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Un tango para Emmy Langer

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
245 Seiten
Spanisch
Editorial Alrevéserschienen am12.02.20241. Auflage
A finales de 1931, poco después de la gran fiesta republicana, se descubre el cadáver de una mujer enterrado bajo las baldosas de una pequeña edificación del barrio de Llefià, en Badalona. La historia de este crimen real, que llenó durante meses las páginas de los periódicos de toda España, es recreada en esta novela, recorrida por una trama absorbente que recoge no solo el crimen de la alemana Emmy Langer, sino los primeros años de un tiempo de esperanza y de rupturas revolucionarias que pronto fueron enterradas en fosas anónimas, como lo fue el cadáver de la propia Emmy. Margarita Casas, periodista, madre soltera, que llega a Barcelona tras su exilio argentino atraída por la esperanza republicana, cubrirá el caso para su periódico sin poder sustraerse de los acontecimientos que están sacudiendo al mundo, como la lucha por el derecho al voto femenino o la conquista de espacios hasta entonces vetados a las mujeres, pero, también, el auge de un fascismo que va cobrando fuerza en Europa y que se impone con un golpe militar en Argentina, país siempre presente a través del tango como música y letra de fondo de los hechos más oscuros que marcan la vida del asesino y su víctima. Elsa Plaza, con pulso maestro, con ritmo magistral y con una prosa atravesada por la nostalgia, la perfecta recreación histórica y la impresionante caracterización de los protagonistas y su tiempo, nos fascina con una novela que es, como esa Barcelona de la Segunda República a ritmo de tango, convulsa e inolvidable.

Elsa Plaza estudió Bellas Artes en Buenos Aires, donde nació; cine en la Universidad de París VIII y se doctoró en Historia del Arte en la Universidad de Barcelona, con la tesis Acerca del tiempo y la memoria. Hacia una estética de la intuición. Colaboró como ilustradora en diversas revistas de ámbito local y en la primera Agenda feminista del Estado español, editada en Barcelona por la legendaria LaSal Edicions de les Dones. Ha publicado artículos sobre teoría del arte y feminismo. Escritora de ensayos como Desmontando el caso de la vampira del Raval. Misoginia y clasismo en la Barcelona modernista (2014), La calle olvidada. Sant Antonio de Pádua, en el Distrito V (2017), La vieja cárcel de la calle Amalia (2020) y Maternidades. Desde la cocina al último hervor creativo (2021). En la actualidad forma parte del colectivo que publica las Historias del Raval. Un tango para Emmy Langer es su cuarta novela publicada. Le preceden: Rojiza penumbra (2006), El magnetismo del viento nocturno (2012), Jacqueline o el eco del tiempo (2013) y El cielo bajo los pies.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR29,00
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR8,99

Produkt

KlappentextA finales de 1931, poco después de la gran fiesta republicana, se descubre el cadáver de una mujer enterrado bajo las baldosas de una pequeña edificación del barrio de Llefià, en Badalona. La historia de este crimen real, que llenó durante meses las páginas de los periódicos de toda España, es recreada en esta novela, recorrida por una trama absorbente que recoge no solo el crimen de la alemana Emmy Langer, sino los primeros años de un tiempo de esperanza y de rupturas revolucionarias que pronto fueron enterradas en fosas anónimas, como lo fue el cadáver de la propia Emmy. Margarita Casas, periodista, madre soltera, que llega a Barcelona tras su exilio argentino atraída por la esperanza republicana, cubrirá el caso para su periódico sin poder sustraerse de los acontecimientos que están sacudiendo al mundo, como la lucha por el derecho al voto femenino o la conquista de espacios hasta entonces vetados a las mujeres, pero, también, el auge de un fascismo que va cobrando fuerza en Europa y que se impone con un golpe militar en Argentina, país siempre presente a través del tango como música y letra de fondo de los hechos más oscuros que marcan la vida del asesino y su víctima. Elsa Plaza, con pulso maestro, con ritmo magistral y con una prosa atravesada por la nostalgia, la perfecta recreación histórica y la impresionante caracterización de los protagonistas y su tiempo, nos fascina con una novela que es, como esa Barcelona de la Segunda República a ritmo de tango, convulsa e inolvidable.

