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Trópico de Cáncer

E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
432 Seiten
Spanisch
EDHASAerschienen am09.01.2017
Publicado por primera vez en París en 1934, debido a la censura no vio la luz en Estados Unidos hasta 1961, después de más de sesenta juicios.Considerada por la parte de la crítica como la mejor de sus obras, en su primera novela se sitúa Miller en la estela de Walt Whitman y Thoreau para crea un monólogo en el que el autor hace un inolvidable repaso de sus estancia en París en los primeros años de la década de 1930, centrada tanto en sus experiencias sexuales como en sus juicios sobre el comportamiento humano. Saludada en su momento como una atrocidad moral por los sectores conservadores -y como una obra maestra por escritores tan distintos como T.S. Eliot, George Orwell o Lawrence Durrell-, en la actualidad es considerada una de las novelas mas rupturistas, influyentes y perfectas de la literatura en lengua inglesa.

Henry Miller (1891-1980)Miller es uno de los autores que, quizá sin proponérselo, más hicieron por el triunfo de la libertad de expresión en la literatura y por la distinción entre los juicios morales y los juicios estéticos. Tras su paso por el City College de Nueva York y después de aceptar los empleos más diversos, en 1930 se estableció en París, donde se dedicó de lleno a la creación literaria y llevó una vida independiente y anticonvencional que lo convirtió en el ejemplo más conocido de bohemia moderna y en un modelo para la beat generation (Burroughs, Kerouac, Ginsberg...) y para autores como Bukowski o Norman Mailer. Entre su obra narrativa , donde confluuen los elementos autobiográficos, la especulación filosófica, la ternura y la obscenidad, destacan Trópico de Cáncer (1934), Trópico de Capricornio (1939), la trilogía formada por Sexus (1949), Plexus (1953) y Nexus (1960) y entre otras, Primavera negra, Big Sur y las naranjas de El Bosco, El coloso de Marusi, Días tranquilos en Clichy, Nueva York....
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KlappentextPublicado por primera vez en París en 1934, debido a la censura no vio la luz en Estados Unidos hasta 1961, después de más de sesenta juicios.Considerada por la parte de la crítica como la mejor de sus obras, en su primera novela se sitúa Miller en la estela de Walt Whitman y Thoreau para crea un monólogo en el que el autor hace un inolvidable repaso de sus estancia en París en los primeros años de la década de 1930, centrada tanto en sus experiencias sexuales como en sus juicios sobre el comportamiento humano. Saludada en su momento como una atrocidad moral por los sectores conservadores -y como una obra maestra por escritores tan distintos como T.S. Eliot, George Orwell o Lawrence Durrell-, en la actualidad es considerada una de las novelas mas rupturistas, influyentes y perfectas de la literatura en lengua inglesa.

Henry Miller (1891-1980)Miller es uno de los autores que, quizá sin proponérselo, más hicieron por el triunfo de la libertad de expresión en la literatura y por la distinción entre los juicios morales y los juicios estéticos. Tras su paso por el City College de Nueva York y después de aceptar los empleos más diversos, en 1930 se estableció en París, donde se dedicó de lleno a la creación literaria y llevó una vida independiente y anticonvencional que lo convirtió en el ejemplo más conocido de bohemia moderna y en un modelo para la beat generation (Burroughs, Kerouac, Ginsberg...) y para autores como Bukowski o Norman Mailer. Entre su obra narrativa , donde confluuen los elementos autobiográficos, la especulación filosófica, la ternura y la obscenidad, destacan Trópico de Cáncer (1934), Trópico de Capricornio (1939), la trilogía formada por Sexus (1949), Plexus (1953) y Nexus (1960) y entre otras, Primavera negra, Big Sur y las naranjas de El Bosco, El coloso de Marusi, Días tranquilos en Clichy, Nueva York....
Details
Weitere ISBN/GTIN9788435046336
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2017
Erscheinungsdatum09.01.2017
Seiten432 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1223 Kbytes
Artikel-Nr.9873784
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


Vivo en la Villa Borghese. No hay ni pizca de suciedad en ninguna parte ni una silla fuera de su lugar. Aquí estamos todos solos y muertos.

Anoche Boris descubrió que tenía piojos. Tuve que afeitarle los sobacos y ni siquiera así se le pasó el picor. ¿Cómo puede uno coger piojos en un lugar tan bello como éste? Pero no importa. Puede que no hubiéramos llegado nunca a conocernos tan íntimamente, Boris y yo, si no hubiese sido por los piojos.

Boris acaba de ofrecerme un resumen de sus opiniones. Es un profeta del tiempo. Dice que va a continuar el mal tiempo. Va a haber más calamidades, más muerte, más desesperación. Ni el menor indicio de cambio por ningún lado. El cáncer del tiempo nos está devorando. Nuestros héroes se han matado o están matándose. Así, que el héroe no es el tiempo, sino la intemporalidad. Debemos marcar el paso, en filas cerradas, hacia la prisión de la muerte. No hay escapatoria. El tiempo no va a cambiar.

Ahora es el otoño de mi segundo año en París. Me enviaron aquí por una razón que aún no he podido descubrir.

