Hugendubel.info - Die B2B Online-Buchhandlung 

Merkliste
Die Merkliste ist leer.
Bitte warten - die Druckansicht der Seite wird vorbereitet.
Der Druckdialog öffnet sich, sobald die Seite vollständig geladen wurde.
Sollte die Druckvorschau unvollständig sein, bitte schliessen und "Erneut drucken" wählen.

La casa de los mil pasillos

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
304 Seiten
Spanisch
NOCTURNAerschienen am08.08.2019
En la ciudad de High Norland, la joven Charmain Baker pasa sus días con la nariz siempre metida en algún libro. Cuando su familia la envía a la casa de un pariente mago, ella parte emocionada por vivir al fin su propia aventura. Pero a su llegada se topa con un confuso laberinto de habitaciones extrañas, un aprendiz sin maestro e infinidad de criaturas singulares. Para colmo, pronto se ve involucrada en una misión del rey por la que acude una intimidante bruja llamada Sophie. En definitiva, algo para lo que ningún libro la había preparado. La casa de los mil pasillos es la última novela de la trilogía que inicia El castillo ambulante (cuya adaptación dirigida por Hayao Miyazaki y producida por Studio Ghibli resultó nominada al Oscar), compuesta por libros ambientados en el mismo mundo y con personajes en común, aunque de lectura independiente.

Diana Wynne Jones (Londres, 1934) es autora de más de cuarenta novelas y una de las principales voces de la literatura fantástica actual. Licenciada en Filología Inglesa por la universidad de Oxford, de joven asistió a conferencias de J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis. En 1977 publicó la primera parte de su serie Los mundos de Chrestomanci. Nueve años después apareció su novela El castillo ambulante, que fue llevada al cine en una adaptación de Hayao Miyazaki, cuya historia prosiguió en El castillo en el aire (1990) y La casa de los mil pasillos (2008; Nocturna, 2010).
mehr
Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR26,00
E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
EUR8,49

Produkt

KlappentextEn la ciudad de High Norland, la joven Charmain Baker pasa sus días con la nariz siempre metida en algún libro. Cuando su familia la envía a la casa de un pariente mago, ella parte emocionada por vivir al fin su propia aventura. Pero a su llegada se topa con un confuso laberinto de habitaciones extrañas, un aprendiz sin maestro e infinidad de criaturas singulares. Para colmo, pronto se ve involucrada en una misión del rey por la que acude una intimidante bruja llamada Sophie. En definitiva, algo para lo que ningún libro la había preparado. La casa de los mil pasillos es la última novela de la trilogía que inicia El castillo ambulante (cuya adaptación dirigida por Hayao Miyazaki y producida por Studio Ghibli resultó nominada al Oscar), compuesta por libros ambientados en el mismo mundo y con personajes en común, aunque de lectura independiente.

Diana Wynne Jones (Londres, 1934) es autora de más de cuarenta novelas y una de las principales voces de la literatura fantástica actual. Licenciada en Filología Inglesa por la universidad de Oxford, de joven asistió a conferencias de J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis. En 1977 publicó la primera parte de su serie Los mundos de Chrestomanci. Nueve años después apareció su novela El castillo ambulante, que fue llevada al cine en una adaptación de Hayao Miyazaki, cuya historia prosiguió en El castillo en el aire (1990) y La casa de los mil pasillos (2008; Nocturna, 2010).
Details
Weitere ISBN/GTIN9788417834128
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2019
Erscheinungsdatum08.08.2019
Seiten304 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse2279 Kbytes
Artikel-Nr.11912623
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


Capítulo 1

En el que presentan voluntaria a Charmain para vigilar la casa del mago

-Tiene que hacerlo Charmain -dijo tía Sempronia-. No podemos permitir que el tío abuelo William se enfrente a esto solo.

-¿Tu tío abuelo William? -repitió la señora Baker-. No es... -Tosió y bajó la voz porque eso, bajo su punto de vista, no era demasiado agradable-. ¿No es mago?

-Por supuesto -asintió tía Sempronia-. Pero ha... -En este punto, ella también bajó la voz-. Ha envejecido, ya sabes, por dentro, y sólo los elfos pueden ayudarlo. Tienen que llevárselo para curarlo, ya sabes, y alguien tiene que cuidar de su casa. Los hechizos, ya sabes, se «escapan» si no los vigila nadie. Y yo estoy demasiado ocupada para hacerlo. Sólo mis obras de caridad con los perros abandonados...

-Yo también. Este mes estamos hasta arriba de encargos de pasteles de boda -dijo enseguida la señora Baker-. Sam me estaba diciendo que sólo esta mañana...

-Entonces tiene que hacerlo Charmain -decretó tía Sempronia-. Ya tiene edad.

