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Adan y Eva

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
232 Seiten
Spanisch
Nórdica Libroserschienen am12.06.20231. Auflage
Las historias tragicómicas de Paasilinna sobre la vida en el norte, junto con su visión aguda y satírica de la sociedad finlandesa, han capturado la imaginación de millones de lectores en todo el mundo. En Adán y Eva cuenta la historia de Aatami, un empresario finlandés al borde de la bancarrota que inventa un aparato que, espera, acabe con la crisis energética y lo haga rico. Pero justo cuando toda esperanza parece perdida, Eeva, una abogada emprendedora y bebedora, decide hacer una inversión. Tanto en Aatami como en su invento. Y así comienza una historia de supervivencia contra viento y marea. Aatami y Eeva ponen de rodillas al mundo de los negocios y aunque Aatami se vuelve rico, no deja que su nuevo éxito se le suba a la cabeza... Esta enérgica obra es una sátira mordaz sobre el capitalismo y la idea de salvar el mundo escrita por el mejor humorista literario de Finlandia.

Arto Paasilinna (Kittilä, 1942 - Espoo, 2018) Escritor y periodista finlandés, autor en finés de treinta y cinco novelas. Cuando contaba diez años comenzó a enviar sus escritos a publicaciones de Laponia. Durante su juventud se dedicó al periodismo, y a partir de 1972, con la publicación de su primera novela, Operación Finlandia, compaginó dicha actividad con la literatura. Su libro más exitoso, El año de la liebre, se ha traducido a dieciocho lenguas y cuenta con dos versiones cinematográficas. Siete de sus novelas han sido traducidas al español.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR29,98
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR9,99

Produkt

KlappentextLas historias tragicómicas de Paasilinna sobre la vida en el norte, junto con su visión aguda y satírica de la sociedad finlandesa, han capturado la imaginación de millones de lectores en todo el mundo. En Adán y Eva cuenta la historia de Aatami, un empresario finlandés al borde de la bancarrota que inventa un aparato que, espera, acabe con la crisis energética y lo haga rico. Pero justo cuando toda esperanza parece perdida, Eeva, una abogada emprendedora y bebedora, decide hacer una inversión. Tanto en Aatami como en su invento. Y así comienza una historia de supervivencia contra viento y marea. Aatami y Eeva ponen de rodillas al mundo de los negocios y aunque Aatami se vuelve rico, no deja que su nuevo éxito se le suba a la cabeza... Esta enérgica obra es una sátira mordaz sobre el capitalismo y la idea de salvar el mundo escrita por el mejor humorista literario de Finlandia.

Arto Paasilinna (Kittilä, 1942 - Espoo, 2018) Escritor y periodista finlandés, autor en finés de treinta y cinco novelas. Cuando contaba diez años comenzó a enviar sus escritos a publicaciones de Laponia. Durante su juventud se dedicó al periodismo, y a partir de 1972, con la publicación de su primera novela, Operación Finlandia, compaginó dicha actividad con la literatura. Su libro más exitoso, El año de la liebre, se ha traducido a dieciocho lenguas y cuenta con dos versiones cinematográficas. Siete de sus novelas han sido traducidas al español.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788419735409
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2023
Erscheinungsdatum12.06.2023
Auflage1. Auflage
Seiten232 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1979 Kbytes
Artikel-Nr.12094263
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


1

El caso más reciente ocurrido en la zona industrial de Tattarisuo le aconteció a Aatami Rymättylä. Con el mono de trabajo echando humo, salió despedido del laboratorio de su taller de mantenimiento de baterías a consecuencia de una explosión de hidrógeno.

La nave industrial de chapa de acero traqueteó un instante, en el interior se oyó el tintineo del cristal al estallar, por la esparrancada puerta de doble batiente emergió una nube de humo y vapor. Aatami Rymättylä tosió el hollín de los pulmones. Tenía la cara roja y negra, le retumbaban los oídos, el corazón le latía con fuerza. Una vez calmado, se sentó en los escalones de su establecimiento fabril, se sacó del bolsillo una cajetilla verde de tabaco sin filtro, encendió un cigarrillo y le dio una profunda calada. Cerró los ojos con fervor:

-Puta primavera.

