Hugendubel.info - Die B2B Online-Buchhandlung 

Merkliste
Die Merkliste ist leer.
Bitte warten - die Druckansicht der Seite wird vorbereitet.
Der Druckdialog öffnet sich, sobald die Seite vollständig geladen wurde.
Sollte die Druckvorschau unvollständig sein, bitte schliessen und "Erneut drucken" wählen.

Reyes vagabundos

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
384 Seiten
Spanisch
Editorial Impedimenta SLerschienen am20.02.20231. Auflage
Este es el testimonio de cómo nace y muere un grupo de rock: la historia de la esperanza ciega que lo alumbra y de las ambiciones que lo condenan. Una novela de una profundidad y una gracia deslumbrantes, de un conocimiento musical enciclopédico y una comprensión profunda y conmovedora del alma humana. Luton, 1982. La música pop obsesiona a una generación, y el joven irlandés Robbie Goulding conoce a tres personas que le cambiarán la vida. Fran Mulvey es un chaval vietnamita que lleva dentro a Bowie, Dylan, Mercury, Lennon y Patti Smith. Sarah-Thérèse Sherlock, futura música del año de la Rolling Stone, es la única que viste el look Madonna mejor que la propia Madonna. Seán, su hermano mellizo, aprendió a tocar la batería en el reformatorio. Juntos forman los Ships in the Night, un grupo que bebe del New Wave y el ska, de Mahler y del blues, y que salta a la fama sin paracaídas. Música y amistad, ambición y traiciones se funden en una sinfonía atronadora hasta que, de repente, se hace el silencio. Londres, 2012. Ya olvidado por las listas de éxitos, Robbie escribe sus memorias. Su historia es la de aquellos que lo han tenido todo y no han tenido nada; los que saben lo cerca que está la vida de la muerte; los que han sido a la vez reyes y vagabundos. CRÍTICA «Un libro escrito con una pasión, una precisión, un oído y una hilaridad tales que solo podría haber salido de un habilísimo obseso del rock 'n' roll.» -Bob Geldof «Deslumbrante y conmovedora. Es la mejor historia del ascenso y la caída de una banda de rock que he leído en mi vida.» -Emma Donoghue «Absolutamente increíble. Tan divertido que tienes que soltarlo para poder reírte a gusto.» -John Boyne «Una novela sobre la música, la familia y la amistad... No se limite a comprar el libro: solicite a los editores que publiquen la banda sonora.» -Dermot Bolger, Mail on Sunday «Una novela embriagadora... Una obra maestra cómica... Extremadamente divertida... Adictivamente entretenida.» -Declan Hughes, Sunday Independent «Tan bien construida que terminas deseando que los Ships existieran.» -The List «Pura genialidad, párrafo tras párrafo.» -Toby Litt, The Guardian «Maravillosamente divertida.» -Tom Sutcliffe, BBC Radio 4

Joseph O'Connor nació en el sur de Dublín en 1963. Es autor de novelas como «Cowboys and Indians», «Shadowplay», «Reyes vagabundos» o «El crimen del Estrella del Mar», que vendió más de un millón de copias y ha sido traducida a cuarenta idiomas. O'Connor también ha escrito y adaptado obras de teatro, así como guiones para cine y radio. Su faceta de locutor lo ha puesto en contacto con músicos como Camille O'Sullivan, los Chieftains o el compositor Brian Byrne. Ha recibido numerosos premios literarios, como el Irish PEN, el Hennessy Hall of Fame Award for Irish Fiction, el Prix Millepages de Francia, el Premio Acerbi italiano y el Premio Madeleine Zepter a la novela europea del año. Es Embajador Honorario del Centro de Escritores Irlandeses de Dublín.
mehr
Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR35,58
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR14,99

