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argumenta philosophica 2023/2

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
122 Seiten
Mehrsprachig
HERDER EDITORIALerschienen am16.01.20241. Auflage
Argumenta Philosophica es una revista internacional de carácter científico y de investigación filosófica, se publica semestralmente y se dirige a un público universitario. Son temática primordial de la revista las disciplinas clásicas de la filosofía y su historia: metafísica, epistemología, lógica, ética, filosofía de la ciencia y de la mente, filosofía de la religión, estética o filosofía de la historia. Asimismo también acoge consideraciones teóricas sustanciales en relación a otras disciplinas humanísticas o relacionadas con ellas (psicología, sociología o antropología, por ejemplo). Argumenta Philosophica (ISSN: 2462-4993), revista indexada en: Carhus Plus+, Dialnet, ERIH Plus, Fuente Académica Plus, IBZ, IBR, Latindex, MIAR, Philosopher´s Index, SCOPUS y SJR Artículos publicados en este número: -La deliberación y sus dificultades por Diego Gracia -Deliberation in Bioethics por Henk ten Have -Deliberación bioética y derecho por José-Antonio Seoane -La deliberación, el arte de poder no tener razón por Tomás Domingo Moratalla -El compromiso ético con una buena deliberación: La narrativa como clavemehr

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KlappentextArgumenta Philosophica es una revista internacional de carácter científico y de investigación filosófica, se publica semestralmente y se dirige a un público universitario. Son temática primordial de la revista las disciplinas clásicas de la filosofía y su historia: metafísica, epistemología, lógica, ética, filosofía de la ciencia y de la mente, filosofía de la religión, estética o filosofía de la historia. Asimismo también acoge consideraciones teóricas sustanciales en relación a otras disciplinas humanísticas o relacionadas con ellas (psicología, sociología o antropología, por ejemplo). Argumenta Philosophica (ISSN: 2462-4993), revista indexada en: Carhus Plus+, Dialnet, ERIH Plus, Fuente Académica Plus, IBZ, IBR, Latindex, MIAR, Philosopher´s Index, SCOPUS y SJR Artículos publicados en este número: -La deliberación y sus dificultades por Diego Gracia -Deliberation in Bioethics por Henk ten Have -Deliberación bioética y derecho por José-Antonio Seoane -La deliberación, el arte de poder no tener razón por Tomás Domingo Moratalla -El compromiso ético con una buena deliberación: La narrativa como clave
Details
Weitere ISBN/GTIN9788425451249
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2024
Erscheinungsdatum16.01.2024
Auflage1. Auflage
Seiten122 Seiten
SpracheMehrsprachig
Dateigrösse3435 Kbytes
Artikel-Nr.13441499
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe





 

LA DELIBERACIÓN Y SUS DIFICULTADES


Deliberation and its difficulties


Diego Gracia

 






â  Resumen

La ética es una disciplina práctica, por ello no convienen para su razonamiento los planteamientos apodícticos, ya que trata sobre las decisiones reales, teniendo en cuenta los factores intervinientes, las circunstancias y las consecuencias. Siguiendo a Aristóteles, se puede decir que el tipo de razonamiento propio de la ética es el dialéctico, el que parte de algo opinable, donde no es posible lograr la ciencia demostrativa. Aquí la clave es la prudencia, una virtud intelectual que consiste en la toma de decisiones correctas en situaciones de incertidumbre.

Se analizan aquí las dificultades de este modo de razonamiento y se defiende la idoneidad del método deliberativo para poder tomar decisiones prudentes. Dicho método opera en tres pasos: la deliberación sobre los hechos, sobre los valores y sobre los deberes. Su fin último es la búsqueda de la excelencia.

Palabras clave: Deliberación, razonamiento práctico, prudencia, sesgos, valor

â  Abstract

Ethics is a practical discipline. Apodictic approaches are not suitable for its reasoning, since it deals with real decisions, taking into account the factors involved, the circumstances and the consequences. Following Aristotle, it can be said that the type of reasoning appropriate to ethics is dialectical, that starts from opinion, where it is not possible to achieve demonstrative science. The key here is prudence, an intellectual virtue that consists in making correct decisions in situations of uncertainty.

The difficulties of this mode of reasoning are analysed here and the suitability of the deliberative method for making prudent decisions is defended. This method operates in three steps: deliberation on facts, on values and on duties. Its ultimate goal is the search for excellence.

Keywords: Deliberation, practical reasoning, prudence, biases, value [p. 7/122] 

â  La lógica del razonamiento práctico

La ética es una disciplina práctica, que tiene por objeto tomar decisiones correctas. En esto se diferencia de todos los saberes que son meramente abstractos, especulativos o teóricos. El ejemplo paradigmático de estos últimos es la matemática. La teoría del triángulo equilátero es independiente del hecho de que en la práctica sea posible pintar un triángulo perfectamente equilátero, en el que los tres lados y los tres ángulos sean exactamente iguales. Eso, que probablemente es imposible en la práctica, pintar un triángulo perfectamente equilátero, carece de relevancia en el orden abstracto de la pura teoría. De ahí que, desde la Antigüedad, la filosofía haya puesto buen cuidado en distinguir dos tipos de razonamientos, generalmente llamados teórico y práctico. Las lógicas de ambos son muy distintas. Aristóteles decía que las proposiciones del primer tipo son apodícticas, puesto que el procedimiento adecuado para probar su consistencia es la demostración. Y precisamente por ello, las únicas valencias posibles son dos: verdad y error. Estas proposiciones pueden demostrarse en caso de que sean verdaderas. Y en el caso contrario nos aparecerán como falsas. Aquí no cabe término medio. A esto dedica Aristóteles el libro primero de sus Segundos analíticos. La demostración (apódeixis) da ciencia (epistéme), en tanto que la deliberación (boúleusis) da un tipo de verdad más débil que Aristóteles llama opinión (dóxa). Y escribe: «Lo cognoscible científicamente y la ciencia se diferencian de lo opinable y de la opinión en que la ciencia es universal y se forma a través de proposiciones necesarias, y lo necesario no es admisible que se comporte de otra manera. En cambio, hay algunas cosas que existen y son verdaderas pero que cabe que se comporten también de otra manera.»1

