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No me toques el pelo

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
290 Seiten
Spanisch
Capitán Swing Libroserschienen am23.01.20231. Auflage
Alisado. Estigmatizado. 'Domado'. Celebrado. Borrado. Gestionado. Apropiado. Siempre incomprendido. El pelo negro nunca es 'sólo pelo'. Este libro trata de por qué el cabello negro es importante y de cómo puede considerarse un modelo de descolonización. A lo largo de una serie de ensayos irónicos e informados, Emma Dabiri nos lleva desde el África precolonial, pasando por el Renacimiento de Harlem, el Poder Negro y hasta el actual Movimiento del Cabello Natural, las Guerras de Apropiación Cultural y más allá. Lo vemos todo, desde los capitalistas del cabello como Madam C.J. Walker a principios del siglo XX hasta el auge de Shea Moisture en la actualidad, desde la solidaridad y la amistad entre mujeres hasta el 'tiempo de los negros', los académicos africanos olvidados y la dudosa procedencia de las trenzas de Kim Kardashian. El alcance del estilismo del pelo negro abarca desde la cultura pop hasta la cosmología, desde la prehistoria hasta el (afro)futurismo. Descubriendo sofisticados sistemas matemáticos indígenas en los peinados negros, junto a estilos que sirvieron como redes secretas de inteligencia que conducían a los africanos esclavizados a la libertad, 'No me toques el pelo' demuestra que, lejos de ser sólo pelo, la cultura del peinado negro puede entenderse como una alegoría de la opresión negra y, en última instancia, de la liberación.

Autora, académica y locutora irlandesa. Nació en Dublín de madre irlandesa y padre nigeriano yoruba. Tras pasar sus primeros años en Atlanta, Georgia, su familia regresó a Dublín cuando Dabiri tenía cinco años de edad. Dice que su experiencia de crecer aislada y como blanco del frecuente racismo influyó en su perspectiva. Después de la escuela se trasladó a Londres para estudiar Estudios Africanos en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, su carrera académica la llevó a trabajar en la radiodifusión, incluyendo la copresentación de Britain's Lost Masterpieces de la BBC Four, documentales de Channel 4 como Is Love Racist? y un programa de radio sobre afrofuturismo, entre otros. Colabora con frecuencia en medios de comunicación impresos y en línea, como The Guardian, Irish Times, Dublin Inquirer y Vice, entre otros y ha publicado en revistas académicas. Vive en Londres, donde está completando su doctorado en Sociología Visual en Goldsmiths, a la vez que imparte clases en SOAS y continúa con su labor de difusión. Está casada y tiene dos hijos.
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Produkt

KlappentextAlisado. Estigmatizado. 'Domado'. Celebrado. Borrado. Gestionado. Apropiado. Siempre incomprendido. El pelo negro nunca es 'sólo pelo'. Este libro trata de por qué el cabello negro es importante y de cómo puede considerarse un modelo de descolonización. A lo largo de una serie de ensayos irónicos e informados, Emma Dabiri nos lleva desde el África precolonial, pasando por el Renacimiento de Harlem, el Poder Negro y hasta el actual Movimiento del Cabello Natural, las Guerras de Apropiación Cultural y más allá. Lo vemos todo, desde los capitalistas del cabello como Madam C.J. Walker a principios del siglo XX hasta el auge de Shea Moisture en la actualidad, desde la solidaridad y la amistad entre mujeres hasta el 'tiempo de los negros', los académicos africanos olvidados y la dudosa procedencia de las trenzas de Kim Kardashian. El alcance del estilismo del pelo negro abarca desde la cultura pop hasta la cosmología, desde la prehistoria hasta el (afro)futurismo. Descubriendo sofisticados sistemas matemáticos indígenas en los peinados negros, junto a estilos que sirvieron como redes secretas de inteligencia que conducían a los africanos esclavizados a la libertad, 'No me toques el pelo' demuestra que, lejos de ser sólo pelo, la cultura del peinado negro puede entenderse como una alegoría de la opresión negra y, en última instancia, de la liberación.