-Eh... -balbuceó la señora Baker.

Ambas miraron al otro lado del salón, donde estaba sentada la hija de la señora Baker, enfrascada en un libro, como siempre, con su largo y delgado cuerpo inclinado bajo la luz del sol que entraba por entre los geranios de la señora Baker, con su melena pelirroja recogida en una especie de nido de pájaros y sus gafas colgando de la punta de la nariz. Tenía en la mano una de las jugosas empanadas de su padre y la masticaba al tiempo que leía. No dejaban de caer migas sobre el libro y ella las apartaba con la empanada cuando aterrizaban en la página que estaba leyendo.

-Eh..., ¿nos estabas escuchando, cariño? -preguntó la señora Baker con nerviosismo.

-No -respondió Charmain con la boca llena-. ¿Qué?

-Quedamos así, pues -intervino tía Sempronia-. Dejo que seas tú quien se lo explique, Berenice, querida. -Se levantó planchando majestuosamente los pliegues de su tieso vestido de seda y, después, los de su sombrilla, también de seda-. Volveré a buscarla mañana por la mañana -dijo-. Ahora será mejor que vaya a contarle al pobre tío abuelo William que Charmain cuidará de sus cosas.

Atravesó el salón con decisión y dejó a la señora Baker deseando que la tía de su marido no fuese tan rica ni tan mandona, y preguntándose cómo se lo iba a explicar a Charmain, por no hablar de Sam. Sam nunca dejaba a Charmain hacer nada que no fuese intrínsecamente respetable. Tampoco la señora Baker, excepto cuando tía Sempronia se entrometía.

Mientras tanto, tía Sempronia se subió a su pequeño y elegante carro de ponis y ordenó a su lacayo que la llevara más allá del otro extremo del pueblo, a casa del tío abuelo William.

-Lo he arreglado todo -anunció mientras discurría por los pasillos mágicos hasta donde estaba el tío abuelo William escribiendo tristemente en su estudio-. Mi sobrina nieta Charmain vendrá mañana. Te verá cuando te vayas y cuidará de ti cuando vuelvas. Y, mientras tanto, cuidará de tu casa.

-¡Qué amable! -exclamó el tío abuelo William-. Asumo que tiene buenos conocimientos de magia, ¿verdad?

-No tengo ni idea -replicó tía Sempronia-. Lo que sí sé es que nunca saca la nariz de los libros, que nunca ayuda en su casa y que sus padres la tratan como si fuese un objeto sagrado. Le irá muy bien hacer algo normal, para variar.

-Vaya, querida -dijo el tío abuelo William-, gracias por avisarme. En ese caso, tomaré precauciones.

-Hazlo -dijo tía Sempronia-. Y más te vale asegurarte de que haya mucha comida. Jamás he conocido a una chica que coma tantísimo. Y aun así, se mantiene delgada como la escoba de una bruja. Nunca lo he entendido. Bien, pues la traeré mañana antes de que vengan los elfos.

Dio media vuelta y se fue.

-Gracias -dijo débilmente el tío abuelo William a su rígida y siseante espalda-. Vaya -musitó al tiempo que se cerraba la puerta principal-. Bueno, bueno. Supongo que hay que ser agradecido con los parientes.

Contra todo pronóstico, Charmain también estaba bastante agradecida a tía Sempronia. No es que le agradeciera, en absoluto, que la hubiese presentado voluntaria a cuidar de un mago viejo y enfermo al que no conocía.

-¡Podría habérmelo preguntado! -le dijo bastantes veces a su madre.

-Creo que sabía que te habrías negado, cariño -acabó sugiriendo la señora Baker.

-A lo mejor -contestó Charmain-. O a lo mejor no -añadió con una sonrisa misteriosa.

-Cariño, no te estoy pidiendo que te guste -dijo la señora Baker con voz temblorosa-. No es que sea agradable. Es sólo que sería muy generoso por tu parte...

-Ya sabes que yo no soy generosa -repuso Charmain, y subió a su habitación blanca con adornos, donde se sentó en su bonito escritorio y miró por la ventana los tejados, las torres y las chimeneas de High Norland, y después, más allá, las montañas azules. La verdad es que aquella era la oportunidad que había estado esperando. Estaba cansada de su respetable colegio y muy cansada de vivir en su casa, con su madre tratándola como si fuese una tigresa que nadie estuviera seguro de si estaba domada y su padre prohibiéndole hacer cosas porque no eran adecuadas o seguras o normales. Era su oportunidad para irse de casa y hacer algo, la única cosa que Charmain siempre había querido hacer. Valía la pena cargar con la casa de un mago sólo por eso. Se preguntó si tenía el valor necesario para escribir la carta que correspondía.

