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E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
512 Seiten
Spanisch
NOCTURNAerschienen am27.03.20204. Auflage
Bienvenido a Black Spring, una población pintoresca con un macabro secreto: una mujer recorre las calles con la boca y los ojos cosidos, entra en los hogares y espía a la gente mientras duerme. La llaman la Bruja de Black Rock. Los vecinos se han acostumbrado tanto a su presencia que a veces se les olvida lo que ocurrirá si algún día abre los ojos. Para protegerse de curiosos, los fundadores de Black Spring han instalado equipos de vigilancia con los que mantienen la zona en cuarentena. Hasta que unos adolescentes, hartos de su aislamiento, deciden saltarse las normas y convertir la maldición en una experiencia viral. Nadie se imagina la siniestra pesadilla que entonces los aguarda. HEX es el gran éxito editorial de terror neerlandés que ha arrasado en ventas tanto en Europa como Estados Unidos. La Warner Bros. ha comprado sus derechos televisivos y cinematográficos.

Thomas Olde Heuvelt nació en Nimega, Países Bajos, en 1983. Estudió Filología Inglesa y Literatura Norteamericana en la Universidad Radboud y en la Universidad de Ottawa. Entre otros reconocimientos, ha ganado el premio Hugo a mejor novela corta, se le ha galardonado con el Harland en tres ocasiones y se lo ha nominado a un World Fantasy Award. En 2013 publicó HEX (Nocturna, 2020) en neerlandés y posteriormente lo reescribió en inglés cambiando el escenario y el desenlace de la historia, con lo que obtuvo un éxito global: además de convertirse en un superventas tanto en Europa como en Estados Unidos, la novela se ha publicado en más de una quincena de idiomas y Warner Bros. ha comprado sus derechos televisivos y cinematográficos. En palabras de Thomas Olde Heuvelt, sus héroes literarios de la infancia eran Stephen King y Roald Dahl, quienes le inculcaron la admiración por la ficción oscura.
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Produkt

KlappentextBienvenido a Black Spring, una población pintoresca con un macabro secreto: una mujer recorre las calles con la boca y los ojos cosidos, entra en los hogares y espía a la gente mientras duerme. La llaman la Bruja de Black Rock. Los vecinos se han acostumbrado tanto a su presencia que a veces se les olvida lo que ocurrirá si algún día abre los ojos. Para protegerse de curiosos, los fundadores de Black Spring han instalado equipos de vigilancia con los que mantienen la zona en cuarentena. Hasta que unos adolescentes, hartos de su aislamiento, deciden saltarse las normas y convertir la maldición en una experiencia viral. Nadie se imagina la siniestra pesadilla que entonces los aguarda. HEX es el gran éxito editorial de terror neerlandés que ha arrasado en ventas tanto en Europa como Estados Unidos. La Warner Bros. ha comprado sus derechos televisivos y cinematográficos.

Thomas Olde Heuvelt nació en Nimega, Países Bajos, en 1983. Estudió Filología Inglesa y Literatura Norteamericana en la Universidad Radboud y en la Universidad de Ottawa. Entre otros reconocimientos, ha ganado el premio Hugo a mejor novela corta, se le ha galardonado con el Harland en tres ocasiones y se lo ha nominado a un World Fantasy Award. En 2013 publicó HEX (Nocturna, 2020) en neerlandés y posteriormente lo reescribió en inglés cambiando el escenario y el desenlace de la historia, con lo que obtuvo un éxito global: además de convertirse en un superventas tanto en Europa como en Estados Unidos, la novela se ha publicado en más de una quincena de idiomas y Warner Bros. ha comprado sus derechos televisivos y cinematográficos. En palabras de Thomas Olde Heuvelt, sus héroes literarios de la infancia eran Stephen King y Roald Dahl, quienes le inculcaron la admiración por la ficción oscura.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788417834708
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2020
Erscheinungsdatum27.03.2020
Auflage4. Auflage
Seiten512 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1461 Kbytes
Artikel-Nr.11912320
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe


UNO

Steve Grant dobló la esquina del aparcamiento situado detrás del Market & Deli de Black Spring justo a tiempo de ver que un antiguo organillo holandés arrollaba a Katherine van Wyler. Durante un instante pensó que se trataba de una ilusión óptica, ya que en lugar de salir despedida contra la calzada, la mujer se desvaneció entre la madera ornamentada, las alas plumosas de ángel y los tubos de color cromo del órgano. Era Marty Keller quien tiraba del organillo por el gancho del remolque y quien, siguiendo las instrucciones de Lucy Everett, lo detuvo. Pese a que cuando Katherine recibió el impacto no se oyó ningún golpe ni se vio ningún reguero de sangre, la gente empezó a acercarse desde todas partes con la urgencia que los vecinos del pueblo demuestran siempre que se produce un accidente. Aun así, nadie soltó sus bolsas de la compra para ayudarla... porque, si había algo que los habitantes de Black Spring valoraban más que la urgencia, era un cauteloso empeño en no inmiscuirse nunca demasiado en los asuntos de Katherine.

