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Cuentos incompletos

E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
768 Seiten
Spanisch
Editorial Impedimenta SLerschienen am25.03.20241. Auflage
La colección de relatos definitiva de un maestro de las distancias cortas: un clásico moderno desternillante que consagra a T. C. Boyle como uno de los grandes narradores estadounidenses de nuestra era.

Un chef atormentado por una crítica gastronómica, un asalto nocturno a una granja de pavos, una casa llena de ardillas lisiadas, un joven que sale de fiesta con Jane Austen. Esta colección reúne todo lo que, a lo largo de muchas décadas, ha pasado por la mente caótica, imprevisible y absolutamente brillante de T. C. Boyle. Estamos ante uno de los grandes maestros contemporáneos de la narrativa estadounidense, insuperable a la hora de tejer situaciones disparatadas y situar a sus personajes al límite de la cordura. Cada cuento nos ofrece un colorido desfile de criaturas maniáticas, excéntricas, frustradas, egoístas y, a fin de cuentas, tan humanas como cualquiera de nosotros. A través de una sátira fresca y desvergonzada, Boyle retrata con certera acidez una sociedad que solo se puede explicar a través del sinsentido.

CRÍTICA

«La obra más seria de Boyle: mordaz, mundana e irreverente.» -Publishers Weekly

«700 llamativas e ingeniosas páginas de acrobacias estilísticas y morales.» -The New York Times

«Imaginación feroz y deliciosa» -Los Angeles Times Book Review

«Es un escritor satírico, por supuesto, con un ojo mortífero para las modas y las pretensiones, pero sobre todo un inventor cuyas extravagantes premisas narrativas rinden homenaje al espíritu de Groucho Marx y a los ejemplos de predecesores como el fantasioso británico John Collier y nuestros propios Donald Barthelme y Robert Coover» -Kirkus Reviews


T. C. Boyle (Peekskill, 1948) comenzó su carrera literaria en la década de 1980 escribiendo tanto novelas como relatos, y hoy en día se lo considera uno de los mejores cuentistas norteamericanos vivos. Entre sus numerosas novelas cabe destacar Música acuática (1981), Las mujeres (2009), Los Terranautas (2016) y Una libertad luminosa (2019). Impedimenta publica ahora una selección de sus mejores cuentos, por los que recibió en 1999 el Bernard Malamud Prize in Short Fiction de la PEN/Faulkner Foundation. Actualmente, T. C. Boyle vive en una casa diseñada por Frank Lloyd Wright y es profesor de Literatura en la Universidad del Sur de California.
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Verfügbare Formate
TaschenbuchKartoniert, Paperback
EUR57,00
E-BookEPUBePub WasserzeichenE-Book
EUR19,99

Produkt

KlappentextLa colección de relatos definitiva de un maestro de las distancias cortas: un clásico moderno desternillante que consagra a T. C. Boyle como uno de los grandes narradores estadounidenses de nuestra era.

Un chef atormentado por una crítica gastronómica, un asalto nocturno a una granja de pavos, una casa llena de ardillas lisiadas, un joven que sale de fiesta con Jane Austen. Esta colección reúne todo lo que, a lo largo de muchas décadas, ha pasado por la mente caótica, imprevisible y absolutamente brillante de T. C. Boyle. Estamos ante uno de los grandes maestros contemporáneos de la narrativa estadounidense, insuperable a la hora de tejer situaciones disparatadas y situar a sus personajes al límite de la cordura. Cada cuento nos ofrece un colorido desfile de criaturas maniáticas, excéntricas, frustradas, egoístas y, a fin de cuentas, tan humanas como cualquiera de nosotros. A través de una sátira fresca y desvergonzada, Boyle retrata con certera acidez una sociedad que solo se puede explicar a través del sinsentido.

