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Zodíaco

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
148 Seiten
Spanisch
Siruelaerschienen am18.01.20231. Auflage
La sabiduría astrológica tiene orígenes más antiguos que la propia civilización occidental, y nuestros signos del zodíaco son en su mayoría los que los sacerdotes astronómicos de Babilonia señalaron en la bóveda del firmamento. Reconstruir su historia milenaria y descubrir cómo las divisiones del cielo, la denominación de los planetas y la composición de las constelaciones se fueron cargando de significado -de Persia a Egipto y, desde allí, al mundo grecorromano- es la única manera de entender su profundo significado. Para explorar tan apasionante camino, tal vez no haya guía más experto y auto­rizado que Franz Cumont, quien, a través de calendarios, relojes de sol, horóscopos y una fascinante red de fuentes originales, logra conducir al lector, con una delicadeza historiográfica y una pasión poco comunes, por la historia de las transformaciones de los doce signos en un extraordinario intento de vincular lo humano y lo no humano, lo visible y lo invisible, el Yo y el Todo. Proyecto financiado por la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, Ministerio de Cultura y Deporte. Proyecto financiado por la Unión Europea-Next Generation EU

Franz Cumont (Aalst, 1868 - Bruselas, 1947) fue un destacado arqueólogo, historiador, filólogo y estudioso de la epigrafía. Revolucionó la Historia de las religiones al integrar en ella otras especialidades, poniéndolas al servicio del análisis de las prácticas mistéricas de la Antigüedad tardía.
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Produkt

KlappentextLa sabiduría astrológica tiene orígenes más antiguos que la propia civilización occidental, y nuestros signos del zodíaco son en su mayoría los que los sacerdotes astronómicos de Babilonia señalaron en la bóveda del firmamento. Reconstruir su historia milenaria y descubrir cómo las divisiones del cielo, la denominación de los planetas y la composición de las constelaciones se fueron cargando de significado -de Persia a Egipto y, desde allí, al mundo grecorromano- es la única manera de entender su profundo significado. Para explorar tan apasionante camino, tal vez no haya guía más experto y auto­rizado que Franz Cumont, quien, a través de calendarios, relojes de sol, horóscopos y una fascinante red de fuentes originales, logra conducir al lector, con una delicadeza historiográfica y una pasión poco comunes, por la historia de las transformaciones de los doce signos en un extraordinario intento de vincular lo humano y lo no humano, lo visible y lo invisible, el Yo y el Todo. Proyecto financiado por la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, Ministerio de Cultura y Deporte. Proyecto financiado por la Unión Europea-Next Generation EU

Franz Cumont (Aalst, 1868 - Bruselas, 1947) fue un destacado arqueólogo, historiador, filólogo y estudioso de la epigrafía. Revolucionó la Historia de las religiones al integrar en ella otras especialidades, poniéndolas al servicio del análisis de las prácticas mistéricas de la Antigüedad tardía.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788419553348
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2023
Erscheinungsdatum18.01.2023
Auflage1. Auflage
Reihen-Nr.81
Seiten148 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse3100 Kbytes
Artikel-Nr.10749570
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe




Orígenes
Cuando la expedición de Bonaparte en Egipto brinda el descubrimiento, en los templos del Valle del Nilo, concretamente en Esna y Dendera, de varias representaciones zodiacales acompañadas de unas figuras enigmáticas, en un principio se atribuyó a estos bajorrelieves una antigüedad fabulosa, que los situaba a 15.000 o 17.000 años antes de nuestra era5. En 1821, el zodíaco de Dendera, considerado el monumento más venerable de la astronomía de los ancestros, fue trasladado a París. Pero, tras una célebre controversia, la crítica de Letronne despojó a estos zodíacos egipcios del falso prestigio del que habían sido revestidos y demostró, al mismo tiempo que su carácter astrológico, su fecha tardía, que en ninguno de los casos es anterior a la época romana6. «Lejos de albergar», concluía Letronne, «como así se había prometido, el secreto de una ciencia perfeccionada mucho antes del diluvio, lo cierto es que dichas representaciones no son más que la expresión de absurdas ensoñaciones y la prueba viviente de una de las debilidades que más han deshonrado el espíritu humano.»

