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Los que se van no regresan

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
392 Seiten
Spanisch
Capitán Swing Libroserschienen am22.03.20211. Auflage
Una exploración conmovedora y reveladora de la vida jasídica y las luchas de un hombre con la fe, la familia y la comunidad. Shulem Deen creció creyendo que las preguntas son peligrosas. Como miembro de la comunidad skver, una de las sectas jasídicas más aisladas de Estados Unidos, sabe poco sobre el mundo exterior, solo que hay que evitarlo. Conciertan su matrimonio a los dieciocho años y pronto le siguen varios hijos. La primera transgresión de Deen, encender la radio, es pequeña, pero su curiosidad lo lleva a la biblioteca y luego a internet. Pronto comienza una investigación febril sobre los principios de sus creencias religiosas, hasta que, varios años después, su fe se desmorona por completo. Ahora hereje, teme ser descubierto y excluido del único mundo que conoce. Su relación con su familia está en juego, se ve obligado a una vida de engaño y comienza una larga lucha por aferrarse a quienes más ama: sus cinco hijos. En Los que se van no regresan, Deen narra valientemente su desgarradora pérdida de fe mientras ofrece una mirada esclarecedora a un mundo sumamente reservado

Ensayista y crítico del judaísmo haredí y jasídico estadounidense, Deen es columnista habitual de The Forward y editor fundador de Unpious, una revista para voces críticas del estilo de vida y creencias jasídicas. Se hizo conocido por su blog Hasidic Rebel que escribió desde 2003 hasta 2012, que fue el tema de un artículo de 2003 en Village Voice. El blog fue el primer sitio web escrito por un jasídico practicante que manifestaba dudas sobre su fe religiosa. En 2010, lanzó la web Unpious junto con Shtreimel, otro exblogero jasídico, y ha sido su editor en todo momento.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR30,04
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR9,99

Produkt

KlappentextUna exploración conmovedora y reveladora de la vida jasídica y las luchas de un hombre con la fe, la familia y la comunidad. Shulem Deen creció creyendo que las preguntas son peligrosas. Como miembro de la comunidad skver, una de las sectas jasídicas más aisladas de Estados Unidos, sabe poco sobre el mundo exterior, solo que hay que evitarlo. Conciertan su matrimonio a los dieciocho años y pronto le siguen varios hijos. La primera transgresión de Deen, encender la radio, es pequeña, pero su curiosidad lo lleva a la biblioteca y luego a internet. Pronto comienza una investigación febril sobre los principios de sus creencias religiosas, hasta que, varios años después, su fe se desmorona por completo. Ahora hereje, teme ser descubierto y excluido del único mundo que conoce. Su relación con su familia está en juego, se ve obligado a una vida de engaño y comienza una larga lucha por aferrarse a quienes más ama: sus cinco hijos. En Los que se van no regresan, Deen narra valientemente su desgarradora pérdida de fe mientras ofrece una mirada esclarecedora a un mundo sumamente reservado

Ensayista y crítico del judaísmo haredí y jasídico estadounidense, Deen es columnista habitual de The Forward y editor fundador de Unpious, una revista para voces críticas del estilo de vida y creencias jasídicas. Se hizo conocido por su blog Hasidic Rebel que escribió desde 2003 hasta 2012, que fue el tema de un artículo de 2003 en Village Voice. El blog fue el primer sitio web escrito por un jasídico practicante que manifestaba dudas sobre su fe religiosa. En 2010, lanzó la web Unpious junto con Shtreimel, otro exblogero jasídico, y ha sido su editor en todo momento.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788412324259
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2021
Erscheinungsdatum22.03.2021
Auflage1. Auflage
ReiheEnsayo
Seiten392 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1368 Kbytes
Artikel-Nr.5678387
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


01

No fui el primero al que expulsaron de nuestra comunidad, aunque nunca conocí a los otros. Tan solo había oído hablar de ellos; eran recuerdos velados de episodios antiguos de la historia de nuestro pueblo, que contaba con medio siglo de vida; relatos de unos cuantos subversivos que habían intentado destruir nuestra frágil unidad: el grupo de jasidíes de Belz que intentaron formar su propio grupo de oración; el joven de quien se rumoreaba que había estudiado los libros de los de Breslev; hasta el mismísimo cuñado del rebe, que había sido acusado de incitar a la sublevación contra este.