CRÍTICA

«La obra más seria de Boyle: mordaz, mundana e irreverente.» -Publishers Weekly

«700 llamativas e ingeniosas páginas de acrobacias estilísticas y morales.» -The New York Times

«Imaginación feroz y deliciosa» -Los Angeles Times Book Review

«Es un escritor satírico, por supuesto, con un ojo mortífero para las modas y las pretensiones, pero sobre todo un inventor cuyas extravagantes premisas narrativas rinden homenaje al espíritu de Groucho Marx y a los ejemplos de predecesores como el fantasioso británico John Collier y nuestros propios Donald Barthelme y Robert Coover» -Kirkus Reviews


T. C. Boyle (Peekskill, 1948) comenzó su carrera literaria en la década de 1980 escribiendo tanto novelas como relatos, y hoy en día se lo considera uno de los mejores cuentistas norteamericanos vivos. Entre sus numerosas novelas cabe destacar Música acuática (1981), Las mujeres (2009), Los Terranautas (2016) y Una libertad luminosa (2019). Impedimenta publica ahora una selección de sus mejores cuentos, por los que recibió en 1999 el Bernard Malamud Prize in Short Fiction de la PEN/Faulkner Foundation. Actualmente, T. C. Boyle vive en una casa diseñada por Frank Lloyd Wright y es profesor de Literatura en la Universidad del Sur de California.
Details
Weitere ISBN/GTIN9788419581570
ProduktartE-Book
EinbandartE-Book
FormatEPUB
Format HinweisePub Wasserzeichen
FormatE101
Erscheinungsjahr2024
Erscheinungsdatum25.03.2024
Auflage1. Auflage
Seiten768 Seiten
SpracheSpanisch
Dateigrösse2875 Kbytes
Artikel-Nr.14245220
Rubriken
Genre9201

Inhalt/Kritik

Leseprobe



PRÓLOGO

T. C. BOYLE, EL ESCRITOR QUE RÍE (JOU JOU) EN LA OSCURIDAD

Hablemos, usted y yo, del más clásico y escandalosamente divertido de los escritores posmodernos, y de esta, su primera colección de cuentos (ESCOGIDOS), que, sin duda, hará del (PLANETA) un lugar absurda y genialmente (MEJOR)

Es una mañana cualquiera, de un día cualquiera, en Montecito, Santa Bárbara. Thomas Coraghessan Boyle, el tipo que se cambió el nombre a los diecisiete -oh, su segundo nombre era un ridículo John, un nada ostentoso ni valioso John-, el tipo que haría regresar feliz a su tumba después de una fugaz reaparición lectora al mismísimo Charles Dickens -oh, sí, un Dickens que volviese de entre los muertos y se topase con lo que Boyle ha escrito se diría: «¡Vaya! ¡La cosa tuvo aún más sentido del que creía! ¿Cómo ha podido hacer algo así conmigo? ¿Cómo ha podido llevarme tan lejos?»-, chupa de cuero y gorra sin visera, una diminuta barba contorneándole el rostro -nunca ha tenido otro aspecto, T. C., que el del narrador y a veces protagonista de cualquiera de sus historias-, acaba de decir que si se ríe de las cosas horribles es para apartarlas de su camino. Y, créanme, se ríe. Y se ríe muchísimo. Usted también está a punto de hacerlo. Los meses que pasé leyendo sus cientos de relatos -en realidad, alrededor de 150-, relatos como obras (maestras) únicas, relatos como novelas en miniatura -Boyle crea universos enteros, siempre al borde del derrumbe, o en mitad de ese mismo derrumbe-, reí hasta enloquecer, y entendí a la perfección aquello que el autor me dijo aquella mañana cualquiera, de un día cualquiera, desde su casa en Santa Bárbara, la primera que diseñó en California Frank Lloyd Wright, arquitecto al que también dedicó una novela delirante, en su caso, sobre sus infortunados matrimonios y su apetitosa inutilidad, su ineptitud social y existencial -lleva por título Las mujeres-, rodeada, en aquel momento, de niebla. No solo entendí de qué forma apartaba lo horrible de su camino -esa poderosa risa en la oscuridad-, sino la razón por la cual sus personajes están siempre en guerra consigo mismos y con todo aquello que les rodea. Condenados por sus impulsos, por su propia condición de ser humano -una condición limitada y, a la vez, ingenua y ridículamente napoleónica, fatal-, los personajes de Boyle -sus propias historias, puesto que sus historias son sus personajes, oh, deben susurrarle, todos ellos, como le susurraban a Virginia Woolf los suyos, o eso decía, un (ATRÁPAME SI PUEDES) cada vez- se ahogan en aquello que de ninguna forma van a poder evitar. «No dejo de darle vueltas a que no somos más que animales que se creen otra cosa», me dijo aquel día. «Tenemos el mismo libre albedrío que un pájaro», me dijo también. Y añadió, y sonó a revelación cuando lo hizo, y a la mejor manera de presentarle la clase de selva de carcajadas en la que está a punto de internarse: «Es algo que me obsesiona. El hecho de que no podamos decidir nuestro destino. De que no podamos hacer otra cosa que aquello que estamos, de alguna forma, programados para hacer. He ahí el tema central de todo lo que hago. Explorar una y otra vez nuestra condición animal. Y de qué forma nada nunca va a parecerse a aquello que esperamos porque el hecho mismo de esperarlo, sin que llegue a cumplirse, forma parte de la clase de animal que somos».

