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160 Seiten
Spanisch
Siruelaerschienen am13.05.20161. Auflage
Andreu Martín, Ernesto Mallo, Empar Fernández, Toni Hill, Rosa Ribas, Milo Krmpotic, Teresa Solana, Carlos Zanón, Lilian Neuman y Carles Quílez. Esta antología reúne a algunos de los autores más destacados de la novela negra en castellano, en un recorrido criminal por los barrios emblemáticos de la ciudad de Barcelona. La población urbana mundial es mayor que la población rural y tal vez el «premio» por esta supremacía sea la soledad en medio de la multitud. ¿El infierno será el otro, como predicaba Sartre? Cada ciudad late al ritmo de las ambiciones, deseos y temores de sus habitantes, y estos, como caudal sanguíneo, circulan por sus calles y sus avenidas con su carga de desamor, con sus ansias de venganza, con su desesperación, en busca de algo que no saben si podrán encontrar y que con frecuencia no saben qué es, pero que resultará distinto y muchas veces fatal. Víctimas y victimarios que se desplazan hacia un encuentro, esperado o inesperado, pero que intuyen modificará el curso de sus vidas. Mecanismos cuya fatal predeterminación solo se desvela cuando ya es tarde para intentar un cambio. He aquí lo negro literario, entendido como aquello que nos inquieta, nos perturba, nos amenaza... ERNESTO MALLO

Rosa Ribas (Prat del Llobregat, Barcelona, 1963) estudió Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona, y desde 1991 reside en Alemania, en Fráncfort. Ha escrito las novelas: El pintor de Flandes, La detective ­miope, Miss Fifty y la serie policiaca protagonizada por la comisaria hispano-alemana Cornelia Weber-Tejedor. En Siruela ha publicado, en coautoría con Sabine Hof­mann, las novelas policiacas Don de lenguas y El gran frío, traducidas con gran éxito a distintos idiomas.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR23,03
E-BookEPUBDRM AdobeE-Book
EUR8,99

Produkt

KlappentextAndreu Martín, Ernesto Mallo, Empar Fernández, Toni Hill, Rosa Ribas, Milo Krmpotic, Teresa Solana, Carlos Zanón, Lilian Neuman y Carles Quílez. Esta antología reúne a algunos de los autores más destacados de la novela negra en castellano, en un recorrido criminal por los barrios emblemáticos de la ciudad de Barcelona. La población urbana mundial es mayor que la población rural y tal vez el «premio» por esta supremacía sea la soledad en medio de la multitud. ¿El infierno será el otro, como predicaba Sartre? Cada ciudad late al ritmo de las ambiciones, deseos y temores de sus habitantes, y estos, como caudal sanguíneo, circulan por sus calles y sus avenidas con su carga de desamor, con sus ansias de venganza, con su desesperación, en busca de algo que no saben si podrán encontrar y que con frecuencia no saben qué es, pero que resultará distinto y muchas veces fatal. Víctimas y victimarios que se desplazan hacia un encuentro, esperado o inesperado, pero que intuyen modificará el curso de sus vidas. Mecanismos cuya fatal predeterminación solo se desvela cuando ya es tarde para intentar un cambio. He aquí lo negro literario, entendido como aquello que nos inquieta, nos perturba, nos amenaza... ERNESTO MALLO

Rosa Ribas (Prat del Llobregat, Barcelona, 1963) estudió Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona, y desde 1991 reside en Alemania, en Fráncfort. Ha escrito las novelas: El pintor de Flandes, La detective ­miope, Miss Fifty y la serie policiaca protagonizada por la comisaria hispano-alemana Cornelia Weber-Tejedor. En Siruela ha publicado, en coautoría con Sabine Hof­mann, las novelas policiacas Don de lenguas y El gran frío, traducidas con gran éxito a distintos idiomas.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788416749409
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisDRM Adobe
FormatE101
Verlag
Erscheinungsjahr2016
Erscheinungsdatum13.05.2016
Auflage1. Auflage
Reihen-Nr.344
Seiten160 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse1203 Kbytes
Artikel-Nr.3253604
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe

ERNESTO MALLO
El paraíso en invierno

El Borne
No quiero despertar. Sigo entregada al sueño. Ese espejo de la vigilia que todo lo invierte. Cuando estamos despiertos suceden cosas que nos producen sensaciones; en sueños tenemos primero la sensación y luego armamos un argumento. Por eso debe ser que me gusta tanto dormir. Para poder darle la vuelta a las situaciones..., aunque a veces puede ser mejor dejarlas como están. El combustible de mis sueños es el deseo. Siempre soñé con ser una mujer poderosa, sin haber imaginado dos consecuencias de ello: una, que tenemos poco tiempo para dormir, y la otra, que a los hombres no les gustan las mujeres con poder. Bueno... a la mayor parte al menos. A mí siempre me gustaron los tipos con cabello oscuro, y cuanto más oscuro, mejor. Como el de quien ronca a mi lado, dándome la espalda, en esta madrugada fría. ¿Es Alfredo?, ¿me dejó, lo deseé, soñé que lo hacía, lo hizo? Sueño con una historia común, nos conocimos demasiado jóvenes, con demasiadas ganas de escapar del agobio familiar. Además del color de su cabello me gustó su determinación, su seguridad y también cierto encanto que convocaba el interés de algunas chicas. Siempre fui muy competitiva y, cuando una no tiene suficiente experiencia, suele sucederle que compita con otras por algo, simplemente porque ellas también lo quieren. Con el tiempo aprendí que hay premios que no justifican la carrera y vi desvanecerse aquella fachada de determinación y encanto. Él fue transformándose en un oscuro dependiente de oficina a quien se le valoraba la meticulosa prolijidad para anotar números en las celdas de las planillas de cálculo y que, al final, las cuentas coincidieran con lo esperado. Abro los ojos: la noche comienza a clarear en las hendijas de la persiana. Me espera un día cargado de reuniones y exigencias, las de otros hacia mí, las mías hacia otros y las mías hacia mí misma. Puf. Mejor duermo un poco más. Sueño con Sterling, que la de anoche fue una intensa noche de amor, de esas que parece que nunca van a acabar y que, cuando lo hacen, me dejan rendida, exhausta y feliz. Sueño que me despiertan sus caricias. El hombre quiere más, lo noto, no son caricias inocentes, desinteresadas. Y, aunque no son tampoco directas, se adivina en el tacto la intención de ir a más, de ser correspondidas, retroalimentadas, estimuladas. Yo no puedo, ni quiero, ni debo rechazarlas. Aunque luego deba salir corriendo y atravesar la ciudad como un bólido para llegar a tiempo a mis obligaciones, no quiero perderme esto. Esto es la vida. La vida luego de tantos años dedicados al desarrollo profesional y al aburrimiento matrimonial a partes iguales. Lo dejo venirse a mí con esa mirada felina que se me mete dentro y conmueve todas mis convicciones. Rato más tarde me vienen a la cabeza aquellas palabras encantadas.

¿Cuándo nos volveremos a encontrar?

Cuando el batifondo haya terminado y la batalla haya sido ganada y perdida.

