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E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
544 Seiten
Spanisch
NOWTILUSerschienen am09.04.20121. Auflage
El clásico de la literatura medieval, actualizado, pero sin perder nada de su fuerza, sus valores y sus aventuras. Amadís refunde la celebérrima obra que ha sido ensalzada por Cervantes, libro de cabecera de Vargas Llosa e inspiración de García Márquez, y le da el aspecto de una novela de aventuras moderna. Se suprimen los arcaismos y artificios excesivos, se modera la proliferación de personajes secundarios y el lenguaje se actualiza sin perder un ápice de su aspecto clásico, cada capítulo presentará las impresionantes aventuras del caballero pero con la extensión y la unidad de una novela contemporánea. Fernando Bartolomé nos trae esta novela de caballerías de Garci Rodríguez de Montalvo en la que Amadís, un hijo secreto del rey Perión de Gaula y la princesa Helisena, hija del rey Garínter de Bretaña, es abandonado en un canasto por haber nacido fuera del matrimonio y es recogido por Gandalés, un caballero escocés que le criará como a su hijo Gandarín. Ayudado por la hechicera proteica, Urganda 'la Desconocida', el caballero Amadís correrá numerosas aventuras en las que vencerá a magos, gigantes y enormes ejércitos y en las que se ensalzarán valores universales como el amor, la lealtad, la fidelidad, el esfuerzo y el honor. Razones para comprar la obra: - A día de hoy es una novela que se sigue leyendo ya que la figura del caballero Amadís no tiene correlato en la novela contemporánea. - La presencia de la obra en la historia de la literatura y en la propia historia de España es innegable y manifiesta. - Los personajes siguen siendo emblemáticos, la historia está aún vigente, pero es una obra clásica que necesita una revisión y una refundición. - La multiplicidad de aventuras contenidas en la novela hacen de esta historia un entretenidísimo relato.

Fernando Bartolomé es catedrático de Lengua española y Literatura. Conferenciante y estudioso de la cultura y la historia del Siglo de Oro. Ha escrito varias obras: Antología poética de Quevedo, El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón, Símbolos y emblemas en la poesía de Fray Luis de León, El Barroco literario aragonés. En ficción son suyos los títulos: Matar a un rey o Disuelta en humo.
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KlappentextEl clásico de la literatura medieval, actualizado, pero sin perder nada de su fuerza, sus valores y sus aventuras. Amadís refunde la celebérrima obra que ha sido ensalzada por Cervantes, libro de cabecera de Vargas Llosa e inspiración de García Márquez, y le da el aspecto de una novela de aventuras moderna. Se suprimen los arcaismos y artificios excesivos, se modera la proliferación de personajes secundarios y el lenguaje se actualiza sin perder un ápice de su aspecto clásico, cada capítulo presentará las impresionantes aventuras del caballero pero con la extensión y la unidad de una novela contemporánea. Fernando Bartolomé nos trae esta novela de caballerías de Garci Rodríguez de Montalvo en la que Amadís, un hijo secreto del rey Perión de Gaula y la princesa Helisena, hija del rey Garínter de Bretaña, es abandonado en un canasto por haber nacido fuera del matrimonio y es recogido por Gandalés, un caballero escocés que le criará como a su hijo Gandarín. Ayudado por la hechicera proteica, Urganda 'la Desconocida', el caballero Amadís correrá numerosas aventuras en las que vencerá a magos, gigantes y enormes ejércitos y en las que se ensalzarán valores universales como el amor, la lealtad, la fidelidad, el esfuerzo y el honor. Razones para comprar la obra: - A día de hoy es una novela que se sigue leyendo ya que la figura del caballero Amadís no tiene correlato en la novela contemporánea. - La presencia de la obra en la historia de la literatura y en la propia historia de España es innegable y manifiesta. - Los personajes siguen siendo emblemáticos, la historia está aún vigente, pero es una obra clásica que necesita una revisión y una refundición. - La multiplicidad de aventuras contenidas en la novela hacen de esta historia un entretenidísimo relato.

Fernando Bartolomé es catedrático de Lengua española y Literatura. Conferenciante y estudioso de la cultura y la historia del Siglo de Oro. Ha escrito varias obras: Antología poética de Quevedo, El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón, Símbolos y emblemas en la poesía de Fray Luis de León, El Barroco literario aragonés. En ficción son suyos los títulos: Matar a un rey o Disuelta en humo.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788499673325
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2012
Erscheinungsdatum09.04.2012
Auflage1. Auflage
Seiten544 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse3034 Kbytes
Artikel-Nr.3130793
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe
5
La princesa Oriana

Por aquel tiempo reinaba en la Gran Bretaña un rey llamado Falangriz, que murió sin descendencia. Los nobles pensaron entonces para el trono en su hermano Lisuarte, varón discreto y valiente, casado con Brisena, princesa de Dinamarca y en cuya corte vivía. Llamado de urgencia, volvió acompañado de la gran flota real de su suegro, el rey danés.