Es por eso que en sus historias -todas las aquí reunidas, oh, estoy a punto de zambullirme en lo que representan, en su obra en marcha, y en la obra en marcha de la especie escritora a la que pertenecemos- los tormentos de sus personajes tienen siempre que ver con algún tipo de instinto. El de la supervivencia, sin ir más lejos, combinado con el absurdo del poder -el poder controlar a tu marido, en el peor de los momentos, y en cualquier momento-, en el fulminante y divertidísimo Furia divina, en el que Muriel le pide a su marido, Willis, que devuelva el medidor del tiempo que acaba de comprar -algo ridículo que él ha hecho solo porque le aterra la sola idea de que ella exista y a veces hace cosas sin saber por qué las hace- en mitad de un huracán. Es un huracán tremendo. Está llevándose todo tipo de cosas por los aires. Pero él no puede no ir a cambiar el condenado medidor, porque si no lo hace ella ¿qué? ¿Se enfadará? ¿Lo machacará? Oh, Willis ni siquiera piensa en la posibilidad de lo que ocurrirá si no obedece, porque debe obedecer, no importa con qué intensidad, fuera, el mundo esté acabándose. Con claridad se observa en el relato la forma en que Boyle juega con esa programación de la que habla en lo que respecta al ser humano. A dos tipos de seres humanos opuestos. Lo único que hace es añadir el más hilarantemente catastrófico de los elementos que pueda imaginarse dadas las circunstancias -esa es también su especialidad, la de llevarlo todo más lejos, tan lejos como resulte grotesca y desopilantemente posible- y esperar, como quien espera ante un tubo de ensayo narrativo, el resultado. Y el resultado es siempre una fiesta, un festín del absurdo, la contemplación ante el espejo deformante de lo real, una pequeña, y a la vez, mayúscula, lección. Cualquiera de estas, sus historias, insiste en la idea de que nada tiene sentido, ni lo tendrá nunca, por más que nos empeñemos en dárselo.

