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E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
440 Seiten
Mehrsprachig
Linkguaerschienen am01.12.2022
Sobras espectrales: gestiones estético-políticos de los residuos es una antología de crítica cultural inspiradora y en resonancia con el actual giro material en las humanidades. El conjunto de ensayos indaga sobre el dispositivo de lo residual para repensar nuestro presente a través de expresiones culturales mayoritariamente latinoamericanas. Estéticas que se enfocan en la presencia y agencia de los restos de memoria, en las sobras del hiperconsumo, y en los desechos reales y simbólicos. El libro piensa cómo puede leerse aquello que está fuera del sistema de producción, como síntoma de lo social, lo ecológico y lo político.  Sin caer en la nostalgia romántica, Adriana López-Labourdette y Valeria Wagner convierten la crítica cultural en arqueología de nuestro presente y plantean modos reivindicativos de pensar el mundo basurizado, el vertedero y la ruina (económica, ambiental y social). Asumiendo una multiplicidad de enfoques de diferentes disciplinas, este volumen colectivo abarca desde la poesía brasileña, la narrativa cubana, peruana, chilena y argentina, hasta la vanguardia venezolana, el cine transnacional y los vertederos cubiertos en Ginebra (Suiza) y Uranium City (Canadá).  Se encontrará aquí una lectura de nuestra imposibilidad de gestionar la producción de desechos, o de archivar completamente los restos del pasado. Una lectura hecha desde América Latina hacia el mundo y una reflexión aguda sobre los procesos (insuficientes) de reciclaje tanto en el propio arte, como en nuestros sistemas sociales, políticos y estéticos. Nanne Timmer, Universidad de Leiden

Autores Varios
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR51,09
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR9,99

Produkt

KlappentextSobras espectrales: gestiones estético-políticos de los residuos es una antología de crítica cultural inspiradora y en resonancia con el actual giro material en las humanidades. El conjunto de ensayos indaga sobre el dispositivo de lo residual para repensar nuestro presente a través de expresiones culturales mayoritariamente latinoamericanas. Estéticas que se enfocan en la presencia y agencia de los restos de memoria, en las sobras del hiperconsumo, y en los desechos reales y simbólicos. El libro piensa cómo puede leerse aquello que está fuera del sistema de producción, como síntoma de lo social, lo ecológico y lo político.  Sin caer en la nostalgia romántica, Adriana López-Labourdette y Valeria Wagner convierten la crítica cultural en arqueología de nuestro presente y plantean modos reivindicativos de pensar el mundo basurizado, el vertedero y la ruina (económica, ambiental y social). Asumiendo una multiplicidad de enfoques de diferentes disciplinas, este volumen colectivo abarca desde la poesía brasileña, la narrativa cubana, peruana, chilena y argentina, hasta la vanguardia venezolana, el cine transnacional y los vertederos cubiertos en Ginebra (Suiza) y Uranium City (Canadá).  Se encontrará aquí una lectura de nuestra imposibilidad de gestionar la producción de desechos, o de archivar completamente los restos del pasado. Una lectura hecha desde América Latina hacia el mundo y una reflexión aguda sobre los procesos (insuficientes) de reciclaje tanto en el propio arte, como en nuestros sistemas sociales, políticos y estéticos. Nanne Timmer, Universidad de Leiden

Autores Varios
Details
Weitere ISBN/GTIN9788411269988
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2022
Erscheinungsdatum01.12.2022
Seiten440 Seiten
SpracheMehrsprachig
Dateigrösse6600 Kbytes
Artikel-Nr.10684868
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe



La res pública de las sobras: estéticas poéticas de lo residual
Adriana López-Labourdette y Valeria Wagner

1. América Latina entre sobras y restos:

Soy,

soy lo que dejaron,

soy todas las sobras de lo que se robaron

Así comienza la canción «Latinoamérica» (2010) del grupo Calle 13. Se trata de una suerte de ontología elaborada a partir de las diversas modalidades de explotación, contaminación, abusos, y también resistencias de los pueblos y territorios americanos. Calle 13 se integra en la tradición de la Nueva Canción Latinoamericana, donde la crítica y la acusación antiimperialistas presentaban un llamado a la emancipación y a la unidad en la acción. Sin embargo, «Latinoamérica» muestra aquí un desplazamiento significativo hacia un discurso de resistencia asociado a lo material. Lo latinoamericano es identificado como lo que queda y persiste en su presencia. Esa materia vibrante -para retomar el concepto de Jane Bennett (2010)- actúa como agente transformador, más allá de la voluntad humana, evidenciando y hasta cierto punto suspendiendo las prácticas de exclusión por parte del poder.