Despierto alarmada. Sí, mi trabajo es una sucesión de batallas, una alerta constante, un ganar y perder, pero no es una guerra porque las guerras terminan y esto es un guerrear sin fin. Ya llegué a donde quería, lo más importante de mi posición ya nadie me lo puede quitar. Es hora de dar mis batallas de otra manera. Otros irán al frente, mi función será planear y supervisar el campo de batalla desde la colina, con prismáticos, como los generales. Bendigo a San Whatsapp y mando el mensaje para que la reunión comience sin mí, que luego me uniré. Cierro los ojos y vuelvo a sus brazos y al perfume animal de nuestros cuerpos combinados. Me sumerjo con total impunidad en el segundo sueño. Ese que se hace por puro vicio, el voluptuoso dormir de quien ya está descansado, el darle rienda suelta a una gula de sábanas tibias, cojines como nubes. Estoy yendo al encuentro de Dany, mi amigo gay. No sé por qué, me he vestido muy sexi, por fuera, pero lo más llamativo va por dentro, con esas braguitas con diamantes. Voy descalza. Lo veo en la librería y, sorpresa, está conversando con Sterling. Lo conozco por la foto en la solapa de sus libros. Cuando vino a la empresa a dar una charla no pude asistir, estaba demasiado ocupada apagando algún incendio. Lo lamenté, había leído un libro suyo titulado Fiebre laboral, una serie de consejos para evitar quemarse en aras del desarrollo profesional. Llegó a mis manos por recomendación de Dany, que siempre me aconsejaba menos estrés y más placer. El ejemplar fue prematuro. Yo estaba demasiado comprometida, demasiado segura de que quería hacer carrera, y toda consideración que me alejara de mis objetivos era automáticamente relegada. Sin embargo, algunos de los conceptos que contenía se quedaron en mí como un rescoldo, ardiendo en secreto a la espera de que un día los toque y me quemen. Dejé el despacho para hacer algunas compras y encontrarme con Dany para tomar un café. Es increíble la cantidad de información que el sueño condensa en unos segundos. En mi sueño sé todas esas cosas, pero no estoy segura de si son un recuerdo o me lo estoy inventando. En todo caso no importa, la memoria también es ficción. Sigo soñando: Dany desaparece del sueño. Camino con Sterling por el Born, una mañana brillante y fría. Odio el frío, pero no me importa y seguimos caminando, conversando muy próximos hasta la hora de comer. Yo digo que debería irme a trabajar. Él me mira a los ojos, lee mi falta de convicción y no dice nada. Recorremos un trecho en silencio. Yo ruego que diga algo. Me posee la misma ansiedad de los momentos previos a los exámenes, cuando trataba de tranquilizarme pensando que todos esos nervios son siempre infundados. No hay de qué preocuparse, al final todo sale bien, o como debe ser. La serenidad que transmite este hombre dice lo mismo.

Yo debería comer, ¿te gustaría acompañarme? -dice.

Recuerdo el poema de Proust: «... y entonces yo le pedí con mis ojos que me lo pidiera nuevamente, sí. Y entonces él me preguntó si yo querría, sí. Y sí yo dije, sí yo quiero, sí...». Y digo que sí.

La moto que atrona el vecindario me sobresalta. El que duerme a mi lado se revuelve brevemente y continúa durmiendo. Me da un poco de rabia que duerma tan tranquilo; a mí cualquier ruido me despierta. Temo desvelarme, hago ejercicios de respiración, la cama se pone blanda y tibia, me hundo. Estoy en la salita de la tele. A los tres minutos de comenzar, Alfredo da su diagnóstico: es la película más aburrida del mundo. Finjo que me interesa mucho. Le contesto que, en cuanto al arte, es un indigente intelectual. Lo ofendo, claro. Es el propósito. Tan previsible siempre, hace lo que yo esperaba. Se va. Regresa el sueño del encuentro con Sterling donde lo había dejado. Él elige un pequeño café del paseo de Colón llamado Corner, aunque no está en ninguna esquina. Pedimos unos bocadillos bastante sofisticados y pequeños. Ninguno de los dos quiere perder el tiempo comiendo, pero hay que cumplir con la excusa que nos confina a esta mesa minúscula que fuerza nuestra proximidad. Hablamos, y en ese hablar se mezclan nuestros alientos produciendo un cóctel que nos embriaga como si de un vino recio y etéreo se tratara. Un momento Koi No Yokan: dos personas se conocen y saben, sin saberlo, que están condenadas a enamorarse. Se produce entonces aquella burbuja en la que nos quedamos solos los dos. Pasan las horas, cambian los clientes, los camareros y la luz del sol, sin darnos cuenta. No hay seducción, ni frases ingeniosas, no nos lamemos las orejas. Solo conversamos, sobre la vida, el arte, la muerte, la humanidad, la tierra y el cielo. Pero en un momento él advierte algo en mí. Se interrumpe bruscamente, sorprendido, y me dispara:

¿Te das cuenta de lo que está sucediendo entre nosotros?