Es ese existencialismo, ese elogio de un absurdo -ese nada tendrá nunca sentido y ¿no convertirá eso a cualquier intento de subsistencia en una forma perversa y fabulosa de arte?- inherentemente humano, lo que late tras el misceláneo y sin embargo uniforme mapa que dibujan los relatos aquí reunidos -escritos entre 1972 y la primera parte de la segunda década de los 2000-, en los que las obsesiones de Boyle -Jack Kerouac como niño de mamá en Beat, y todo tipo de personaje histórico como exactamente eso, de Jane Austen a Jacques Cousteau; el alcoholismo como subterfugio poderosamente maldito en las vacaciones de una familia disfuncional en Si el río fuera whisky, y en el coche que conduce la niña de Balto; la frontera, y sus otros problemas, en La desdichada madre de Aquiles Maldonado, o más bien, la forma en que desde Norteamérica se pisotea todo lo que no sea Norteamérica; el deseo de todo tipo de inalcanzable gloria, aquí en manos del Increíble Hombre Mosca y su incrédulo agente, en La Mosca Humana; y el desastre, por supuesto, en sus más deliciosas e infinitas variantes, desde accidentes de avión con supervivientes alérgicos a los gatos, y un mimo (Infierno verde), hasta flechazos imposibles, caníbales, como el de la chica que se enamora de un tipo con los pies de plástico en mitad de la Nada, Alaska (Velo final), o partidos políticos que prometen construir una nueva luna, y ganan y luego tienen que construirla, claro, y el mundo se acaba, o casi (El Partido de la Luna Nueva), y un fin del mundo en el que has sobrevivido, pero la única otra superviviente te odia y es ridículamente borde (Después de la plaga)- se dan paso unas a otras y se detienen a observar lo disparatado de cualquier tipo de vida que se tenga por corriente: ahí está la familia que construye un búnker para sobrevivir a lo que sea que esté por venir sin caer en la cuenta de que su vecino es un psicópata que despelleja mascotas y puede que algo más (Dispuesto a todo), o la que vive en un barrio pobre pero contrata una alarma para distinguirse (Tranquilidad), o el tipo que miente para no tener que ir un día a trabajar y acaba casi teniendo que organizar un funeral para su bebé porque las mentiras se acumulan y su realidad empieza a no parecerse en nada a la que los demás tienen por real (La mentira). Y, por supuesto, la emprenden contra toda idea de éxito posible, pues ocurre a menudo que los protagonistas de Boyle cumplen sus sueños y, en un reverso ridículo del manido sueño americano, aborrecen haberlos cumplido. O, mejor, de nada les sirve haberlo hecho. Como le ocurre al protagonista de Fábulas de extinción, o a las hermanas que quieren vivir en blanco y negro y lo consiguen en Las hermanas blanco y negro.

Opina Boyle que la evolución es puramente accidental, y que el ser humano tiene más conciencia de la que puede soportar. Que solo es, como dice, un animal sujeto a todo tipo de impulsos humanos que no distan en exceso de los impulsos del resto de animales, pero él debe convivir además con su conciencia. Con saber que ha hecho lo que ha hecho, o que está dispuesto a hacer lo que sea que esté dispuesto a hacer, o que simplemente lo ha deseado por un momento, o que inevitablemente caerá en cualquier tipo de tentación. Y ¿cómo va a poder soportarlo luego? «Supongo que por eso existe el arte, y las drogas y el alcohol -dice-, porque necesitamos liberarnos de ese peso.» Y quién sabe, tal vez tan solo esté tratando de encontrarle sentido a lo que ha vivido. Pues cuenta que creció, él, el tipo de Peekskill -oh, Peekskill es una pequeña ciudad del estado de Nueva York en la que nació, también, Mel Gibson-, rodeado de alcohólicos. Eso dice que fueron su padre y su madre, alcohólicos. También dice que primero trató de hacerles la vida más fácil, y luego se la complicó, luego empezó a leer a Aldous Huxley, y a Jack Kerouac, y a J. D. Salinger, y a odiar...

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Autor

T. C. Boyle (Peekskill, 1948) comenzó su carrera literaria en la década de 1980 escribiendo tanto novelas como relatos, y hoy en día se lo considera uno de los mejores cuentistas norteamericanos vivos. Entre sus numerosas novelas cabe destacar Música acuática (1981), Las mujeres (2009), Los Terranautas (2016) y Una libertad luminosa (2019). Impedimenta publica ahora una selección de sus mejores cuentos, por los que recibió en 1999 el Bernard Malamud Prize in Short Fiction de la PEN/Faulkner Foundation. Actualmente, T. C. Boyle vive en una casa diseñada por Frank Lloyd Wright y es profesor de Literatura en la Universidad del Sur de California.

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