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Piel blanca, combustible negro

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
656 Seiten
Spanisch
Capitán Swing Libroserschienen am15.04.20241. Auflage
En los últimos años la extrema derecha ha hecho todo lo posible por acelerar el calentamiento global, incluso un presidente estadounidense que lo considera un engaño ha eliminado los límites a la producción de combustibles fósiles. El presidente brasileño ha abierto el Amazonas y lo ha visto arder. En Europa, los partidos que niegan la crisis medioambiental e insisten en la máxima combustión han irrumpido en varios Gobiernos, de Suecia a España. Al borde del colapso, han surgido las fuerzas que más agresivamente promueven el business as usual, siempre en defensa del privilegio blanco, contra supuestas amenazas de otros no blancos. Pero ¿de dónde vienen estas fuerzas? El primer estudio sobre la extrema derecha ante la crisis climática, Piel blanca, combustible negro, presenta un elocuente rastreo de una nueva constelación política, y revela sus profundas raíces históricas. Las tecnologías que utilizan combustibles fósiles nacieron impregnadas de racismo. Nadie las amó con más pasión que los fascistas clásicos. Ahora han surgido fuerzas de derechas, algunas de las cuales afirman tener la solución: cerrar las fronteras para salvar a la nación mientras el clima se desmorona. Épico y fascinante, Piel blanca, combustible negro traza un futuro de frentes políticos que no podrá dejar de caldearse.

Fässberg (Suecia), 1977. Profesor asociado de Ecología Humana de la Universidad de Lund, en Suecia, y miembro del consejo editorial de la revista Historical Materialism, Malm está interesado en una amplia gama de aspectos de las relaciones de poder en un mundo que se calienta rápidamente y necesita enfriarse con urgencia. Su investigación se centra en varios aspectos de la crisis climática. Entre otros libros, es autor de The Progress of This Storm: Nature and Society in a Warming World y Black Fuel: On the Dangers of Fossil Fascism. Forma parte de un proyecto de investigación sobre tecnologías de emisiones negativas. Más específicamente, Malm analiza el surgimiento del carbón como fuente de energía mecánica en la producción industrial y el transporte en la Gran Bretaña del siglo XIX y su imperio. Su tesis doctoral, Fossil Capital: The Rise of Steam-Power in the British Cotton Industry, c. 1825-1848, and the Roots of Global Warming, defendida en 2014, examina la transición de las ruedas hidráulicas a las máquinas de vapor en las fábricas de algodón del norte de Inglaterra y Escocia y extrae algunas lecciones para la actualidad: para resumir una larga historia, el capital requería una fuente de energía susceptible de concentración en el espacio y aceleración en el tiempo. Todavía sigue haciéndolo. En 2016, publicó el presente libro, basado en la tesis mencionada. Ese mismo año, Malm fue galardonado con el Premio Isaac y Tamara Deutscher Memorial.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR41,50
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR12,99

Produkt

KlappentextEn los últimos años la extrema derecha ha hecho todo lo posible por acelerar el calentamiento global, incluso un presidente estadounidense que lo considera un engaño ha eliminado los límites a la producción de combustibles fósiles. El presidente brasileño ha abierto el Amazonas y lo ha visto arder. En Europa, los partidos que niegan la crisis medioambiental e insisten en la máxima combustión han irrumpido en varios Gobiernos, de Suecia a España. Al borde del colapso, han surgido las fuerzas que más agresivamente promueven el business as usual, siempre en defensa del privilegio blanco, contra supuestas amenazas de otros no blancos. Pero ¿de dónde vienen estas fuerzas? El primer estudio sobre la extrema derecha ante la crisis climática, Piel blanca, combustible negro, presenta un elocuente rastreo de una nueva constelación política, y revela sus profundas raíces históricas. Las tecnologías que utilizan combustibles fósiles nacieron impregnadas de racismo. Nadie las amó con más pasión que los fascistas clásicos. Ahora han surgido fuerzas de derechas, algunas de las cuales afirman tener la solución: cerrar las fronteras para salvar a la nación mientras el clima se desmorona. Épico y fascinante, Piel blanca, combustible negro traza un futuro de frentes políticos que no podrá dejar de caldearse.