-¡No te acerques tanto! -gritó Marty, y tendió una mano hacia una niñita que había ido aproximándose con pasos titubeantes, atraída no por el extraño accidente, sino por la magnificencia de aquella máquina colosal.

Steve se dio cuenta enseguida de que aquello no había sido un accidente ni por asomo. En la sombra que se proyectaba bajo el organillo atisbó dos pies mugrientos y el dobladillo manchado de barro del vestido de Katherine. Sonrió con indulgencia: o sea que sí había sido una ilusión. Dos segundos más tarde, los compases de la Marcha Radetzky comenzaron a retumbar a lo largo y ancho del aparcamiento.

Redujo la velocidad, cansado pero bastante satisfecho consigo mismo ahora que ya casi había alcanzado el final de su gran circuito: veinticinco kilómetros en torno al perímetro del Parque Estatal de Bear Mountain hasta Fort Montgomery y después a lo largo del Hudson hasta la Academia Militar de West Point -a la que la gente de la zona se refería como The Point-, desde donde viraba hacia casa. De regreso al bosque, a las montañas. Correr le hacía sentirse bien, y no sólo porque fuera la forma ideal de liberar de su cuerpo la tensión que había acumulado tras una larga jornada impartiendo clases en la Facultad de Medicina de Nueva York, en Valhalla. Lo que lo ponía de tan excelente humor era sobre todo la deliciosa brisa otoñal que soplaba fuera de Black Spring, que revoloteaba en sus pulmones y arrastraba el olor de su sudor hacia regiones más occidentales. Era todo psicológico, desde luego. El aire de Black Spring no tenía nada de malo..., al menos nada que pudiera verificarse con un análisis.

La música había tentado al cocinero de Ruby´s Ribs para que saliera de detrás de su parrilla. Tras sumarse al resto de los espectadores, observó el organillo con suspicacia. Steve los rodeó caminando mientras se enjugaba la frente con un brazo. Cuando vio que el precioso lateral lacado del organillo era en realidad una puerta batiente, que además estaba entreabierta, ya no pudo contener una sonrisa. El organillo estaba totalmente hueco por dentro, hasta el eje. Katherine permaneció inmóvil, de pie en la oscuridad, cuando Lucy cerró la puerta y la ocultó a la vista de todos los presentes. Ahora el organillo volvía a ser un organillo. Y caray, con qué ganas sonaba.

-¿Qué? -preguntó todavía jadeante y con las manos apoyadas en las caderas-. ¿Mulder y Scully han vuelto a rellenar las arcas?

Marty se acercó a él y esbozó una gran sonrisa.

-¡Y que lo digas! ¿Sabes cuánto cuesta una gilipollez de estas? Y créeme, están de lo más rácano. -Hizo un gesto con la cabeza en dirección al organillo-. Es falso. Una réplica del órgano del Museo de Antigüedades Holandesas de Peekskill. Está bien hecha, ¿no? Debajo no hay más que un remolque normal y corriente.

Steve se quedó impresionado. Ahora que ya la tenía más cerca, se fijó en que, en efecto, la fachada no era más que un revoltijo de figuras de porcelana insulsas y de fruslerías pegadas con descuido..., aparte de mal pintadas. Los tubos del órgano ni siquiera eran de cromo de verdad, sino de PVC lacado en oro. Hasta la Marcha Radetzky resultaba monótona: un espejismo sin el encantador suspiro de las válvulas ni el golpeteo de los discos de cartón perforado que se esperaría de un instrumento de antaño.

Marty le leyó la mente y le dijo:

-Un iPod con un altavoz enorme. Si te equivocas de lista de reproducción, suena heavy metal.

-Yo diría que ha sido idea de Grim -comentó Steve entre risas.

-Ajá.

-Pero ¿el asunto no iba de desviar la atención de ella?

Marty se encogió de hombros.

-Ya conoces el estilo del jefe.

-Es para los acontecimientos públicos -intervino Lucy-. Para la feria o durante el festival, por si hay muchos forasteros.

-Pues buena suerte. -Steve sonrió y se preparó para seguir su camino-. A lo mejor hasta recaudáis algo de pasta, ya que os ponéis.

Se tomó el último kilómetro y medio con calma, ya en dirección a su casa de Deep Hollow Road. En cuanto la escena quedó fuera del alcance de su oído, dejó de pensar en la mujer sumida en la oscuridad, en la mujer de las entrañas del organillo, aunque la Marcha Radetzky continuó sonando en su cabeza al compás de sus pisadas.

Tras darse una ducha, Steve bajó las escaleras y se encontró a Jocelyn sentada a la mesa del comedor. Ella cerró el portátil. Con los labios curvados en la sutil sonrisa de la que él se había enamorado hacía veintitrés años, y que seguramente Jocelyn conservaría hasta el día de su muerte a pesar de las arrugas y las bolsas que iba acumulando bajo los ojos (ojeras de cuarentona, las llamaba ella), le dijo:

-Bueno, ya no hay más tiempo para los novios. Ahora le toca a mi marido.

