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Odas Sensacionistas, Salutación a Walt Whitman y Ultimátum de Álvaro de Campos

E-BookEPUB0 - No protectionE-Book
264 Seiten
Mehrsprachig
Shantarinerschienen am31.07.20231. Auflage
Fernando Pessoa es hoy un clásico de la literatura mundial, y para ese reconocimiento ha contribuido de forma certera la obra de crítica literaria más polémica de los últimos 30 años: El canon occidental, de Harold Bloom. Pues bien, si Bloom incluyó a Pessoa -el 'Whitman renacido', como lo llamó- en su restringido canon de 26 escritores occidentales (era, además, el único autor de la lista que escribía en portugués), ese hecho se debió al fértil intercambio de ideas entre Bloom y una de las lectoras más atentas de la obra del poeta de Lisboa: Maria Irene Ramalho. Los legados intelectuales de Ramalho y Bloom demuestran visiones teóricas e ideológicas distintas en lo que se refiere a la construcción del canon literario. Sin embargo, ambos convergen en la admiración por la obra de Pessoa y, en especial, en una confesada fascinación por su heterónimo más prolífico, el irascible y escandaloso Álvaro de Campos, el ingeniero naval nacido en Tavira y formado en Glasgow, en quien Pessoa depositó toda la emoción que se negó a sí mismo y en quien proyectó un genio sin igual de la poesía de vanguardia del primer tercio del siglo XX. Odas sensacionistas, Salutación a Walt Whitman y Ultimatum de Álvaro de Campos, antología trazada en la primavera de 2019, pocos meses antes de la desaparición de Bloom, es al mismo tiempo un hermoso testimonio de la amistad y la colaboración intelectual entre Maria Irene Ramalho y Harold Bloom y una contribución fundamental para la divulgación y comprensión de la obra de Álvaro de Campos, el alter ego de Fernando Pessoa hasta su muerte en 1935. Antología bilingüe con selección e introducción de Maria Irene Ramalho y Harold Bloom, ilustraciones de Kleber Sales y traducción de Antonio Sáez Delgado.mehr

Produkt

KlappentextFernando Pessoa es hoy un clásico de la literatura mundial, y para ese reconocimiento ha contribuido de forma certera la obra de crítica literaria más polémica de los últimos 30 años: El canon occidental, de Harold Bloom. Pues bien, si Bloom incluyó a Pessoa -el 'Whitman renacido', como lo llamó- en su restringido canon de 26 escritores occidentales (era, además, el único autor de la lista que escribía en portugués), ese hecho se debió al fértil intercambio de ideas entre Bloom y una de las lectoras más atentas de la obra del poeta de Lisboa: Maria Irene Ramalho. Los legados intelectuales de Ramalho y Bloom demuestran visiones teóricas e ideológicas distintas en lo que se refiere a la construcción del canon literario. Sin embargo, ambos convergen en la admiración por la obra de Pessoa y, en especial, en una confesada fascinación por su heterónimo más prolífico, el irascible y escandaloso Álvaro de Campos, el ingeniero naval nacido en Tavira y formado en Glasgow, en quien Pessoa depositó toda la emoción que se negó a sí mismo y en quien proyectó un genio sin igual de la poesía de vanguardia del primer tercio del siglo XX. Odas sensacionistas, Salutación a Walt Whitman y Ultimatum de Álvaro de Campos, antología trazada en la primavera de 2019, pocos meses antes de la desaparición de Bloom, es al mismo tiempo un hermoso testimonio de la amistad y la colaboración intelectual entre Maria Irene Ramalho y Harold Bloom y una contribución fundamental para la divulgación y comprensión de la obra de Álvaro de Campos, el alter ego de Fernando Pessoa hasta su muerte en 1935. Antología bilingüe con selección e introducción de Maria Irene Ramalho y Harold Bloom, ilustraciones de Kleber Sales y traducción de Antonio Sáez Delgado.
Details
Weitere ISBN/GTIN9789899156098
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format Hinweis0 - No protection
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2023
Erscheinungsdatum31.07.2023
Auflage1. Auflage
Seiten264 Seiten
SpracheMehrsprachig
Dateigrösse3076 Kbytes
Artikel-Nr.13389099
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe



Introducción
Álvaro de Campos, ingeniero naval y poeta sensacionista

«Hablando con propiedad, Fernando Pessoa no existe», esta es la afirmación del heterónimo Álvaro de Campos en sus notas para recordar a Alberto Caeiro, el heterónimo maestro de todos ellos. Por impertinente que sea, la escandalosa afirmación de Campos responde fielmente a la realidad. El apellido del poeta, Pessoa, viene del latín «persona», que significa «máscara»: tras la máscara, la persona de Fernando Pessoa no existe. Detenerse a recordar al maestro es el pretexto de Álvaro de Campos -probablemente, tras el propio Fernando Pessoa, el más elocuente y osado de los heterónimos- para tejer comentarios sobre las realizaciones poéticas de Pessoa, entre las que sobresale la más original de todas: la creación de los heterónimos. Pessoa reinventó un término ya existente en la gramática, «heterónimo» (nombres completamente diferentes para objetos semánticamente muy cercanos), para definir a los diferentes nombres de sus muchos no-él-mismo de ficción. La palabra así redefinida por Pessoa ha merecido, incluso, una entrada en el Dictionary of Literary Terms and Literary Theory, de J. A. Cuddon (1999, p. 381).

La historia de la génesis de los heterónimos es bien conocida. Pessoa la contó en 1935 en la muy citada carta dirigida a Adolfo Casais Monteiro, un joven poeta y crítico de presença (1927-1940). Esta revista del llamado «segundo modernismo» en Portugal fue fundamental para dar a conocer a un público más amplio a un Pessoa hasta entonces prácticamente inédito.

El día 8 de marzo de 1914 -Pessoa como en «una especie de éxtasis»- se le apareció repentinamente la secuencia de poemas titulada El guardador de rebaños, junto con su «autor», el aparentemente sencillo poeta pastoril Alberto Caeiro. Este primer heterónimo, enseguida reconocido como «maestro», fue de inmediato seguido por «discípulos» que habrían de constituir una «coterie inexistente» de poetas: Ricardo Reis, médico, monárquico y autor clasicista de epicúreas odas horacianas; Álvaro de Campos, extravagante cantor whitmaniano de los desafíos de la modernidad y la máquina, la nación, la identidad y la sexualidad; y Fernando Pessoa, convertido en no-Pessoa, y reaccionando «contra su inexistencia como Alberto Caeiro» (Pessoa 1982, pp. 93-100). Como reconoció en primer lugar Jorge de Sena (1974; 1982), «Fernando Pessoa» pasó a ser también un heterónimo; a partir de ahí, «Pessoa» no fue más que el nombre de familia del poeta. Tiene razón Álvaro de Campos: al pasar a ser «drama en gente» y comprender «personas libros», Fernando Pessoa dejó de existir, hablando con propiedad.

Caeiro (o sea, los heterónimos) surgieron como resultado del encuentro de Pessoa con Walt Whitman al principio de su carrera. Susan M. Brown, tras las huellas de los perspicaces análisis de Eduardo Lourenço (1973), fue quien primero reflexionó sobre la fundamental relevancia de la aparición de Caeiro para el desarrollo de los heterónimos (Brown 1987). Brown habla con gran sensibilidad y persuasión del impacto de Whitman -de sus muchos «Yo», «Mí», «No-yo», «Yo-mismo», «No-yo-mismo»- en Caeiro y en las demás identidades poéticas pessoanas.

Como el sexto sentido de Eduardo Lourenço le llevó a intuir ya en 1973, Caeiro es también la magnífica invención de Pessoa para suspender la ansiedad de la influencia. Pessoa inventó a su maestro y creó la multiplicidad poética para negar una autoridad poética anterior. No sorprende, así, que Pessoa decidiese dejar morir a Caeiro prematuramente. Es curioso también que Pessoa defina a Álvaro de Campos como «un Walt Whitman con un poeta griego dentro» (Pessoa 2009, p. 216) y un cultor privilegiado del arte no aristotélico (es decir, no mimético), olvidándose con frecuencia de mencionar a Whitman como uno de los poetas que más le influyó.

Sin el encuentro de Pessoa con Walt Whitman no habría existido Alberto Caeiro, poeta maestro de los sentidos y sensaciones. En «No hay abismos», que incluimos en esta antología, Campos se dirige a Caeiro, diciéndole: «tú lo sabías [â¦] con el cuerpo entero». Sin Whitman, tampoco habría existido el ingeniero naval y poeta sensacionista «autor» de «Apuntes para una estética no aristotélica» (1925), Álvaro de Campos.