Fässberg (Suecia), 1977. Profesor asociado de Ecología Humana de la Universidad de Lund, en Suecia, y miembro del consejo editorial de la revista Historical Materialism, Malm está interesado en una amplia gama de aspectos de las relaciones de poder en un mundo que se calienta rápidamente y necesita enfriarse con urgencia. Su investigación se centra en varios aspectos de la crisis climática. Entre otros libros, es autor de The Progress of This Storm: Nature and Society in a Warming World y Black Fuel: On the Dangers of Fossil Fascism. Forma parte de un proyecto de investigación sobre tecnologías de emisiones negativas. Más específicamente, Malm analiza el surgimiento del carbón como fuente de energía mecánica en la producción industrial y el transporte en la Gran Bretaña del siglo XIX y su imperio. Su tesis doctoral, Fossil Capital: The Rise of Steam-Power in the British Cotton Industry, c. 1825-1848, and the Roots of Global Warming, defendida en 2014, examina la transición de las ruedas hidráulicas a las máquinas de vapor en las fábricas de algodón del norte de Inglaterra y Escocia y extrae algunas lecciones para la actualidad: para resumir una larga historia, el capital requería una fuente de energía susceptible de concentración en el espacio y aceleración en el tiempo. Todavía sigue haciéndolo. En 2016, publicó el presente libro, basado en la tesis mencionada. Ese mismo año, Malm fue galardonado con el Premio Isaac y Tamara Deutscher Memorial.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788412779752
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2024
Erscheinungsdatum15.04.2024
Auflage1. Auflage
ReiheEnsayo
Seiten656 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1647 Kbytes
Artikel-Nr.14425271
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe



 

 

 

 

«Y han llevado a la humanidad

al borde del olvido: porque se creen blancos».

James Baldwin,

«On Being White... and Other Lies», 1984

«Klimaschutz und Antifa geht

Hand in Hand, das ist doch klar».

Consigna en la marcha de Ende Gelände para bloquear la infraestructura de la mina de carbón de Hambach, octubre de 2018

En 2014, el partido por entonces conocido como los Verdaderos Finlandeses publicó una viñeta protagonizada por un hombre de raza negra. Va vestido únicamente con una falda de hierba y la barriga le cuelga por encima del cinturón. Un hueso de animal le atraviesa la nariz. Tiene los ojos dilatados; la boca, completamente abierta, muestra una dentadura absurdamente grande; agita la mano izquierda de forma histérica y en la derecha sostiene un cuenco de madera en el que rebotan arriba y abajo cuatro huesos más. Con todas sus fuerzas, grita: «Aunque las temperaturas llevan desde 1997 sin subir, ¡¡con este ordenador vaticino que el planeta se calentará cien grados, la luna se derretirá y la superficie del océano se elevará seiscientos kilómetros al menos!! ¡¡La semana que viene!!». A su derecha aparecen dos personajes de menor tamaño, un hombre y una mujer, ambos de piel blanca. Se los ve asustados, paralizados, acobardados, mirando fijamente el cuenco del hombre negro. Estas personas de vestimenta profesional son los responsables del instituto del clima de Finlandia. La mujer exclama: «¡¡Oooh!! ¡¡Tenemos que gastar más en turbinas eólicas que solo funcionen tres días al año!!». Satisfecho, el brujo de la climatología responde con una oferta sin valor: «¡Qué buena idea! Los asesoraré». Por supuesto, los «Verdaderos» Finlandeses jamás sucumbirían de una forma tan ridícula y despreciable. En el pie de imagen, el partido aclara: «La supuesta ciencia de la climatología no ha sido capaz de demostrar que la actividad humana sea la causa de la subida de un grado de las temperaturas. Sin embargo, los directivos del clima te obligan a pagar más impuestos».[1] Los Verdaderos Finlandeses se opondrían a esta extorsión. Se negarían en redondo a creerse el cuento, detendrían la fuga de recursos sin sentido y defenderían su forma de energía predilecta.