En pocas jornadas aportaron a Escocia donde fueron recibidos con gran honra y boato por el rey Languines. Acompañaba a Lisuarte y a su esposa una hija de diez años llamada Oriana, que era llamada «La Sin Par», pues era la más hermosa criatura que jamás vieran los siglos. Allí la dejaron sus padres para que fuese educada en la escuela de princesas que regentaba la reina de Escocia. En aquellos palacios quedó guardada la niña y la reina Silene, la que en su juventud fuera llamada la Dueña de la Guirnalda, dijo a sus padres:

-Yo os la guardaré como lo haría su madre.

Amadís, el Doncel del Mar, tenía doce años, aunque estaba tan crecido como un muchacho de quince. Todas las damas de la reina estaban enamoradas de él. Cuando llegó Oriana, la reina llamó a Amadís y dijo:

-Querida niña, te entrego a este doncel para que te sirva.

En el punto donde se cruzaron sus miradas Cupido revolvió en su carcaj y lanzó dos flechas de punta de oro y plumas de paloma. Ambos jóvenes quedaron mutuamente enamorados y su turbación fue manifiesta.

Después Oriana con un hilo de voz respondió:

-Que me place, reina mía.

Y a partir de ese instante el Doncel retuvo estas palabras en su corazón y en su memoria pues nunca ya en todos los días de su vida dejó de servir a Oriana y ella a su vez también le otorgó su corazón, y este mutuo amor duró mientras ambos vivieron y ni una sola hora dejaron de amarse.

El Doncel del Mar no sabía que ella lo amaba y se tenía por muy atrevido por haber puesto en tan alta dama, aun siendo tan niña, su pensamiento, según la veía tan elevada en grandeza y hermosura. Así andaba siempre confuso y medio turbado cuando la tenía delante y apenas se atrevía a dirigirle la palabra y otro tanto le ocurría a ella pues, para que los demás no se dieran cuenta de su amor y por no traicionarse, se guardaba de tener mucha conversación con Amadís y todo se resumía en miradas. Pero los ojos son siempre traicioneros y con ellos se hablaban sin palabras y sin poder evitarlo y así transcurrían sus días, entre el temor a las hablillas de los demás y al empacho de su natural timidez que tanto sobraba a ambos.

Fue pasando el tiempo en estas humildes e ingenuas prácticas hasta que el Doncel llegó a la edad tercera, que según San Agustín está en los quince años tras la mocedad, dura hasta los veintiocho y la llaman de la mancebía y entre los griegos la de la sazón, pues los cuerpos crecen en vigor y los niños se hacen hombres en fuerzas, que no en talento, que para tal potencia está la cuarta, que es la de la hombredad o madurez, que algunos cultos de oriente llaman la edad perfecta, pero quedémonos en los quince años de Amadís a quien sus fuerzas le pedían hazañas que ofrecer a su dama y estas sólo podían cumplirse desde la caballería andante.

Un día, agobiado por este deseo, se dirigió al rey que andaba jugando con sus pájaros en la huerta:

-Señor, si vos lo permitís quisiera jurar las armasâ¦

El rey se revolvió como si le hubiera picado un alacrán:

-Sois muy joven, Doncel. Eso no le gustará a la reina. Además, sabed que quien posee ese nombre, el de caballero, debe estar preparado para enfrentarse a cosas muy peligrosas, algunas tanto que se encoge el corazón con sólo pensarlas, y si un caballero se acobarda y se le empaña el corazón por cobardía, más le valdría una muerte rápida que vivir en vergüenza y vituperio, que así quedaría su memoria entre los hombres.

A lo que Amadís respondió muy templado:

-Señor, mi rey, yo todo eso ya lo tengo muy pensado y estoy preparado para tomar las armas y jurar la caballería, pero aunque sois mi señor natural, si algo os impide u os embarga para no cumplir conmigo, yo buscaré otro señor que me haga tal merced.

El rey Languines, que ya se temía esto, pero más temía a su esposa, que de ninguna manera consentiría que el doncel partiera de su lado, quiso ser político y poniendo una mano en el hombro del joven le miró de hito en hito y le dijo con semblante serio:

-Por ahora que os valga mi palabra: cuando sea el momento seréis nombrado caballero muy honradamente y ahora marchaos, que en cosas de más momento me necesita este reino.

Cuando se hubo marchado Amadís, el rey Languines se quedó pensando un rato y como conocía al joven tuvo por cierto que su determinación estaba tomada y que quisiera o no la reina, ¡siempre la reina!, su destino era el de ser caballero errante, y así le escribió una carta a Gandales dándole cuenta de lo que se decía su hijo.

Gandales, que intuía un futuro heroico para Amadís, le envió la espada, el anillo y la carta encerada, aquellos objetos que encontró en el arca.