Produkt

KlappentextEste es el testimonio de cómo nace y muere un grupo de rock: la historia de la esperanza ciega que lo alumbra y de las ambiciones que lo condenan. Una novela de una profundidad y una gracia deslumbrantes, de un conocimiento musical enciclopédico y una comprensión profunda y conmovedora del alma humana. Luton, 1982. La música pop obsesiona a una generación, y el joven irlandés Robbie Goulding conoce a tres personas que le cambiarán la vida. Fran Mulvey es un chaval vietnamita que lleva dentro a Bowie, Dylan, Mercury, Lennon y Patti Smith. Sarah-Thérèse Sherlock, futura música del año de la Rolling Stone, es la única que viste el look Madonna mejor que la propia Madonna. Seán, su hermano mellizo, aprendió a tocar la batería en el reformatorio. Juntos forman los Ships in the Night, un grupo que bebe del New Wave y el ska, de Mahler y del blues, y que salta a la fama sin paracaídas. Música y amistad, ambición y traiciones se funden en una sinfonía atronadora hasta que, de repente, se hace el silencio. Londres, 2012. Ya olvidado por las listas de éxitos, Robbie escribe sus memorias. Su historia es la de aquellos que lo han tenido todo y no han tenido nada; los que saben lo cerca que está la vida de la muerte; los que han sido a la vez reyes y vagabundos. CRÍTICA «Un libro escrito con una pasión, una precisión, un oído y una hilaridad tales que solo podría haber salido de un habilísimo obseso del rock 'n' roll.» -Bob Geldof «Deslumbrante y conmovedora. Es la mejor historia del ascenso y la caída de una banda de rock que he leído en mi vida.» -Emma Donoghue «Absolutamente increíble. Tan divertido que tienes que soltarlo para poder reírte a gusto.» -John Boyne «Una novela sobre la música, la familia y la amistad... No se limite a comprar el libro: solicite a los editores que publiquen la banda sonora.» -Dermot Bolger, Mail on Sunday «Una novela embriagadora... Una obra maestra cómica... Extremadamente divertida... Adictivamente entretenida.» -Declan Hughes, Sunday Independent «Tan bien construida que terminas deseando que los Ships existieran.» -The List «Pura genialidad, párrafo tras párrafo.» -Toby Litt, The Guardian «Maravillosamente divertida.» -Tom Sutcliffe, BBC Radio 4

Joseph O'Connor nació en el sur de Dublín en 1963. Es autor de novelas como «Cowboys and Indians», «Shadowplay», «Reyes vagabundos» o «El crimen del Estrella del Mar», que vendió más de un millón de copias y ha sido traducida a cuarenta idiomas. O'Connor también ha escrito y adaptado obras de teatro, así como guiones para cine y radio. Su faceta de locutor lo ha puesto en contacto con músicos como Camille O'Sullivan, los Chieftains o el compositor Brian Byrne. Ha recibido numerosos premios literarios, como el Irish PEN, el Hennessy Hall of Fame Award for Irish Fiction, el Prix Millepages de Francia, el Premio Acerbi italiano y el Premio Madeleine Zepter a la novela europea del año. Es Embajador Honorario del Centro de Escritores Irlandeses de Dublín.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788418668951
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2023
Erscheinungsdatum20.02.2023
Auflage1. Auflage
Seiten384 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1928 Kbytes
Artikel-Nr.11102627
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe



UNO

Os voy a hablar de alguien a quien vi por primera vez en octubre de 1981 cuando los dos teníamos diecisiete años. Un chico exasperante, encantador y dotado de una inteligencia feroz; el mejor compañero que se pueda imaginar para un día de ocio y debate. Su nombre era Francis Mulvey.

A lo largo de los años han sonado tantas y tan estridentes sinfonías de incorrecciones en torno a Fran que me resisto a unirme al ruido. Biografías no autorizadas, una película documental, perfiles, revistas para fans, blogs y grupos de noticias. Mi hija dice que ha oído rumores de una película biográfica en la que el actor tailandés Kiatkamol Lata haría de Fran. No sé por qué, pero no lo veo. Ella se pregunta a quién le darían mi papel; quién haría de su papá. Yo le digo que no se meta en ese tema. Fran ya no querría que yo formara parte de su historia. Y está bien servido de abogados, como sé a mi pesar.

Hoy en día mi antiguo compañero, mi ex-glimmertwin, es reservado; los medios lo describen como un «compositor y productor recluido», como si «recluido» fuera parte del trabajo. Habéis visto la foto más reciente disponible: está borrosa y es de hace cinco años. Está con sus hijos en la primera investidura de Obama, bromeando con la primera dama. Apenas lo reconozco. Está esbelto, en forma, y tiene un aspecto próspero, con un esmoquin más caro que mi casa flotante.