Desde que el cambio climático empezara a ser motivo de preocupación, la presunción general siempre ha sido que tanto las personas de a pie como los legisladores lidiarían con el problema de forma lógica. Una vez informados del peligro, corregirían el rumbo. Si se percatan de lo dura que será la vida en un planeta con seis, dos o incluso un grado y medio más de temperatura, harán un esfuerzo por emitir menos gases dañinos y trazarán un plan para abandonarlos por completo. Si, tras pasar por alto las anteriores advertencias, ven que el mundo comienza a arder a su alrededor, con toda certeza despertarán entonces y pasarán a la acción: en esta idea se ha basado hasta ahora la comunicación entre la comunidad de investigadores climáticos y el resto de la sociedad. La primera transmite la información de lo que está ocurriendo en la Tierra y espera que la segunda actúe en consecuencia, igual que hace una doctora cuando diagnostica a un paciente adulto y lo manda a la farmacia a por el medicamento. La enfermedad es grave, pero el efecto del tratamiento está garantizado. Cual fiel equipo médico, los climatólogos han estado llamando a la puerta de los Gobiernos, entregando sus mensajes (por ejemplo, las graves consecuencias que tendría que la temperatura media subiese más de 1,5 °C, como se indica en un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, o IPCC por sus siglas en inglés, en octubre de 2018) y esperando una reacción cuanto menos mínimamente apropiada. Esta misma presunción de lógica ha formado la base de las expectativas que confían en que la transición de las energías fósiles a las renovables se producirá cuando baje el precio de estas últimas, o que los consumidores bien informados escogerán los productos menos dañinos, o que la comunidad internacional llegará a un acuerdo, o que la civilización moderna y la iniciativa humana harán gala una vez más de su ingenio y su capacidad para resolver problemas y perseverarán en su empeño por mejorar la vida en la tierra.

Esta presunción lleva bastante tiempo recibiendo un golpe tras otro. No obstante, pocas personas habrían visto venir que el incremento de 1 °C en la temperatura media, la creciente oleada de fenómenos meteorológicos extremos y el trastorno del sistema climático observable a simple vista en cualquier parte del mundo coincidirían con el auge de una fuerza política que simplemente niega todo lo anterior. La extrema derecha no figuraba en los modelos climáticos. Ninguno incluía variables de blanquitud, raza o nacionalismo. Ningún supuesto del IPCC consideró la posibilidad de que, en plena fase inicial del calentamiento global, cuando reducir las emisiones debería ser una cuestión de una emergencia acuciante, los sistemas estatales de Europa y las Américas se verían cada vez más colmados de partidos y presidentes de vestimenta profesional y piel blanca ansiosos por dar carpetazo al asunto. En otras circunstancias, habría sido posible tratar la viñeta de Verdaderos Finlandeses como un chiste malo creado por un partido sin importancia en los márgenes de Europa; sin embargo, a finales de la década de 2010, marcaba las intenciones de una extrema derecha que irrumpía en los despachos y las cámaras desde Berlín hasta Brasilia. Parecían cruzarse dos tendencias: la rápida subida de las temperaturas y el veloz avance de la extrema derecha. No se apreciaba fácilmente el fin de ninguna de las dos. Poco o nada sugería que fuesen a estabilizarse o revertirse por voluntad propia. ¿Qué ocurre cuando confluyen estas dos tendencias, pues?