No puedo, no puedo decir nada, definitivamente sí, me doy cuenta, ahora que él lo pregunta sosteniéndome la mirada. Diciéndome con los ojos que también a él lo sorprende. Que tampoco él lo esperaba, pero que la atracción se ha instalado allí entre nosotros y que nadie hará ningún vano esfuerzo por resistirla. La sensación de algo que viene de muy lejos y se proyecta al infinito. Si fuésemos personas místicas habríamos dicho que nos había alcanzado un amor universal. La risotada me saca del trance. En la pantalla del televisor, Alfredo ríe y se burla de mí y de mi sueño.

Tonta -dice-. ¿Creías que era realidad? No, mi amor, es un sueño. Eso solo existe en las novelas que tanto te gusta leer. Acá en la tierra, la vida es otra cosa.

Y se retira al lavabo, a mirarse en el espejo, a continuar con su risotada. Esa risa que dice que soy suya como una fatalidad, que nunca voy a librarme de este yugo, que ya puedo soñar cuanto quiera, que él siempre estará presente en lo real. Yo me cubro con la frazada, como cuando era niña, muy niña, y tenía miedo, y le agregaba más oscuridad a la oscuridad. Despierto llena de inquietud, el hombre sigue durmiendo a mi lado, temo que sea Alfredo y no Sterling. No quiero comprobarlo, prefiero que se vaya, quiero seguir soñando, durmiendo. Respirar nuevamente, repetir el mantra mentalmente una y otra vez hasta que por fin lo consigo. Luego el silencio de la casa sola, el runrún lejano de alguna máquina doméstica y el sopor bienvenido. Sueño: oigo a Alfredo salir rumbo al campo de golf mientras habla de películas aburridas. ¿Que cómo lo supe? Por el golpear de los bastones al atravesar la puerta, ese sonido como el de las campanas tubulares de Oldfield. La mañana es brillante, y no hay otra certeza que el camino que me lleva de vuelta hacia Sterling, con esa urgencia, con ese deseo impostergable que me hace atravesar la...

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Autor

Rosa Ribas (Prat del Llobregat, Barcelona, 1963) estudió Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona, y desde 1991 reside en Alemania, en Fráncfort. Ha escrito las novelas: El pintor de Flandes, La detective ­miope, Miss Fifty y la serie policiaca protagonizada por la comisaria hispano-alemana Cornelia Weber-Tejedor. En Siruela ha publicado, en coautoría con Sabine Hof­mann, las novelas policiacas Don de lenguas y El gran frío, traducidas con gran éxito a distintos idiomas.Ernesto Mallo (La Plata, 1948), guionista, dramaturgo y periodista independiente argentino. Ganó entre otros, el Premio Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón (2007). Ha publicado, además de las novelas de la serie del comisario Lascano, El relicario y Me verás caer, y más de diez obras de teatro. Sus novelas han sido traducidas a doce idiomas.Andreu Martín (Barcelona, 1949) es escritor y guionista de cómic, cine y televisión, y está considerado uno de los maestros indiscutibles del género negro. Entre sus obras cabe destacar Prótesis, El caballo y el mono, Barcelona Connection, No pidas sardina fuera de temporada, El amigo Malaspina, Mentiras de verdad (Siruela, 2000), Espera, ponte así, Bellísimas personas, Juez y parte o Si hay que matar, se mata. Ha recibido prestigiosos premios, como el Memorial Jaume Fuster 2003 y el Pepe Carvalho 2011 de novela negra, el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 1989, el Premio Círculo del Crimen, el Hammett, en tres ocasiones, y el Deutsche Krimi Preis International. Cabaret Pompeya fue galardonada con el Premio Sant Joan 2011.