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La vida en miniatura

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
192 Seiten
Spanisch
Editorial Impedimenta SLerschienen am26.02.20241. Auflage
Con una escritura a la vez exquisita y natural en la que despuntan la ternura y el humor, Mariana Sández nos brinda una sátira social donde se funden lo más mordaz y lo más bello de la vida.

Dorothea Dodds lleva 59 años viviendo sin que se note. A la sombra de un hermano ausente y problemático, es ella quien se ocupa de sus padres. Es hija, secretaria, ama de casa y adhesivo invisible que lo sostiene todo. Es, sin lugar a dudas, la persona ideal que cualquiera querría dejar a cargo de su casa durante las vacaciones de verano. Y un buen día, cuando necesita escapar de todo, eso es precisamente lo que decide hacer. Con la ayuda de su prima inglesa, Mary Lebone, Dorothea consigue trabajo cuidando casas y mascotas a lo largo y ancho de la campiña inglesa, y en estos atisbos de vidas ajenas encuentra pistas sobre la suya propia. Con una prosa que sigue la huella de Natalia Ginzburg o Iris Murdoch, La vida en miniatura es un libro de viajes donde el camino se recorre por dentro: Dorothea cruza los campos de Inglaterra a la vez que desanda episodios clave de su pasado y aprende a vivir en su presente.

CRÍTICA

«Mariana Sández nos muestra los detalles de la fragilidad humana.» -Publishers Weekly

«La escritura de Mariana Sández privilegia lo absurdo en lo ordinario.» -Revista Mercurio

«Todo un descubrimiento.» -Rosa Martí, Esquire

«Una escritura construida con una arquitectura precisa y prodigiosa.» -Isabel Marina, Revista Clarín

«Una escritora con una mirada muy penetrante sobre las cosas.» -Librújula


Licenciada en Letras por la Universidad del Salvador de Argentina, realizó estudios en Literatura Inglesa en The University of Manchester, Inglaterra, y un posgrado en Teoría Literaria y Literaturas Comparadas en la Universidad Autónoma de Barcelona. Como gestora cultural, creó y dirigió diversos programas literarios de prestigio para distintas instituciones culturales. Colabora con notas literarias para el suplemento cultural de los diarios La Nación, Clarín y El Periódico de España. Publicó el libro de entrevistas y ensayos El cine de Manuel. Un recorrido sobre la obra de Manuel Antín (2010), las novelas Una casa llena de gente (2019 / Impedimenta, 2022) y La vida en miniatura (Impedimenta, 2024) y el libro de cuentos Algunas familias normales (2016 / 2020).
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR24,00
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR12,99

Produkt

KlappentextCon una escritura a la vez exquisita y natural en la que despuntan la ternura y el humor, Mariana Sández nos brinda una sátira social donde se funden lo más mordaz y lo más bello de la vida.

Dorothea Dodds lleva 59 años viviendo sin que se note. A la sombra de un hermano ausente y problemático, es ella quien se ocupa de sus padres. Es hija, secretaria, ama de casa y adhesivo invisible que lo sostiene todo. Es, sin lugar a dudas, la persona ideal que cualquiera querría dejar a cargo de su casa durante las vacaciones de verano. Y un buen día, cuando necesita escapar de todo, eso es precisamente lo que decide hacer. Con la ayuda de su prima inglesa, Mary Lebone, Dorothea consigue trabajo cuidando casas y mascotas a lo largo y ancho de la campiña inglesa, y en estos atisbos de vidas ajenas encuentra pistas sobre la suya propia. Con una prosa que sigue la huella de Natalia Ginzburg o Iris Murdoch, La vida en miniatura es un libro de viajes donde el camino se recorre por dentro: Dorothea cruza los campos de Inglaterra a la vez que desanda episodios clave de su pasado y aprende a vivir en su presente.