Sin embargo, yo fui el primero en ser expulsado por hereje.

Recibí la llamada un domingo por la noche, mientras Gitty y yo cenábamos con los niños.

-Shulem, soy Yechiel Spitzer -me dijo una voz grave de hombre antes de hacer una pausa-. ¿Puedes estar a las diez en la oficina del dayán para una reunión?

Yechiel era miembro tanto del Comité Educativo como del Comité de Modestia, que tenían la tarea conjunta de supervisar el comportamiento de los individuos del pueblo: asegurarse de que vistieran la indumentaria adecuada, de que acudieran a las sinagogas adecuadas y de que tuvieran los pensamientos adecuados.

-¿Qué tipo de reunión?

-El bet din desea hablar contigo.

El bet din era el tribunal rabínico del pueblo, un órgano de tres miembros que emitía edictos con regularidad sobre asuntos religiosos urgentes: la prohibición del uso de internet, la condena de grupos de oración no autorizados o la regulación de los atavíos apropiados para cubrir la cabeza de las mujeres. Al frente del tribunal estaba el dayán, el juez rabínico supremo del pueblo.

Yechiel aguardaba mi respuesta y, al ver que yo no decía nada, continuó:

-Deberías traer a alguien contigo, puede que prefieras no estar solo.

Su voz sonaba extrañamente monótona, como si tuviera una afectación deliberada, como si deseara subrayar la seriedad de la llamada. No conocía bien a Yechiel, aunque nos dispensábamos la suficiente cortesía al cruzarnos por la calle o si, por casualidad, nos sentábamos uno junto al otro en una shivá o bar mitzvá . Estaba claro que no se trataba de una llamada amistosa.

Cuando volví a la mesa, Gitty levantó una ceja y yo negué con la cabeza, como si le dijera: «Nada importante». Ella apretó los labios y me mantuvo la mirada un momento mientras yo regresaba a mi plato con las sobras de cholent de la comida de sabbat del día anterior. Los niños parecían felices a lo suyo. Tziri, nuestra mayor, tenía los ojos clavados en un libro; Hershy y Freidy se soltaban risotadas al oído, y Chaya Suri y Akiva estaban enzarzados en una discusión porque Chaya Suri había mirado el plato de Akiva y Akiva decía que no podía comer algo que Chaya Suri hubiera mirado.

Gitty siguió dirigiéndome miradas silenciosas hasta que levanté la vista y suspiré: «Después te lo cuento».

Ella puso los ojos en blanco y se levantó para retirar los platos de la mesa. Miré el reloj, acababan de dar las seis.

La llamada no me sorprendía del todo. Ya me había llegado a través de amigos que corría por el pueblo el rumor de que Shulem Deen se había vuelto un hereje.

Si bien la herejía era pecado en nuestra localidad de población exclusivamente jasídica del condado de Rockland, Nueva York, no se trataba de un pecado habitual. A diferencia del estudiante de yeshivá que pide un taxi cada noche para escaparse a sus clases de una hora de kárate, de la chica que ha sido vista con una falda que no le cubre totalmente las rodillas o del maestro de escuela que se queja de lo mucho que duran las oraciones del rebe del sabbat a mediodía, la herejía no era un pecado al que nuestra gente estuviera acostumbrada. La herejía era un pecado que los desconcertaba. De hecho, la herejía de verdad, creía la gente del pueblo, no existía en nuestros días ni mucho menos en nuestra localidad; de modo que cuando oyeron que había un hereje entre ellos, no supieron muy bien qué pensar.

«¿Acaso no sabe que Rambam ya contestó todas las preguntas?», había preguntado el rebe.

Rambam, también conocido como Moisés Maimónides, fue un erudito y filósofo judío del siglo XII, tal vez el más grande de todos los tiempos. Sobre su lápida, en la ciudad israelí de Tiberíades, puede leerse: «Desde Moisés a Moisés, no ha habido nadie que se asemeje a Moisés». En las salas de estudio, examinábamos concienzudamente sus códigos legales y su famoso comentario de la Mishná. Contábamos historias sobre su rectitud y su erudición. Nuestros hijos llevaban su nombre.

Sin embargo, no estudiábamos su filosofía.

