Hugendubel.info - Die B2B Online-Buchhandlung 

Merkliste
Die Merkliste ist leer.
Bitte warten - die Druckansicht der Seite wird vorbereitet.
Der Druckdialog öffnet sich, sobald die Seite vollständig geladen wurde.
Sollte die Druckvorschau unvollständig sein, bitte schliessen und "Erneut drucken" wählen.

Cuentos justos para tiempos injustos

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
136 Seiten
Spanisch
EDICIONES SMerschienen am10.11.20231. Auflage
El hada Arabí se ha metido en un tremendo lío legal. Ha sido denunciada por varios seres mágicos y humanos, y se ha entablado un juicio en su contra por deseos que, si bien fueron cumplidos, no resultaron como lo esperaban quienes los pidieron... ni quienes no lo hicieron. Quedará en manos del juez decidir el destino de este ser mágico al que muchos se refieren como un bicho despreciable.

Jaime Alfonso Sandoval (San Luis Potosí, 1972) es un escritor mexicano reconocido por su trayectoria en la LIJ. Estudió en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM y en la escuela de escritores de la SOGEM. Cuenta con más de veinte años de carrera profesional, la cual abarca desde el periodismo hasta el guion de televisión. Ha sido conductor de televisión y guionista en Televisión Azteca, colaborador del semanario Gente Chiquita del periódico Reforma, corrector y colaborador en libros infantiles de Harcout Brace. Su novela El club de la Salamandra fue seleccionada para participar en el proyecto Libros del Rincón de la SEP, mientras que otros de sus libros están en Bibliotecas de Aula y han sido traducidos al holandés y al francés.
mehr

Produkt

KlappentextEl hada Arabí se ha metido en un tremendo lío legal. Ha sido denunciada por varios seres mágicos y humanos, y se ha entablado un juicio en su contra por deseos que, si bien fueron cumplidos, no resultaron como lo esperaban quienes los pidieron... ni quienes no lo hicieron. Quedará en manos del juez decidir el destino de este ser mágico al que muchos se refieren como un bicho despreciable.

Jaime Alfonso Sandoval (San Luis Potosí, 1972) es un escritor mexicano reconocido por su trayectoria en la LIJ. Estudió en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM y en la escuela de escritores de la SOGEM. Cuenta con más de veinte años de carrera profesional, la cual abarca desde el periodismo hasta el guion de televisión. Ha sido conductor de televisión y guionista en Televisión Azteca, colaborador del semanario Gente Chiquita del periódico Reforma, corrector y colaborador en libros infantiles de Harcout Brace. Su novela El club de la Salamandra fue seleccionada para participar en el proyecto Libros del Rincón de la SEP, mientras que otros de sus libros están en Bibliotecas de Aula y han sido traducidos al holandés y al francés.
Details
Weitere ISBN/GTIN9786072448872
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Erscheinungsjahr2023
Erscheinungsdatum10.11.2023
Auflage1. Auflage
Seiten136 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse14111 Kbytes
Artikel-Nr.13533723
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


2
PRIMER CASO
TESTIMONIO DE EVELINA DE LA ROCA
Y VERRUGOSO

EVELINA DE LA ROCA Y VERRUGOSO, señor juez Nuez. Ése es mi nombre completo. ¿Mi profesión? Disculpe, pero⦠¿no se me nota? Digo, por la piel verde y eso. ¿Para el registro? Bueno, ya qué. Provengo de un linaje de brujas. Sí, señor juez, de las famosas brujas de las Comarcas del Sur. Soy malvada y oscura, o era, o debería ser⦠Es complicado de explicar. En realidad, ya no ejerzo⦠¿Podríamos pasar a la siguiente pregunta? Gracias. Por supuesto que reconozco a la inculpada. No hay un día en que no piense en el hada Arabí. ¡Ella echó a perder mi vida! Que quede anotado en el registro y que vaya subrayado. Espero que le den la pena máxima. ¡No, no necesito agua! ¡A algunas nos derrite! Y créame, señor juez, que no tengo ganas de convertirme ahora mismo en un charco maloliente. Nosotras bebemos jugo de mandrágora o atole de pantano, que asienta el estómago. Aquí traigo mi termo y todoâ¦

Pues, a ver⦠Los hechos ocurrieron cuando yo era más joven, tan hermosa y tierna como el primer grano de un sapo adolescente. Disculpe, pero es un dicho de brujas. Mi hermana Etelvina y yo⦠Sí, somos Evelina y Etelvina⦠No, ella no asistió al juicio; está ocupada. ¿Sigo? Bien, pues le decía que las dos íbamos camino a Villa Brea, a la casa de nuestra abuela, en la zona de las llanuras. Aprovechamos las vacaciones para visitarla y llevarle tamales de ojo de salamandra, que son sus favoritos. Por los fuertes vientos de esos días, no se recomendaba volar en la escoba, así que ese tramo lo hicimos a pie y, cuando caminábamos por una vereda entre los árboles, oímos unos chilliditos.

