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Planeta Lasvi

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
180 Seiten
Spanisch
Siruelaerschienen am14.02.20241. Auflage
Una emocionante historia interestelar de intriga y aventuras con un potente mensaje a favor de la sostenibilidad ambiental. Nela y sus abuelos son los únicos habitantes humanos de Lasvi, un pequeño planeta que tiempo atrás producía abundantes verduras azules y tubérculos picudos. De los padres de Nela, no hay rastro desde que emprendieron una expedición científica en busca de la fórmula para retrasar el envejecimiento. Mientras espera a que vuelvan, la niña contempla desde la ventana de su habitación los pájaros y las naves ovaladas, pilotadas por humanoides, que sobrevuelan un gran lago energético surgido tras el impacto de un meteorito. Por suerte, cuando cumple diez años, sus abuelos le regalan a LITO/52, un robot que construyó la abuela con piezas de máquinas recuperadas en granjas abandonadas, y que se convierte en su único compañero de juegos. Pero un día llega a Lasvi una extraña y gigantesca nave tripulada por los descendientes directos de los últimos terrestres, y Nela conocerá a los mellizos Elenita y Jonás, de doce años, y a Armando, de catorce. Los tres arrastran las secuelas de la degradación que llevó a la destrucción del planeta Tierra, y las historias que comparten con Nela llevarán a la protagonista a descubrir sus orígenes y a reflexionar sobre su propia existencia. Al mismo tiempo, en un relato lleno de intriga y nuevos retos, irán pasando cosas en la inmensa nave que podrían transformar la realidad del planeta Lasvi y ayudar a resolver el misterio de los padres perdidos de Nela.

Ana Merino (Madrid, 1971), novelista, poeta y dramaturga especialista en teoría del cómic, se licenció en Historia Moderna y Contemporánea en la Universidad Autónoma de Madrid, realizó una maestría en Columbus, Ohio, y se doctoró por la Universidad de Pittsburgh. Es catedrática y fundadora del MFA de escritura en español en la Universidad de Iowa, que dirigió entre los años 2011 y 2018. Ganadora del Premio Nadal 2020 por El mapa de los afectos, ha publicado también la novela Amigo y ocho poemarios, entre ellos: Preparativos para un viaje (Premio Adonáis 1994), Juegos de niños (Premio Fray Luis de León), Los días gemelos y La voz de los relojes, así como dos libros de poemas para niños: Hagamos caso al tigre y El viaje del vikingo soñador. También ha escrito la novela juvenil El hombre de los dos corazones y numerosas obras de teatro, entre las que destaca Salvemos al elefante, dirigida al público infantil.
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KlappentextUna emocionante historia interestelar de intriga y aventuras con un potente mensaje a favor de la sostenibilidad ambiental. Nela y sus abuelos son los únicos habitantes humanos de Lasvi, un pequeño planeta que tiempo atrás producía abundantes verduras azules y tubérculos picudos. De los padres de Nela, no hay rastro desde que emprendieron una expedición científica en busca de la fórmula para retrasar el envejecimiento. Mientras espera a que vuelvan, la niña contempla desde la ventana de su habitación los pájaros y las naves ovaladas, pilotadas por humanoides, que sobrevuelan un gran lago energético surgido tras el impacto de un meteorito. Por suerte, cuando cumple diez años, sus abuelos le regalan a LITO/52, un robot que construyó la abuela con piezas de máquinas recuperadas en granjas abandonadas, y que se convierte en su único compañero de juegos. Pero un día llega a Lasvi una extraña y gigantesca nave tripulada por los descendientes directos de los últimos terrestres, y Nela conocerá a los mellizos Elenita y Jonás, de doce años, y a Armando, de catorce. Los tres arrastran las secuelas de la degradación que llevó a la destrucción del planeta Tierra, y las historias que comparten con Nela llevarán a la protagonista a descubrir sus orígenes y a reflexionar sobre su propia existencia. Al mismo tiempo, en un relato lleno de intriga y nuevos retos, irán pasando cosas en la inmensa nave que podrían transformar la realidad del planeta Lasvi y ayudar a resolver el misterio de los padres perdidos de Nela.