Hoy está demostrado que el origen del zodíaco no debe buscarse en Egipto sino en Babilonia. Entre las figuras que este país grabó sobre las estelas (kudurru), cuya fecha se remonta al siglo XIV antes de nuestra era, se han identificado con total certeza las de Escorpio, Sagitario (fig. 14, p. 82), Piscis, Capricornio, Virgo, mientras que algunos otros signos -Aries, Leo, Acuario, Géminis-, han sido reconocidos en estas estelas o en las joyas procedentes de Mesopotamia con suficiente verosimilitud7. Los monstruos dimórficos que todavía aparecen en nuestros mapas celestes, como Capricornio, mitad cabra mitad pez, o Sagitario, un centauro que tira al arco, son, pues, productos de la imaginación oriental, que creyó verlos, junto con las imágenes de los dioses o de los animales sagrados, en los intrincados dibujos que forman las estrellas en la cúpula del firmamento. Otros asterismos, como Ophiuchus, el hombre que agarra una serpiente, se encuentran en los kudurru al lado de los del zodíaco, pero la astrología dio a estos últimos una importancia especial debido a que los planetas transitaban por ellos. En efecto, entre los numerosos presagios que se desprendían del aspecto o de la posición de los astros, los proporcionados por el curso de los planetas en el seno de las constelaciones que atraviesan la eclíptica ya eran considerados especialmente significativos. Esto es lo que se desprende de numerosas observaciones anotadas sobra las tablillas de la biblioteca de Asurbanipal (siglo VII a. C.)8

Podemos, pues, dar por cierto que al menos la mayor parte de nuestros signos del zodíaco se corresponde con la que ya habían trazado en el cielo, en un período antiquísimo, los sacerdotes astrónomos de Babilonia. Menos sencillo resulta establecer la época en la que estos signos fueron relacionados con una división de la eclíptica en doce partes iguales de treinta grados, cada una de las cuales recorría el Sol en un mes9. Porque, como ya señalan los ancestros10, las doce casillas regulares así determinadas no coinciden más que de manera harto aproximada con los signos, de muy desiguales dimensiones, de los que toman sus nombres; pero -y esto es lo único que aquí nos importa- los caldeos (Χαλδαίοι), es decir, los astrónomos y astrólogos de las épocas persa y alejandrina, probablemente ya habían llegado a este sistema científico en el momento en que los griegos trabaron contacto con ellos11.

Los caldeos subdividían también el tiempo en ciclos de doce años, cada uno de los cuales se hallaba bajo el auspicio de un signo que le confería unas propiedades particulares. Nos informan de tales ciclos numerosas dodecatemorias caldeas, conservadas en griego, la más antigua de las cuales se remonta a la época de Augusto12. Por otra parte, ciertos textos astrológicos, como algunos fragmentos de Teucro el Babilonio, que parece haber vivido en el siglo I de nuestra era, sitúan la serie de doce horas (δÏδεκκÏÏοÏ) en relación con doce animales, cada uno de los cuales corresponde a un signo del zodíaco junto al cual se halla representado en el «planisferio de Bianchini» (fig. 6, p. 44)13. Todavía no hemos podido determinar a ciencia cierta si esta serie de animales, cuyo uso se difundió hasta el Turquestán, China y Japón, donde aún se emplea para señalar la cronología14, es de origen egipcio, como la presencia entre ellos del ibis y del cocodrilo haría suponer, o babilonio, como otros indicios, a mi entender, parecen demostrar. Pero podemos considerar suficientemente establecido que los caldeos habían ideado un amplio sistema de cronocratores15, que subordinaba a las doce constelaciones zodiacales no solamente las doce horas y los doce meses16 sino también series de doce años, tal vez incluso de doce siglos. Basta recordar cuál era la importancia que se daba a estas constelaciones en la vida práctica y en la religión astral. Es probable que los propios caldeos hubieran dividido la tierra conocida de su tiempo en doce regiones, y que cada una de ellas estuviera situada bajo la influencia de cada uno de los doce signos17. La más antigua de estas listas geográficas que conservamos en griego es bastante arcaica y se remonta verosímilmente a la época persa.18