Indirectamente, la canción sostiene una cartografía en la que la lógica excrementicia del centro sigue funcionando, reforzando así las fronteras entre centro y periferia. La resultante «basurización simbólica» del Tercer Mundo, siguiendo a Daniel Castillo Duarte, tendría dos funciones. Por un lado, a través de ella, el centro expulsa y se descongestiona, desdramatizando su propia responsabilidad (Castillo, 1999: 236). Por otro lado, esta periferia residual aseguraría el equilibrio del centro. Allí donde la mirada de Castillo se detiene en esa periferia de acumulación de residuos como corpus delicti del Primer Mundo, Calle 13 cambia de lugar, y enuncia una reivindicación del mundo basurizado.

Lejos de ser degradante, la asimilación entre humanidad-sobras-residuos sostiene el esperanzador mensaje de que es inevitable, posible, e incluso deseable, existir fuera de la lógica del mercado: «tú no puedes comprar el viento / tú no puedes comprar el sol / [...] tú no puedes comprar mi alegría / tú no puedes comprar mi dolor»,1 canta el coro, apuntando a los límites cualitativos, y no solo cuantitativos, de la explotación y la cosificación. Así como no todo es explotable, tampoco es todo robable: algo siempre queda fuera del alcance del despojo, sobras, restos, materialidades y objetos inasimilables, más acá o más allá de lo comercializable. En ese quedar y quedarse está la constancia de una materia recalcitrante que no termina de desvanecerse e insiste en persistir, después de su uso y expulsión, en múltiples modalidades humanas, animales, vegetales, minerales, etc.

Por otra parte, notemos que la canción retorna al ideario integracionista de una América toda, tan potente en la región desde el siglo XIX y hasta muy avanzado el siglo XX. Allí donde Bolívar en su «Carta de Jamaica» constataba la imposibilidad de crear una Gran República Latinoamericana, «que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse», Calle 13, a través de una mezcla de rap y reggaeton, propone una «Confederación de las sobras». El ser latinoamericano de la canción existe entre estas sobras, sea porque escapa a la atención del capital, sea porque queda fuera del campo de lo explotable, o sea porque se descarta, desvalorizado y puesto en desuso. Sin embargo, sería precisamente gracias a esta exclusión que dicho ser persiste. A la idea del despojo cifrado en las sobras, se le agrega también un repetido «tengo», y con él un sentido de propiedad y pertenencia. Paradójicamente, entonces, el vertedero y la ruina (económica, ambiental, social, y no solo, por supuesto, arquitectural) emergen como lugares de posible preservación, incluso «salvación» de América Latina. ¿Pero qué sentido podemos darle a esta nota redentora? ¿Cómo podemos releerla sin caer en la nostalgia romántica o la ilusión voluntarista? Para pensar estas preguntas es importante aclarar algunas de las relaciones y demarcaciones entre los términos que nos van a ocupar, y que agrupamos bajo la noción paraguas de lo residual.

2. Sentidos de lo residual

El diccionario define lo residual en términos de una exterioridad al sistema productivo, que asociamos a lo inútil, lo abyecto y a lo inasimilable. Esta idea de un afuera (del tiempo o del espacio, o aun del sistema) es central para la noción de residuos sobre la que este libro indaga, con especial atención a su inscripción en las producciones estéticas latinoamericanas contemporáneas. ¿Dónde está el límite entre lo residual y lo no-residual? He aquí un primer punto a tener en cuenta. Evidentemente, ese límite apenas obedece a características inherentes a objetos, discursos, vidas, espacios, etc. Con Marie Douglas aprendimos que la basura es una materia fuera de lugar. Asimismo, podemos pensar los restos como una materialidad fuera del tiempo, o el excedente fuera del orden de producción destinado a la acumulación de capital.