Ana Merino (Madrid, 1971), novelista, poeta y dramaturga especialista en teoría del cómic, se licenció en Historia Moderna y Contemporánea en la Universidad Autónoma de Madrid, realizó una maestría en Columbus, Ohio, y se doctoró por la Universidad de Pittsburgh. Es catedrática y fundadora del MFA de escritura en español en la Universidad de Iowa, que dirigió entre los años 2011 y 2018. Ganadora del Premio Nadal 2020 por El mapa de los afectos, ha publicado también la novela Amigo y ocho poemarios, entre ellos: Preparativos para un viaje (Premio Adonáis 1994), Juegos de niños (Premio Fray Luis de León), Los días gemelos y La voz de los relojes, así como dos libros de poemas para niños: Hagamos caso al tigre y El viaje del vikingo soñador. También ha escrito la novela juvenil El hombre de los dos corazones y numerosas obras de teatro, entre las que destaca Salvemos al elefante, dirigida al público infantil.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788410183018
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2024
Erscheinungsdatum14.02.2024
Auflage1. Auflage
Reihen-Nr.330
Seiten180 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse2102 Kbytes
Artikel-Nr.13876752
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


2

La expedición perdida

La desaparición de los padres de Nela era algo que preocupaba y entristecía muchísimo a los abuelos. Nela, al ser tan niña, no era consciente de la gravedad que suponía todo aquello. Ella pensaba que la ausencia de sus padres era algo transitorio y que pronto volverían. Su abuela hacía un gran esfuerzo para no trasmitirle a su nieta demasiada pesadumbre y que no notara el pesimismo que solía envolver la ausencia de noticias. Nela se comportaba como si sus padres estuvieran a punto de llegar. En su lógica de niña, los viajes, aunque fuesen muy largos, siempre tenían regreso. Al igual que esas naves ovaladas que iban y venían, y repostaban en el lago emisor de vapor. Aunque no viera a los pilotos ni a los pasajeros, ella sabía que había gente en su interior. Personas como sus padres cruzando las galaxias. Ese pensamiento la dejaba ensimismada muchas veces. Se apoyaba en el marco de la ventana de su cuarto, miraba al cielo lleno de pájaros dirigiéndose hacia el musgo, y las naves girando como peonzas abrirse entre las nubes e ir bajando de forma ordenada, y posarse sobre la superficie del lago o sobre el propio meteorito que sobresalía. Ya no quedaban plantaciones llenas de aromáticas verduras azules, ni aterrizaba ninguna nave en las pistas de las llanuras del oeste a recoger las cosechas cuidadosamente empaquetadas. Ahora, la parte habitada de su planeta era un lago caliente que abastecía de energía a esas naves ovaladas de las que nunca nadie salía a saludar.

La abuela de Nela sufría de insomnio desde que la expedición de su hija y su yerno se dio por perdida. La pobre mujer pasaba muchas noches en vela observando los monitores de noticias intergalácticas. Vivía revisando los avisos de posibles rastros de intercomunicación de naves extraviadas. Esperanzada, buscaba el eco reconocible de alguna remota señal que perteneciese a la nave de su hija. Nada, no había suerte, nunca aparecían noticias que aludiesen a la nave LEV 257.



Aquella nave, laboratorio de última generación, había desaparecido sin dejar rastro con sus ocho tripulantes. Una nave diseñada con los mejores avances científicos y con capacidad para volar a una velocidad que superaba a casi todas las demás naves de su generación. ¿Qué habría salido mal? ¿Dónde podían estar?

Los abuelos reflexionaban en voz alta sobre los posibles destinos y sus circunstancias:

-Lola, tal vez están en uno de los siete nudos del tiempo -dijo un día el abuelo.

-Eso, Jero, es imposible. Nadie ha podido encontrar ninguno de esos nudos. Son una leyenda que solo sirve para que los exploradores se pierdan -respondió la abuela, malhumorada.