Autora, académica y locutora irlandesa. Nació en Dublín de madre irlandesa y padre nigeriano yoruba. Tras pasar sus primeros años en Atlanta, Georgia, su familia regresó a Dublín cuando Dabiri tenía cinco años de edad. Dice que su experiencia de crecer aislada y como blanco del frecuente racismo influyó en su perspectiva. Después de la escuela se trasladó a Londres para estudiar Estudios Africanos en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, su carrera académica la llevó a trabajar en la radiodifusión, incluyendo la copresentación de Britain's Lost Masterpieces de la BBC Four, documentales de Channel 4 como Is Love Racist? y un programa de radio sobre afrofuturismo, entre otros. Colabora con frecuencia en medios de comunicación impresos y en línea, como The Guardian, Irish Times, Dublin Inquirer y Vice, entre otros y ha publicado en revistas académicas. Vive en Londres, donde está completando su doctorado en Sociología Visual en Goldsmiths, a la vez que imparte clases en SOAS y continúa con su labor de difusión. Está casada y tiene dos hijos.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788412613025
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2023
Erscheinungsdatum23.01.2023
Auflage1. Auflage
ReiheEnsayo
Seiten290 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse4754 Kbytes
Artikel-Nr.10814321
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe



01

Solo es pelo

Joven, irlandesa y negra

 

 

No sale de mi boca

no sale de la boca de A

que se lo dio a B

que se lo dio a C

que se lo dio a D

que se lo dio a E

que se lo dio a F

que me lo dio a mí.

Pues iba a estar mejor en mi boca

que en la boca de mis ancestros.

Poema de África occidental

El año que me tocaba cumplir los ocho, la ingestión del cuerpo y de la sangre de Cristo se hizo inminente. Tras meses de deliberaciones, por fin los extravagantes vestidos de novia en miniatura habían sido comprados; los encajes, los rasos y los tules colgaban expectantes en los roperos. La promesa candente que rondaba la cabeza de todo el mundo era el dinero de la comunión, que muy sensatamente podía esperarse que llegara a varios cientos de libras, una auténtica fortuna para las zonas marginales del Dublín de la década de 1980. Después de pasar meses esclavizadas con el catecismo, trabajando mucho y preparándose como era de recibo, mis compañeras estaban listas para hacer la Primera Comunión.

Para esta maleante, sin embargo, no había catecismo que valiese. Elegí no recibir el sacramento. En vez de eso, la contribución de la joven Emma una vez alcanzada la «edad de la razón» fue crear un pequeño panfleto contra la esclavitud muy chulo titulado «Rompe las cadenas». Tenía la extensión de un cuadernillo de deberes y se basaba en la historia de Olaudah Equiano, el abolicionista del siglo XVIII. Recuerdo que en la conclusión intenté vincular el origen de la condiciones en las que vivía por entonces la población negra estadounidense con las brutales experiencias sufridas por los africanos en ese país, y procuré además sugerir soluciones. De ahí el título. Bonito y ligero. Lo típico que se hace de niña.

