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La sociedad autófaga

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
336 Seiten
Spanisch
Pepitas ed.erschienen am08.04.20241. Auflage
El mito griego de Erisictón nos habla de un rey que se autodevoró porque nada podía saciar su hambre, un castigo divino por violar la naturaleza. Esta anticipación de una sociedad condenada a una dinámica autodestructiva constituye el punto de partida de La sociedad autófaga. Anselm Jappe prosigue en ella la investigación comenzada en sus anteriores libros, en los que -releyendo las teorías de Karl Marx bajo el prisma de la «crítica del valor»- mostraba que la sociedad moderna se basa por entero en el trabajo abstracto y el dinero, la mercancía y el valor. Pero ¿cómo viven los individuos la sociedad mercantil? ¿Qué tipo de subjetividad produce el capitalismo? Para comprenderlo, hay que retomar el diálogo con la tradición psicoanalítica, desde Freud hasta Erich Fromm o Christopher Lasch, y renunciar a la idea, forjada por la Razón moderna, de que el «sujeto» es un individuo libre y autónomo. En realidad, este es fruto de la interiorización de las coacciones creadas por el capitalismo, y hoy en día el receptáculo de una combinación letal entre narcisismo y fetichismo de la mercancía. El sujeto fetichista-narcisista ya no tolera ninguna frustración y concibe el mundo como un medio sin fin consagrado a una desmesura sin límites. Esta pérdida de sentido y esa negación de los límites desembocan en lo que Anselm Jappe llama la «pulsión de muerte» del capitalismo: un desencadenamiento de violencias extremas, de matanzas en masa y de asesinatos «gratuitos» que precipitan el mundo de los hombres hacia su caída.

Anselm Jappe. Exponente de la crítica del valor, Anselm Jappe (Bonn, 1962) es autor de títulos como Sous le soleil noir du capital y Un complot permanent contre le monde entier. Essais sur Guy Debord (ambos de próxima aparición en esta casa) o Les Habits neufs de l'empirez/em>, con Robert Kurz. En Pepitas ha publicado Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos (2011), Las aventuras de la mercancía (2016) y La sociedad autófaga (2019); junto a Robert Kurz y Claus-Peter Ortlieb, El absurdo mercado de los hombres sin cualidades. Ensayos sobre el fetichismo de la mercancía (2009 y 2014) y Hormigón (2021), además de una introducción al texto de Karl Marx El fetichismo de la mercancía y su secreto .
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR31,50
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR11,99

Produkt

KlappentextEl mito griego de Erisictón nos habla de un rey que se autodevoró porque nada podía saciar su hambre, un castigo divino por violar la naturaleza. Esta anticipación de una sociedad condenada a una dinámica autodestructiva constituye el punto de partida de La sociedad autófaga. Anselm Jappe prosigue en ella la investigación comenzada en sus anteriores libros, en los que -releyendo las teorías de Karl Marx bajo el prisma de la «crítica del valor»- mostraba que la sociedad moderna se basa por entero en el trabajo abstracto y el dinero, la mercancía y el valor. Pero ¿cómo viven los individuos la sociedad mercantil? ¿Qué tipo de subjetividad produce el capitalismo? Para comprenderlo, hay que retomar el diálogo con la tradición psicoanalítica, desde Freud hasta Erich Fromm o Christopher Lasch, y renunciar a la idea, forjada por la Razón moderna, de que el «sujeto» es un individuo libre y autónomo. En realidad, este es fruto de la interiorización de las coacciones creadas por el capitalismo, y hoy en día el receptáculo de una combinación letal entre narcisismo y fetichismo de la mercancía. El sujeto fetichista-narcisista ya no tolera ninguna frustración y concibe el mundo como un medio sin fin consagrado a una desmesura sin límites. Esta pérdida de sentido y esa negación de los límites desembocan en lo que Anselm Jappe llama la «pulsión de muerte» del capitalismo: un desencadenamiento de violencias extremas, de matanzas en masa y de asesinatos «gratuitos» que precipitan el mundo de los hombres hacia su caída.