Yo pensé que era un gnomo atrapado en la trampa de un cazador -esa zona está infestada de esas sabandijas-, pero mi hermana Etelvina señaló hacia un fresno, y ahí estaba una criatura de baja estatura, enredada entre ramas y basura, con su capa de viaje. De haber sabido que era un hada, nos habríamos marchado de inmediato. Todo el mundo sabe que las brujas y las hadas somos enemigas mortales. ¡Puaj! ¿Cómo? Disculpe, señor juez; no sabía que está prohibido escupir aquí. Las brujas lo hacemos siempre. Es muy sano: saca el veneno de la lengua; pero seré más cuidadosa⦠En fin, cuando nos acercamos al árbol, imaginé que era una de las enanas de la zona de las cuevas, a las que ahora se les dice gente pequeña de costumbres subterráneas . El caso es que, al vernos, la criatura chilló pidiendo ayuda.

Las brujas casi nunca ayudamos a nadie. Perdón, somos de corazón malvado y hay que mantener esa reputación. La criaturilla rogó entre lloriqueos que la bajáramos del árbol, pero mi hermana Etelvina se negó de inmediato:

-No tenemos nada de tiempo -le respondió e inventó rápido un pretexto-: Debemos ir con la abuela, que está enfermísima de la gripa de pies. Estornuda y se tropieza.

Pero yo me detuve⦠¿Por qué? Ay, señor juez, ¡es lo mismo que me he preguntado todos estos años!

-No tenemos tanta prisa -reconocí-. La abuela está bien. Creo que puedo tomarme un minuto para bajarla.

Tampoco fui muy amable, es verdad. Primero, le arrojé piedras, pero no sirvió de nada. Bueno, sí, le di en la cabeza. A continuación, me trepé a una rama para acercarme y empujarla con un palo. En un instante conseguí desatorarla y cayó. Se escuchó el costalazo, pero, hasta eso, la criaturilla no se quejó. Rápidamente, se puso de pie.

-¡Muchísimas gracias, queridas viajeras! ¡Fueron las únicas que se detuvieron! -aseguró, para luego agregar con una vocecita de sonsonete de vendedora ambulante-: Y, por su acción, algo a cambio les daré. Sepan que están frente a Arabí; tal es mi nombre.

Fue el momento en que se quitó la capa de viaje, develando su identidad. Creo que hasta tocó un arpa para dar mayor impacto al momento. Mi hermana y yo nos dimos cuenta de que era⦠¡un hada! ¡Puaj! De sólo recordarlo, me enfurezco. Disculpe, señor juez; necesito escupir otra vez. No se preocupe: traigo mi escupidera. Está en mi bolso de bruja. Un minuto⦠Ya⦠Ya estoy mejor.

En fin, no sé por qué algunas hadas tienen esa manía de dar lecciones como maestras regañonas. El asunto es que Arabí se dirigió primero a mi hermana Etelvina ¡para darle un sermón! Le dijo que había hecho mal en inventar lo de la gripa de pies de la abuela; que si no quería ayudar, debió ser sincera, y después recitó algo como:

-Tu boca, a la falsedad, atada quedará.

A mí me felicitó por ser honesta al reconocer que la abuela estaba bien y por detenerme. Después, me dijo una frase rara:

-La verdad será el lazo que por siempre te hará compañía.

Al final, soltó unas palabritas ridículas:

-¡Chiribín, cataplín, Corea! ¡Chiribín, cataplín, Corea! Lo que digo, ¡que así sea!

Y enseguida extendió las alas y se fue volando entre esos ridículos cascabeleos y chispitas.

Toda la escena, claro, nos puso de pésimo humor. Etelvina y yo juramos no decirle nada a la abuela.

-Va a ponerse loca si se entera de que nos estafó un hada cursi -razoné.

Finalmente, llegamos a su casa en Villa Brea, donde viven muchas brujas mayores por la calidad del aire; pues la peste de los pantanos les hace mucho bien. Al principio, todo estuvo normal. Le entregamos a la abuela los regalos de parte de nuestra madre: licor de estragón, pan ácimo y los tamales de ojo de salamandra, aunque sin manteca, porque la abuela está fatal del colesterol. Sin embargo, como buena bruja, preguntó:

-¿Qué me están ocultando? Algo extraño les ocurrió en el camino, ¿verdad?

Etelvina negó todo. Explicó que el viaje había sido maravilloso y sin contratiempos.

Lo normal hubiera sido que yo hiciera lo mismo, pero dije de pronto:

-Nos topamos con un hada atrapada en un árbol.