Pero de joven Fran era, en lo más profundo, un hedonista de los bajos fondos, y se sentía más cómodo con una blusa de segunda mano rescatada de una tienda de beneficencia de Luton, la ciudad donde nuestros destinos se cruzaron. A cincuenta kilómetros de Londres, en la zona de industria ligera del condado de Bedfordshire, Luton puede presumir de aeropuerto, fábricas de automóviles y un centro comercial que siempre ha estado en obras. Según mi hermano, la ciudad tiene también un marco temporal propio; «los relojes se pararon en torno al segundo alunizaje». Para mí es mi ciudad natal, el sitio donde crecí, pero técnicamente éramos inmigrantes. Yo nací en Dublín, el mediano de tres hijos. En 1972, cuando cumplí nueve años, nos mudamos a Inglaterra tras una tragedia familiar. Las urbanizaciones de Luton, construidas después de la guerra, eran una serie de adosados idénticos y de escasa estética, pero tenían parques y prados cercanos que nos gustaban mucho a mi hermano y a mí. Mis padres se llevaban muy bien con los vecinos de Rutherford Road, a quienes recuerdo como gente amable y acogedora. Desde luego, no era Villa Aventura, pero todo país tiene sus Lutons: sitios que se distinguen por indiscutibles puntos de interés, como por ejemplo el hecho de que están a cincuenta kilómetros de otro sitio. Los hay en Alemania, el norte de Francia, Europa del Este; hay miles en Estados Unidos. Nunca he visto uno en Italia, pero tiene que haberlos. Hay zonas de Bélgica que parecen un Luton gigante. Lo mejor que se podía decir del nuestro es que era muy buen Luton, cosa que Malibú, por ejemplo, nunca podría llegar a ser. Allí pasé momentos felices y difíciles. Había mucho tiempo en el que no pasaba nada; íbamos al ritmo de nuestra monótona rutina. Yo suelo dividir mi juventud en antes y después de Fran. La primera parte la recuerdo como una serie de fotos en blanco y negro; el color llegó a Luton con él.

Al parecer ya no usa maquillaje, ni siquiera un poquito en las mejillas. Cuando yo conocí a Francis, en la universidad en los ochenta, se presentaba a las clases con más pintalabios y colorete que Bianca Jagger en una fiesta de Studio 54. Sin contar los de la televisión, fue el primer hombre al que vi con sombra de ojos, de un extraño tono magenta que conseguía rebuscando en tiendas de artículos para teatro. «Lo usan para los asesinos y las putas», explicaba, con la indiferencia de alguien que trata a menudo con ambos.

Me fijé en él en mi primer mes de universidad. La verdad, habría sido difícil no fijarse. Una mañana lo vi en el segundo piso del autobús 25, pidiéndole prestado un espejo de bolsillo a una revisora de aspecto serio, una señora jamaicana de unos cincuenta años que no parecía muy partidaria del escaso control al que estábamos sujetos los estudiantes en Luton. Obtenido el espejo, solicitó adicionalmente un pañuelo, en el que estampó un beso de pintalabios antes de devolver ambos artículos. El hecho de que nadie le partiera nunca la boca es una prueba de la inocencia de Fran, que podía parecer vulnerabilidad.

¿Quién era esta aparición? ¿De dónde había surgido? Mis compañeros de clase tenían distintas teorías sobre su lugar de nacimiento. China era una candidata, junto con Laos y Malasia. Curiosamente, no recuerdo que nadie sugiriera Vietnam, su verdadera tierra natal, de donde vino hacía ya tanto tiempo. Lo que sí sabíamos es que lo habían adoptado en Yorkshire del Sur cuando era pequeño, que tenía pinta de modelo y que hablaba poco. Muchos veían su habitual silencio como una forma de llamar la atención y se esforzaban en no hacerle caso. En mi universidad había estudiantes y profesores de diferentes etnias, como en cualquier universidad cercana a una ciudad inglesa medianamente grande, pero Fran era peculiar en varios sentidos. Daba la impresión de ser consciente de que solo había uno como él, impresión que puede resultarle amenazadora a cualquiera que forme parte de un grupo. También debe de ser desconcertante para el emisor, me imagino. Es posible que un pavo real exhiba su plumaje por miedo o por puro aburrimiento, y prefiera que lo dejes en paz. Lo que Fran tenía no era confianza. Estaba a millones de kilómetros de ser una llamada de atención. Mi mejor forma de definirlo es «dignidad». Y hay que tener cuidado con la dignidad en Inglaterra, porque puede parecer que se está dando uno demasiada importancia.

La verdad es que no recuerdo comentarios ofensivos. La cosa no solía ir por ahí. Pero sí estaban las típicas risitas y las caras de circunstancias, sobre todo entre los tíos, que no eran exactamente hostiles pero querían que te dieras cuenta de que Fran no se parecía a ti, si por casualidad no te habías dado cuenta todavía. Fran no se parecía a nadie.

