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Círculos infinitos

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
224 Seiten
Spanisch
Siruelaerschienen am05.07.20231. Auflage
Un libro de viajes a Japón que recoge las impresiones del autor neerlandés en sus cuarenta años recorriendo sus paisajes, su arquitectura, su poesía y su historia. Ciertos viajes tienen el objetivo secreto de «alejarte de tus orígenes», de «trastocarte la existencia»: «Solo entonces te has ido de verdad, tanto, que te conviertes en otro», afirma Nooteboom, explorador infatigable de la cultura. Círculos infinitos recoge un testimonio iluminador sobre el país que le provoca una fascinación única: Japón. De las metrópolis futuristas de Tokio y Osaka a las antiguas ciudades imperiales de Kioto y Nara, de los grabados de Hokusai e Hiroshige, o los fascinantes rollos de Chojo Jinbutsu Giga, al teatro kabuki; del arrebato místico e intelectual de los jardines zen a la coexistencia entrelazada del budismo y el sintoísmo en templos de ritos milenarios que aún marcan el calendario agrícola. Viajes acompañados por las páginas de Kawabata, Mishima, Tanizaki, pero sobre todo por El libro de la almohada de Shõnagon y La historia de Genji, de Murasaki Shikibu, la primera novela de la historia, que retrata el refinamiento extremo al que llegó la aislada corte de Heian en el siglo XI. Con su capacidad para captar los detalles más sutiles, trazar conexiones, estimularnos a ver con otros ojos y llevar lo particular a lo universal, Nooteboom se sumerge en la experiencia de descubrimiento, de belleza y desafío que continúa siendo Japón para Occidente. «Todo lector de Nooteboom reconoce en su obra eso que llamamos lo poético, donde el autor concede a las palabras un dominio más vasto que el que les atribuye el diccionario». Alberto Manguel

Cees Nooteboom (La Haya, 1933) es uno de los mayores y más originales escritores holandeses contemporáneos: traductor de poesía española, catalana, francesa, alemana y de teatro americano; autor de novelas, poesía, ensayos y libros de viaje. Su obra, en constante reflexión sobre el europeísmo y el nacionalismo, ha sido traducida a más de veinte idiomas. Ha obtenido, entre otros reconocimientos, el Premio Europeo Aristeon de Literatura (1993) por La historia siguiente, el Premio Bordewijk (1981), el Premio Pegasus de Literatura (1982), el Premio Grinzane Cavour de Narrativa (1994), la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid (2003), el Premio Europeo de Poesía (2008), el Premio de Literatura Neerlandesa (2009) y el mayor premio que se concede en la literatura de viajes, el Premio Chatwin (2010), el prestigioso Premio Internacional Mondello (2017) y el Premio Formentor de las Letras 2020. En Francia ha sido nombrado Caballero de la Legión de Honor y es Doctor Honoris Causa por la Freie Universität de Berlín. Vive en constante nomadismo entre Holanda, España y Alemania.
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KlappentextUn libro de viajes a Japón que recoge las impresiones del autor neerlandés en sus cuarenta años recorriendo sus paisajes, su arquitectura, su poesía y su historia. Ciertos viajes tienen el objetivo secreto de «alejarte de tus orígenes», de «trastocarte la existencia»: «Solo entonces te has ido de verdad, tanto, que te conviertes en otro», afirma Nooteboom, explorador infatigable de la cultura. Círculos infinitos recoge un testimonio iluminador sobre el país que le provoca una fascinación única: Japón. De las metrópolis futuristas de Tokio y Osaka a las antiguas ciudades imperiales de Kioto y Nara, de los grabados de Hokusai e Hiroshige, o los fascinantes rollos de Chojo Jinbutsu Giga, al teatro kabuki; del arrebato místico e intelectual de los jardines zen a la coexistencia entrelazada del budismo y el sintoísmo en templos de ritos milenarios que aún marcan el calendario agrícola. Viajes acompañados por las páginas de Kawabata, Mishima, Tanizaki, pero sobre todo por El libro de la almohada de Shõnagon y La historia de Genji, de Murasaki Shikibu, la primera novela de la historia, que retrata el refinamiento extremo al que llegó la aislada corte de Heian en el siglo XI. Con su capacidad para captar los detalles más sutiles, trazar conexiones, estimularnos a ver con otros ojos y llevar lo particular a lo universal, Nooteboom se sumerge en la experiencia de descubrimiento, de belleza y desafío que continúa siendo Japón para Occidente. «Todo lector de Nooteboom reconoce en su obra eso que llamamos lo poético, donde el autor concede a las palabras un dominio más vasto que el que les atribuye el diccionario». Alberto Manguel