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



5 Joillois y Devilliers, en Description de l´Egypte. Antiquités, Mémoires (I, 1809); véase Dupuis, Mémoire explicatif du zodiaque (1806), y el apéndice a su Origine de tous les cultes, 3ª edición (1834).



6 Letronne, Recherches pour servir à l´histoire de l´Egypte pendant la domination des Grecs et des Romains, París (1823), p. 450-ss, y Observartions critiques et archéologiques sur l´objet des représentations zodiacales qui nous restent de l´antiquité, París (1824). Biot, en «Mémoire sur le zodiaque circulaire de Denderah» (Mémoires de l´Institut Royale de France, Académie des Inscriptions et belles-lettres, vol. XVI, 2, p. 1-ss; 1846), trataba aún de situarlo en el siglo VIII a. C. Letronne no tarda en responderle con su Analyse critique des representations zodiacales de Denderah et d´Esnéh (ibid. p. 102-ss).



7 Boll, Sphaera (1903), p. 197-ss; Jastrow, Die Religion Babyloniens (1912), II, p. 437-ss; Jeremias en Roscher, Lexikon der Mythologies, s. v. «Sterne», col. 1446-69 (interpretaciones a menudo dudosas). Para Libra, cf. supra, p. 9 e infra, n. 79.



8 Jastrow, Die Religion Babyloniens, II, p. 679-ss.



9 Este zodíaco solar parece haber sido el sucesor de un zodíaco lunar, compuesto por 27 o 28 casas, que podemos encontrar entre los árabes, los hindúes (supra, p. 8 e infra, n. 70) y los chinos; cf. Bouché-Leclercq, L´Astrologie grecque, p. 55-ss; Boll, Sphaera, p. 333, n. 2.



10 Gémino, Îá¼°ÏαγÏγή Îµá¼°Ï Ïá½° ΦαινÏμενα (Introducción a los fenómenos), 1, etc.



11 El testimonio de los autores griegos no deja dudas: Sexto Empírico, Adversus astrologos, 5 (división en ζÏδια, cada αÏδιον en 30 μοÏÏαι, cada μοÏÏα en 60 λεÏÏά); Diodoro Sículo, Îιβλιοθήκη á¼±ÏÏοÏική (Biblioteca histórica), II, 30, 7; Filón de Alejandría, De Abraham, 15, 70 (IV, p. 17 Cohn), etcétera. Esto ha sido confirmado por las tablillas cuneiformes, que demuestran que la división del cielo en 360 grados y doce signos se empleaba por lo menos desde el siglo VI; cf. Boll, Sphaera, p. 186, y supra, p. 8-ss.



12 Dodecaeteris Chaldaica: Ceusorin, De die natali, 18, 6. Cf. Catalogus codicum astrologorum graecorum, vol. II, p. 139-ss; vol. III, p. 30; vol. V.1, p. 171, 241; y Boll, Sphaera, p. 329-ss; Heeg, Die angeblichen orphischen «ÎÏγα καί ήμέÏαι», 1907, p. 11-ss.



13 Boll, Spahera, p. 295-ss, y T´oung Pao, XIII,...



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Autor

Franz Cumont (Aalst, 1868 - Bruselas, 1947) fue un destacado arqueólogo, historiador, filólogo y estudioso de la epigrafía. Revolucionó la Historia de las religiones al integrar en ella otras especialidades, poniéndolas al servicio del análisis de las prácticas mistéricas de la Antigüedad tardía.