Elsa Plaza estudió Bellas Artes en Buenos Aires, donde nació; cine en la Universidad de París VIII y se doctoró en Historia del Arte en la Universidad de Barcelona, con la tesis Acerca del tiempo y la memoria. Hacia una estética de la intuición. Colaboró como ilustradora en diversas revistas de ámbito local y en la primera Agenda feminista del Estado español, editada en Barcelona por la legendaria LaSal Edicions de les Dones. Ha publicado artículos sobre teoría del arte y feminismo. Escritora de ensayos como Desmontando el caso de la vampira del Raval. Misoginia y clasismo en la Barcelona modernista (2014), La calle olvidada. Sant Antonio de Pádua, en el Distrito V (2017), La vieja cárcel de la calle Amalia (2020) y Maternidades. Desde la cocina al último hervor creativo (2021). En la actualidad forma parte del colectivo que publica las Historias del Raval. Un tango para Emmy Langer es su cuarta novela publicada. Le preceden: Rojiza penumbra (2006), El magnetismo del viento nocturno (2012), Jacqueline o el eco del tiempo (2013) y El cielo bajo los pies.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788419615473
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2024
Erscheinungsdatum12.02.2024
Auflage1. Auflage
Reihen-Nr.162
Seiten245 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse2865 Kbytes
Artikel-Nr.13847239
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe

Un cadáver anónimo

Enterrado bajo el embaldosado de una de las habitaciones de una pequeña torre, ubicada en la calle Nuestra Señora de Lorda, en Badalona, los restos hallados parecían pertenecer a una joven de entre veinte y treinta años según las primeras conclusiones de los forenses, no muy seguros debido al estado de descomposición en el que se hallaban. Se calculaba que habían permanecido enterrados algo más de un mes.

En la plaza Urquinaona subí al tranvía 43 con la mirada fija en el paisaje que se deslizaba blandamente alejándose de las calles céntricas hacia Badalona. El barrio de Llefià estaba muy alejado de la parada del tranvía y comencé a caminar, dando vueltas, hasta que me indicaron, al fin, un camino recto hacia allí. La casa del crimen se hallaba sobre una calle desolada con calzada de tierra. A pesar de su sencillez, imitaba el diseño de algunas casas más grandes y pretenciosas. La separaba de la acera una portezuela de hierro forjado que precedía una escalerita con pasamanos de piedra a ambos lados. El interior de la construcción se alzaba sobre el nivel de la calle, supuse que para evitar la entrada de agua de las inundaciones, demasiado frecuentes, de la zona. En perfecta simetría a ambos lados de la entrada, enmarcadas en un arco, se abrían dos ventanas con doble hoja cerradas con postigos. La balaustrada, que coronaba la línea del terrado, era también de piedra y guardaba el mismo orden simétrico del frente con un friso que la dividía en dos. Pensé que nunca había sido largamente habitada, ya que el friso, donde se acostumbra a poner el nombre de la casa, homenaje casi siempre a la mestressa -Villa Teresita o Villa Vicenta, por ejemplo-, permanecía en blanco. Y, además, las rejas de la puerta de entrada y del cerco comenzaban a oxidarse y la pintura estaba en muy mal estado. El mínimo jardín, que a ambos lados dividía la escalera, era solo un par de muestras de tierra, con tiestos resecos y algunos brotes que, desordenados, aparecían como cabecitas despeinadas de gnomos que intentaban asomarse. Había algo de intención frustrada de felicidad y de armonía que expresaba la simetría de aquella construcción y la necesidad de enmarcar en arcos redondeados puertas y ventanas, y limar los bordes de los pilares de entrada. Una felicidad que ni quienes la ocuparon antes, ni la desgraciada mujer que halló su tumba detrás de una de aquellas ventanas, que yo observaba desde la calle, habían hallado allí. ¿O⦠quizá sí? Aunque, ¿qué sabía de todo lo anterior de esas vidas? ¿Cómo había vivido, los momentos previos a su muerte, la mujer allí enterrada?