Cees Nooteboom (La Haya, 1933) es uno de los mayores y más originales escritores holandeses contemporáneos: traductor de poesía española, catalana, francesa, alemana y de teatro americano; autor de novelas, poesía, ensayos y libros de viaje. Su obra, en constante reflexión sobre el europeísmo y el nacionalismo, ha sido traducida a más de veinte idiomas. Ha obtenido, entre otros reconocimientos, el Premio Europeo Aristeon de Literatura (1993) por La historia siguiente, el Premio Bordewijk (1981), el Premio Pegasus de Literatura (1982), el Premio Grinzane Cavour de Narrativa (1994), la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid (2003), el Premio Europeo de Poesía (2008), el Premio de Literatura Neerlandesa (2009) y el mayor premio que se concede en la literatura de viajes, el Premio Chatwin (2010), el prestigioso Premio Internacional Mondello (2017) y el Premio Formentor de las Letras 2020. En Francia ha sido nombrado Caballero de la Legión de Honor y es Doctor Honoris Causa por la Freie Universität de Berlín. Vive en constante nomadismo entre Holanda, España y Alemania.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788419744067
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2023
Erscheinungsdatum05.07.2023
Auflage1. Auflage
Reihen-Nr.143
Seiten224 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse3145 Kbytes
Artikel-Nr.12109034
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


Zuihitsu

«Brocado chino. Una espada con vaina decorada. La veta de la madera en una estatua de Buda. Unas largas ramas florecidas de glicina de bello color, enroscadas alrededor de un pino.

A pesar de su baja posición, un Canciller del Sexto Rango es algo espléndido. ¡Pensar que se le permite vestir trajes de un verde amarillento o telas con diseños y ropas que hasta los jóvenes nobles de las más aristocráticas familias tienen prohibido usar!...».9

En este punto me quedé, leyendo a la luz de una vela, con el murmullo de las olas como un aplauso en la lejanía. En Singapur había tomado un autobús y me adentré en Malasia hasta llegar a una localidad en la costa donde una barca de pescadores me llevaría a Pulau Tioman. El trayecto a la isla por el liso mar de la China meridional duraba tres horas. La barquita atracó en un embarcadero alargado en el mar, pero yo no quise desembarcar allí. Alguien me había hablado de una localidad pequeña, situada más al norte, que al parecer era muy tranquila. Y así fue. Era una playa rodeada de un bosque lluvioso. El encargado de aquello, un musulmán, tenía un par de cabañas y conseguí una. La luz amarillenta de una bombilla que funcionaba solo a ratos, un colchón en el suelo, un porche desvencijado con vistas al mar, un grupo de escolares de Kuala Lumpur que se marcharon al día siguiente. Un baño público, compartido con un alemán que vivía al otro lado de la playa y que se pasaba el día leyendo tumbado en una hamaca. No había ninguna aldea, solo algunas cabañas que llegaban hasta donde comenzaba el bosque crepitante con sus susurros y chasquidos. Nada de alcohol. Noches de un profundo silencio, días de calor. Nadar sobre los arrecifes de coral con las gafas de bucear. Palmas cocoteras como una columnata detrás de la playa. De noche me llegaba el rumor de un generador, pero la blanca luz del neón que veía a lo lejos en el embarcadero no alcanzaba mi cabaña. Así que leía fuera, a la luz de una vela insertada en una concha, una tridacna que había pescado yo mismo. Y lo que leía era el diario de Sei Shônagon, una dama de la corte japonesa del siglo X. De este modo intentaba alejar de mi mente Birmania y prepararme para Japón. No fueron más que un par de días. Fue entonces cuando me picó un insecto cuya bomba de relojería llevaría conmigo durante seis meses, pero en aquel momento aún no lo sabía. No hacía nada en todo el día, me adentraba un poco en el bosque hasta que me era imposible continuar, me sentaba bajo las palmeras y contemplaba la marea. Por las noches, sobre todo, sentía como si el resto del mundo no existiera. En ningún lugar he visto más estrellas que allí. La vela solo iluminaba el entorno más inmediato, así que me sumergía con la imaginación en otro tiempo y en otro espacio. No estaba donde me encontraba. Observaba, como un invitado invisible, la vida de la corte japonesa de más de mil años atrás, un viaje en el tiempo. Entonces llegó el día en que tuve que partir con la barca que había venido a buscarme. Una barquita, un autobús desvencijado, un avión. Ahora (convengamos que es ahora) sobrevuelo Asia en dirección a Tokio. Poco a poco, la masa de tierra marrón de China se desliza debajo de mí. Encuentro el pasaje donde me había quedado:

«Aquel que transmite una orden del Soberano o que llega, en calidad de mensajero imperial, portando las castañas dulces al banquete del Gran Consejo. Cuando se ve con qué comedimiento se le acoge y agasaja, una podría imaginar que ha descendido del cielo».

Miro hacia afuera y pienso que lo que estoy haciendo es absurdo. ¿Por qué la lectura de las notas de Sei Shônagon debería prepararme para el Japón de mil años después? Cierro los ojos y sé lo que me espera: las vulgares muchedumbres de Tokio; las mecánicas voces femeninas, eternamente repetidas en el aeropuerto y en el autobús. ¿Por qué buscar lo que ha dejado de existir? ¿No habíamos hablado de esto anteriormente?

Y sin embargo, con la misma convicción, cabe afirmar que un país no se forma una y otra vez, que desde la Corte Imperial de Heian hasta el día de hoy ha habido un largo continuum de tiempo y de historia, que en la historia de Japón se dan una serie de constantes y que lo viejo ayuda a entender lo nuevo. Además, en este viaje quisiera detenerme en Tokio el menor tiempo posible, dedicar más tiempo a visitar el mundo antiguo y rural, y volver a ver algunas cosas que aún conservo vagamente en la memoria. En un bello libro de Mark Holborn (The Ocean in the Sand. Japan: From Landscape to Garden) se afirma: «El estudio del diario de Sei Shônagon demuestra que la vida de la corte de Heian estaba vinculada a las estaciones y revela la gran importancia que se atribuía al calendario; los festivales modernos demuestran con claridad hasta qué punto persiste esta tradición. Sin embargo, existe otra clave que explica el origen de esta sensación de unidad con el mundo de la naturaleza, que nace del conocimiento arcaico e intuitivo y muestra muy claramente el curso y el equilibrio de las estaciones. Esa clave es el jardín». Los jardines, sí, quiero verlos. Jardines y paisajes. Quiero pasear. Y leer el diario que en japonés se titula Makura no soshi, El libro de la almohada: «un cuaderno informal en el que hombres y mujeres anotaban sus impresiones cuando de noche se retiraban a sus estancias y que guardaban cerca de sus dormitorios, probablemente en los cajones de sus almohadas de madera, para tenerlo a mano». El libro de la almohada ha sido el precursor de un género típico japonés conocido por el nombre de zuihitsu, escritos ocasionales. Un género todavía muy practicado en la actualidad. En cuanto llegue a Tokio me compraré un cuaderno para escribir mis zuihitsu.