-Con esa nueva nave tal vez los han encontrado, y están allí dentro, aislados de nuestra realidad -replicó el abuelo.

-¿Qué es un nudo del tiempo? -preguntó Nela.

-Una especie de agujero energético que cuando te metes dentro paraliza el tiempo -le explicó el abuelo.

-El mito de los siete nudos del tiempo se lo inventaron los humanos en la época en la que el planeta Tierra se volvió inhabitable. Salieron doce naves gigantescas a buscar nuevos asentamientos para poder vivir. Dos de ellas llevaban expediciones que creían que podrían encontrar los nudos del tiempo y meterse dentro para alcanzar una especie de inmortalidad atemporal. Se negaban a repoblar planetas. La idea de hallar un lugar donde el tiempo no existiera les parecía mucho más atractiva -dijo la abuela con un tono escéptico y algo incómoda.

-¿Los encontraron?-preguntó Nela.

-Por supuesto que no, ambas expediciones fueron un fracaso. Los pasajeros de aquellas dos naves se quedaron sin suministros en zonas alejadísimas de la galaxia. Tuvieron que aceptar su rotundo fracaso y acabaron viviendo situaciones muy duras en planetas muy agrestes. Las naves se hicieron viejas y ellos perdieron la oportunidad de quedarse en planetas más parecidos a la Tierra. Esa idea de los nudos del tiempo venía de un visionario que buscaba la inmortalidad, la vida eterna a través de la energía atemporal -puntualizó la abuela-. Una idea sobre la energía que solo trajo desgracias.

-¿Un nudo de esos es un lugar tan extraño como el lago de energía del meteorito? -preguntó Nela.

-No, Nela, es muy diferente. Los nudos del tiempo tienen que ser lugares que paralizan la existencia misma en medio del espacio sideral. Nudos de energía transparentes, de un poder grandioso, que contienen la esencia atemporal de todo. Es como estar en el no tiempo. Las naves deben sentir una atracción inmensa una vez que han sido engullidas por esa fuerza poderosísima -respondió el abuelo.

-¿Es así como te los imaginas? -le preguntó la abuela mientras miraba sorprendida a su esposo.

-Sí, Lola, algo aparentemente simple al ser invisible, pero que representa un cambio de textura en el espacio ingrávido -dijo el abuelo-. Algo que además te lanza a otra dimensión. Puede que la nueva nave tuviese la capacidad para alcanzar uno de los nudos.

-Los siete nudos no existen -replicó la abuela Lola en un tono algo irritado-. Se inventaron esa posibilidad para crear falsas esperanzas. No hay pruebas científicas. Es una simple leyenda de hace quinientos años. Una fábula que solo ha traído problemas. ¿Por qué son siete? ¿No podrían ser catorce o veinte? No deberías dejarte llevar por historias de nuestros antepasados los terrestres, ya bastante enredaron la Tierra con sus fantasías.

-A veces las leyendas aluden a posibilidades verdaderas. Tenemos que ser optimistas. Me consuela pensar que encontraron uno de los nudos y que están allí investigándolo, sin darse cuenta de que el tiempo pasa para todos nosotros -añadió el abuelo Jero en tono sosegado.

-Creo que todo esto es más sencillo de lo que parece. Seguramente tuvieron una avería y están en un planeta desconocido y muy alejado que neutraliza las señales de socorro -dijo la abuela Lola algo más calmada y con voz melancólica-. Un planeta donde quizás encuentren nuevas plantas que los ayuden a dar con una fórmula regeneradora del organismo. Un producto que retrase definitivamente el paso del tiempo sobre los cuerpos vivos.

-Esa fórmula no vendrá de mezclar plantas. Creo que la inmortalidad no se puede alcanzar con un brebaje. Tiene que estar en las condensaciones energéticas. Aquellos científicos visionarios no andaban descaminados con sus invenciones -dijo el abuelo.