¿Era esta mi visión femenina que quería el señor Rosés para la revista? Los detalles meticulosos de la arquitectura que albergó un suceso tan horrible. Últimamente se hablaba de ello, de la influencia de las formas arquitectónicas en el comportamiento. No sé qué había de cierto en esto, pero la verdad era que, por fuera, la casita aparentaba en su forma estar llena de buenas intenciones, y sin embargoâ¦

Pensaba en esto mientras iba haciendo fotos con mi cámara cuando una muchacha se acercó a mí, creo que atraída por la cámara y mi comportamiento, un tanto excéntrico para aquellos barrios, donde aún las mujeres se ocupaban de «sus labores» y, probablemente, ni soñaban con poseer una cámara de fotos. Después de alabarme la cámara y de que le hube enseñado cómo funcionaba, me explicó que hacía unos días había estado la Policía. También me dio detalles de todo el revuelo suscitado por el hallazgo de la muerta. Le pregunté si sabía quién había ocupado la casa y me respondió que no sabía el nombre, pero que hacía unos meses la había frecuentado un hombre, ya que todo el barrio comentaba que llevaba mujeres que se quedaban allí a pasar la noche, y luego las veían alejarse solas por la mañana. Él, entonces, permanecía dentro de la vivienda haciendo su propia vida.

-La propietaria de la casa vive por aquí cerca. Señora, si quiere, la acompaño -me ofreció la muchacha, cuando le dije que era periodista. Agradecida también por la confianza con la que había dejado en sus manos mi cámara y le había enseñado a apuntar y mirar, por encima del objetivo, la figura que ella captaba. Dejé que me llevara hasta la casa de la propietaria, aunque ya había leído en los periódicos del día anterior que la torre había sido alquilada a un tal Aurelio Martínez. A mi informante le aseguré que le enviaría la foto que yo había obtenido de ella y la que ella misma me había hecho a mí.

Contrario a mi temor de importunar, un hombre, hermano de la propietaria de la casa, según me informó, me recibió encantado de volver a contar lo que sabía. Antonio Carrera Juncosa, así se presentó, mientras me extendía la mano asomado a la puerta de su domicilio. Y, desde allí, inició su versión del encuentro con ese «algo» que le hizo sospechar.

-Sí, como ya le dije a la Policía, Martínez alquiló la torre en diciembre del año pasado, y dos meses después la abandonó, llevándose las llaves que recién, hace tres días, me las envió. Cuando fui a ver cómo la había dejado, ya no me gustó nada el desorden que encontré en el comedor. Encontré trapos y papeles desparramados. Todo muy sucio. Habíamos acordado que, en pago de una parte del alquiler que debía, él dejaría algunos muebles, pero allí solo quedaba un butacón manchado y trastos inservibles. Y una de las habitaciones tenía el suelo removido. Se notaba que habían levantado las baldosas y vuelto a colocar de mala manera. Algunas estaban partidas, y pensé que allí podrían haber ocultado algo.

-¿Algo como qué? -pregunté, curiosa por saber qué imaginaba aquel hombre que podría encontrar. Y, sin dudarlo, me respondió.

-¡Bombas o armas!, claro. ¡Es que vivimos unos tiemposâ¦!

-¿Y qué le hizo pensar que su inquilino habría escondido bombas?