Si bien no se me elogió especialmente por mis esfuerzos, tampoco se me obligó a unirme al resto de las niñas, y a posteriori eso resulta muy revelador, aunque nada sorprendente. Siempre estaba ahí la insistencia en que, a pesar de haber nacido en Irlanda y de tener una madre irlandesa cuyo linaje por parte materna se remontaba a la prehistoria de Irlanda, yo no era irlandesa «de verdad». Solían apartarme del resto y concederme una atención especial. Parecía ser una de las claras favoritas de las monjas, sobre todo de las que habían sido misioneras en África. Recuerdo que, en una ocasión, una monja muy preocupada por mí me pilló en la puerta del pub Bird Flanagan, en la zona de Rialto, y me entregó una Medalla Milagrosa porque quería concederle la gracia de la Virgen María a mi cuerpecito moreno. No fue la única vez que me dieron una de esas medallas (¡parecía yo un imán para lo milagroso!). Y recuerdo asimismo ir a visitar a la tía abuela de una amiga, una mujer mayor, también monja; al verme, los ojos llorosos se le enfocaron y le empezaron a brillar. «Viví muchos años en Nigeria», me espetó entonces, antes de proceder a separarme los labios para mirarme los dientes, porque «tu gente tiene una dentadura preciosa». Dado que dicho intercambio, considerablemente íntimo, tuvo lugar antes incluso de que se hicieran las presentaciones más básicas, podría calificarse como mínimo de grosería.

Así que sí: tuve una relación complicada con el mundo en el que vivía. Y creo que el hecho de embarcarme en el proyecto de Equiano se interpretó muy probablemente como el tipo de cosas raras que haría una «extranjera», una «negrita». Porque, claro, ¿qué podía esperarse de «gente como ella»?

Al pensar ahora en Equiano, mi decisión sí que parece radical. No recuerdo exactamente lo que me motivó a hacerlo, pero mi infancia estuvo caracterizada por elecciones e intereses poco usuales, conformada por una intensa sensación de que mi impulso de contar historias negras nacía de una fuente anterior a mi nacimiento: «No sale de mi boca⦻.

Pese a que pueda sonar peculiar, y a que desde luego a mí misma me resultaba extraño, sentía de forma intuitiva que mantenía una relación activa con el pasado y con mis ancestros. Era como si el pasado ocupase un primer plano muy especial en mi presente. Por supuesto, me veía incapaz de verbalizar nada de eso, ni siquiera para mí misma, y de haber podido, seguramente habría elegido no hacerlo. Ya me consideraban una niña lo bastante rara; no hacía falta echar más leña al fuego. Solo años después, cuando llegué a la universidad y empecé a estudiar culturas africanas, tomé conciencia de la crucial importancia que tenía la veneración ancestral y supe que los espíritus ancestrales eran invocados de manera intencionada. Soy yoruba por parte de padre. Los yorubas son el grupo étnico más numeroso en el suroeste de Nigeria y uno de los tres más grandes de Nigeria en general, el país más poblado de África. A muchos yorubas los vendieron como esclavos, sobre todo en el siglo XIX. Como resultado de este movimiento relativamente reciente y a gran escala, muchas creencias, prácticas y costumbres yorubas pueden identificarse aún hoy por todo el «Nuevo Mundo». Durante las décadas de 1980 y 1990, se produjo una diáspora yoruba aún más reciente, cuando los nigerianos huyeron del trágico hundimiento de su economía para emigrar a países como Estados Unidos y el Reino Unido.

Una de las consecuencias del colonialismo fue el abandono de muchas creencias yorubas, por eso hasta mi época universitaria no aprendí que los conceptos yorubas tradicionales del tiempo eran cíclicos, ni supe nada sobre la creencia de que el «pasado» no está necesariamente desligado del futuro, sino que en realidad mantiene un diálogo con él.

Descubrí que nombres yorubas como Babatunde («el padre vuelve») y Yetunde («la madre vuelve») son muy comunes debido a la creencia indígena en la transmigración del alma. Esta invocación del pasado, como el concepto filosófico ghanés de Sankofa (que nos insta a servirnos del pasado para diseñar un futuro mejor), no limita el progreso ni pone el énfasis en hacer las cosas «a la antigua usanza». Por el contrario, el objetivo es la mejora. La necesidad apremiante de asegurar que lo mío va a estar «mejor en mi boca / que en la boca de mis ancestros». La creencia es que nuestros éxitos son también los éxitos de nuestros antepasados. Por fin pude ubicar mis experiencias en un sistema de creencias en el que adquirían pleno sentido.