Dentro del pensamiento filosófico-cultural, el concepto de residuo puede ser rastreado en una constelación marcada por cuestiones relativas a la historia/historiografía, a las culturas de la memoria, a la ecocrítica o a la escena psicoanalítica, para solo citar algunos ejemplos. Emergen aquí conceptos afines como huellas y anacronismo (de Walter Benjamin y luego, Didi-Huberman), exforma (Nicolás Bourriaud), residuos y restos (Nelly Richard y Beatriz Sarlo), junkspace, compostaje de la modernidad tardía y discurso tóxico (Rem Koolhaas, Fayet y Lawrence Buell), o desechos mnemónicos (Aleida Assmann). A ello podríamos sumarle un corpus teórico tan fundamental como dejado de lado: a saber, el pensamiento caribeñista, desde Eduard Glissant (traza) a Ann Laura Stoler (ruination), donde la condición caribeña se piensa en términos de «lo que queda», como signo de violencia y al mismo tiempo, de resistencia.

En la multiplicidad de estos conceptos aflora su productividad, su utilidad para pensar diferentes procesos. Aflora también la dificultad, en concordancia con la materialidad que tratan de definir, de marcar claras diferencias entre ellos. Si en un primer acercamiento a conceptos como residuo o basura parecería fácil distinguirlos, una reflexión a partir de los usos y sentidos dados a ambos términos delata múltiples puntos de indistinción. Sin querer ser excesivamente categóricas, insistimos en atender a ciertas demarcaciones tangibles tanto por los registros y procesos que movilizan, como por las visualidades, espacialidades y temporalidades que los acompañan. Por muy banal que parezca vale recordar las diferencias entre estar rodeado de restos que estarlo de basura; recordar que, dentro de nuestras tradiciones estético/políticas, las ruinas y los vertederos no han tenido los mismos abordajes. Los restos, por ejemplo, remiten a un tiempo fuera del tiempo, a un tiempo pasado que vuelve, en la línea que Raymond Williams (1977) desarrolla, a diferencia de lo arcaico que se mantiene en otro tiempo y a lo emergente, cargado de presente.

Las ruinas, por su parte, son un ejemplo paradigmático de la importancia de lo residual en la tradición del pensamiento crítico, y posiblemente también el punto de partida de la problematización histórica y material de los restos. Los románticos ya veían y buscaban en ellas un pasado perdido, el fundamento moral predominante de ese antaño que, de haber subsistido, habría dado paso a un presente y a un futuro mejor. Desde esta perspectiva, la ruina se presenta como dispositivo de la imaginación melancólica, destinada a rescatar lo perdido. Pero, al mismo tiempo, ella va a constituir un espacio ideal para la razón posmoderna (Huyssen, 2006), pues en ella se confunden las temporalidades, se borran los límites entre vida y muerte, se desestructuran los sentidos, dando paso a la imaginación del duelo. En el ámbito de los estudios culturales, esta cualidad liminal de las ruinas suele abordarse a través de su relación analógica a la alegoría, tal como la elabora Walter Benjamin a lo largo de su obra. Según una de las formulaciones más sintéticas de esta analogía: «las alegorías son en el reino del pensamiento lo que las ruinas en el reino de las cosas» (Benjamin, 1990: 7). La temporalidad de la ruina, que apunta a un pasado en el que las cosas estaban intactas, se combina así con el desdoblamiento semiótico de la alegoría, en la que todo quiere decir también otra cosa.

En ambos casos se generan narrativas múltiples, al mismo tiempo que se afirman sentidos/orígenes únicos: por un lado, los fragmentos y restos evocan una unicidad original, ahora desintegrada o desmembrada. Por otro lado, habrá tantas posibilidades de combinación en vistas a la reconstitución del escenario original, como fragmentos y restos hay. Así queda desmentida la ilusión de unicidad. La alegoría, por su parte, pretende darle cuerpo, imagen o entidad, a un sentido elusivo, pero al hacerlo abre a los objetos y palabras que moviliza a múltiples relatos y significados. De tal suerte, se consagran al fracaso las tentativas de fijar sentidos y cursos narrativos. La alegoría, entonces, al desdoblar el sentido de los significantes, vacía el sistema de referencialidad: el lenguaje se a-rruina, evoca la pérdida del origen, del referente. Al mismo tiempo, dicha pérdida genera nuevas alegorías. El lenguaje-resto, es también, potencialmente, el lenguaje-sobra, el sentido que se despliega entre carencia y demasía.

Notemos que a esta modalidad de...

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