Estas últimas proposiciones son las propias del llamado «razonamiento práctico», que afirman algo, pero no de modo universal, como en el caso de la teoría del triángulo equilátero, sino particular. Tal es el caso de las proposiciones éticas, cuyo objetivo es el tomar una decisión concreta de hacer o no hacer correctamente algo. Parecería que estamos ante un caso muy similar al del triángulo, pero las diferencias son muy significativas. La primera, que aquí se trata de decisiones reales, no meramente formales o abstractas, de tal modo que hemos de tener en cuenta todos los factores que intervienen en ellas, incluidas las circunstancias y las consecuencias, dado que se trata de decisiones concretas. Ahora bien, la capacidad de la mente humana para integrar en la decisión todos esos factores es muy limitada. Lo es en el caso de las circunstancias, y aún lo es más en el de las consecuencias, ya que los futuros siempre son, como ya decían los antiguos lógicos escolásticos, contingentes, y por tanto pueden suceder y no suceder. De aquí que en este tipo de razonamientos no haya dos únicas valencias, verdad y error, como en el caso anterior, porque se mueven siempre en el ámbito de la incertidumbre y la probabilidad. Aristóteles no conoció la teoría matemática de la probabilidad, pero fue muy consciente de que en el razonamiento práctico las valencias no son verdad/error, [p. 8/122]  sino que hay un término medio, que él designó con el término dóxa, que los latinos tradujeron por opinio, opinión. Las opiniones pueden ser más o menos razonables, y por tanto nos encontramos, no en el plano de la racionalidad pura, cuyas únicas valencias son verdadero y falso, sino en el de la razonabilidad, donde las opiniones pueden ser varias, sin que en principio sepamos cuántas, y todas y cada una de ellas más o menos probables o plausibles. También cabe decir que son más o menos prudentes. Donde hay dóxa, opinión, siempre será posible la aparición de lo improbable o no plausible, la para-doja (pará-dóxa). Ni que decir tiene que, en este tipo de razonamiento no apodíctico, que cabe calificar de «débil», es preciso hacer un esfuerzo para que las decisiones, por más que no puedan aspirar a ser ciertas, sean, sin embargo, razonables. No serán del todo racionales, si por racionalidad entendemos solo la apodíctica, pero sí deberán ser razonables.

A este tipo de razonamiento que no es especulativo, lo llamó Aristóteles «dialéctico», y lo definió como «el construido a partir de algo opinable, probable o plausible (éndoxos)».2 El término dialéctico demuestra bien que en él se busca la racionalidad, el lógos, pero diá, a través de . ¿De qué? Del intercambio de lógoi; por tanto, del «diálogo». Por eso su método es la deliberación. En el método demostrativo huelga el intercambio de opiniones; no es necesario diálogo de ningún tipo. La verdad se consigue a través de la demostración, no del diálogo. Pero en el dialéctico no hay otro modo de proceder razonablemente que a través de la deliberación.

â  Una historia tormentosa

Este segundo tipo de racionalidad recibió un nuevo impulso a partir del siglo xvii, al distinguir la filosofía de modo tajante los juicios empíricos o de experiencia de los meramente formales, como los propios de la matemática. A estos se les denominó «analíticos», en oposición a los «sintéticos» o de «experiencia», caracterizados estos últimos por no ser puramente mentales, por partir de datos que se reciben por los sentidos. Precisamente porque los analíticos no dependen de los datos empíricos recibidos por los sentidos, a los primeros se les llamó también «a priori», y a los otros «a posteriori». Y como entonces, en el siglo xvii, fue cuando comenzó a elaborarse la teoría matemática de la probabilidad, tiene sentido que a estos últimos se les considere probables, en vez de las denominaciones más clásicas de plausibles u opinables. El campo de operación de los primeros, ahora como en tiempo de Aristóteles, seguía siendo la matemática. De modo que, en las disciplinas empíricas, si querían formularse proposiciones verdaderas, resultaba necesario matematizarlas, algo posible siempre que se aceptara la hipótesis formulada por Galileo de que «la naturaleza está escrita en caracteres matemáticos». De ahí que la gran hazaña de la ciencia y la filosofía modernas fuera la matematización de la experiencia. A su modo, la ciencia moderna, incluso la ciencia experimental, seguía apegada al razonamiento apodíctico, el propio de las que pasaron a llamarse «ciencias naturales»  [p. 9/122] o «ciencias duras», en oposición a las «ciencias culturales» o «blandas», precisamente porque en ellas no era posible la demostración. ¿Cuál podría ser el método de estas ciencias? Fue un tema ampliamente debatido en la segunda mitad del siglo xix y durante las primeras décadas del xx. ¿Y la ética? Aún en la época de Kant, y no digamos en la de...

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