CRÍTICA

«Mariana Sández nos muestra los detalles de la fragilidad humana.» -Publishers Weekly

«La escritura de Mariana Sández privilegia lo absurdo en lo ordinario.» -Revista Mercurio

«Todo un descubrimiento.» -Rosa Martí, Esquire

«Una escritura construida con una arquitectura precisa y prodigiosa.» -Isabel Marina, Revista Clarín

«Una escritora con una mirada muy penetrante sobre las cosas.» -Librújula


Licenciada en Letras por la Universidad del Salvador de Argentina, realizó estudios en Literatura Inglesa en The University of Manchester, Inglaterra, y un posgrado en Teoría Literaria y Literaturas Comparadas en la Universidad Autónoma de Barcelona. Como gestora cultural, creó y dirigió diversos programas literarios de prestigio para distintas instituciones culturales. Colabora con notas literarias para el suplemento cultural de los diarios La Nación, Clarín y El Periódico de España. Publicó el libro de entrevistas y ensayos El cine de Manuel. Un recorrido sobre la obra de Manuel Antín (2010), las novelas Una casa llena de gente (2019 / Impedimenta, 2022) y La vida en miniatura (Impedimenta, 2024) y el libro de cuentos Algunas familias normales (2016 / 2020).
Details
Weitere ISBN/GTIN9788419581280
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2024
Erscheinungsdatum26.02.2024
Auflage1. Auflage
Seiten192 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse2254 Kbytes
Artikel-Nr.13988939
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe



Ni papá ni mamá estaban enterados de que, dos días después de haberme separado de ellos, luego de tanto dudar y ajustar detalles, tomar un turno largo en la peluquería para renovar el teñido, cortar las puntas, hacer manicuría, pedicuría, y dejar a Catalina de Aragón, la gata, en lo de una vecina de Mary, abordé un tren temprano, aunque no hacia el aeropuerto como al principio creí que haría, sino rumbo a una ciudad cercana, Saint Albans. Partí con una valija mediana y el maletín donde llevo la notebook y mi cuaderno de bocetos. Un viaje cortísimo, de veinte minutos, se convirtió en el escenario de un abigarrado debate interno con décadas de atraso, cúmulos de adrenalina ahogada, montañas de comienzos suspendidos, un apilamiento de futuros postergados, siempre siempre interrumpidos, verbos sin poner en práctica, ilusiones anestesiadas. Aferraba, en el bolsillo del sacón, la libreta donde tenía anotada la dirección de Josephine Oliver, punto de partida de un itinerario complejo, cuyas paradas, apellidos y calles, de tanto leerlos, empezaban a resultarme familiares. Repasaba la enumeración de destinos como si otra persona hubiera generado esa serie de compromisos por mí.

Y en parte sí, de hecho, fue la excéntrica de Mary. Se puso alerta como un galgo cuando le mostré, un poco por casualidad, un folleto que había traído de esa tienda Oxfam. Nunca había escuchado algo así, por eso me llamó la atención. Mi prima me lo quitó de la mano, lo leyó y tardó segundos en sentarse en el escritorio de su cuarto, abrir la computadora, buscar la web que figuraba en el papel y enterarse. Ella sí tenía noción de que existía ese sistema de cuidar casas y mascotas ajenas a cambio de alojamiento, o incluso de dinero, aunque no conocía a nadie que lo hubiera probado. Es interesante, decía excitada como una criatura, muy muy interesante. Se metía en una y otra pestaña de la página sin darme tiempo a leer completa cada parte, ni se detenía a explicarme. Cuando mamá gritó mi nombre desde el living, Mary respondió como un resorte, ¡ya vamos!, y sin palabras, con un dedo tipo flecha me ordenó cerrar la puerta; con otro gesto del mismo índice lanza, que me sentara en su cama.

-Sentate y escuchame, escuchame bien -anunció con el dedo oráculo sobre los labios en señal de que susurráramos-. Vos no volvés a Buenos Aires con ellos, no señor. Te quedás acá.

-¿Cómo? -La sorpresa me arrancó un tono alto, ella me indicó con la mano que lo bajara-. ¿Qué decís? -murmuré acercándome más.

-Hay que evitar por todos los medios a ese individuo -aseguró.