A través de las decenas de manuscritos sobre el sensacionismo y otros ismos pessoanos recientemente publicados por Jerónimo Pizarro (Pessoa 2009, pp. 141-220), algunos escritos en inglés y atribuidos a Pessoa, a Campos o a cualquier persona inventada, podemos saber algo más de lo que pensaba Pessoa (no sin contradicciones) del sensacionismo como poética no aristotélica. En el borrador de una carta ciertamente destinada a algún editor inglés (Pessoa 2009, pp. 401-404), una exposición detallada de la «actitud central» del sensacionismo puede resumirse del siguiente modo: en la vida, la única realidad es la sensación; el arte es la conciencia armoniosa de la sensación; en arte no hay filosofía, solo arte. El sensacionismo no es un movimiento, sino una «síntesis final» de todos los movimientos modernos, incluyendo el decadentismo, el cubismo y el futurismo. Deriva del simbolismo, leemos en otro apunte, tiene como objetivo la fuerza y la energía, y no la belleza; en el origen del sensacionismo está la amistad entre Fernando Pessoa y Mário de Sá-Carneiro; Álvaro de Campos y Almada Negreiros son sus cultores por excelencia (Pessoa 2009, p. 215). No debe sorprendernos que a Campos se le ocurriese dedicar «El paso de las horas» (c. 1916), como oda «sensacionista», a Almada Negreiros, a quien agradece efusivamente el simple hecho de existir (Pessoa 2009, p. 569).

Vale la pena citar aquí íntegramente la osada afirmación que cierra los «Apuntes para una estética no aristotélica»:

[â¦] hasta hoy, [â¦] solo ha habido tres verdaderas manifestaciones de arte no aristotélica. La primera está en los asombrosos poemas de Walt Whitman; la segunda está en los poemas más que asombrosos de mi maestro Caeiro; la tercera está en las dos odas -la «Oda triunfal» y la «Oda marítima»- que publiqué en Orpheu. No pregunto si esto es falta de modestia. Afirmo que es verdad. (Pessoa 1982, p. 26)

Sin embargo, cuando los nombres de Walt Whitman y William Blake son citados en conjunto como el «origen» del sensacionismo (Pessoa 2009, p. 159), quien lee tiene la seria sospecha de que el sensacionismo con frecuencia no es más que el nombre que da Pessoa al tipo de poesía que más admira.

Una manifestación exuberante de arte no aristotélica es el «Ultimatum» (1917), un texto arrogante de poética radicalmente destructiva, destinado a una colectánea de poesía de Campos titulada Arco del triunfo. «Mi imaginación es un Arco del Triunfo» (c. 1915), que incluimos en esta antología, es una demostración sucinta de la poesía como consciencia de la sensación; sus imágenes dinámicas de vértigos, explosiones y volcanes vomitando llamas adquieren en el «Ultimatum» dimensiones extraordinarias. Sin duda espoleado por el ultimátum inglés de 1890, que obligó a Portugal a abandonar los territorios africanos entre Angola y Mozambique conocidos como el Mapa rosado, el «Ultimatum» de Campos es una provocación poética revolucionaria en dos partes, que es también un gesto de rebelión cultural que saca partido de la devastación de la Gran Guerra. Nuestra antología incluye uno de los muchos fragmentos de la «Oda marcial» (c. 1914) que muestra la preocupación de Campos por los horrores de la guerra.

La primera parte del «Ultimatum» es una explosión de sarcasmo violento contra la cultura y las costumbres occidentales, sin dejar de lado los «Estados Unidos de América, síntesis bastarda de la baja Europa, perejil del guiso transatlántico, pronunciación nasal del modernismo antiestético». Sus versos estridentes se sirven de apóstrofes y de un tono brutalmente acusador para ametrallar con una desdeñosa orden de desahucio a los poderes hegemónicos de Europa, a los que el poeta llama «mandarines» (es decir, «mandones») y acusa de ser patéticamente incompetentes y corruptos. El hilarante libelo acaba sintetizado en la obscenidad escrita en negrita (¡MIERDA!) que separa las dos partes.

La segunda parte, más sentenciosa, anuncia lo que hay que hacer y proclama la regeneración de la «sensibilidad» mediante una serie de intervenciones «quirúrgicas» para favorecer la creatividad. La creatividad, no obstante, exige la «abolición» de todos los «prejuicios» y «dogmas» del humanismo liberal expuesto por Nietzsche: el «dogma de la personalidad», el «prejuicio de la individualidad» y el «dogma del objetivismo personal». La naturaleza de la moralización nietzscheana de Campos alcanza su esplendor en la osada profecía de la «Humanidad de los Ingenieros», que anuncia el «Superhombre» «más completo», «más complejo» y «más armónico». Se oyen ecos de la ideología nazi, pero también claras repercusiones del poeta pessoano múltiple y sensacionista -completo, complejo, armonioso-, el Súper Camões como autoprofecía de Pessoa en «La nueva poesía portuguesa» (1912 [Pessoa 1982, pp. 361-397]). El «Ultimatum» es el manifiesto metapoético del sensacionismo, como «Apuntes para una estética no aristotélica» es el intento de darle fundamento teórico.

Campos alude en «Apuntes» a Orpheu 1, donde se publicó la «Oda triunfal», y a Orpheu 2, donde apareció por primera vez la...

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