En efecto, hacía su entrada la primavera, había comenzado el deshielo, los aceitosos charcos de las callejuelas lóbregas de Tattarisuo centelleaban con los nítidos colores del arcoíris. En los arbustos polvorientos a lo largo de las cunetas despuntaban los brotes. Las aves migratorias aún no habían hecho acto de presencia en el polígono industrial, de los bosques más allá de los almacenes de chatarra llegaba el graznido de los cuervos. En cierto modo, también ellos eran sonidos primaverales, muy en sintonía con el entorno.

Aatami Rymättylä era un pequeño empresario de cuarenta y tantos, un hombre recio y de aspecto y carácter muy finlandés. Era grande, corpulento, se notaba que las había pasado canutas.

El invierno anterior y la primavera habían sido difíciles para él. La facturación de su taller de baterías había disminuido en los últimos tiempos, el pequeño negocio había decaído aún más durante la recesión. Lo que es crecer, ya solo crecían los elevados intereses y el saldo de su deuda. La demanda de automóviles se había reducido y en consecuencia ya no se requerían tantas baterías como antes. Además de mantener baterías, Aatami Rymättylä se había metido a reparar e instalar tubos de escape, pero ese negocio tampoco resultaba ser lo que se dice muy lucrativo. El título de ingeniero eléctrico que había adquirido en los años 70 le había proporcionado también actividad en el ámbito de las instalaciones eléctricas. En definitiva, Baterías Adán S. L. salía de alguna manera adelante, tambaleándose, pero si el sector no repuntaba en verano, le aguardaría la bancarrota. La empresa se había mantenido a flote diez años, gracias al sudor de su frente, pero, llegado a aquel punto, dejarse las fuerzas en el intento ya no servía de nada. Los clientes se soldaban ellos mismos sus oxidados tubos de escape, reparaban sus baterías, conectaban los cables eléctricos de sus automóviles y ellos mismos se cambiaban los relés.

Después de algunas hondas caladas, Aatami Rymättylä se levantó de las escaleras y regresó abatido a su taller. Una ligera brisa primaveral soplaba hacia el exterior el vapor y el humo del recinto, que emergían a través de las ventanas rotas. La nave medía siete por siete metros y su altura era de cuatro metros. Allí podía dar servicio no solo a turismos sino también a camiones de cierta envergadura.

Justo a la derecha de la puerta había un pequeño cubículo que hacía las veces de oficina, después, unos espacios sanitarios de unos diez metros cuadrados dividían el espacio y detrás, en el rincón más al fondo, una diminuta sala de estar en la que Aatami Rymättylä se alojaba desde el otoño. En esa época se había visto obligado a vender su piso situado en el barrio de Tikkurila para reducir las deudas de Baterías Adán S. L. y pagar los atrasos de la pensión alimenticia consecuencia de su divorcio ocurrido hacía cinco años. Toda su vida había sido un firme enamorado de las mujeres y de ello existían un buen número de pruebas vivientes: tres hijos con su última esposa: Liisa, Tauno y Leena, de trece, once y nueve años respectivamente. Fruto del amor con otra mujer, nacidos también hacía cinco años, estaban las bulliciosas trillizas Anneli, Annikki y Aulikki. Y por último Pekka, de veinticinco años, guardia fronterizo en el puesto de Naruska, en el municipio lapón de Salla. El amor tiene su precio: una manada de retoños como aquella necesitaba mucha comida y mucha ropa. El tribunal había sentenciado al director ejecutivo Aatami Rymättylä a una despiadada pensión alimenticia, cual recaudador de tributos de mano dura. En invierno, Aatami había sobrevivido con el dinero de la venta del apartamento, pero ahora en primavera no le quedaba otra que encontrar nuevas fuentes de ingresos.

Al fondo de la nave, a la izquierda, había otro local de diez metros cuadrados, el almacén de baterías. Bajo su suelo, dueñas y señoras, las ratas de los depósitos de chatarra de Tattarisuo habían excavado pasillos y madrigueras y llevaban en el espacio del taller de baterías una exuberante vida familiar. Organizaban reuniones espontáneas con los parientes y agasajaban a sus visitas con las provisiones de Aatami Rymättylä, a mordiscos habían abierto agujeros en la nevera portátil y se habían apoderado de numerosos paquetes de viandas. La semana pasada, en su insolencia, se habían atrevido a volcar el cartón de leche cuajada que Aatami había puesto al fresco en el hueco que hay entre el doble vidrio de una ventana, y lo habían dejado todo hecho un asco. Su entrada principal las ratas la habían excavado en un extremo del suelo de hormigón de la nave, bajo el muelle de carga. Allí recibían a la parentela que venía de visita y a huéspedes más extraños, por lo general en horas nocturnas, cuando las ganas de fiesta se apoderan no solo de la gente sino también de las ratas de Tattarisuo.