Toda la vida pensé que Mary debía haber sido actriz. Fue siempre una chica y una mujer no tanto bonita en términos de la belleza que suele estar de moda, sino atractiva por cómo se desenvuelve en cualquier circunstancia, con una luminosidad, un desparpajo, diferentes. No parece tenerle miedo a nada, al contrario, a todo le pone un tinte de histrionismo gracioso que además resulta convincente. Dotes que igualmente aplicó a su carrera como profesora de literatura: en el aula ese carácter de libélula alegre le fue muy útil, me consta.

-Ese indi... -Tardé en caer-. Ri... Ya... No es un peligro.

-Haceme caso, Dottie, por favor, ni lo dudes.

Ese individuo era el gran secreto de las dos y el motivo por el que mi prima me aguijoneaba a rodar por Gran Bretaña disfrazada de cuidadora. Decía que de paso descansaba un tiempo de la esclavitud de mis padres y aprovechaba para recorrer ese país que me gusta tanto pero libre, Dorothea, libre.

-Un poco de locura en primavera es saludable incluso para un rey. ¿Sabés quién lo dijo?

-No.

-La inmensa Emily Dickinson. Ese debe ser tu lema ahora. ¡Choque! -Me extendió el puño cerrado para que lo impactara con el mío como cuando éramos adolescentes. Solo que esta vez le acerqué un muñón blando, adormecido, como si me hubieran inyectado anestesia y no lo sintiera parte de mi osamenta.

El sujeto se llama Ricardo y hasta que reapareció en las últimas semanas justo antes de mi viaje, llevábamos once meses sin hablarnos sobre un total de diecisiete años de algo inespecífico que podría, quizás, definirse como relación amorosa, o relación a secas, a falta de otra palabra más precisa. No se me ocurre cuál. A veces el lenguaje tiene techos bajos y paredes demasiado estrechas donde no todos cabemos con comodidad.

Con Ricardo nos conocimos en un curso de francés, primer nivel del grado intermedio, en la Alianza Francesa de Belgrano. Esa sucursal queda cerca de mi casa y, teóricamente, según me dio a entender al principio, también de la suya. Ricardo es contador, tiene su propia firma o estudio, algo así. Como a causa de su trabajo faltaba algunas veces a clase, empezó a pedirme los apuntes, los fotocopiaba y me los devolvía. Sentí curiosidad, aunque nunca le pregunté, acerca de por qué me eligió a mí y no a cualquier otra compañera o compañero, de los quince que seríamos, para pedirlos. Es cierto que ni él ni yo hablábamos mucho con las demás personas del curso, a lo sumo un intercambio escaso, salvo que la profesora nos indicara trabajar en parejas o en grupo. Desde que se acercó por mis apuntes, los días que lograba llegar en hora se sentaba cerca de mí para asegurarse de que nos tocara juntos en los ejercicios de a pares. No me convenía: le cuesta mucho el idioma a Ricardo, mientras que yo tengo facilidad y prefería poder acoplarme a alguien que estuviera más a mi nivel. Al principio me hacía la distraída para tratar de esquivarlo, buscaba con la vista justo hacia el otro lado para ver quién estaba libre, pero al ser números impares, él siempre quedaba solo y me daba lástima dejarlo de lado. Terminaba ofreciéndole que se sumara a nuestro equipo aunque no aportara nada o entorpeciera, ya que había que explicárselo todo despacio, corregirlo, mostrarle. Terminó pasando que, cuando la profesora lo ordenaba, me dirigía a él o él se traía directamente la silla adonde yo estuviera sin preguntar.