El auge de la extrema derecha se ha comentado amplia y ansiosamente, desde luego, pero en pocas ocasiones se ha estudiado como una tendencia con raíces en una base material y que está abriéndose paso en la atmósfera. En el acreditado manual Oxford Handbook of the Radical Right, publicado en 2018, encontramos «capítulos dedicados a todas las principales ramas teóricas y metodológicas de esta literatura»: se trata la religión, los medios de comunicación, el género, la violencia, la juventud, el carisma, el euroescepticismo, la globalización y multitud de factores más, pero la ecología no es uno de ellos.[2] Un reconocido experto, Cas Mudde, publicó un estudio global en 2019, La ultraderecha hoy, y pasó completamente por alto la cuestión.[3] La «sorprendente escasez» de investigación de la faceta climática ha sido señalada.[4] Hace que imaginemos una extrema derecha en auge situada en otra parte, no en un mundo hostigado por la rápida subida de las temperaturas. No obstante, «a partir de ahora, toda cuestión es una cuestión climática», escribe Alyssa Battistoni, formulando un teorema que sin duda cobrará más certidumbre con el paso del tiempo.[5] Las políticas de extrema derecha de las décadas de 1930 o de 1980 tal vez pudieran estudiarse al margen del medio natural. En la década de 2010 o 2040, sin embargo, no es posible entender el efecto que causan en el mundo si se las separa de este contexto: nuestra propuesta consiste en colocarlas en pleno centro.

A continuación, presentamos la primera investigación sistemática de la ecología política de la extrema derecha en el contexto de la crisis climática.[6] Hemos investigado lo que han hecho, dicho y escrito los principales partidos de extrema derecha en relación con el clima y la energía en trece países europeos: Austria, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Hungría, Italia, Países Bajos, Noruega, Polonia, España, Suecia y el Reino Unido. Europa es el continente que trajo al mundo la economía fósil y el fascismo. Por otra parte, algunas zonas (situadas en el norte, en particular) han disfrutado hasta hace poco de su reputación como las más juiciosas precursoras en política climática, además de demostrar el mayor nivel de compasión en la acogida de refugiados. Nos centramos en Europa, pero también estudiamos dos países del continente americano: Estados Unidos y Brasil. Hace tiempo que se los reconoce por el impacto desproporcionado que tienen en el sistema climático; además, en ambos países llegaron al poder, con solo dos años de diferencia, sendos presidentes situados a la extrema derecha del espectro y que se lanzaron en una cruzada contra la naturaleza.

Uno de ellos, Donald Trump, fue sin duda el rostro omnipresente de las políticas anticlima de la segunda mitad de la década de 2010. Ya perdió la Casa Blanca; ha llegado el momento de evaluar el fenómeno que representó y reflexionar sobre las formas en las que podría reaparecer. ¿Se trataba de una pesadilla estadounidense de cuatro años de duración que por fin ha acabado, una anomalía de la cultura local, con pocas probabilidades de volver a atormentar un mundo aún más cálido? ¿Podemos respirar con alivio, ya que al menos no tendremos que seguir viviendo esta locura? Nuestro pronóstico no es...

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Autor

Fässberg (Suecia), 1977. Profesor asociado de Ecología Humana de la Universidad de Lund, en Suecia, y miembro del consejo editorial de la revista Historical Materialism, Malm está interesado en una amplia gama de aspectos de las relaciones de poder en un mundo que se calienta rápidamente y necesita enfriarse con urgencia. Su investigación se centra en varios aspectos de la crisis climática. Entre otros libros, es autor de The Progress of This Storm: Nature and Society in a Warming World y Black Fuel: On the Dangers of Fossil Fascism. Forma parte de un proyecto de investigación sobre tecnologías de emisiones negativas. Más específicamente, Malm analiza el surgimiento del carbón como fuente de energía mecánica en la producción industrial y el transporte en la Gran Bretaña del siglo XIX y su imperio. Su tesis doctoral, Fossil Capital: The Rise of Steam-Power in the British Cotton Industry, c. 1825-1848, and the Roots of Global Warming, defendida en 2014, examina la transición de las ruedas hidráulicas a las máquinas de vapor en las fábricas de algodón del norte de Inglaterra y Escocia y extrae algunas lecciones para la actualidad: para resumir una larga historia, el capital requería una fuente de energía susceptible de concentración en el espacio y aceleración en el tiempo. Todavía sigue haciéndolo. En 2016, publicó el presente libro, basado en la tesis mencionada. Ese mismo año, Malm fue galardonado con el Premio Isaac y Tamara Deutscher Memorial.