Una tarde en que la reina y sus doncellas andaban ramoneando por el jardín llegó un paje y anunció a Amadís que le habían llegado unos regalos del caballero Gandales. Amadís se encontró con un criado que le entregó las mandas de su presunto padre, después se sentó y, tras admirar un momento el anillo y extrañarse de la carta encerada, finalmente descubrió la espada que venía cubierta por un paño de lino y le llamó la atención que no viniera en su vaina. Estando en estas, entró Oriana y cogió la carta cubierta de cera creyendo que no había nada en su interior y sin más reflexión se la pidió como regalo; a él le hubiera gustado más regalarle el anillo que era hermosísimo, pero en ese momento entró el rey y mirando la espada le preguntó a Amadís:

-Doncel del Mar, ¿qué os parece esta espada?

-Señor, es muy hermosa y está muy bien templada, pero viene sin su vainaâ¦

-Tampoco la tenía hace quince años -murmuró el rey y tomando por el brazo a Amadís se apartó con él fuera de la pieza.

-Vos queréis ser caballero, pero no sabéis quién sois, y yo voy a contaros lo que me dijo Gandales.

Y a continuación le contó toda su historia.

-Yo os creo, señor, y ahora sé que más quiero ser caballero andante, pues yo me tengo por hidalgo, como me dice mi corazón. Y es necesario que gane honra y prez, pues no sé de dónde vengo pues a los míos los tengo por muertos. Tengo que ganarme los honores desde la nada.

Y estando en estas hablas un criado les anunció que había llegado el rey Perión.

-Señor, ¿cómo habéis llegado a mi casa tan de improviso? -dijo el rey Languines.

-Vengo a buscar amigos, tan necesarios en casos apretados -respondió tristemente Perión-, y en el que me ocupa son más necesarios que nunca, pues el rey Abiés de Irlanda ha desembarcado en mi patria ayudado de su primo Daganel con otro gran ejército y no encuentro ayuda en mis aliados tradicionales. En fin, que estoy soloâ¦

Languines le contestó:

-Yo os ayudaré como pudiere. A la cabeza de mi ejército irá Agrajes, mi hijo. Con él -dijo Languines-, irá lo mejor y más granado de mi ejército.

El rey Perión abrazó a su cuñado. El Doncel del Mar no dejaba de mirar al recién llegado. No podía intuir siquiera que fuera su padre, ya que de haberlo sabido se hubiera sentido muy orgulloso, pues era conocida la valentía y los hechos de armas del rey de Gaula y pensó que no habría en el mundo mejor padrino que él. Como no vio a la reina que podía desbaratar sus intenciones, tomo de la mano a Oriana y se la llevó a un rincón.

-Señora, debo pediros una cosa y espero que me la concedáis.

Oriana, que vio el apuro de su amado, sintió un ahogo en su corazón y le dijo:

-Será la primera cosa que me pides y la haré con mi mejor voluntad.

-¡Ay, señora mía! -se dolió él-, que no me atrevo a pedíroslo, porque sólo estoy en este mundo para servirosâ¦

-¿En tan poco me tienes que no sabes pedir lo que te conviene o eres tan cobarde que te achicas ante quien te quiere bien? -y por primera vez se atrevió a mirarle directamente a los ojos.

-Sí, soy tan flojo y cobarde que en cuanto os miro desfallezco y sólo vivo para serviros, como aquel que sin ser suyo es todo vuestro.

-¿Mío? -se absortó ella-, ¿desde cuándo?

-Desde el primer día que os vi. Cuando vuestros padres se fueron, la reina me cogió de la mano y poniéndome ante vos dijo: «Este doncel os doy para que os sirva». Y vos dijisteis que os placía. Desde entonces soy vuestro, sin que en todos los días de mi vida pueda servir a otra mujer.

-Habéis tomado lo dicho por la reina al pie de la letra, pero me alegro de que así sea.

Él no supo responder, pues estaba transido de felicidad, y ella supo así del señorío y el mando que ejercía sobre el Doncel. Se despidieron con gran cortesía y Oriana fue a ocupar su lugar en el estrado de la reina, a la que encontró rodeada de sus damas, llorando por el infortunio de su hermana. Entre todas consiguieron levantar un rato su ánimo. Después Oriana buscó a Amadís y le puso a prueba, pues era mujer y quería afirmar su dominio ante su amado.

-¿Si fueseis caballero iríais a servir a la hermana de nuestra reina?

-Si vos, señora -contestó el ingenuo Amadís-, desearais que fuese caballero,...
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Autor

Fernando Bartolomé es catedrático de Lengua española y Literatura. Conferenciante y estudioso de la cultura y la historia del Siglo de Oro. Ha escrito varias obras: Antología poética de Quevedo, El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón, Símbolos y emblemas en la poesía de Fray Luis de León, El Barroco literario aragonés. En ficción son suyos los títulos: Matar a un rey o Disuelta en humo.
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