Se decía que la obra filosófica más notable de Rambam, la Guía de perplejos, era tan magnífica y brillante que iba destinada únicamente a los más cultos. Para el resto, su estudio era innecesario. Lo importante era saber que contenía todas las respuestas, por lo que hacerse más preguntas no tenía sentido.

«¿Acaso no sabe que Rambam ya contestó todas las preguntas?».

No sé si el rebe había preguntado aquello realmente. Me llegó a través de unos amigos que, a su vez, se habían enterado por otros amigos, y los rumores que circulaban por nuestro pueblo no siempre eran de fiar. Lo que sí sabía era que el rebe era el líder supremo en el pueblo y que no sucedía nada destacado sin que él se involucrara directamente, de manera que, cuando me dijeron que me presentara ante el bet din, supe que la orden venía directamente del rebe.

A las diez de la noche en punto recorría el sendero de tierra que conducía a la entrada lateral de la casa del dayán. La autoridad de este derivaba de su conocimiento exhaustivo de la Torá, aunque sus funciones eran una extensión de las del rebe. Si este último era nuestro director general, el dayán y su bet din eran nuestro poder judicial y el cuerpo de seguridad.

A pesar de la seriedad de su cargo, el dayán era un erudito amable y gentil. Cuando yo estudiaba en la yeshivá, hacía más de diez años, me pasaba horas con él enzarzado en discusiones talmúdicas. Durante los años que siguieron, recorrí aquel sendero en cientos de ocasiones por razones personales y familiares: le llevaba hojas de palma para que las inspeccionara antes de la festividad de Sucot, ropa interior para que la examinara en busca de sangre menstrual o pollos con la piel decolorada para que los inspeccionara en busca de señales que indicaran alguna lesión.

Ahora subía una vez más aquellas escaleras conocidas que conducían al porche de madera, castigado por las inclemencias del tiempo, y llamaba a la puerta. Vi la luz encendida a través de una ventana, y del interior emergieron voces vehementes, combativas y agitadas. Esperé un momento y volví a llamar. Yechiel Spitzer abrió la puerta y me señaló una pequeña habitación que había a un lado. «Espera ahí», dijo escuetamente antes de desaparecer en el despacho del dayán, al final del vestíbulo.

Me senté en una vieja silla junto a una mesita a escuchar los murmullos que llegaban de la habitación contigua. Tras unos minutos, Berish Greenblatt se unió a mí. Berish y yo habíamos sido amigos íntimos durante años, desde que fuera mi maestro en una escuela de Brooklyn, siendo yo adolescente, y me invitara a pasar el sabbat a su casa en la época en que mi padre estuvo enfermo en el hospital. De aquello habían pasado años y nos habíamos distanciado: él seguía siendo un erudito devoto y yo, un supuesto hereje. Aun así, su presencia era reconfortante, a pesar de que ninguno de los dos supiera qué esperar de todo aquello.

Enseguida nos convocaron al despacho del dayán, que ocupaba el asiento central de una mesita con textos religiosos desperdigados y estaba flanqueado por otros dos rabinos del bet din y cuatro hombres más, líderes de la comunidad.

En la cara del dayán, enmarcada por una barba plateada irregular, se dibujó una sonrisa afectuosa, casi beatífica.

-Siéntate, siéntate -me dijo mientras señalaba una silla vacía frente a él, al otro lado de la mesa.

Tomé asiento y miré a mi alrededor mientras Berish se sentaba detrás de mí. Los hombres apiñados frente a mí tocaban nerviosos los libros sobre la mesa, se acariciaban las barbas y se atusaban el bigote. Intercambiaron unos cuantos comentarios en voz baja y, poco después, uno de los hombres...

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Ensayista y crítico del judaísmo haredí y jasídico estadounidense, Deen es columnista habitual de The Forward y editor fundador de Unpious, una revista para voces críticas del estilo de vida y creencias jasídicas. Se hizo conocido por su blog Hasidic Rebel que escribió desde 2003 hasta 2012, que fue el tema de un artículo de 2003 en Village Voice. El blog fue el primer sitio web escrito por un jasídico practicante que manifestaba dudas sobre su fe religiosa. En 2010, lanzó la web Unpious junto con Shtreimel, otro exblogero jasídico, y ha sido su editor en todo momento.