio. Un farol parpadeaba en una hornacina y el hombre, al ver que Montseny era sacerdote, pareció aliviado.

-¿Vive aquí, padre? -le preguntó.

-Una extremaunción -respondió el padre Montseny al tiempo que se sacudía el agua de la sotana.

-Ah, esa pobre mujer de arriba -el hombre se santiguó-. Hace una noche de perros -dijo.

-Las hemos tenido peores, hijo mío, y ya pasará.

-Cierto -repuso el hombre. Entró en el patio y subió las escaleras hasta el balcón del primer piso-. ¿Es usted catalán, padre?

-¿Cómo lo ha sabido?

-Por su acento, padre. -El hombre sacó la llave, la hizo girar en la cerradura de su casa y el sacerdote pasó poco a poco junto a él, al parecer para dirigirse a las escaleras que subían al segundo piso.

El hombre abrió la puerta y se fue de bruces cuando de pronto el padre Montseny se dio media vuelta y lo empujó. El hombre cayó al suelo. Llevaba un cuchillo e intentó sacarlo, pero el sacerdote le propinó una fuerte patada bajo la barbilla. La puerta de entrada se cerró y quedaron a oscuras. El padre Montseny se arrodilló encima del pecho del hombre y le puso su cuchillo en la garganta.

-No digas nada, hijo mío -le ordenó. Palpó por debajo de la capa empapada del hombre y encontró el cuchillo, lo cogió y lo arrojó al pasaje-. Sólo hablarás -dijo- cuando te pregunte. ¿Te llamas Gonzalo Jurado?

-Sí. -La voz de Jurado era apenas un susurro.

-¿Tienes las cartas de la puta?

-No -respondió Jurado, que chilló cuando el cuchillo del padre Montseny le atravesó la piel hasta tocar la mandíbula.

-Te harás daño si mientes -le dijo el sacerdote-. ¿Tienes las cartas?

-¡Sí, las tengo!

-Pues enséñamelas.

El padre Montseny dejó que Jurado se levantara. No se separó de él mientras Jurado se dirigía a una habitación que daba a la misma calle en la que el sacerdote lo había esperado. El eslabón golpeó el pedernal y se encendió una vela. Jurado vio entonces con más claridad a su asaltante y pensó que Montseny debía de ser un soldado disfrazado, pues no tenía aspecto de sacerdote. El suyo era un rostro alargado y sombrío, carente de compasión.

-Las cartas están a la venta -dijo Jurado, que a continuación soltó un grito ahogado porque el padre Montseny lo había golpeado en el estómago.

-Te dije que hablaras sólo cuando te preguntara -dijo el sacerdote-. Enséñame las cartas.

La habitación era pequeña pero muy confortable. Era evidente que a Gonzalo Jurado le gustaban los lujos. Había dos divanes delante de una chimenea vacía sobre la que colgaba un espejo de marco dorado. Había alfombras en el suelo. En la pared de enfrente de la ventana destacaban tres cuadros, todos de mujeres desnudas. Debajo de la ventana que daba a la calle había una cómoda y el hombre, asustado, abrió uno de los cajones y sacó un paquete de cartas atadas con un cordón negro. Lo dejó sobre la cómoda y retrocedió.

El padre Montseny cortó el cordón y extendió las cartas sobre el tablero de cuero de la cómoda.

-¿Están todas?

-Las quince -respondió Jurado.

-¿Y la puta? -preguntó el padre Montseny-. ¿Todavía tiene alguna?

Jurado vaciló, pero entonces vio el reflejo de la luz de las velas en la hoja del cuchillo.

-Ella tiene seis.

-¿Se las guardó?

-Sí, señor.

-¿Por qué?

Jurado se encogió de hombros.

-Tal vez le baste con quince. Quizá pueda vender las otras más adelante. Es posible que le siga teniendo cariño a ese hombre. ¿Quién sabe? ¿Quién entiende a las mujeres? Sin embargo... -Estaba a punto de hacer una pregunta, pero temió recibir un golpe por hablar cuando no le correspondía.

-Adelante -le dijo el padre Montseny al tiempo que cogía una de las cartas al azar.

-¿Cómo sabía lo de las cartas? No se lo dije a nadie, aparte de a los ingleses.

-Tu puta se confesó -dijo el padre Montseny.

-¡Caterina! ¿Fue a confesarse?

-Me dijo que lo hacía una vez al año -repuso el padre Montseny mientras le echaba un vistazo a la carta-, siempre el día de su santa patrona. Acudió a la catedral, le contó a Dios sus muchos pecados y yo le concedí la absolución en su nombre. ¿Cuánto quieres por las cartas?

-Guineas inglesas -contestó Jurado-. Quince cartas, veinte guineas cada una. -Ahora se sentía más seguro de sí mismo. Guardaba una pistola cargada en el último cajón de la cómoda. Cada día comprobaba el muelle real y cambiaba la pólvora al menos una vez al mes. Y su miedo había disminuido ahora que había comprendido que Montseny era un sacerdote de verdad. Un sacerdote aterrador, sin duda, pero aun así era un hombre de Dios-. Si prefiere pagar con dinero español, padre -siguió diciendo-, entonces las cartas serán suyas por mil trescientos dólares o duros españoles.

-¿Mil trescientos dólares? -respondió el padre Montseny con aire ausente. Estaba leyendo una de las cartas. Estaba escrita en inglés, pero eso no le suponía ningún problema puesto que había aprendido el idioma en Hampshire. El hombre...
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BERNARD CORNWELL
Nació en Londres en 1944 y vivió su infancia en el sur de Essex. Después de graduarse en la Universidad de Londres, trabajó para la cadena de televisión de la BBC durante siete años, principalmente como realizador del programa Nationwide. Posteriormente se hizo cargo del departamento de actualidad de la BBC en Irlanda del Norte, y en 1978 pasó a dirigir el programa Thames at Six, para la Thames Television. Actualmente reside en Estados Unidos. Su serie dedicada a Richard Sharpe, que en España viene publicando Edhasa, le ha convertido en uno de los escritores más leídos y de mayor éxito en el género de la novela histórica de aventuras, condición que volvió a poner de manifiesto con la trilogía formada por Arqueros del Rey (2001), La batalla del Grial (2002) y El sitio de Calais (2004) o la tetralogía sobre Starbuck, situada en la guerra civil americana, de la que las primeras entregas han sido Rebelde (2011), Copperhead (2012) y Bandera de batalla (2020) . También son buena muestra de su talento las novelas Stonehenge (2000), El ladrón de la horca (2003) o Azincourt (2010), El fuerte (2011) así como las Crónicas del Señor de la Guerra: El rey del invierno (2008), El enemigo de Dios (2009) y Excalibur (2010).
El ciclo sobre la confluencia de sajones, vikingos y normandos, se inició con Northumbria, El último reino (2006). Esta serie sobre la aventuras de Uhtred de Bebbamburg, lo ha ecumbrado a lo mas alto de la novela histórica y ha sido llevada a la televisión por la BBC (Netflix)

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