El saber occidental que hemos recibido denigra habitualmente la historia africana. Esta actitud la resumió el prestigioso historiador británico Hugh Trevor-Roper en el famoso discurso que ofreció en 1963 ante la Universidad de Sussex, que fue retransmitido por la televisión nacional, publicado en una conocida revista y, más adelante, editado como libro:

Quizá en el futuro exista alguna historia africana que enseñar. Pero ahora mismo no la hay, o es escasa: solo está la historia de los europeos en África. El resto es casi todo oscuridad, al igual que la historia de la América preeuropea y precolombina. Y la oscuridad no es una materia para la historia.

Visto con un prisma sesgado y eurocéntrico, quizá sea así. Sin embargo, si cambiamos el punto de vista, empezamos a darnos cuenta de que, en palabras del premio nobel nigeriano Wole Soyinka, «la oscuridad que tan alegremente se atribuye al continente negro quizá no sea otra cosa que una catarata en los ojos de quien mira».[1]

En lo que respecta a desvanecer esa oscuridad, lo que más me interesa, con diferencia, es saber cómo los pueblos africanos se entendían a sí mismos y cómo entendían sus propias culturas (analizar sus métodos de narrar y de documentar la vida), más que intentar situarlos a través de una perspectiva europea que plantea la universalidad pero que, por naturaleza, es culturalmente específica.

Deberíamos recordar que la comunicación y el aprendizaje en una sociedad de tradición oral no se limitan a la palabra hablada. Los lenguajes complejos no verbales forman parte de ese ámbito. Pensemos por ejemplo en el batá, o «tambor parlante», como suele traducirse. El batá reproduce los patrones tonales del idioma yoruba: literalmente, habla. ¿Eran también unos analfabetos los colonos británicos, incapaces de descifrar lo que decía ese tambor? ¿O ese término lo aplicamos solo a los pueblos «primitivos»?

El filósofo angloghanés Kwame Anthony Appiah describe los peinados africanos como una «sutil interacción de lo sociológico con lo estético». Como práctica en sí, los peinados tienen mucho que ofrecer y abren excitantes posibilidades que, en el marco de la descolonización, nos permiten entender más sobre el pasado africano con el objetivo de conformar un futuro colectivo mejor.

En cuanto a mis primeros intentos de descolonización, la libertad demostrada con el proyecto de Equiano por desgracia no se repitió. Creo que aquello pudo darse principalmente porque yo me mantenía al margen. Hasta finales de la década de 1990, ser negra e irlandesa en Irlanda equivalía a tener un estatus casi de unicornio.

Salvo porque a todo el mundo le encantan los unicornios.

Durante mucho tiempo, en Irlanda no ha habido una población negra numéricamente significativa. De hecho, en mi infancia y adolescencia éramos muy pocos. Muchas de las personas mestizas que conocía, especialmente las que eran...

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Autor

Autora, académica y locutora irlandesa. Nació en Dublín de madre irlandesa y padre nigeriano yoruba. Tras pasar sus primeros años en Atlanta, Georgia, su familia regresó a Dublín cuando Dabiri tenía cinco años de edad. Dice que su experiencia de crecer aislada y como blanco del frecuente racismo influyó en su perspectiva. Después de la escuela se trasladó a Londres para estudiar Estudios Africanos en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, su carrera académica la llevó a trabajar en la radiodifusión, incluyendo la copresentación de Britain's Lost Masterpieces de la BBC Four, documentales de Channel 4 como Is Love Racist? y un programa de radio sobre afrofuturismo, entre otros. Colabora con frecuencia en medios de comunicación impresos y en línea, como The Guardian, Irish Times, Dublin Inquirer y Vice, entre otros y ha publicado en revistas académicas. Vive en Londres, donde está completando su doctorado en Sociología Visual en Goldsmiths, a la vez que imparte clases en SOAS y continúa con su labor de difusión. Está casada y tiene dos hijos.