Anselm Jappe. Exponente de la crítica del valor, Anselm Jappe (Bonn, 1962) es autor de títulos como Sous le soleil noir du capital y Un complot permanent contre le monde entier. Essais sur Guy Debord (ambos de próxima aparición en esta casa) o Les Habits neufs de l'empirez/em>, con Robert Kurz. En Pepitas ha publicado Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos (2011), Las aventuras de la mercancía (2016) y La sociedad autófaga (2019); junto a Robert Kurz y Claus-Peter Ortlieb, El absurdo mercado de los hombres sin cualidades. Ensayos sobre el fetichismo de la mercancía (2009 y 2014) y Hormigón (2021), además de una introducción al texto de Karl Marx El fetichismo de la mercancía y su secreto .
Details
Weitere ISBN/GTIN9788418998799
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2024
Erscheinungsdatum08.04.2024
Auflage1. Auflage
ReiheEnsayo
Reihen-Nr.78
Seiten336 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1243 Kbytes
Artikel-Nr.14346591
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Inhaltsverzeichnis
Prólogo. De un rey que se autodevoró

1. Del fetichismo que reina en este mundo
Lo que nos enseña la crítica del valor
Un mal sujeto
La culpa es de Descartes
Excursus: Descartes musicólogo y las aceleraciones
de la historia
¿Kant, pensador de la libertad?
El marqués de Sade y la ley moral
Basta de filosofía, pasemos a los actos
El narcisismo como consolación de la impotencia

2. Narcisismo y capitalismo
¿Qué es el narcisismo?
Narcisismo y miedo a la separación
Psicoanálisis y revolución: Erich Fromm y
Herbert Marcuse
Christopher Lasch, el narcisismo como
categoría crítica
Breve historia del narcisismo
El paradigma fetichista-narcisista
¿Regresar a la naturaleza, vencer a la naturaleza o
vencer a la regresión capitalista?

3. El pensamiento contemporáneo frente
al fetichismo
¿Una pérdida de los límites?
¿Invocar la autoridad para escapar del mercado?
Del idealismo y el materialismo
¿Nuevas formas, viejas desgracias?
Nuevos discursos sobre las miserias de este tiempo
Una mutación más antigua que lo digital

4. La crisis de la forma-sujeto
La pulsión de muerte del capitalismo
Amok y yihad
Comprender el amok
Ningún motivo en ningún lugar
Capitalismo y violencia

Epílogo. ¿Qué hacer con este mal sujeto?

Apéndice. Algunos puntos esenciales de
la crítica del valor

Bibliografía
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Leseprobe

prólogo
de un rey que se autodevoró

DESDE LAS PROFUNDIDADES DEL tiempo siguen llegándonos mitos antiguos que condensan en un breve relato una imagen precisa de lo que estamos viviendo. Tal es el caso de un pequeño mito poco conocido, el mito de Erisictón. Debemos su transmisión, con algunas variantes,1 al poeta heleno Calímaco y al poeta romano Ovidio. Erisictón era hijo de Tríopas, que se había convertido en rey de Tesalia tras expulsar a sus habitantes autóctonos, los pelasgos. Estos últimos le habían consagrado un magnífico bosque a Deméter, la diosa de las cosechas. En su centro se alzaba un árbol gigantesco y las dríades, las ninfas de los bosques, danzaban a la sombra de sus ramas. Erisictón, deseoso de hacer con él tablas para construir su palacio, se presentó un día en el bosque con algunos siervos armados de hachas y empezó a derribarlo. La propia Deméter se le apareció entonces bajo la apariencia de una de sus sacerdotisas para invitarlo a que cejara en su empeño. Erisictón le respondió con desprecio, pero los siervos se atemorizaron y quisieron evitar el sacrilegio. Su amo cogió entonces una segur y de un golpe limpio le cortó la cabeza a uno de ellos. Después derribó el árbol, a pesar de que de él brotaban sangre y una voz que le anunciaba su castigo.