Lluvia y viento, el cielo gris, el norte después del trópico. Nada ha cambiado. Continúan las voces femeninas. Resulta difícil creer que estas pertenezcan a un cuerpo real. Te cuentan dónde y cuándo, y emiten unos gorgoteos de bienvenida y de despedida. Tal vez sea cierto que no son de nadie. Las oyes en todos los autobuses y trenes, en todos los ascensores y andenes, en los aviones y autobuses. Quién sabe, quizás han fabricado ya una mujer que habla y que transmite esos mensajes para todo Japón. Una mujer de aluminio moldeable, con labios de microchips y un sistema circulatorio de cinta de celofán. La voz suena a cascada y a menta, no profiere tacos ni envejece. Dejo que me envuelva mientras la lluvia azota las ventanas. El tráfico en los seis carriles es intenso, tardamos más de una hora y media llegar al centro de Tokio. Pasamos por delante del Palacio Imperial. Reconozco las altas murallas detrás del foso y las puertas, también de gran altura, que crucé en cierta ocasión el día del aniversario del Emperador. Los edificios situados detrás de esas puertas, velados por la pantalla de lluvia, no se distinguen bien. En algún lugar sobre esa arca flotante reside el descendiente de una antiquísima dinastía de más de dos mil años de culto a los dioses. A Sei Shônagon le habría agradado saber que mil años más tarde seguiría existiendo un emperador, aunque hoy este ya no sea un dios. Veintisiete millones de personas viven en un radio de treinta millas alrededor del palacio, dice la gorgoteante voz femenina. Cuando salgo, uno de esos veintisiete millones viene hacia mí con los brazos extendidos y a continuación se desploma en el suelo como un toro herido. Saturdaynightfever.

La extraña vida de un corresponsal. Yo no soy más que un extranjero fugaz, un nómada que pasa de largo. En cambio, Karel van Wolferen («Wofurun» en Japón) vive aquí desde hace casi veinte años. Es el corresponsal del diario neerlandés NRC Handelsblad y me ha invitado a alojarme en su casa. Hace muchos años leyó mi novela Philip y los otros, que le sirvió de acicate para viajar por el mundo a imitación del protagonista de mi historia, solo que él llegó más lejos. Ignoramos cuál fue el destino del protagonista de la novela, pero el hecho es que Karel ya nunca regresó a Holanda.

Karel vive en una casa con jardín, lo cual es todo un lujo en un país como este en el que todo se mide con medios metros. Tiene una pareja japonesa y es dueño de un elegante perro que responde al nombre de Philo. El caso es que, a pesar de su nombre, Philo es una señora, de modo que Karel insiste en referirse a Philo como «ella». Philo es una chow chow de complexión bastante maciza, provista de un precioso abrigo de piel. Salir a pasear con ella es un placer. Yo duermo en el suelo, encima y debajo de un futón, no sé cómo decirlo. «Un conjunto móvil de ropa de cama», así lo describe Angela Carter y yo me atengo a su definición. Hace frío, así que por la noche sostengo mi Sei Shônagon con media mano fuera del edredón, al menos cuando se me presenta la ocasión de leer. Y es que Karel me proporciona constantemente toda suerte de recortes de periódicos japoneses escritos en inglés, a menudo subrayados con un rojo furioso cuando está en desacuerdo con algo. Este país es su pasión, aunque él no lo reconozca fácilmente. Cree que Japón no entiende al mundo y que el mundo no entiende a Japón. Y todo hace pensar que es así. Me lo encuentro cada mañana, a veces a horas muy tempranas, frente a su gran mesa cubierta de The Japan Times y The Mainichi Daily News, murmurando y subrayando.

Con todo, da capo, es una vida extraña la del corresponsal. El país para el que trabaja se vuelve abstracto; en realidad, el único hilo de conexión con su tierra lo constituyen ese periódico y los pocos visitantes que...

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Autor

Cees Nooteboom (La Haya, 1933) es uno de los mayores y más originales escritores holandeses contemporáneos: traductor de poesía española, catalana, francesa, alemana y de teatro americano; autor de novelas, poesía, ensayos y libros de viaje. Su obra, en constante reflexión sobre el europeísmo y el nacionalismo, ha sido traducida a más de veinte idiomas. Ha obtenido, entre otros reconocimientos, el Premio Europeo Aristeon de Literatura (1993) por La historia siguiente, el Premio Bordewijk (1981), el Premio Pegasus de Literatura (1982), el Premio Grinzane Cavour de Narrativa (1994), la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid (2003), el Premio Europeo de Poesía (2008), el Premio de Literatura Neerlandesa (2009) y el mayor premio que se concede en la literatura de viajes, el Premio Chatwin (2010), el prestigioso Premio Internacional Mondello (2017) y el Premio Formentor de las Letras 2020. En Francia ha sido nombrado Caballero de la Legión de Honor y es Doctor Honoris Causa por la Freie Universität de Berlín. Vive en constante nomadismo entre Holanda, España y Alemania.

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