¡No entiendo por qué lo hice! Simplemente salió de mi bocota.

-¿Un hada? ¡Puaj y repuaj! -La abuela escupió-. Espero que le hayan dado una paliza a ese bicharraco. Lo hicieronâ¦, ¿verdad?

Yo reconocí que no, que sólo la desatoramos. La abuela se puso tan furiosa que me dio de bastonazos.

-¡Una bruja nunca debe ayudar a un hada! ¿Eres una pánfila o qué? -me regañó.

Por esos días, comencé a sentirme rara. No fue sólo por los bastonazos; era otra cosa, pero todavía no averiguaba cuál era la causa. Unos días después, Etelvina y yo volvimos a casa. Como el tiempo había mejorado, pudimos volar con las escobas. Era una preciosa noche de luna llena.

Estaba feliz porque vería a mi novio. Sí, ¡tenía uno! Un hechicero llamado Gervasio el Apestoso. Tenía la nariz peluda y verrugas de la coronilla a los pies. En fin, ¡era guapísimo el condenado! Como de costumbre, estaba esperándome en el andén de aterrizajes de Villa Vil, nuestra ciudad. Gervasio llevaba un ukelele. ¿Dije que era músico? Pues eso, le encantaba componerme canciones. Esa vez, me recibió con una que empezaba así: Evelina es una bruja de familia muy fina, tiene una sonrisa que asesina y es mi ruina⦠.

¿Qué cosa, su señoría? ¡No! Le juro que no estoy desviándome del tema al contarle mi vida amorosa. Esto tiene que ver con la inculpada. Espere un segundo y lo va a entender. Cuando Gervasio terminó de cantar, me preguntó qué me había parecido su regalo. Le respondí que agradecía el gesto, pero, como siempre, su actuación había sido espantosa.

-Eres guapo, Gervi querido, pero tu voz parece la de un guajolote que se ha tragado una piedra. Tampoco sabes rimar y el ukelele es un instrumento ridículo para un hechicero. -Todo eso le dije.

Gervasio se ofendió horrores. ¡Se la pasaba componiendo canciones!

-Si odias cómo canto, ¿por qué nunca me dijiste nada? -preguntó dolido.

-Es que eres tan mimado que pensé que te ibas a ofender. -Fue mi respuesta, y vaya que se enojó aún más.

Hice un esfuerzo para quedarme callada. Hasta me dolieron los dientes de tanto apretarlos. Para colmo, ese día teníamos una comida con Gudelia la Fétida, la madre de Gervasio, quien había preparado pozole de cabeza de hidra. ¿Lo ha probado, señor juez? ¡Qué lástima! Es un platillo muy apreciado por las brujas. Pues bien, la hechicera me recibió con un gran plato viscoso y, al terminarlo, me preguntó qué me había parecido. Casi sin pensarlo, dije:

-Señora bruja mía, usted es muy amable, pero su comida es tan insípida que preferiría chupar los calcetines de mi tío Betulio el Momificado.

¡Uf, fue un desastre! De inmediato, Gervasio rompió conmigo. Podía perdonarme todo, menos que hablara mal del sazón de su madre. Yo me sentía fatal. ¿Por qué me comportaba así? ¿Desde cuándo? Entonces, lo entendí: ¡era víctima de un hechizo desde que me detuve en ese árbol! ¡Era incapaz de mentir! El hada Arabí me había condenado a siempre decir la verdad como un supuesto premio por mi honestidad. Pero, señor juez, ¿se imagina lo que significa para una bruja que no pueda decir ni una mentira, ni siquiera de las pequeñitas?

¡Estaba aterrada! Busqué algún remedio para romper el hechizo. Probé el pegamento de lengua, pero sólo sirvió para que no dijera palabras esdrújulas; el enjuague bucal hecho con baba de basilisco; el hilo dental elaborado con pelos de mono calvo⦠¡Lo intenté todo! Me urgía volver a la normalidad porque esa semana tenía que regresar al Colegio de Maldad y Malos Modales. Así es, señor juez, las...

mehr

Autor

Jaime Alfonso Sandoval (San Luis Potosí, 1972) es un escritor mexicano reconocido por su trayectoria en la LIJ.

Estudió en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM y en la escuela de escritores de la SOGEM. Cuenta con más de veinte años de carrera profesional, la cual abarca desde el periodismo hasta el guion de televisión.
Ha sido conductor de televisión y guionista en Televisión Azteca, colaborador del semanario Gente Chiquita del periódico Reforma, corrector y colaborador en libros infantiles de Harcout Brace. Su novela El club de la Salamandra fue seleccionada para participar en el proyecto Libros del Rincón de la SEP, mientras que otros de sus libros están en Bibliotecas de Aula y han sido traducidos al holandés y al francés.