No tengo dinero ni recursos ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo. Hace un año, hace seis meses, pensaba que era un artista. Ya no lo pienso, lo soy. Todo lo que era literatura se ha desprendido de mí. Ya no hay más libros por escribir, gracias a Dios. Entonces, ¿esto? Esto no es un libro. Es un libelo, una calumnia, una difamación. No es un libro, en el sentido ordinario de la palabra. No, es un insulto prolongado, un escupitajo a la cara del arte, una patada en el culo a Dios, al hombre, al destino, al tiempo, al amor, a la belleza... a lo que os parezca. Voy a cantar para vosotros, desentonando un poco tal vez, pero voy a cantar. Cantaré mientras la diñáis, bailaré sobre vuestro inmundo cadáver...

Para cantar, primero hay que abrir la boca. Hay que tener dos pulmones y saber un poco de música. No es necesario tener acordeón ni guitarra. Lo esencial es querer cantar. Así, pues, esto es una canción. Estoy cantando.

Para ti, Tania, canto. Quisiera cantar mejor, más melodioso, pero entonces quizá no hubieses accedido nunca a escucharme. Has oído cantar a los otros y te han dejado fría. Su canto era demasiado bello o no lo suficiente.

Estamos a veintitantos de octubre. Ya no llevo la cuenta de los días. ¿Diríais acaso: mi sueño del pasado 14 de noviembre? Hay intervalos, pero intercalados entre sueños, y no queda conciencia de ellos. El mundo que me rodea está desintegrándose y deja aquí y allá motas de tiempo. El mundo es un cáncer que se devora a sí mismo... Estoy pensando en que, cuando el gran silencio descienda sobre todo y por doquier, la música triunfará por fin. Cuando todo vuelva a retirarse a la matriz del tiempo, reinará el caos de nuevo y el caos es la partitura en que se escribe la realidad. Tú, tania, eres mi caos. Por eso canto. Ni siquiera soy yo, es el mundo agonizante que muda la piel del tiempo. Todavía estoy vivo, dando patadas dentro de tu matriz, realidad sobre la que escribir.

Duermevela. La fisiología del amor. La ballena con su pene de dos metros en reposo. El murciélago: penis libre. Animales con un hueso en el pene. De ahí viene lo de tener un hueso...1 «Por fortuna», dice Gourmont, «la estructura ósea se ha perdido en el hombre». ¿Por fortuna? Sí, por fortuna. Imaginaos a la raza humana caminando por ahí con un hueso en semejante parte. El canguro tiene un pene doble: uno para los días laborables y otro para las fiestas. Duermevela. Carta de una mujer que me pregunta si he encontrado un título para mi libro. ¿Un título? Claro que sí: Adorables lesbianas.

¡Tu vida anecdótica! Frase de M. Borowski. Los miércoles voy a comer con Borowski. Su mujer, que es una vaca seca, oficia. Ahora está estudiando inglés: su palabra favorita es «asqueroso». Ya veis qué coñazo son los Borowski. Pero esperad...

Borowski lleva trajes de pana y toca el acordeón. Combinación insuperable, sobre todo si tenemos en cuenta que no es mal artista. Finge ser polaco, pero no lo es, desde luego. Es judío, Borowski, y su padre era filatélico. De hecho, casi todo Montparnasse es judío, o medio judío, lo que es peor. Carl y Paula, Cronstadt y Boris, tania y Sylvester, Moldorf y Lucille. Todos, excepto Fillmore. Henry Jordan Oswald ha resultado ser también judío. Louis Nicholas es judío. Hasta Van Norden y Chérie son judíos. Frances Blake es judío, o judía. Titus es judío. Así, que los judíos son como una avalancha para mí. Escribo esto para mi amigo Carl, cuyo padre es judío. Es importante entender todo esto.

De todos esos judíos, la más encantadora es Tania y por ella también yo me volvería judío. ¿Por qué no?

Ya hablo como un judío. Y soy feo como un judío. Además, ¿quién odia a los judíos más que un judío? La hora del crepúsculo. Azul añil, agua cristalina, árboles brillantes y delicuescentes. Los raíles se pierden en el canal por Jaures. La larga oruga de costados laqueados baja como una montaña rusa. No es París. No es Coney Island. Es una mezcla crepuscular de todas las ciudades de Europa y América Central. Las explanadas del ferrocarril ahí abajo, los raíles negros, enmarañados, no ordenados por el ingeniero, sino de trazado cataclismático, como esas finas fisuras del hielo polar que la cámara registra en diferentes tonos de negro.

La comida es una de las cosas que disfruto con locura. Y en esta hermosa Villa Borghese apenas hay rastros de ella nunca. A veces ya es que es espantoso. He pedido mil veces a Boris que encargue pan para el desayuno, pero siempre se le olvida. Al parecer, sale a desayunar fuera. Vuelve limpiándose los dientes con un palillo y le cuelga un poco de huevo de la perilla. Come en el restaurante por consideración para conmigo. Dice que le resulta penoso darse una comilona conmigo ahí, mirando.