Steve sonrió.

-¿Cómo decías que se llamaba? ¿Rafael?

-Sí. Y Roger. He dejado a Novak. -Se levantó y le rodeó la cintura con los brazos-. ¿Cómo te ha ido el día?

-Estoy agotado. Cinco horas de clase seguidas con un único descanso de veinte minutos. Voy a pedirle a Ulmann que me cambie el horario, o que instale una batería detrás del atril.

-Eres patético -dijo ella, y a continuación lo besó en la boca-. Debo avisarte de que tenemos una mirona, señor Currante.

Steve se apartó y enarcó las cejas.

-La abuelita -añadió Jocelyn.

-¿La abuelita?

Jocelyn lo atrajo hacia sí, se dio la vuelta y señaló hacia atrás con la cabeza. Steve siguió la dirección de su gesto a través de las puertas francesas abiertas de par en par que daban a la sala de estar. En efecto, de pie en el extraño rincón que quedaba entre el sofá y la chimenea, justo al lado del equipo de música -Jocelyn siempre llamaba a ese hueco su Limbo, porque no tenía ni idea de qué hacer con él-, había una mujer diminuta, encogida, flaca como un alfiler e inmóvil por completo. Su apariencia era la de algo que no casaba con la luz clara y dorada del atardecer: oscura, sucia, nocturna. Jocelyn le había puesto un paño de cocina viejo en la cabeza para que no se le viera la cara.

-La abuelita -repitió Steve en tono meditabundo.

Y a continuación rompió a reír. No pudo evitarlo: con aquel trapo encima ofrecía un espectáculo chocante, ridículo.

Jocelyn se sonrojó.

-Ya sabes que me pone los pelos de punta cuando nos mira así. Sé que es ciega, pero a veces me da la sensación de que eso da igual.

-¿Cuánto rato lleva ahí? Porque acabo de verla en el pueblo.

-Menos de veinte minutos. Apareció justo antes de que llegaras a casa.

-Qué raro. Estaba en el aparcamiento del Market & Deli. Le habían echado encima uno de sus nuevos juguetes, ¡un puñetero organillo! Supongo que la música no le ha gustado mucho.

Jocelyn sonrió y frunció los labios.

-Bueno, pues espero que le guste Johnny Cash, porque era el CD que había puesto en el reproductor y con pasar una vez por delante de ella para darle al botón ya he tenido suficiente, gracias.

-Sí, señora, bien jugado.

Steve enterró los dedos en el pelo de Jocelyn, a la altura de la nuca, y volvió a besarla.

La puerta mosquitera se abrió de golpe y Tyler entró cargado con una gran bolsa de plástico que olía a comida china para llevar.

-¡Eh! Nada de ñaca-ñaca, ¿vale? -dijo-. Soy menor de edad hasta el 15 de marzo, así que hasta ese momento mi delicado espíritu no soportaría ser corrompido. Y menos aún por mi propio acervo génico.

Steve le guiñó un ojo a Jocelyn y dijo:

-¿Eso también va por Laurie y por ti?

-A mí me toca experimentar -contestó Tyler mientras dejaba la bolsa en la mesa y se retorcía para quitarse la chaqueta-. Es lo que me corresponde por edad. Lo dice la Wikipedia.

-¿Y qué dice la Wikipedia que deberíamos hacer nosotros a nuestra edad?

-Trabajar..., cocinar..., subir pagas.

Jocelyn abrió los ojos como platos y se echó a reír. Fletcher se había colado por la puerta mosquitera detrás de Tyler y correteaba alrededor de la mesa del comedor con las orejas tiesas.

-Por Dios, Tyler, agárralo... -dijo Steve en cuanto oyó gruñir al border collie, pero ya era demasiado tarde: Fletcher había descubierto a la mujer del Limbo de Jocelyn.

El perro estalló en ladridos ensordecedores que se transformaron en un llanto tan...
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Thomas Olde Heuvelt nació en Nimega, Países Bajos, en 1983. Estudió Filología Inglesa y Literatura Norteamericana en la Universidad Radboud y en la Universidad de Ottawa. Entre otros reconocimientos, ha ganado el premio Hugo a mejor novela corta, se le ha galardonado con el Harland en tres ocasiones y se lo ha nominado a un World Fantasy Award.En 2013 publicó HEX (Nocturna, 2020) en neerlandés y posteriormente lo reescribió en inglés cambiando el escenario y el desenlace de la historia, con lo que obtuvo un éxito global: además de convertirse en un superventas tanto en Europa como en Estados Unidos, la novela se ha publicado en más de una quincena de idiomas y Warner Bros. ha comprado sus derechos televisivos y cinematográficos. En palabras de Thomas Olde Heuvelt, sus héroes literarios de la infancia eran Stephen King y Roald Dahl, quienes le inculcaron la admiración por la ficción oscura.