-Jero, esos pseudocientíficos visionarios eran charlatanes. Todo lo basaban en palabrería y se aprovecharon de las personas desesperadas. Yo me fío de los que usan ingredientes reales y producen cosas tangibles. Cosas que se puedan oler, probar, tocar y ver. Existen muchas invenciones por descubrir en los laboratorios -aseveró la abuela.

-Lola querida, das demasiada importancia a los ungüentos y bebedizos -respondió el abuelo.

-Ya se ha logrado retrasar bastante la vejez con muchos zumos, pastillas y cremas. La expedición de nuestra hija no pretendía dar con los míticos nudos del tiempo, sino buscar nuevos ingredientes y fórmulas que ayuden a detener el deterioro físico. Todavía hay mucho por descubrir -insistió la abuela, que era una mujer partidaria de los productos reales de los laboratorios y su efecto regenerador sobre los organismos vivos-. Creo que ellos están en algún lugar del universo, tratando de reparar su nave. Son náufragos espaciales a la espera de que alguna otra nave pase cerca y los rescate.



La inmortalidad, los nudos del tiempo y una fórmula que retrasara la vejez dejaron a Nela muy pensativa. Sus abuelos hablaban de cosas complicadas y ella trataba de entender todo aquello. Todavía estaba aprendiendo a leer de corrido, y las matemáticas se le daban fatal. Si quisiera llegar a ser una investigadora científica, como sus padres, tendría que estudiar mucho, y a ella los números no le entraban de ninguna manera. Al menos los nombres de las piedras y las plantas se le quedaban, y la historia de la galaxia contemporánea le resultaba entretenida, aunque lo que más le gustaba era mirar por la ventana y observar a todos aquellos pájaros que sobrevolaban el musgo del Lago de Sed. Había sido capaz ella sola de reconocer veinticinco especies diferentes de aves. Como se le daba bien el dibujo, las había ido garabateando en un cuaderno en el que anotaba las peculiaridades de sus picos. Las aves de pico recurvado lo usaban para extraer animales que quedaban enterrados debajo del musgo, las de pico cincelado perforaban la madera de los árboles, las de pico corvo eran grandes aves de rapiña y cazaban a los pequeños roedores y a otros bichos que correteaban por las llanuras. Las de pico doblado tamizaban el lodo, y las de pico en forma de ángulo eran capaces de romper semillas. También estaban las aves de pico en forma de muelle, que arrancaban el musgo de cuajo y se lo tragaban, y luego lo escupían transformándolo en bolas pegajosas. Era la manera que tenían esos pájaros de sacarle la sustancia al musgo. Además, había aves con pico en forma de espátula y otras con forma de bolsa. Todas esas aves, no importa lo diferentes que fueran, se pasaban la mayor parte del día sobrevolando la superficie donde crecía el musgo denso.

Esa noche Nela concluyó que sus padres estaban más lejos de lo que siempre hubiera imaginado. Resultaba que eran náufragos en un planeta desconocido a millones de kilómetros. La idea de que se les hubiese estropeado la nave, y no fueran capaces de comunicarse con los demás, le hizo sentir una extraña pesadumbre. Por primera vez tuvo miedo...

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Autor

Ana Merino (Madrid, 1971), novelista, poeta y dramaturga especialista en teoría del cómic, se licenció en Historia Moderna y Contemporánea en la Universidad Autónoma de Madrid, realizó una maestría en Columbus, Ohio, y se doctoró por la Universidad de Pittsburgh. Es catedrática y fundadora del MFA de escritura en español en la Universidad de Iowa, que dirigió entre los años 2011 y 2018. Ganadora del Premio Nadal 2020 por El mapa de los afectos, ha publicado también la novela Amigo y ocho poemarios, entre ellos: Preparativos para un viaje (Premio Adonáis 1994), Juegos de niños (Premio Fray Luis de León), Los días gemelos y La voz de los relojes, así como dos libros de poemas para niños: Hagamos caso al tigre y El viaje del vikingo soñador. También ha escrito la novela juvenil El hombre de los dos corazones y numerosas obras de teatro, entre las que destaca Salvemos al elefante, dirigida al público infantil.