Este no se hizo esperar: Deméter le envió el Hambre personificada, que penetró en el cuerpo del culpable a través de su aliento. De él se apoderó un hambre tan canina que ya nada podía calmarla: cuanto más comía, más hambre tenía. Engulló todas sus provisiones, sus rebaños y sus caballos de carreras, pero sus entrañas seguían vacías y él se marchitaba poco a poco. Como un fuego que todo lo devora, consumió lo que habría bastado para alimentar a una ciudad, incluso a un pueblo entero. Según Calímaco, tuvo que ocultarse en su casa, renunciar a salir y a participar en los banquetes, y acabó por mendigar alimentos por las calles tras haber terminado de arruinar la casa paterna. En la versión de Ovidio, llega incluso a vender a su hija Mestra para comprar comida. Esta logró escapar gracias al don de la metamorfosis que le había concedido Poseidón. De vuelta a casa, su padre volvería a venderla de nuevo en varias ocasiones. Pero nada de todo esto calmó el hambre de Erisictón y «después que aquella violencia de su mal había consumido todos sus recursos y faltaban nuevos alimentos a su grave enfermedad, él mismo comenzó a desgarrar sus propios miembros con lacerantes mordiscos y el infeliz alimentaba su cuerpo disminuyéndolo». Así concluye el relato de Ovidio.

Solo la desaparición casi completa de la familiaridad con la Antigüedad clásica puede explicar por qué el valor metafórico de este pequeño mito se les ha escapado hasta hoy a los portavoces del pensamiento ecológico. En efecto, todo está aquí: la violación de la naturaleza en lo que tiene de más hermoso -y de más sagrado para los habitantes originarios del lugar- para extraerle materiales de construcción destinados a la edificación de los espacios del poder. Los bucólicos placeres de las dríades son sacrificados en aras de los «festines» a los que el arrogante príncipe prevé explícitamente consagrar su palacio. Es el poderoso el que presta oídos sordos a las apremiantes exhortaciones para que renuncie a la profanación, mientras los dominados se niegan a contribuir a ella (en Ovidio, los siervos refunfuñan ante la fechoría antes incluso de la intervención de la diosa). Su resistencia, expresada en nombre del respeto a la tradición, les cuesta cara, porque la rabia ciega del poder cuestionado se desencadena contra aquellos que lo critican y no quieren participar en sus crímenes. Finalmente, los siervos deben someterse y ayudar a su amo a cumplir su designio. Sin embargo, no es sobre ellos, que no han hecho más que «obedecer órdenes» (Calímaco lo dice explícitamente) sobre los que Deméter arroja las llamas de su venganza. La diosa castiga solo a Erisictón de un modo ajustado a su delito: al no poder alimentarse, vive como si toda la naturaleza se hubiera transformado -para él- en un desierto que se niega a prestar el auxilio natural a la vida del hombre. Incluso su tentativa de obligar a una mujer a reparar los estragos producidos por la locura de los hombres fracasa, y muere abandonado por los hombres y privado de los frutos de la naturaleza.

Se trata de uno de esos mitos típicamente griegos que evoca la hybris -la desmesura debida a la ceguera y el orgullo impío-, que acaba por provocar la némesis, el castigo divino sufrido por Prometeo, Ícaro, Belerofonte, Tántalo, Sísifo y Níobe, entre otros. La actualidad de este mito no puede sino sorprendernos. En particular, quienes gustan de presentar la destrucción del medio natural como la transgresión de un orden asimismo natural, con acentos más o menos religiosos, pueden ver en él una anticipación arquetípica de sus inquietudes. No respetar la naturaleza atrae necesariamente la ira de los dioses, o de la propia naturaleza...