Van Norden me gusta, pero no comparto la opinión que tiene de sí mismo. No estoy de acuerdo, por ejemplo, en que sea filósofo ni pensador. Es un putero y nada más. Y nunca será escritor. Tampoco lo será nunca Sylvester, aunque su nombre resplandezca en luces rojas de cincuenta mil bujías. Los únicos escritores a mi alrededor por los que siento algún respeto, ahora, son Carl y Boris. Están poseídos. Arden por dentro con llama blanca. Están locos y no tienen buen oído. Son víctimas.

En cambio, Moldorf, que también sufre a su manera, no está loco. Moldorf se embriaga con las palabras. No tiene venas ni arterias ni corazón ni riñones. Es un baúl portátil lleno de innumerables cajones con rótulos escritos en tinta blanca, tinta marrón, tinta roja, tinta azul, bermellón, azafrán, malva, siena, albaricoque, turquesa, ónix, Anjou, arenque, Corona, verdín, gorgonzola...

He trasladado la máquina de escribir a la habitación contigua, donde puedo verme en el espejo mientras escribo.

Tania es como Irene. Espera cartas voluminosas. Pero hay otra Tania, una Tania semejante a una enorme semilla, que disemina polen por doquier... o, digámoslo un poquito al modo de Tolstoi, una escena de establo en la que entierran al feto. Tania es una fiebre también: les voies urinaires, Café de la Liberté, Place des Vosges, corbatas brillantes en el Boulevard Montparnasse, cuartos de baño oscuros, oporto seco, cigarrillos Abdullah, el adagio de la sonata Pathétique, amplificadores auditivos, sesiones anecdóticas, pechos de siena rojiza, ligas gruesas, qué hora es, faisanes dorados rellenos de castañas, dedos de tafetán, crepúsculos vaporosos que se vuelven acebo, acromegalia, cáncer y delirio, velos cálidos, fichas de póquer, alfombras de sangre y muslos suaves. Tania dice para que todo el mundo pueda oírla: «¡Lo amo!». Y, mientras Boris se calienta con whisky, ella dice: «¡Siéntate aquí! Oh,Boris... Rusia... ¿Qué voy a hacer? ¡Estoy a punto de reventar!».

Por la noche, cuando contemplo la perilla de Boris reposando sobre la almohada, me pongo histérico. ¡Oh, tania! ¿Dónde estarán ahora tu cálido coño, tus gruesas y pesadas ligas, tus muslos suaves y turgentes? Tengo una picha empalmada de quince centímetros. Voy a alisarte todos los pliegues del coño, Tania, colmado de semen. Te voy a enviar a casa junto a tu Sylvester con dolor en el vientre y la matriz del revés. ¡Tu Sylvester! Sí, él sabe encender un fuego, pero yo sé inflamar un coño. Te disparo dardos encendidos dentro, tania, te pongo los ovarios incandescentes. ¿Está un poco celoso tu Sylvester ahora? Siente algo, ¿verdad? Siente los rastros de mi enorme picha. He ensanchado un poco las orillas, he planchado los pliegues. Después de mí, puedes recibir garañones, toros, carneros, ánades, san bernardos. Puedes embutirte el recto con sapos, murciélagos, lagartos. Puedes cagar arpegios, si te apetece, o templar una cítara en tu ombligo. Te estoy jodiendo, tania, para que permanezcas jodida. Y, si tienes miedo a que te jodan en público, te joderé en privado. Te arrancaré unos pelos del coño y se los pegaré en la barbilla a Boris. Te morderé el clítoris y escupiré dos monedas de un franco...

Cielo azul y despejado de nubes lanudas, árboles macilentos hasta el infinito, con sus oscuras ramas gesticulando como un sonámbulo. Árboles sombríos, espectrales, de troncos pálidos como la ceniza de un habano. Silencio sepulcral, tan europeo. Postigos echados, tiendas cerradas. Aquí y allá una luz roja para señalar una cita. Fachadas adustas, casi repulsivas: inmaculadas, excepto en los manchones de sombra proyectados por los árboles. Al pasar por la Orangerie, recuerdo otro París, el París de Maugham, de Gauguin, el París de George Moore. Pienso en aquel...
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Autor

Henry Miller (1891-1980)Miller es uno de los autores que, quizá sin proponérselo, más hicieron por el triunfo de la libertad de expresión en la literatura y por la distinción entre los juicios morales y los juicios estéticos.Tras su paso por el City College de Nueva York y después de aceptar los empleos más diversos, en 1930 se estableció en París, donde se dedicó de lleno a la creación literaria y llevó una vida independiente y anticonvencional que lo convirtió en el ejemplo más conocido de bohemia moderna y en un modelo para la beat generation (Burroughs, Kerouac, Ginsberg...) y para autores como Bukowski o Norman Mailer.Entre su obra narrativa , donde confluuen los elementos autobiográficos, la especulación filosófica, la ternura y la obscenidad, destacan Trópico de Cáncer (1934), Trópico de Capricornio (1939), la trilogía formada por Sexus (1949), Plexus (1953) y Nexus (1960) y entre otras, Primavera negra, Big Sur y las naranjas de El Bosco, El coloso de Marusi, Días tranquilos en Clichy, Nueva York....

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