Junto al almacén de baterías se encontraba un espacio algo más amplio, el laboratorio, y fue precisamente de allí de donde Aatami había salido por la fuerza de la explosión, más por los aires que por su propio pie.

En realidad, en un taller multiusos normal no habría sido necesario un laboratorio. El mantenimiento de baterías es, en teoría y en la práctica, un asunto sencillo, por no hablar de la reparación de tubos de escape y similares, pero Aatami Rymättylä había montado un laboratorio en su taller y lo había equipado con aparatos e instrumentos adecuados. Hacía tiempo que había comenzado a desarrollar una batería nueva, más ligera. Durante la recesión, los días se le hacían largos, pues los clientes no se agolpaban precisamente a su puerta.

Aatami Rymättylä se tomaba muy en serio su labor investigadora, aunque a los profanos les decía que se trataba de un pasatiempo, que lo hacía por placer y diversión. Resultaba fascinante imaginar que, si lograba desarrollar una nueva batería ultraligera, su hallazgo supondría un punto de inflexión en el desarrollo de la humanidad entera. Pasaría a la historia como inventor, un poco como Edison, quien, entre otras muchas cosas, había desarrollado la batería de níquel-hierro. Aatami se veía a sí mismo como el alma gemela de Thomas Alva Edison, quien tanto había experimentado y llevado a cabo, y hasta sus tiempos mozos mostraban similitud. Mientras Edison a los quince años de edad recorría como telegrafista Estados Unidos, Aatami Rymättylä se había dedicado a las instalaciones eléctricas en las inhóspitas tierras del norte. Aatami había ejercido durante años de mecánico en una fábrica de baterías, igual que Edison, ingeniero en la Compañía Telegráfica Western Union...

En resumidas cuentas, almacenar la electricidad de una forma ligera y eficiente sería casi tan noble como el invento de la electricidad en sí.

Como inventor, Aatami Rymättylä no era ningún novato. Durante su servicio militar había desarrollado una mina antipersonal excepcionalmente ingeniosa, que tenía la desagradable propiedad de no poder ser desactivada sin detonarla. La mina había sido posteriormente empleada por el Ejército como arma para el adiestramientos de zapadores. Aatami había demandado royalties por el desarrollo de esta arma diabólica, pero el jefe de zapadores, un obstinado mayor general, había declarado rotundo que ningún ejército del mundo acostumbraba a pagar secretos de guerra, estos eran gratis desde el principio de los tiempos.

En la escuela de suboficiales, el alumno Rymättylä había desarrollado como quien no quiere la cosa una ametralladora de doble cañón para la cual calculó una prodigiosa cadencia de tiro teórica de 2.700 disparos por minuto. La idea se basaba en que el obturador del arma se conectaba a un cigüeñal del mismo modo que un pistón a su motor de combustión. El movimiento rotatorio aumentaría la cadencia de tiro y libraría al arma de interferencias, estimó el alumno Rymättylä al presentar su idea al general de brigada. Gracias al invento, al alumno lo transfirieron por espacio de unas semanas a la armería de la división para dibujar bocetos de la nueva arma, hasta que se averiguó que la idea tan nueva no era. Al parecer, los japoneses habían desarrollado un mecanismo idéntico para un cañón de barco ya en el año 1905. Si bien la cadencia de tiro era ciertamente excepcional, la literatura sobre técnica armamentística sabía que era difícil conseguir que el arma dejara de disparar: el fuego solo cesaba cuando se acababa la munición. El cierre del tipo cigüeñal resultaba sumamente eficaz, pero al mismo tiempo reducía irremediablemente la precisión del arma: el cañón temblequeaba al disparar y daba bandazos...

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Autor

Arto Paasilinna (Kittilä, 1942 - Espoo, 2018) Escritor y periodista finlandés, autor en finés de treinta y cinco novelas. Cuando contaba diez años comenzó a enviar sus escritos a publicaciones de Laponia. Durante su juventud se dedicó al periodismo, y a partir de 1972, con la publicación de su primera novela, Operación Finlandia, compaginó dicha actividad con la literatura. Su libro más exitoso, El año de la liebre, se ha traducido a dieciocho lenguas y cuenta con dos versiones cinematográficas. Siete de sus novelas han sido traducidas al español.