Vivía en una habitación alquilada, pero nadie sabía dónde. En Leagrave, quizá, o Farley Hill. Se rumoreaba que tenía amigos en la Universidad de Reading, y esto era suficiente para dotarlo de cierto exotismo urbano. Nosotros, en un rincón perdido de la Politécnica de Luton, vivíamos eclipsados por los chulos de Reading. Iban por ahí poniéndose hasta el culo de vino alemán, morreándose con tías y quitándose el birrete los unos a los otros a trabucazo limpio (¡hip, hip! ¡Hurra!) mientras nosotros nos moríamos de asco a orillas del Lea.

Fran estudiaba Teatro, Cine e Inglés. Yo, Sociología e Inglés. Papá me acusaba de escoger Sociología solo para molestarlo, y no se equivocaba del todo. También me apunté a Civilización Grecolatina, porque era obligatorio para los de primero «hacer» tres asignaturas, y yo pensé que, como ya había visto Ben-Hur en la tele dos veces, tenía una base bastante sólida. Además, no se me ocurría otra cosa. La universidad ofertaba Musicología, pero eso ni se me habría pasado por la mente. Había estado jugueteando con una guitarra española Ibanez desde que cumplí los catorce y era capaz de tocar perfectamente uno o dos riffs de los Beatles, pero estudiar los misterios de la música me parecía inútil, como el imbécil que era en aquellos tiempos. Me encantaba el Patti Smith Group, cuyos miembros no tenían un solo título entre todos. Era difícil imaginarse a Patti pensando que la armadura de do sostenido menor lleva cuatro sostenidos. ¿Para qué quería ella saber eso?

Observar a Fran se convirtió en mi hobby. Los hay peores. Todavía puedo verlo en la sala de conferencias de trescientas plazas, siempre en última fila, muchas veces fumando. Tuvo novia durante un tiempo, una chica punk de una belleza melancólica. Se pasaban tardes y tardes en el bar de estudiantes (la Trampa, lo llamábamos), donde contemplaban en silencio libros de arte y pedían crème de menthe frappé, bebida poco común entre los estudiantes de Luton. Paddy, el servicial camarero, conseguía de buen ánimo el hielo picado necesario para prepararla llenando una bolsa de supermercado con trozos grandes del congelador y aplastándola con sus botas de tachuelas. Pero al llegar la Navidad ya no había novia, al menos no en exhibición. Cuando la universidad volvió a empezar en enero, Fran estaba con otra, una chica rollo soul que al parecer estudiaba Dibujo Técnico. Se los veía de la mano por el campo de fútbol al atardecer, como dos negros mirlos en medio de la nieve que se había acumulado durante semanas en el campus. Luego hubo un chico, y empezaron a oírse predecibles rumores. En mi experiencia, los jóvenes pueden ser muy conservadores y fáciles de desconcertar, mucho menos tolerantes que los mayores. Si Fran era solitario no era del todo por decisión propia. Y yo no soy quién para juzgarlo, pues nunca me acerqué a él: prefería permanecer intrigado a distancia.

Fran escribía artículos para el periódico estudiantil. A mí me parecían raros, fascinantes y muy muy atrevidos. Joy Division sacó el álbum recopilatorio Still no mucho después de que su vocalista, Ian Curtis, se quitara la vida. Según la crítica de Fran, el disco era «mortecino». Me pareció que ese comentario rozaba el límite, pero no desde el lado correcto. Pasó por una fase afortunadamente breve en la que firmaba sus obras como «Franne», me parece que porque le gustaban las connotaciones isabelinas. Estaba...

mehr

Autor

Joseph O'Connor nació en el sur de Dublín en 1963. Es autor de novelas como «Cowboys and Indians», «Shadowplay», «Reyes vagabundos» o «El crimen del Estrella del Mar», que vendió más de un millón de copias y ha sido traducida a cuarenta idiomas. O'Connor también ha escrito y adaptado obras de teatro, así como guiones para cine y radio. Su faceta de locutor lo ha puesto en contacto con músicos como Camille O'Sullivan, los Chieftains o el compositor Brian Byrne. Ha recibido numerosos premios literarios, como el Irish PEN, el Hennessy Hall of Fame Award for Irish Fiction, el Prix Millepages de Francia, el Premio Acerbi italiano y el Premio Madeleine Zepter a la novela europea del año. Es Embajador Honorario del Centro de Escritores Irlandeses de Dublín.