-No sé, como parecía extranjero, tenía un acento como italiano, mezclaba palabras en varios idiomas. Se lo veía un hombre de modales elegantes y él era muy fino. Sí, simpático, pero, como van y vienen, ponen bombas y se van. No sé, es lo primero que pensé. Entonces, tuve miedo de que todo aquello explotara y llamé a los guardias. Y luego llegaron los inspectores de vigilancia, juez de guardiaâ¦

-¡¿Tanta gente por unas baldosas removidas?! -No podía dejar de asombrarme la atención que había suscitado esa simple denuncia que movía tal cantidad de personal a cargo del erario público.

El propietario me miró con un poco de fastidio, ya que para él, desde el primer momento, al ver aquella anomalía en el suelo de la habitación, estuvo seguro de que se ocultaba algo gordo. Y su presentimiento había sido exacto, porque cuando el juez ordenó proceder al levantamiento del suelo un fuerte olor a putrefacción inundó la estancia.

-Todos los que estábamos allí sospechamos, enseguida, que se trataba del cadáver de un animal o algo así. Pero al ver el tamaño del bulto temimos lo peor. Y cuando el juez dio orden de abrir el saco de cemento, cosido con cordel, que contenía aquello, vimos que se trataba de un ser humano. Todo doblado, porque el pozo no daba para meterlo extendido. Entonces, llamaron enseguida al forense, y allí nadie tocó más nada. Nos quedamos mirando lo que quedaba de eso que aparentaba haber sido una mujer. Noté que llevaba puesto como una bata, era terrible su aspecto, porque los gusanos ya rondaban por allí. Tenía aún mechones de pelo, que parecían rubios⦠Lo cuento y aún me estremezco, no creo que pueda olvidar aquello. El forense, después de examinar el cadáver, dijo que se trataba de una mujer de unos treinta años, y que la muerte, probablemente, se había producido hacía un mes. Seguramente había muerto estrangulada, porque se notaba una marca alrededor del cuello. Es todo lo que puedo decirle. Cerraron la torre y me dijeron que allí ya nadie podría entrar a no ser que fuera con una orden del juez y que solo la Policía podría hacerlo. Nadie puede tocar nada hasta recibir nueva orden.

-¿Y el inquilino? ¿Tiene idea adónde pudo irse?

-No, ni idea.

Había hecho la pregunta por rutina, pues sabía que aquel hombre no podría decirme más nada. Pensé que, si el misterioso inquilino de la torre le había hecho llegar la llave hacía tres días, no debería andar muy lejos y tampoco muy oculto, ya que la llave se la había dado en mano a un chiquillo, vecino del barrio, para que se la entregara al propietario. Además, si se llamaba Aurelio Martínez, el nombre no parecía muy extranjero, al menos no italiano, y así se lo hice saber. Pero, él encogiéndose de hombros, me contestó que tal vez la había...
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Elsa Plaza estudió Bellas Artes en Buenos Aires, donde nació; cine en la Universidad de París VIII y se doctoró en Historia del Arte en la Universidad de Barcelona, con la tesis Acerca del tiempo y la memoria. Hacia una estética de la intuición. Colaboró como ilustradora en diversas revistas de ámbito local y en la primera Agenda feminista del Estado español, editada en Barcelona por la legendaria LaSal Edicions de les Dones. Ha publicado artículos sobre teoría del arte y feminismo. Escritora de ensayos como Desmontando el caso de la vampira del Raval. Misoginia y clasismo en la Barcelona modernista (2014), La calle olvidada. Sant Antonio de Pádua, en el Distrito V (2017), La vieja cárcel de la calle Amalia (2020) y Maternidades. Desde la cocina al último hervor creativo (2021). En la actualidad forma parte del colectivo que publica las Historias del Raval.Un tango para Emmy Langer es su cuarta novela publicada. Le preceden: Rojiza penumbra (2006), El magnetismo del viento nocturno (2012), Jacqueline o el eco del tiempo (2013) y El cielo bajo los pies.
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