Durante un buen rato, no lo tuvo. Se sentó a mirar cómo las nubes se juntaban con las cimas de las montañas, blancas y moradas, creando formas de animales gordos y dragones voladores. Las miró hasta que las nubes se disolvieron en una simple niebla que contrastaba con el azul del cielo. Entonces se dijo: «Ahora o nunca». Después suspiró, cogió las gafas que le colgaban de una cadena del cuello y sacó una buena pluma y su mejor papel de carta. Escribió con su mejor caligrafía:

Majestad:

Desde que, de pequeña, oí hablar por primera vez de su gran colección de libros y manuscritos, he deseado trabajar en su biblioteca. Aunque sé que usted mismo, con la ayuda de su hija, su alteza real la princesa Hilda, se encarga personalmente de la extensa y difícil tarea de ordenar e inventariar el contenido de la biblioteca real, espero, sin embargo, que agradezca mi ayuda. Dado que ya tengo edad, me gustaría presentarme al puesto de ayudante de bibliotecario en la biblioteca real. Espero que su majestad no considere presuntuosa mi solicitud.

Suya,

Charmain Baker

Calle Corn, 12

High Norland

Charmain se apoyó en el respaldo de la silla y releyó su carta. Era imposible, pensó, que una carta escrita así causase al viejo rey otra cosa que sonrojo, pero le parecía que estaba bastante bien. Lo único de lo que dudaba era del «ya tengo edad». Sabía que esa frase implicaba que tenía veintiún años -o, al menos, dieciocho-, pero ella opinaba que no era del todo mentira. Después de todo, no estaba diciendo qué edad «tenía». Y tampoco decía que tuviese amplios estudios o estuviese altamente cualificada, porque no lo estaba. Ni siquiera había dicho que amaba los libros más que cualquier otra cosa en el mundo, aunque fuese completamente cierto. Tendría que confiar en que su amor por los libros se intuyese.

«Estoy bastante segura de que el rey se limitará a arrugar la carta y tirarla al fuego -pensó-. Pero al menos lo habré intentado».

Salió a echar la carta al buzón sintiéndose intrépida y desafiante.

A la mañana siguiente llegó tía Sempronia en su carruaje de ponis y subió a Charmain en él, acompañada de una pequeña bolsa de tela en la que la señora Baker había guardado la ropa de Charmain, y otra mucho más grande y abombada en la que había metido empanadas, bollos, flanes y tartas. La bolsa era tan grande y olía tanto a hierbas, caldo de carne, queso, fruta, jamón y especias que el mozo que conducía el carro se dio la vuelta y aspiró, sorprendido; incluso las fosas nasales de la gran nariz de tía Sempronia se ensancharon.

-Bueno, al menos de hambre no te vas a morir, niña -dijo-. Vámonos.

Pero el mozo tuvo que esperar a que la señora Baker abrazase a Charmain y le dijese:

-Cariño, sé que puedo confiar en que serás buena, ordenada y educada.

«Eso es mentira -pensó Charmain-. No confías absolutamente nada en mí».

Entonces el padre de Charmain se apresuró a estamparle un beso en la mejilla.

-Sabemos que no nos decepcionarás, Charmain -añadió.

«Otra mentira -pensó Charmain-. Sabéis que sí lo haré».

-Y te vamos a echar de menos, cariño -dijo su madre a punto de llorar.

«¡Eso podría ser verdad! -pensó Charmain un poco sorprendida-. Aunque no acabo de entender siquiera por qué les caigo bien».

-Vámonos -ordenó tía Sempronia con dureza, y el mozo obedeció. Cuando el poni empezó a pasear tranquilamente por las calles, dijo-: Muy bien, Charmain, ya sé que tus padres te han dado siempre todo lo mejor y que no has tenido que mover un dedo por ti misma en toda tu vida. ¿Estás preparada para cuidarte sola, para variar?

-Sí, claro -dijo Charmain con entusiasmo.

-¿Y de la casa y del pobre anciano? -insistió tía Sempronia.

-Lo haré lo mejor que pueda...
mehr

Autor

Diana Wynne Jones (Londres, 1934) es autora de más de cuarenta novelas y una de las principales voces de la literatura fantástica actual. Licenciada en Filología Inglesa por la universidad de Oxford, de joven asistió a conferencias de J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis. En 1977 publicó la primera parte de su serie Los mundos de Chrestomanci. Nueve años después apareció su novela El castillo ambulante, que fue llevada al cine en una adaptación de Hayao Miyazaki, cuya historia prosiguió en El castillo en el aire (1990) y La casa de los mil pasillos (2008; Nocturna, 2010).