Pero hay algo más: no es una catástrofe natural lo que se abate sobre este ancestro de los insensatos que hoy destruyen la selva amazónica. Su castigo es el hambre. Un hambre que crece al comer y que nada sacia. Pero ¿hambre de qué? Ningún alimento es capaz de aplacarla. Nada concreto, nada real responde a la necesidad que siente Erisictón. Su hambre no tiene nada de natural y por eso nada natural puede calmarla. Es un hambre abstracta y cuantitativa que jamás puede ser saciada. No obstante, su desesperada tentativa de calmarla lo empuja a consumir alimentos en vano, estos sí muy concretos, destruyéndolos y privando así de ellos a quienes los necesitan. De esta suerte, el mito anticipa de forma extraordinaria la lógica del valor, de la mercancía y del dinero:2 mientras que toda producción con vistas a la satisfacción de necesidades concretas encuentra sus límites en la naturaleza misma de dichas necesidades y recomienza su ciclo esencialmente al mismo nivel, la producción de valor mercantil, que se representa en el dinero, es ilimitada. La sed de dinero no puede apagarse jamás porque el dinero no tiene como función colmar una necesidad precisa. La acumulación del valor, y en consecuencia del dinero, no se agota cuando el «hambre» ha quedado saciada, sino que vuelve a ponerse en marcha de inmediato en un nuevo ciclo ampliado. El hambre de dinero es abstracta, está vacía de contenido. El goce es para ella un medio, no un fin. Pero esta hambre abstracta no tiene lugar, sin embargo, solo en el reino de las abstracciones. Como la de Erisictón, destruye los «alimentos» concretos que encuentra a su paso para alimentar su fuego y, como en su caso, lo hace a una escala siempre creciente. Y siempre en vano. Su particularidad no es la avidez en cuanto tal -que no es nada nuevo bajo el sol-, sino una avidez que nunca puede obtener a priori lo que la colma: «En medio del banquete, quiere otro banquete», dice Ovidio. No es simplemente la maldad del rico la que está aquí en juego, sino un encantamiento que hace pantalla entre los recursos disponibles y la posibilidad de disfrutar de ellos. El mito de Erisictón presenta, pues, paralelismos con el bien conocido mito de Midas, que muere de hambre porque todo lo que toca se transforma en oro, su comida incluida.

El aspecto más notable de la historia de Erisictón es tal vez su final: la rabia abstracta, que ni siquiera calma la devastación del mundo, concluye con la autodestrucción, con la autoconsumición. Este mito no nos habla solo de la devastación de la naturaleza y de la injusticia social, sino también del carácter abstracto y fetichista de la lógica mercantil y de sus efectos destructivos y autodestructivos. Se revela pues como una ilustración de la crítica contemporánea del fetichismo de la mercancía, según la cual «el capitalismo es como un brujo que se viera forzado a arrojar todo el mundo concreto al caldero de la mercantilización para evitar que todo se pare. La crisis ecológica no puede encontrar su solución en el marco del sistema capitalista, que tiene necesidad de crecer permanentemente, de consumir cada vez más materiales, solo para compensar la disminución de su masa de valor»,3 o cuando esta crítica compara la situación del capitalismo contemporáneo con un barco de vapor que sigue navegando mientras quema poco a poco las tablas de su puente, su casco, etc.4 Morir de hambre en medio de la abundancia: esa es sin duda la situación a la que nos conduce el capitalismo.

No obstante, las inquietantes semejanzas entre el osado rey de Tesalia y nuestra situación van aún más lejos. Sus comportamientos no solo evocan la lógica de este mundo al revés que es el fetichismo mercantil, sino también más directamente los comportamientos de los sujetos que viven bajo su dominio. La feroz pulsión que aumenta con cada tentativa de saciarla y que conduce a la desintegración física del individuo, que antes ha derrochado todos sus recursos y ultrajado los afectos más elementales, al punto de forzar a prostituirse a las mujeres de su entorno, recuerda a la trayectoria del drogadicto con síndrome de abstinencia. Y ciertos drogadictos con síndrome de abstinencia recuerdan a la lógica del capitalismo, del cual son una especie de figura metafórica. En términos más generales, Erisictón posee claramente los rasgos del narcisista en sentido clínico. No se conoce más que a sí mismo, no logra establecer verdaderas relaciones ni con los objetos naturales, ni con los otros seres humanos, ni con las instancias simbólicas y los principios morales que se supone deben regular la vida humana. Niega la objetividad del mundo exterior y el mundo exterior se le niega y...
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Autor

Anselm Jappe. Exponente de la crítica del valor, Anselm Jappe (Bonn, 1962) es autor de títulos como Sous le soleil noir du capital y Un complot permanent contre le monde entier. Essais sur Guy Debord (ambos de próxima aparición en esta casa) o Les Habits neufs de l'empirez/em>, con Robert Kurz.En Pepitas ha publicado Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos (2011), Las aventuras de la mercancía (2016) y La sociedad autófaga (2019); junto a Robert Kurz y Claus-Peter Ortlieb, El absurdo mercado de los hombres sin cualidades. Ensayos sobre el fetichismo de la mercancía (2009 y 2014) y Hormigón (2021), además de una introducción al texto de Karl Marx El fetichismo de la mercancía y su secreto .

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