Una tarde, al salir de la clase, se había desatado una tormenta apoteósica: el cielo estaba negro hierro, los truenos cortaban como un pan las nubes, el viento hacía volar ramas pesadas o carteles de la calle y llovía a cántaros. Muchos nos amontonamos en la puerta del instituto a esperar el mejor momento para salir, pero igual nos mojábamos porque la lluvia caía oblicua y nos salpicaba. Ricardo se ofreció a llevarme en su auto y, después de dudarlo, acepté. Salió a buscar el auto con un paraguas y volvió a recogerme por la puerta. Como algunas calles ya estaban inundadas, tuvimos que desviarnos y detenernos debajo de un árbol generoso a reparo del agua que impedía ver hacia afuera y de la piedra que repiqueteaba con violencia. Para que no se dañe la pintura, me explicó como disculpándose porque íbamos a demorarnos. No hay problema, dije, si bien a esa altura no se me ocurría otra cosa para charlar -habíamos comparado a la profesora con las que cada uno había tenido el año anterior, mencionamos el beneficio de pagar la cuota anual completa a principio de año, comentamos muy por encima a qué nos dedicábamos-, ni sabía qué hacer con las manos aparte de abrir y cerrar mecánicamente el botón con imán de la cartera o ponerme y sacarme mil veces seguidas los anillos. Encendió la radio para ver qué decía el pronóstico aunque más fue, me pareció, para que otras voces llenaran el espacio. Llegó un punto en que nos quedamos sin tema y estuvimos bastante rato sin decir nada, escuchando el runrún de la radio y el borboteo de la lluvia; en medio intercalábamos alguna frase tonta, mientras esperábamos debajo de ese árbol que se abría como una sombrilla lacia sobre el capó, arrullados por el monólogo del limpiaparabrisas y el aire de la calefacción que adormecía.

-¿Pensás que ya podemos arrancar? -pregunté en determinado momento, tratando de disimular mi incomodidad-. Tengo que llegar a casa, me están esperando.

Recuerdo que esa vez adrede dije «me están esperando» sin anteponer ningún sujeto porque me sonaba fatal decir «mis padres me están esperando» cuando ya había cumplido los cuarenta. Él podía suponer que quien me esperaba era un marido, por ejemplo, o marido e hijos, lo normal. Odio los techos bajos del lenguaje pero me da placer cuando vienen en auxilio sus pasillos laberínticos, las escaleras caracol y los pasadizos subterráneos.

-Sí, podemos. -Puso el motor en marcha y volvimos, creo recordar, en silencio.

Me dejó en la puerta, nos despedimos con mínimas palabras. Cuando entré en casa, prácticamente seca, mamá me miró azorada de arriba abajo y preguntó cómo me había salvado de semejante chaparronal. De paso hacia el baño, tiré mi bolso en el sillón de papá y le contesté que me había traído un compañero del curso.

-¿Un compañero? ¿Quién? -Vino si puede decirse «alarmada» detrás de mí.

-Nadie, qué sé yo, un hombre.

-¿Cómo qué sé yo? ¿Lo conocés?

-Sí, de francés, mamá, es compañero.

-Ya me dijiste, pero...

-No tengas miedo, no se quiere casar, solo me trajo para que no me mojara. -Y mientras decía eso se me ocurrió otra cosa-: Antes de mí acercó también a dos compañeros, por eso tardamos.

-Ah, qué bien, qué atento, menos mal...

En la estación de Saint Albans había poca gente y, en comparación con las velocidades de Londres, las personas daban la impresión de circular en cámara lenta, con un paso normal, parecían pertenecer a una época en la que el tiempo era tiempo y no una batalla campal....

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Autor

Licenciada en Letras por la Universidad del Salvador de Argentina, realizó estudios en Literatura Inglesa en The University of Manchester, Inglaterra, y un posgrado en Teoría Literaria y Literaturas Comparadas en la Universidad Autónoma de Barcelona. Como gestora cultural, creó y dirigió diversos programas literarios de prestigio para distintas instituciones culturales. Colabora con notas literarias para el suplemento cultural de los diarios La Nación, Clarín y El Periódico de España. Publicó el libro de entrevistas y ensayos El cine de Manuel. Un recorrido sobre la obra de Manuel Antín (2010), las novelas Una casa llena de gente (2019 / Impedimenta, 2022) y La vida en miniatura (Impedimenta, 2024) y el libro de cuentos Algunas familias normales (2016 / 2020).
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